por
Mabel Fuentes
I.
¿Fantasía o fantasma? Consideraciones terminológicas
En
el idioma castellano corriente la palabra fantasía es usada para
referirse a la actividad psíquica de la imaginación y a sus producciones
(facultad de evocar imágenes, es decir, rastros de impresiones
sensoriales, de inventar, crear o concebir). Está vinculada a la ilusión
como error producido por la esperanza -poco fundada en lo real- respecto
al cumplimiento de un deseo. También es considerada una idea falsa, referida
a temores o suposiciones, que existen en la mente, pero no en el mundo.
La
palabra fantasma es usada para indicar la aparición con forma de ser real
de algo imaginado o de un ser inmaterial, por ejemplo, el alma de un
difunto. También a la persona disfrazada o al espantajo usados para
simular la aparición de un espectro.
El
término alemán Phantasie, en su uso coloquial, es semejante a lo que en
castellano entendemos por fantasía. Para referirse a lo que en castellano
entendemos como fantasma disponen del término Phantom. En la obra de
Freud, la palabra Phantasie adquirió connotaciones conceptuales diversas
(véase II).
En
el idioma inglés, phantasy o fantasy responden al concepto de imaginación,
fantasía, ensueño. En tanto disponen del término ghost para indicar
fantasma, aparecido, espectro. Susan Isaacs (autora kleiniana) propuso en
"Naturaleza y función de la fantasía" (1948) usar "fantasy"
para los sueños diurnos y "phantasy" para el contenido primario
de los procesos mentales inconscientes. Para los autores kleinianos, la
noción de fantasía desempeña un lugar fundamental en la teoría.
"Las fantasías son, en primer lugar, los representantes psíquicos de
instintos libidinales y destructivos [...] se elaboran también como
defensas y como realizaciones de deseos y contenidos de ansiedad"
(14).
En
la lengua francesa, "fantasme" se corresponde con nuestro español
"fantasía": "producción de la imaginación por la cual el
yo busca escaparse de la influencia de la realidad" (27), en tanto
"fantôme" designa al fantasma como espectro. Lacan usa el término
fantasme tanto para referirse a la palabra castellana "fantasía"
en su uso coloquial, como para designar el concepto freudiano de fantasía, así como también para nombrar la noción nueva que introduce, y
que en castellano usamos los psicoanalistas como "fantasma
fundamental". Probablemente la preferencia de los autores lacanianos
por el uso de la palabra
fantasma se deba a la influencia recibida por la traducción al castellano
del Diccionario de psicoanálisis de J. Laplanche y J.-B. Pontalis (15).
Este
concepto de Lacan figura, sin embargo, traducido en los Escritos en
ocasiones como fantasía y otras veces como fantasma.
II.
La noción de fantasía en la obra de Freud
En
el apartado del libro de los sueños referido a la elaboración onírica
secundaria (Capítulo VI), Freud menciona el papel de las fantasías o sueños
diurnos como escalón preliminar de los síntomas histéricos agregando
que "[...] además de tales fantasías conscientes existen otras
-numerosísimas- que por su contenido y procedencia de material reprimido
tienen que permanecer inconscientes".
Freud resalta el término "sueños
diurnos" aplicado a las fantasías diurnas conscientes, ya que tienen
en común con los sueños el ser realizaciones de deseos: "[...]
tienen en
gran parte como base las impresiones provocadas por sucesos infantiles y
sus creaciones gozan de cierta benevolencia de la censura" (1). La
elaboración secundaria del sueño intenta constituir con el material onírico
algo como una fantasía diurna. Cuando dicha fantasía se encuentra
constituida de antemano y guarda relación con las ideas latentes del sueño,
pasa con facilidad al contenido manifiesto del mismo. "Existen pues
sueños que no consisten sino en la repetición de una fantasía diurna
que ha permanecido, quizás inconsciente" (1).
En
"Los dos principios del funcionamiento mental" (1910-11),
Freud plantea las
relaciones de la fantasía con la realidad.
La sustitución del principio de placer por el principio de
realidad que allí propone, deja
libre de confrontación una actividad mental a la que se le permite
regirse únicamente por el principio de placer: "Esta actividad es
el fantasear, que se inicia en los juegos infantiles, para continuarse
posteriormente como sueños diurnos [...]" (2).
Estos
sueños diurnos pueden ser conscientes o inconscientes, y son susceptibles
de originar tanto sueños nocturnos como síntomas neuróticos. También
intervienen en la producción artística: "[...] el poeta hace lo mismo
que el niño que juega: crea un mundo fantástico y lo toma muy en serio;
esto es, se siente íntimamente ligado a él, aunque sin dejar de
diferenciarlo resueltamente de la realidad [...] mucho de lo
que, siendo real, no podría procurar placer ninguno puede procurarlo como
juego de la fantasía [...]" (3), tanto para el poeta como para su
auditorio.
Las
mociones pulsionales insatisfechas
son las fuerzas impulsoras de las fantasías, y "cada fantasía es
una satisfacción de deseos, una rectificación de la realidad
insatisfactoria".
"[...] la
poesía, como el sueño diurno, es la continuación y el sustitutivo de
los juegos infantiles" (3). Son estados psíquicos preliminares de
los síntomas neuróticos.
Resumiendo,
desde Freud, la fantasía es una actividad psíquica presente en la vida
corriente (juego de los niños, ensueños diurnos, elaboración secundaria
del sueño, creatividad en el artista, disfrute de las producciones del
arte) que puede en determinadas condiciones generar síntomas neuróticos,
constituyendo un estadio preliminar de los mismos.
Tales
condiciones a veces son cuantitativas (su exacerbación) y otras veces están
relacionadas con la relación de la fantasía correspondiente con los
sistemas inconsciente y
preconsciente: "Las fantasías inconscientes, o lo han sido siempre,
habiendo tenido su origen en lo inconsciente, o, lo que es más frecuente,
fueron un día fantasías conscientes, sueños diurnos, y han sido luego
intencionadamente olvidadas, relegadas a lo inconsciente por la
'represión' [...] la fantasía inconsciente integra una importantísima relación
con la vida sexual del individuo, pues es idéntica a la que él mismo
empleó como base de la satisfacción sexual, en un período de masturbación"
(7). El contenido de las fantasías inconscientes en los neuróticos es
similar a las situaciones creadas por los perversos para su satisfacción
sexual en la realidad.
Como
vemos, la fantasía desempeña un papel importante en la masturbación del
niño y del adulto. En su artículo "Pegan a un niño" (1919),
Freud desarrolla ampliamente estas cuestiones. Allí se despliega esta
frase -que describe una escena imaginada como soporte de la satisfacción
masturbatoria- y se examinan sus relaciones con el sadismo y el masoquismo,
el complejo de Edipo y las cuestiones de la ubicación del sujeto en esa
escena. Freud analiza esta fantasía -que en última instancia esta
referida al deseo de recibir una satisfacción sexual y amorosa por parte
del padre- a través de una serie de sustituciones de los personajes (del
soñante y del padre) y una serie de inversiones gramaticales que
recuerdan las propuestas en "Pulsiones y destinos de pulsión"
(1915), revelando que la frase que describe la escena que acompaña al
onanismo: "pegan a un niño", tan enigmática al principio, está
vinculada con dos pasos previos: uno, susceptible de ser recordado,
"el padre pega a un niño"; el otro, inconsciente y reprimido,
tiene un carácter masoquista, "yo soy pegado por el padre". Ese
"ser pegado" contiene a la vez culpa y erotismo: "no es sólo
el castigo de la relación genital prohibida, sino también su sustitución
regresiva" (8). Esta fase intermedia reprimida e inconsciente sólo
puede ser reconstruida en el análisis.
Observamos
lo complejo y dificultoso de situar la noción de fantasía (Phantasie) en
Freud respecto de los sistemas Cc.-Inc.-Prec. En un apartado de su artículo "Lo inconsciente" (1915),
Freud nos presenta a las fantasías como ramificaciones de impulsos
inconscientes, con un alto grado de organización, apenas diferenciadas de
los productos del sistema Cc., pero al mismo tiempo son inconscientes e
incapaces de conciencia. "Pertenecen, pues, cualitativamente, al
sistema Prec.; pero efectivamente al Inc.". Son productos
"mestizos". "De esta naturaleza son las fantasías de los
normales y de los neuróticos, que reconocimos como fases preliminares de
la formación de sueños y de síntomas".
Por
último, Freud considera la existencia de protofantasías o fantasías
originarias (Urphantasien). Se
encuentran de modo muy general en los seres humanos
y su explicación sería filogenética. Sus contenidos se refieren
a la vida intrauterina, escena del coito entre los padres, castración y
seducción: o sea, temas referidos a los orígenes, por lo que algunos
autores prefieren considerarlos como mitos colectivos cuya universalidad
está relacionada con su conexión con el complejo edípico.
III.
El fantasma en la enseñanza de Lacan
Lacan
usa "fantasme" (que podría traducirse por fantasía pero se
tradujo más habitualmente como fantasma) tanto para referirse al concepto
freudiano (cuya amplitud hemos recorrido) como para designar lo que él
introduce como concepto nuevo.
Le
da una fórmula matemática: $<> a (Sujeto barrado losange objeto
a).
El
<> (rombo o losange) indica una relación de doble implicación
(implicación recíproca) entre los términos que une, es decir:
$
(Sujeto barrado) si y
solamente si objeto
a,
y
recíprocamente:
objeto
a si
y solamente si $
(Sujeto barrado).
Así
como en lógica de enunciados decimos “Si p
entonces q”.
También
el losange (<>) indica los signos
(intersección) y
(unión)
en teoría de conjuntos.
Lacan
designa con esta fórmula la relación del sujeto del inconsciente (sujeto
barrado) con el objeto causa del deseo (objeto a), indicando una
relación estable del sujeto con aquello que lo causa en su deseo y, por
ende, lo divide.
En
este sentido (ya que el uso en plural -fantasmas- suele superponerse a las
fantasías en sentido freudiano), el concepto y su fórmula
correspondiente aparecen por primera vez en el grafo de la constitución
del sujeto -también llamado grafo del deseo- presentado en el Seminario
5. Las formaciones del inconsciente (1957-1958).
En las últimas clases de ese seminario
introduce en el grafo
un segundo piso. Allí aparece la fórmula del fantasma (sujeto barrado
losange objeto a) como respuesta al deseo del Otro (indicado con
d minúscula).
DIBUJO
1: Grafo del deseo
Referencias:
1. Cadena
significante del Otro
2.
Cadena significante del
sujeto
3.
Vector de la intención del hablante
4.
Mensaje del Otro
5.
Código (fórmula de la pulsión)
6. Mensaje
del sujeto
7.
Código (lenguaje)
$ <> a. Fórmula del fantasma
d.
Deseo del Otro
m.
Yo (moi)
i (a). Imagen del
semejante
En
el grafo, el fantasma es lo que separa el piso superior correspondiente a
la cadena significante del Otro (el discurso efectivamente pronunciado por
los padres) de la cadena significante del sujeto (referencias 1 y 2 en el
dibujo 1).
A
nivel del mensaje en la cadena significante del sujeto (referencia 6 en el
dibujo 1), un significante de producción propia sustituye al significante
traumático que integra la cadena significante del Otro. Esto resulta
posible si en momentos instituyentes el mensaje dirigido por la madre al
niño fue interdictado por la función paterna: mensaje de “no” sobre
el mensaje de la madre (respecto a su deseo de tomar al niño como su falo
faltante) (referencia 4 del dibujo 1)
Esta
posibilidad de metaforizar, es decir, de sustituir un significante (del
deseo del Otro) por otro significante (de producción propia), genera una
separación entre las dos cadenas significantes (la del sujeto y la del
Otro). Así, el que deviene por ello sujeto
(dividido) no será más hablado “en bruto y en directo” por el Otro,
sino bajo la forma de su inconsciente. “El inconsciente es el discurso
del Otro”, nos indica Lacan.
La
separación de ambas cadenas significantes está mantenida gracias al
fantasma. Ésa es la estructura de la neurosis (tanto histérica como
obsesiva). El neurótico confunde la falta en el Otro con su demanda (fórmula
de la pulsión, referencia 5 del dibujo 1), ya sea sosteniendo el deseo
como insatisfecho o como imposible evita la confrontación
con la angustia, que en cambio se hace evidente cuando sólo está
cubierta por el objeto fóbico.
El
grafo del deseo, introducido
en el Seminario 5, continúa su desarrollo a lo largo del Seminario
6. El deseo y su interpretación (1958-1959) y llega a su culminación
en el escrito “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo” (1962)
Hasta
ese momento Lacan no despliega la fórmula del fantasma (sujeto barrado
losange objeto a) en los dos términos que la constituyen. Se trata
de la respuesta, como tal,
imaginaria, a la pregunta por el deseo del Otro, ya que el deseo del Otro
es una x, un enigma permanente, deseo siempre de otra cosa. El sujeto
(barrado) responde con su yo
(moi) a la pregunta que se hace: ¿Che vuoi? ¿Qué me quieres? ¿Qué
quieres de mí respecto a yo (moi)?
A
este
¿Che vuoi? (¿Qué quieres?) Lacan lo toma de una novela de Cazotte, El diablo enamorado, evocando la relación del
superyó -encarnado
en la voz cavernosa del diablo- con aquel que con él pacta para obtener
el cumplimiento de todos sus deseos.
La
pregunta por el deseo del Otro toma ese matiz diabólico debido a la
indeterminación que encierra: ¿dónde termina el deseo
y empieza su goce?
Hasta
dónde la sujeción al Otro, la demanda de su amor, sostienen “el
pisoteo de elefante del capricho del Otro”. “Es ese capricho […] el
que introduce el fantasma de la Omnipotencia no del sujeto, sino del Otro
donde se instala su demanda […] y con ese fantasma la necesidad de su
refrenamiento por la Ley” (20). Ante el deseo del Otro como opaco,
oscuro, el sujeto está sin recursos, indefenso: “He aquí el fundamento
de lo que en análisis ha sido situado como la experiencia traumática”
(17).
Es
la relación del yo al otro [líneas de retorno en el dibujo 1, m- i(a)] la que pone
remedio a esa indefensión situando algo como un señuelo a nivel del piso
superior ($ <> a)- d.
Esta relación entre los dos pisos del grafo del deseo (dibujo 1) se hace
posible porque la imagen del otro i
(a) permite advertir la castración a nivel imaginario: -φ. Lo
que le falta a la imagen deseada (lo es debido a la investidura narcisista
que recibe) será el antecedente del objeto causa del deseo: el a.
A
la pregunta ¿Qué me quieres?, se pide al Otro que responda en términos
de pulsión (referencia 5 en el dibujo 1). El yo (moi) toma función de
objeto en el fantasma. Objeto ofrecido al deseo del Otro que acota su
infinito deslizamiento metonímico, congelándolo en una respuesta
tranquilizadora: “no quiere más que eso”, que sea su bomboncito, su
basurita, su muñequita, su tesoro, su cruz [...] (objeto a oral,
anal, mirada, voz...) [...] algo toma valor de objeto privilegiado y
detiene este deslizamiento infinito… (del significante).[...] un objeto a
toma en relación al sujeto este valor esencial que constituye el fantasma
fundamental donde el sujeto se reconoce él mismo como detenido (fijado)
en relación al objeto [...]” (19).
El
“ser” del niño se aliena en una falsa respuesta, forzado por la
necesidad de ocupar algún lugar en el deseo de ese Otro que viene
respondiendo a sus primeras demandas y que se ha vuelto indispensable para
él, más allá del plano de la necesidad.
Estática
del fantasma, pariente de lo estatuario del yo (moi), de la muerte en la
imagen coagulada de sí, contrapuesta
al movimiento incesante del sentido en el significante. Por un lado, gramática
del fantasma, por el otro retórica del inconsciente (metáfora y
metonimia) en la producción del sujeto
como efecto de discurso.
Como
vemos, el fantasma adquiere características paradójicas, es un recurso
frente al deseo del Otro y, por consiguiente, un remedio contra la
angustia, y en última instancia contra un goce inconmensurable; por medio
del significante fálico
,
ese goce se rodea, se “parlotea” alrededor de las formas del
objeto a. Por otro lado, su fijeza –propia de lo imaginario-
detiene el devenir, el “ir siendo”, y captura en un goce, que
Lacan llamará con propiedad, goce fálico, goce del bla, bla, bla...
En
estos primeros tiempos de la enseñanza de Lacan, el objeto a todavía
no ha sido definido completamente. La noción que le antecede es la de
objeto fálico. “Para gustarle a la madre […] basta y
es suficiente con ser el falo” (16). El falo como lugar de lo que
le falta a la madre, y, por lo tanto, el niño aspirará a ocupar ese lugar,
tenderá a identificarse con el objeto del deseo de la madre. Para
devenir sujeto del deseo es necesario haber sido desalojado de ese lugar,
efecto de prohibición que hace a la función paterna y permite la puesta
en marcha de la metáfora.
Nombre del Padre Deseo de la Madre
------------------------
-------------------------
Deseo de la Madre
X
El
objeto fálico que mediaba entre la madre y el niño se eleva a la categoría
significante: de φ a
(de fi minúscula a fi mayúscula). El falo imaginario será
sustituido por el significante del Nombre del Padre (que aquí equivale
al falo como significante) y
el significante del deseo de la madre quedará bajo la barra, es decir
reprimido, posibilitando de ahí en más todas las sustituciones, abriendo
el camino de la metáfora.
Es
así que el sujeto puede tomar su propia palabra a nivel del mensaje
(referencia 6 en el dibujo 1)
A
nivel del Edipo masculino habrá que negativizar el valor fálico del
pene. El hombre tiene que renunciar al goce masturbatorio para hacer del
cuerpo de una mujer (o parte del mismo) metáfora del goce perdido, goce
incestuoso. Así pasa del - φ (menos fi) al objeto a.
Alguna parte del cuerpo femenino pasará a representar la causa de su
deseo.
Entre
el desarrollo del concepto de falo como objeto φ (fi minúscula)
y la noción de objeto a como causa de deseo hay interpolados dos
aportes:
1)
En el Seminario 7 (1959-1960), Lacan retoma la noción de das
Ding: “la cosa freudiana” que se hace deseable precisamente porque está prohibida. “Das Ding” como objeto de goce es inaccesible.
Este desarrollo es afín al Escrito “Subversión del sujeto y dialéctica
del deseo en el inconsciente freudiano” (1960), donde Lacan indica: “La
castración quiere decir que es preciso que el goce sea rechazado para que
pueda ser alcanzado en la escala invertida de la Ley del deseo”.
2)
En el Seminario 8 (1960-1961), Lacan toma la noción de agalma
(extraída de El banquete de Platón) para aportar su característica
parcial y misteriosa al objeto del deseo (algo en el otro que me hace
amarlo). Estos matices se formalizan en el Seminario 11 (1964) con
relación
al lugar del objeto a en la transferencia; el analizado “dice”
a su interlocutor, el analista: “Te amo, pero porque inexplicablemente
amo en ti algo más que tú, el objeto a minúscula, te mutilo”.
El
falo como objeto empieza a colocarse gradualmente en una serie de los
objetos a (sus formas) pecho, heces, mirada, voz, falo (Seminario
10). Más adelante, el falo desaparece de esta lista, subsistiendo sólo los objetos de la pulsión parcial. Objetos intermediarios
entre el sujeto y el Otro, en el que tiene que constituirse como dividido
(castrado o barrado)
El
piso escópico de la constitución del deseo es privilegiado en el
fantasma, por eso a menudo es identificado con una escena que hace marco a
lo real.
Hay
un primer tiempo de alienación
al Otro en que la castración aparece como una falsa alternativa: o bien
el objeto a queda en el campo del Otro y el sujeto queda amputado
(en falta), o bien el objeto a queda en el campo del Sujeto y el
Otro resulta castrado. Dos versiones de la alienación que Lacan resuelve
formulando “ni lo uno, ni lo otro”. Por lo que postula la segunda
operación: la separación: El
Sujeto está en falta, el Otro también. El objeto a será aquello
que les falta a ambos, lo que los castra. La castración, entonces, recae
tanto sobre el campo del sujeto, como sobre el campo del Otro.
DIBUJO
2:
Dos versiones de la alienación
DIBUJO
3:
Operación de separación
El
objeto a así constituido, es el objeto de la pulsión
transformado en objeto causa del deseo, ése es el objeto del fantasma, lo que sostiene el deseo del sujeto,
lo que lo divide, lo castra, y por ello causa al sujeto en su deseo.
Hay
una relación de doble implicación:
Si
$ entonces a
que se escribe
$
a
Si
a entonces $
que se escribe
a
$
Por
lo tanto:
$
a
(una de las lecturas posibles del rombo
o losange <>)
El
objeto a tiene su soporte corporal, se trata de los aparejos del
cuerpo que están “listos para suministrar” lo que el fantasma “va a
llevar” (Seminario 14), que difiere de aquello con que los cuerpos
pueden aparearse.
Se
trata del “seno, el escíbalo, la mirada, la voz, estas piezas
separables, sin embargo profundamente religadas al cuerpo” (25). Es una
operación de estructura lógica, efectuada sobre el “hablante” y no
sobre lo “viviente”. El
modelo de estas formas del objeto a es la placenta
(Seminario 10). Está
en el cuerpo de la madre pero no le pertenece. Tampoco al cuerpo del niño.
Es un órgano intermediario entre ambos que cae como desecho después del
parto. Metáfora de la división subjetiva, división del sujeto, división
del Otro, lo que resta, es el objeto a.
El
fantasma es el modo en que el Otro se mantiene presente en la
estructura neurótica –y al mismo tiempo intermediado-, sea como relación
con la causa del deseo, sea como forma de ofrecerse al goce del Otro.
Ofreciendo el yo (moi) como objeto al goce del Otro, el neurótico se
preserva de confrontarse con un goce más absoluto, por ejemplo, en relación
directa con su cuerpo. Es por eso que Lacan dice que el
fantasma es una defensa frente al goce del Otro.
“Pues
el deseo es una defensa, prohibición de rebasar un límite en el goce”
(20).
Recapitulando:
1.
El
fantasma es la respuesta que el sujeto construye al enigma del deseo
del Otro.
2.
El
fantasma es el sostén o soporte del deseo.
3.
El
fantasma es una defensa frente al goce del Otro.
4.
El
fantasma es aquello a través de lo cual “somos gozados” por el
Otro.
Esta
última posibilidad (Seminario 18) es la que determina que en la cura
analítica de las neurosis el fantasma sea el eje alrededor del cual se
opera la transformación del goce en deseo, angustia mediante (del goce al
deseo hay un paso lógico necesario que es la angustia).
Se
trata de poner en evidencia que no sólo el goce está prohibido, sino que
es imposible. Hay un viraje en la posición del sujeto: pasa de estar
ofrecido a través de su yo (moi) como objeto al goce del Otro, a estar
causado en su deseo por el objeto a que lo divide: “En ese punto
de falta tiene que reconocerse el sujeto” (24). A esto se denomina
travesía o atravesamiento del fantasma fundamental, uno de los pilares en
los que Lacan se apoya para decir que el análisis es terminable.
Bibliografía
1.
Freud, Sigmund.: La
interpretación de los sueños, O.C., vol. 2, Madrid, Biblioteca
Nueva, 1974.
2. —
: "Los dos principios del
funcionamiento mental", O.C., vol. 5,
Madrid, Biblioteca Nueva, 1974.
3.
— : "El poeta y los sueños
diurnos", O.C., vol. 4, Madrid, Biblioteca
Nueva, 1974.
4. —
: "Fantasías histéricas y su
relación con la bisexualidad", O.C., vol.
4, Madrid, Biblioteca Nueva, 1974.
5. — : "Generalidades sobre el
ataque histérico", O.C., vol. 4, Madrid,
Biblioteca Nueva, 1974.
6.
— : "La novela familiar del neurótico",
O.C., vol. 4, Madrid, Biblioteca
Nueva, 1974.
7.
— : "Lo inconsciente", O.C.,
vol. 6, Madrid, Biblioteca Nueva, 1974.
8.
— : "Pegan a un niño", O.C.,
vol 7, Madrid, Biblioteca Nueva, 1974.
9. Fuentes, Mabel.:
"Del analista
en el fantasma", trabajo presentado
en las Primeras Jornadas de
Carteles del Area de Lecturas Lacanianas de la AEAPG, 1994.
10.
— : "El yo y el fantasma", trabajo presentado en las Segundas Jornadas de
Carteles del Area de Lecturas Lacanianas de la AEAPG, 1995.
11.
— : "El
afecto desde Lacan", conferencia preparatoria para las XX
Jornadas de Psicoanálisis con Niños y Adolescentes de la AEAPG, 2001.
12.
— : "Adolescencia y
fantasma", trabajo presentado en las XXII Jornadas de Psicoanálisis con
Niños y Adolescentes de la AEAPG, 2003.
13.
— : "Sobre la clínica de borde",
Revista de la AEAPG. Psicoanálisis contemporáneo, nº 28, 2003.
14.
Isaacs, Susan: Naturaleza y
función de la fantasía, en Desarrollos en psicoanálisis. Ediciones
Hormé, 1971.
15.
Laplanche, J. y Pontalis, J.B.: Fantasma, en Diccionario de psicoanálisis, Barcelona, Editorial
Labor, 1971.
16.
Lacan, Jacques: El Seminario.
Libro5, Las formaciones del inconsciente, Buenos Aires, Paidós, 2001.
17. —
: "El Seminario. Libro 6, El deseo y su interpretación" (inédito).
18. —
: El
Seminario. Libro 7, La ética del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós,
1991.
19. —
: El
Seminario. Libro 8, La transferencia, Buenos Aires, Paidós, 2003.
20. —
: "Subversión
del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano", en
Escritos 1, México, Siglo XXI, 1972.
21. —
: "Kant
con Sade", en Escritos 2, México, Siglo XXI, 1972.
22.
— : "Posición
del inconsciente", en Escritos 2, México, Siglo XXI, 1972.
23.
— : "El
Seminario. Libro 10, La angustia" (inédito).
24.
— : El
Seminario. Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 1986.
25. —
: "El Seminario. Libro 14, La
lógica del fantasma" (inédito).
26.
— : "El
Seminario. Libro 18, De un discurso que no fuera de la apariencia"
(inédito).
27.
Rey-Debove, J.
y Rey, A.: Le nouveau Petit Robert, Dictionnaire de la langue francaise,
9ª Edición, París, 1993.