por
Pía Vernengo
Definición
El comportamiento de apego se define como toda
conducta por la cual un individuo mantiene o busca proximidad con otra
persona considerada como más fuerte. Se caracteriza también por la
tendencia a utilizar al cuidador principal como una base segura, desde la
cual explorar los entornos desconocidos, y hacia la cual retornar como
refugio en momentos de alarma.
La amenaza de pérdida despierta ansiedad, y la
pérdida ocasiona pena, tristeza, rabia e ira. El mantenimiento de estos
vínculos de apego es considerado como una fuente de seguridad que permite
tolerar esos sentimientos. El apego es claramente observable en la
preocupación intensa que los niños pequeños muestran, con respecto a la
localización exacta de las figuras parentales, cuando se encuentran en
entornos poco familiares.
Origen, historia y desarrollo del concepto
Según John Bowlby, gran exponente y fundador de
la teoría del apego, existe una necesidad humana universal para formar
vínculos afectivos estrechos.
Bowlby se interesó en el tema a partir de la
observación de las diferentes perturbaciones emocionales en niños
separados de sus familias. Sus investigaciones lo llevaron a sostener que
la necesidad de entablar vínculos estables con los cuidadores o personas
significativas es una necesidad primaria en la especie humana. Tomó aportes de diversas disciplinas. Su
contacto con los trabajos de Lorenz sobre la conducta instintiva de patos
y gansos en 1951, fue clave. A partir de las observaciones de primates no
humanos, se evidencia que el comportamiento de apego se da en las crías
de casi todas las especies de mamíferos. La regla general es el
mantenimiento de la proximidad por parte de un animal inmaduro a un adulto
preferido, casi siempre la madre. Tal comportamiento, según los
etólogos, tiene gran valor para la supervivencia, ya que brinda
protección contra los depredadores. Para Bowlby, es concebido como una
clase particular de comportamiento, distinto del nutricio y del sexual.
Centrado en estos estudios, entre 1969 y 1980 desarrolló la teoría de apego
y pérdida.
El punto central de la teoría está dado en la
postulación de una relación causal entre las experiencias de un
individuo con las figuras significativas (los padres generalmente), y su
posterior capacidad para establecer vínculos afectivos. Nociones como
ansiedad de separación y disposición básica del ser humano ante la
amenaza de pérdida, tienen especial relevancia.
Sus observaciones de situaciones de separación
prolongada, le permitieron clasificar la reacción de los niños en
sucesivas etapas: 1) etapa inicial de protesta, caracterizada por una
preocupación marcada acerca de la ubicación de la figura de apego, que
se expresaba en llamadas esperanzadas y llanto. 2) Al cabo de unos días,
los niños que continuaban separados atravesaban una fase de
desesperación; aparentemente todavía preocupados por el progenitor
perdido; mostraban llanto débil y paulatinamente más desesperanza. 3) Etapa de desapego: con el transcurrir del tiempo los niños se volvían
apáticos y retiraban todo interés aparente por el entorno. Comenzaban,
igualmente, a fijarse en el entorno inmediato, incluyendo las enfermeras y
los otros niños. Los niños que llegaban a este estado, ignoraban y
evitaban activamente la figura de apego primaria al llegar el momento de
un eventual reencuentro, y algunos parecían no poder recordarla.
La teoría incluye conceptos del psicoanálisis,
tales como el de medio ambiente facilitador de Winnicott. También
incorporó conceptos de la psicología cognitiva; en el sentido que el
individuo desarrolla dentro de sí modelos prácticos que representan
rasgos del mundo y de sí. Buscaba así diferenciarse de conceptos como
"objeto interiorizado", al que consideraba ambiguo. Sostenía
que la modalidad de apego influye tanto en la forma de vincularse, como en
los tipos de pensamientos, sentimientos y recuerdos.
En el desarrollo de la personalidad se consideran
dos tipos de influencias: el primero se relaciona con la presencia o
ausencia de una figura confiable quien proporciona la base segura al
niño; y el segundo se refiere a la capacidad del individuo de reconocer
cuando otra persona es digna de confianza (factores internos). Un buen
apego incluye dos aspectos: base segura y exploración. La principal
variable se concentra sobre la capacidad de los padres para proporcionar
al niño una base segura, y la de animarlo a explorar a partir de ellos.
El ser humano no nace con la capacidad de regular
sus reacciones emocionales. Necesita de un sistema regulador diádico, en
el que las señales del niño sobre sus estados sean entendidas y
respondidas por sus figuras significativas, lo que le permitirá alcanzar
así la regulación de esos estados. Sus experiencias pasadas con la madre,
por ejemplo, son incorporadas en sus modelos representacionales, a los
cuales Bowlby (1973) denominó Modelos de Funcionamiento Interno (internal
working models).
En esta teoría, un concepto clave es el de
sistema conductual, el cual supone una organización homeostática para
asegurar que una determinada medida se mantenga dentro de límites
adecuados. Es decir, la conducta de apego se organiza por medio de un
sistema de control, análogo a los sistemas de control fisiológico que
mantienen dentro de ciertos limites las medidas fisiológicas (como la
presión sanguínea). Así, el sistema de control del apego mantiene el
equilibrio entre cercanía-distancia respecto de la figura de apego.
El sistema de apego, cuyo objetivo es la
experiencia de seguridad, es un regulador de la experiencia emocional.
Para Bowlby, la presencia de un sistema de control del apego y su
conexión con los modelos operantes del sí mismo, modelos de
funcionamiento interno, y de las figuras de apego, constituyen
características centrales del funcionamiento de la personalidad.
La salud estará relacionada con la capacidad del
individuo de reconocer figuras adecuadas para darle una base segura, y
su capacidad para colaborar en el establecimiento de una relación
mutuamente gratificante.
Los trabajos de Mary Ainsworth (1978) tuvieron un
papel central en el desarrollo de la investigación del apego. Sus
observaciones e investigaciones sobre la interacción entre la madre y el
infante en los hogares de Kampala, Uganda, y de Baltimore, Maryland, le
permitieron diseñar el procedimiento de laboratorio conocido como la
situación extraña, donde se observaban las respuestas del infante frente
a separaciones muy breves de uno de los padres, y sus posteriores
reuniones. Identificó así tres patrones organizados de respuestas
infantiles: seguro, ansioso/evitativo, y ansioso/resistente (ambivalente),
los cuales se relacionan con diferentes tipos de apego.
El apego seguro se caracteriza porque aparece
ansiedad frente a la separación, y reaseguramiento al volver a
encontrarse con la madre. Supone un modelo de funcionamiento interno de
confianza en el cuidador. El apego ansioso/evitativo muestra poca ansiedad
durante la separación y un claro desinterés en el posterior reencuentro
con la madre; se relaciona con una desconfianza en la disponibilidad del
cuidador. En la categoría ansioso/resistente, el niño muestra ansiedad
de separación, pero no se tranquiliza al reunirse con la madre. Son
niños que muestran limitada exploración y juego, tienden a ser altamente
perturbados por la separación, y tienen dificultad en reponerse
después. La presencia de la madre y sus intentos de calmarlo fracasan en
reasegurarlo, y la ansiedad del infante y la rabia parecen impedir que
obtengan alivio con la proximidad de la madre.
Se encontró que la organización segura guardaba
relación con la sensibilidad de la madre a las señales del infante,
mientras que las dos formas de organización de apego
inseguro/indiferente-evitativo y el abiertamente ansioso
ambivalente/resistente estaban relacionadas, respectivamente, con rechazo
materno y falta de predictibilidad de la madre.
Para Bowlby, los patrones de apego se mantienen a
lo largo del tiempo, es decir que los "modelos de funcionamiento
interno" del self y de los otros proveen prototipos para todas las
relaciones ulteriores, siendo relativamente estables a lo largo del ciclo
vital.
Los trabajos de Mary Main (1985) se ocuparon
posteriormente en correlacionar la conducta del niño en la Situación
Extraña con el discurso de los padres. Desarrolló mediciones y
construcciones teóricas, basándose en las narrativas de padres y madres
sobre sus experiencias relacionales. Main describió tres tipos de apego
del adulto: seguro/autónomo, inseguro/desentendido (despreocupado) e inseguro/preocupado. La clasificación del apego se basó en la cualidad
de los relatos parentales, dando más importancia a los patrones de
pensamiento, recuerdos y relatos acerca de relaciones pasadas, que a sus
contenidos específicos. Mientras que las personas clasificadas como
seguras integran coherentemente sus recuerdos en una narración con
sentido, las personas inseguras presentan dificultades en integrar las
memorias de las experiencias con el significado de las mismas; y los
desentendidos tienden a negar recuerdos, idealizando o minimizándolos.
Poniendo el énfasis en el concepto de Bowlby de
"modelos internos de funcionamiento" de las figuras de apego,
Main estableció que la adquisición de la capacidad de mentalizar es parte de
un proceso intersubjetivo entre el infante y sus figuras significativas.
Éstos pueden facilitar la creación de modelos mentalizantes. Un cuidador
reflexivo incrementa la probabilidad del apego seguro del niño, el cual,
a su vez, facilita el desarrollo de la capacidad de mentalizar. Es decir,
considera que la armonía en la relación madre-niño contribuye a la
emergencia del pensamiento simbólico.
En la Entrevista de Apego del Adulto (AAI),
elaborada por Main, se busca, sobre todo, clasificar el estado mental del
sujeto en cuanto a sus vínculos. Los resultados han mostrado que la
calidad de la descripción narrativa de una madre sobre sus propias
experiencias de apego temprano está fuertemente asociada con la
clasificación de apego de su hijo.
Esto dio pie a numerosas investigaciones. Entre
ellas, las de Peter Fonagy, quien ha centrado sus investigaciones y
desarrollos en la relación entre apego seguro y capacidad de
mentalización o función reflexiva. Fonagy describe la mentalización como la
capacidad para la representación mental del funcionamiento psicológico
del self y del otro, en términos de estados mentales. Diversas
investigaciones empíricas han correlacionado un apego seguro con la
función reflexiva, o sea, que es necesaria la presencia de una figura
parental que pueda pensar sobre la experiencia mental del niño.
Para Fonagy (1998), la función reflexiva es un
logro intrapsíquico e interpersonal, la cual surge en el contexto de una
relación de apego seguro. El reconocimiento materno de los deseos del
niño, de sus sentimientos e intenciones, le permitirá luego a éste dar
sentido a los propios sentimientos y conductas, así como a las de los
otros. Es de esta forma que se logra regular la propia experiencia
afectiva y se llega a conocer lo que ocurre en la mente de los otros. La
capacidad de una madre para la función reflexiva guarda relación con su
capacidad para regular, modular y simbolizar la experiencia afectiva, lo
cual le permitirá a su vez contener y vincularse con la expresión
afectiva de su hijo. Los fallos maternos en delimitar y contener la
experiencia afectiva del niño acarrean en éste fallas de regulación e
integración, que tienen consecuencias en la formación de su self.
El apego seguro incrementa el desarrollo de la
seguridad interna, de la autovalía y de la autonomía.
Teoría del apego y psicoanálisis
La intención de Bowlby fue desarrollar una
variante de la teoría de las relaciones objetales. En su momento, tanto
los discípulos de Melanie Klein como los de Anna Freud lo criticaron pues
consideraban su teoría como no dinámica y reduccionista por privilegiar
los aspectos evolutivos a los simbólicos.
Tanto el psicoanálisis como la teoría del apego
sostienen que la sensibilidad materna desempeña un papel decisivo en el
desarrollo de la psique. Algunas de las diferencias fueron señaladas por
el mismo Bowlby. Entre éstas, la importancia que él le da al entorno
familiar-extraño. La teoría del apego subraya el papel del ambiente en
el origen de enfermedades mentales. Encontramos como pieza fundamental el
papel desempañado por los progenitores o cuidadores. Estos planteos
coinciden con las teorizaciones de varios autores como Winnicott y Bion
acerca de la función materna. Encontramos similitudes con otros conceptos
como madre suficientemente buena (Winnicott), dependencia madura (Fairbain),
introyección de objeto bueno (Klein), confianza básica (Erikson).
R. Spitz (1965) realizó grandes aportes acerca de las
consecuencias de la deprivación materna (depresión anaclítica y
marasmo), en sus estudios sobre el primer año de vida, basados en la
observación directa de infantes.
También cobran interés en esta línea los
conceptos de instinto de aferramiento y de unidad dual, elaborados ya en
los años cuarenta por Imre Hermann, discípulo de Ferenczi, los cuales
hacen referencia a la relación madre-hijo y a su papel en la
estructuración psíquica, en los primeros tiempos de la vida.
Para Bowlby, la tendencia a vincularse a otro es
primaria, y no una pulsión secundaria, constituida a partir de la
satisfacción de las necesidades orales. Las teorías más tradicionales
sostienen que un niño entabla una relación estrecha con su madre porque
ésta lo alimenta. También busca diferenciarse, al sustituir los
conceptos de dependencia por los de apego, confianza y autoconfianza, ya
que considera que el término "dependencia" tiene connotación negativa, y
está más ligado al objeto.
Quizás las mayores diferencias con los enfoques
más tradicionales del psicoanálisis estribe en que Bowlby no tomó los
conceptos de etapas psicosexuales y de fijación, utilizando conceptos
tales como sistema de control y vía evolutiva, términos éstos más
comunes en las ciencias biológicas. Y además se apoyó en los conceptos
de la teoría de la mente (de la psicología cognitiva) con el propósito
de aportar precisión a los procesos internos descriptos por el
psicoanálisis.
La teoría del apego ha seguido una tradición
próxima a la psicología experimental, lo que ha llevado quizás a marcar
cierta diferencia en la construcción de las conceptualizaciones. Ya que
no es hecho a partir de la reconstrucción retrospectiva con un paciente,
sino a través de la observación directa de niños en determinadas
situaciones. Esto quizás ha contribuido en la impresión de que los
teóricos del apego consideran las categorías de apego sin tener en
cuenta los procesos psíquicos que subyacen a dichos comportamientos. Por
partir de la observación de la conducta, algunos teóricos lo han
emparentado con el conductismo. Bowlby considera que la inclusión de
modelos de representación del sí mismo y de las figuras de apego, los
cuales implican modelos de funcionamiento interno, semejantes a los
postulados por la teoría psicoanalítica, diferencia claramente esta
teoría del conductismo.
Stern (1990), en sus investigaciones y
desarrollos en primera infancia, ha tomado los aportes de la teoría del apego poniendo énfasis principalmente en que el apego constituye
también un modo de ver la experiencia subjetiva del infante en relación
con un modelo de vínculo con la madre, acentuando en sus
conceptualizaciones el sentido subjetivo del sí mismo como principio
organizador del desarrollo.
La clínica desde la teoría del apego
La clínica desde esta teoría apunta a que el
paciente revise sus experiencias de apego, buscando en primer lugar
detectar el patrón típico de apego del paciente, cómo se relaciona en
general y con el terapeuta. Se examinan también los sucesos importantes
de su vida, sobre todo las separaciones y los encuentros, los duelos.
Bowlby clasifica las funciones del analista de la
siguiente manera:
-
Proporcionar una base segura a partir de la cual el paciente pueda
explorarse a sí mismo y sus relaciones. Es decir, establecer un vínculo
confiable.
-
Realizar con el paciente las exploraciones sobre sus relaciones
interpersonales.
-
Señalar la manera en que éste tiende a "construir" sus
sentimientos, sus expectativas en los vínculos, predicciones y
consecuencias de las mismas.
-
Relacionar sus modos de vincularse, incluso con el terapeuta, con
experiencia de la vida real que tuvo con figuras de apego, y así arrojar
comprensión sobre sus relaciones actuales.
-
En la práctica, todas estas funciones se realizan simultáneamente.
El vínculo terapeuta-paciente, como confiable,
tiene un papel central en el proceso terapéutico. Bowlby considera que la
actitud empática del terapeuta puede producir modificaciones en los
Modelos de Funcionamiento Interno. El objetivo central es ayudar a revisar
al paciente los modelos representacionales de sí mismo y de sus figuras
de apego, los cuales rigen actualmente sus percepciones, predicciones y
actos.
Esto es concordante con gran parte de los
objetivos terapéuticos psicoanalíticos. Se puede decir que, en cierta
forma, analizar los patrones de apego va ligado a un análisis de la
transferencia, ya que los modelos de apego se reflejarán en ésta.
El análisis minucioso sobre los primeros años
de vida aportado por los teóricos del apego ha sido de gran valor a los
clínicos, tanto en el trabajo con niños como con adultos. En las
últimas décadas, diversos autores se han dedicado a reflejar los puntos
en común y de enriquecimiento entre los conceptos psicoanalíticos
básicos y la teoría del apego.
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