por Vera
Neuman
Élisabeth Roudinesco nos introduce,
por medio de la figura del charlatán, en un mundo de encantadores de serpientes,
magos y adivinos que perduran a lo
largo de la historia de Occidente. Nos relata cómo, en
Francia, el control que se estableció desde el Estado para los
tratamientos de salud mental produjo dentro de las diferentes
escuelas, las sociedades e instituciones, acusaciones mutuas acerca
de la responsabilidad que les cabía por los sentimientos de inseguridad
que vivenciaban los pacientes, a partir de las normas establecidas.
“La lista (no exhaustiva) de las
psicoterapias, que podemos encontrar en diferentes libros publicados por
psiquiatras o psicólogos, no es para nada satisfactoria. Así, por
ejemplo, en un libro reciente, hostil al psicoanálisis y con corriente
neurocientífica y comportamentalista, Jean Cottraux nos proporciona una
lista no limitativa de doscientos nueve formas de psicoterapia.”
Ante esta diversidad pareciera que los
terapeutas que aplican los diferentes criterios clínicos, así como los
mismos pacientes, no supieran a qué atenerse. El Estado procuró establecer
normas y acuerdos para calmar los ánimos sin lograr resultados
satisfactorios.
En
el primer capítulo de este libro, Roudinesco plantea problemas como la legitimidad de los
terapeutas, los psicoanalistas y de las diferentes técnicas que los mismos
emplean en el ejercicio profesional, así como de las diversas escuelas
para la enseñanza de la teoría psicoanalítica y de las dificultades
para la transmisión de las prácticas.
En el
capítulo 3 se refiere al universo
de las sectas y escribe que el fenómeno del surgimiento de las
mismas es producto de un
saber dominante que no aporta la capacidad deseada de curar, otorgándole
al jefe y "curador" la figura paradigmática de la servidumbre y la
libertad.
En el
último capítulo, Roudinesco relata las
vicisitudes que atravesó y atraviesa el psicoanálisis en algunos de los
países europeos y en los Estados Unidos.
La autora se pregunta:
"¿Cómo salir de
este atolladero?". Y escribe: "Será preciso, sin duda, que en un día no
lejano (esperemos que así sea) los psicoanalistas, convertidos, al igual
que los psicoterapeutas, en profesionales de la psique, puedan proponer al
Estado (después de reflexionar sobre los diferentes sistemas europeos que
acabo de evocar) una reglamentación honesta y original que tenga en
cuenta los intereses y los deseos no sólo de los pacientes sino de todas
las 'familias' de terapeutas implicadas en el sufrimiento psíquico
contemporáneo, es decir, psiquiatras, psicólogos, psicoanalistas,
psicoterapeutas".
La propuesta de la autora, que realiza
un recorte objetivo, para la observación y la critica de la problemática
que plantea, estimula al compromiso de pensar y, quizás, de poder
creativamente traspolar algunos de sus aportes a las instituciones y a
los organismos estaduales de los diferentes países donde ejercemos
nuestra profesión.