ASOCIACIÓN
ESCUELA ARGENTINA DE PSICOTERAPIA PARA GRADUADOS
Revista "Psicoanálisis: ayer y hoy"- Nº2
El objeto a
por Leonardo Peskin
El concepto es
introducido en la obra de Jacques Lacan en los años sesenta, al profundizar las
postulaciones freudianas de objeto perdido del deseo y de objeto de la pulsión.
En una cierta
consonancia con el objeto transicional de Winnicott, Lacan inventa esta
formulación lógica algebraica para definir lo irrepresentable para el sujeto
del cuerpo del que emerge al asumir el significante.
El concepto va teniendo
diversas funciones, según el momento de la teoría en que va operando. Es resto,
es plus de goce, causa de deseo, objeto del fantasma, objeto de identificación
en la melancolía, etcétera.
No es ningún objeto de
los que habían sido definidos por el psicoanálisis. Es más bien el objeto
epistemológico que Lacan formula como el operador que le permite elaborar un
gran número de articulaciones teóricas y clínicas, apoyado en el álgebra, la
topología y la lógica.
HISTORIA DEL "Objeto a"
El objeto a es uno
de los conceptos mayores del psicoanálisis lacaniano y abordar su historia, tal
como acontece en todo sistema de saber, incluso en toda ciencia, requiere tener
en cuenta lo que Foucault llamó genealogía: "Llamamos genealogía al
acoplamiento de los conocimientos eruditos y de las memorias locales que
permite la constitución de un saber histórico de la lucha y la utilización de
ese saber en las tácticas actuales".1
Todo concepto tiene una
historia, sus antecedentes y sus derivaciones; esto lo hace necesariamente
diacrónico y, según los cortes sincrónicos que hagamos en la obra de un autor,
veremos un panorama momentáneo del devenir de ese concepto.
El objeto a de Lacan no es una excepción. Encuentra sus antecedentes en
diversas fuentes dentro y fuera del psicoanálisis.
Dentro de la teoría
psicoanalítica, por supuesto, la fuente principal es la definición de Freud
acerca del objeto perdido del deseo, considerando la relación de ese objeto con
el objeto contingente de la pulsión. En la obra de Freud, ambos objetos
difieren radicalmente de cualquier otro que haya sido definido, tales como los
de interés yoico o preconsciente, como podríamos definir al objeto del amor o
de la demanda, que se expresan como objetos anhelados en el discurso
manifiesto. Pero no debemos olvidar que estos objetos encuentran su fundamento
en otros niveles que iremos considerando, ya que son más una consecuencia que
la expresión plena de algo en sí mismo.
En esta línea podemos ir anticipando
que el objeto a, es expresado mediante varios nombres, uno de los cuales
es el de "objeto causa del deseo". Esto implica que el propio deseo
adquiere el valor de algo causado.
En el mismo momento de su
surgimiento, esta conclusión revoluciona teóricamente el psicoanálisis, tal
como sucedió con la aparición de la pulsión de muerte en 1920, a partir de Más
allá del principio de placer.
El objeto a tiene
esta nominación para evitar confusiones con lo que Lacan nominó con A, el gran Otro,
para diferenciarlo del pequeño otro, el semejante. Debemos aclarar que las
letras a y A derivan de la palabra Autre, que en francés
es el modo de decir Otro; y de la misma forma el objeto a es una
derivación de esta misma alteridad pero en un nivel drásticamente diferente.
Se trata de matemas y no
tienen nada que ver con el tamaño de algo.
Con relación a los
orígenes extra-analíticos de este objeto tenemos que remitirnos a la filosofía,
tomada por Lacan desde los antiguos griegos, pasando por los filósofos más
significativos de todas las escuelas. Podríamos mencionar desde los griegos
presocráticos y socráticos transitando por Descartes, Spinoza, Kant, Hegel,
Nietzsche, Heidegger, Sartre, Merleau-Ponty, y otros que, en tanto se ocuparon
de definir el objeto propio de lo humano, aportaron diversas perspectivas a
este objeto buscado por Lacan.
Vemos así, en el Seminario
8 sobre la transferencia, aparecer el agalma griego, como antecedente de
lo que luego se revelará tras ese brillo como el objeto a. Del mismo
modo lo vemos ligado al develamiento de la Cosa (das Ding) freudiana y
sus vinculaciones con la Cosa en Kant, Hegel, Nietzsche, y Heidegger. Si bien
la fundamentación y la comparación del objeto a con estos otros objetos
es crucial para comprender lo que denominamos genealogía del concepto, es
importante destacar que Lacan inventa un objeto distinto a todos estos,
diferenciando lo que es la aspiración del filósofo de la del psicoanalista.
Tenemos que considerar que
el psicoanálisis estuvo siempre a la búsqueda de su "Objeto", no sólo
aquel que mueve a cada sujeto en su pretensión de reencontrar lo perdido, sino
como objeto epistemológico para una aspiración científica. Si bien Lacan
termina formulando que el psicoanálisis se trata de una praxis más que de una
ciencia, las aspiraciones estuvieron siempre presentes. Si seguimos el primer
párrafo del Seminario 13 sobre objeto del psicoanálisis, el objeto a es
el objeto del psicoanálisis; y es a partir de ahí que surge un sujeto, pero
como irán notando, es tal su singularidad que se torna difícil definirlo, ya
que se trata de un objeto que por nominación se hace presente, pero es y
seguirá siendo un objeto ausente, una falta.
Para comprender esto hay
que partir de una hipótesis fundante desde la perspectiva lacaniana, que
propone que el desarrollo del psiquismo humano, y en particular del
inconsciente, derivan de la ausencia de instinto en la especie; Lacan lo
denomina "el desarraigo instintivo". Instaura la hegemonía del significante
y la organización simbólica de la subjetividad humana.2 Y ahí queda
una hiancia ocupada, en la teoría, por la pulsión. Sin embargo, entre la
pulsión y el inconsciente persiste la brecha; uno de los modos de intentar
zanjar ese límite con audacia es introduciendo el objeto a.
En el Seminario 4 sobre
las relaciones de objeto, Lacan presenta las operaciones que configuran la
castración como aquellas mediante las cuales se define el estatuto del sujeto
frente a los objetos, regidos por un valor dado por la significación fálica.
Ahí articula la frustración, la privación y la castración que ubicarán a un
sujeto en cierta posición sexuada y así se puede definir cuál es el objeto
elegido o creado por ese sujeto. La dialéctica sujeto-objeto se conserva aún en
términos "complementarios", pero queda claro que el objeto en
cuestión es el objeto perdido freudiano. Se "crea" una sustitución
por vía de operaciones metafóricas que hacen que algún elemento se objetivice.
El falo, en su dimensión
imaginaria, va a ocupar con su brillo agalmático el lugar de esa ausencia.
Precisamente el falo, en su dimensión simbólica como uno de los
Nombres-del-Padre, resolverá la falta de significación posible de la diferencia
de los sexos, por lo tanto no hay complementariedad lógica posible entre el
hombre y la mujer. Para Freud, el hombre queda sujeto de un modo angustiado a
su atribución fálica, que no es sinónimo de posesión del pene, y la mujer queda
envidiando esa atribución.
En el Seminario 6 sobre el
deseo y su interpretación, el deseo sólo existe como hecho interpretativo,
nuevamente se enfatiza su ausencia, sólo alcanzada por la palabra que,
nominando interpretativamente, muestra lo deseado. El valor fálico rige en el
campo neurótico del Edipo mediante toda la organización deseante.
Pero a partir de la
aparición, en seminarios posteriores, del concepto de goce y más drásticamente
cuando termina por definirse el núcleo de cualquier sujeto como
irrepresentable, sin posibilidades de ser simbolizado ni imaginado, se
configura una nueva concepción, donde lo que se destaca es la no-relación
posible con un objeto en cuanto a su capacidad de ser el adecuado.
En el Seminario 10 sobre
la angustia, Lacan termina de formalizar el objeto a planteándolo como
un resto que cae de la operación de constitución del sujeto, es decir que el
sujeto pasa a existir simbólicamente. Pero hay algo que no termina de poder ser
incluido en la simbolización y, como venimos considerando, tampoco es
imaginable, por tanto es un Real residual presentado como un resto algebraico,
producto de la operación de constitución del sujeto en el campo del Otro del
significante.
Podemos apreciar cómo la
propuesta de ir refinando este concepto está ligada a la intención de Lacan de
matematizar el psicoanálisis, crear elementos, en este caso algebraicos, que
permitan luego operar teóricamente.
El objeto a cae
como resto de una operación de simplificación donde hay algo que
"sobra". Resto es otro de los nombres o funciones del objeto a.
Lo que "cae", categorizado como los objetos parciales oral o anal, a
los que Lacan agrega la mirada y la voz. No son parciales en sí, sino que
representan parcialmente al objeto. Se desprenden del cuerpo a partir de los
orificios "naturales" que operan como borde para dar paso a estos
restos: la boca, el ano, los ojos, los oídos. Y los denomina como especies del
objeto a. Los esfínteres oral, anal, palpebral o auditivo, cercenan un trozo
de perceptum que cae en algún lugar que se rastreará como destinos del
objeto a, tal como Freud propone interrogar los destinos de pulsión.
Más tarde, en algunas
teorizaciones poslacanianas, podemos hallar la expresión "formaciones del
objeto a", parafraseando las formaciones del inconsciente. Sin
embargo, estas descripciones suponen diferencias esenciales con las formaciones
derivadas del significante, aunque siempre el significante va a estar implicado
como borde, o como inductor de esas formaciones, pero ésas son más cercanas al
accionar, al impulso, ya sea como acting-out, pasaje al acto, acto
sublimatorio o acto pleno.
Cuando este objeto se
presentifica, suscita angustia. Ésta es una hipótesis teórico-clínica muy
importante: la angustia no es sin objeto, es con la presencia del objeto a.
El título de un trabajo
sobre la angustia metaforiza esta propuesta "La angustia, rostro
imaginario de lo Real"; si bien la angustia es vivida como afecto yoico,
su aparición denuncia la cercanía del objeto.
Otras implicancias
teórico-clínicas despejadas en el mismo Seminario son los resultados del
accionar como salida de la angustia por la presencia del objeto. Las
alternativas para el sujeto son: la formación de síntoma, el acting-out
o el pasaje al acto. Si la posición del sujeto está más alejada, se despliegan
los otros afectos yoicos y afectaciones del sujeto.
Se intenta atravesar el
"lecho de roca" de la castración de "Análisis terminable o
interminable", para acceder a un determinismo que logre mayor acercamiento
a la causa. El deseo pasa a ser consecuencia y el objeto a causa es el
ordenador ético de cualquier búsqueda.
En ese momento, Lacan
inventa la palabra "separtición", esta esquicia del sujeto que es su
condena y su fecundidad.
El sujeto se constituye en
una doble operación que queda claramente dilucidada en El Seminario 11 sobre
los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Una primera operación es
la alienación en el universo significante, y la segunda es la separación del
objeto a. Esto está formulado como un velo lógico, una disyuntiva que
siempre perdura y hace al sujeto dividido por su adscripción a lo simbólico y
su pertenencia a un cuerpo del que no se puede deshacer.
Estas operaciones tienen
un ordenador teórico que es el Nombre-del-Padre, pluralizado más tarde como los
Nombres-del-Padre, en los tres registros que deben garantizar, en su
intrincación, que haya subjetividad y un lugar para ese residuo de goce corporal.
Otro de los nombres del
objeto a es el de "plus de goce". Esa dimensión de goce que ni
se perdió, ni se puede dejar avanzar por ser, desde una categorización
freudiana, "incestuosa".
La no reintroyección del
producto como mandamiento de la no efectivización del incesto, es una versión
dramática del mito de humanización que es el Edipo, pero que en esencia obliga
a la renuncia y a perder viejas aspiraciones narcisistas de reunificación
gozosa.
En la psicosis no se
acepta esa renuncia, lo cual lleva a un aforismo de Lacan: "El psicótico
lleva el objeto a en el bolsillo". Es como decir que alguien lleva
consigo materialmente el pecho materno, pero no aquel objeto simbólico que cada
uno llevará en algún rincón de su alma, sino que lo lleva materialmente.
Notarán el carácter imposible de este accionar, sin embargo, en el delirio hay
lugar para esa descripción, por tanto el estatuto de objeto perdido, o bajo
represión, queda cuestionado en la psicosis.
Es importante aclarar que
en los desarrollos clásicos de Freud vinculados a las propuestas de Abraham, y
luego continuadas por las teorizaciones de la escuela inglesa, se ubica lo
fálico como objeto pregenital y se concibe para algunos una posibilidad de
integración de todas las tendencias parciales en una totalidad que configuraría
lo genital.
Para Lacan, lo fálico no
tiene un objeto a, se sustentaría en la adscripción significante y lo
que "subyace" a lo fálico son los objetos a, ya mencionados.
La hipótesis de totalidad
como aspiración unificante narcisística imaginaria es muy cuestionada y la genitalidad
se plantea como imposible; en la teoría, esto culmina con el aforismo "la
relación sexual no existe".
Sin embargo, Lacan
reconoce haberse inspirado en el objeto transicional de Winnicott para
desarrollar la hipótesis de este objeto, que no es simbólico ni imaginario, por
lo menos en todos sus "atributos", sino real. No obstante, veremos
que esto tiene sus complejidades, ya que en ciertos desarrollos el objeto en
cuestión no pertenece a ningún registro en particular, sino que es el resultado
del anudamiento de los tres registros que crea un lugar para que él
"habite".
El objeto winnicottiano se
ubica de un modo muy singular en un espacio transicional como desprendimiento
materno. El estatuto que de todos modos alcanza el objeto lacaniano deja al de
Winnicott en una disposición intermedia, como objeto imaginario atípico, o como
objeto metonímico (la parte por el todo), al modo de fetiche. En Lacan,
pretende alcanzar una inscripción en lo Real.
La aspiración más denotada
en la última parte de la obra de Lacan es alcanzar y formalizar lo Real. El
registro más alejado de los desarrollos más frecuentes, que se lee entre líneas
en la noción de pulsión de muerte y repetición de Freud, y se toca
tangencialmente en las ideas de Klein o en este aporte de Winnicott.
Es característico en el
pensamiento de Lacan que aquello esbozado a medias tintas, en otras teorías
termina radicalmente por ser, o bien definido como desechable, o llevado a un
nuevo estatuto pleno y determinante. Lo insinuado se hace causa o se lo desecha
por espejismo.
Con relación al yo, en un
discurso en la Escuela Freudiana de París, Lacan dice:
"Así funciona el i(a)
con el que se imaginan el Yo y su narcisismo al hacer de hábito a ese objeto a
que hace la miseria del sujeto. Esto porque el a causa del deseo, por
estar a merced del Otro, angustia pues en ocasiones se disfraza
contrafóbicamente con la autonomía del Yo, como hace el cangrejo con cualquier
caparazón".3
Así entramos en un
capítulo importante: la relación del objeto a con el amor. Para
comprender esto hay que tener en cuenta que este objeto, íntimamente vinculado
a la noción de ello, está involucrado en la configuración misma del narcisismo,
por tanto es el punto central de todo movimiento pasional.
Aunque se haya despejado
al yo (moi) como entidad imaginaria, es importante destacar que tanto el
yo (moi) como el objeto a y el ideal del yo, forman un trípode de
funcionamiento amoroso-pasional. Por eso se afirma que el amor es con deseo y
con el objeto a implícito como causa del deseo.
En el Seminario 11, Lacan
dice:
"Pero lo presento de
una forma más sincopada, señalando que el analizado dice en suma a su
interlocutor, al analista: Yo te amo, pero porque inexplicablemente amo en ti
algo más que a ti -el objeto a minúscula-, yo te mutilo."
Queda claro que este
objeto es el organizador del amor y podemos considerar que es el soporte mismo
de la transferencia analítica. Detrás del brillo idealizado agalmático y del
Sujeto supuesto Saber, está la dimensión Real de la transferencia.
En el Seminario 17 sobre
el revés del psicoanálisis, aparecen los cuatro Discursos que implican la
propuesta que termina por establecer Lacan como diferencia con el
estructuralismo. Éstos están configurados por cuatro términos, entre los cuales
se encuentra el objeto a.
LOS CUATRO DISCURSOS
En el Seminario 20, donde
vuelven a aparecer los Discursos, se agrega una hipótesis clínica que
fundamentará el acto analítico, ya basado en el objeto a. La hipótesis
es que existe la posibilidad de que el objeto a adquiera un semblante.
Eso hará que el dispositivo del análisis logre un nuevo sentido. Las
variaciones de búsqueda que habían sido recorridas a lo largo de los años
contaron siempre con una misma orientación ética. El propósito fundamental era
alcanzar una mayor profundidad teórica y una mayor eficacia clínica, sin
claudicar en los fundamentos del psicoanálisis. Esta intención se encuentra
frente a un nuevo desafío: que el analista logre hacer fulgurar lo opaco, que
haga aparecer lo oculto, pero en su máxima radicalidad lindera con lo
intolerable para el sujeto. Esto acelera el paso de una clínica que cuenta con
el significante, pero se lanza a un más allá de cualquier decir o mostrar del orden
de lo dialogal.
La propuesta es netamente
rupturista: que se active o se alcance este Discurso que lleva como agente al
analista, haciendo éste semblante de objeto a. Es una clínica que acepta
el malentendido para que se revele la causa que se considera encubridora de la
verdad, que pasa a estar ligada a lo Real, a ese objeto a, o a esos
objetos que hacen del sujeto una consecuencia, una respuesta.
Sin subjetividad no hay
logro analítico, esto va a dar paso a las ideas de atravesamiento del fantasma
para alcanzar ese objeto, o de la vacilación del fantasma como facilitadora de
dar oportunidad al sujeto de reposicionarse. Es una clínica de riesgo, el acto
analítico pasa a ser de riesgo y, en caso de fracasar, el discurso se invierte,
el analizante queda como analista, y el analista es interpretado por su
fracaso. Pero al mismo tiempo se abre una prerrogativa para abordar aquellos
casos que eran refractarios, y comprender más aquellas entidades que forman la
serie de la llamada clínica de borde, como la anorexia, las adicciones, los
actos delictivos, etcétera.
Digamos de paso que la
llamada resistencia queda del lado del analista, ya que es él quien no logra
alcanzar el efecto analítico.
El fantasma se formula
como una relación lógica entre el sujeto y el objeto a, donde se
contraponen paradójicamente las operaciones de reunión y separación por medio
de un rombo.
FÓRMULA DEL FANTASMA
En este Seminario 20 se
despliegan las fórmulas de la sexuación, ahora sí con la inclusión del
protagonismo del objeto a que, como era de esperar, queda del lado de la
mujer. No obstante, para los que no están habituados a las definiciones de
Lacan sobre la sexuación, vale la pena aclarar que hombres y mujeres
"optan" dónde ubicarse con relación a lo masculino o lo femenino.
Esto abre todas las
ambigüedades que aparecen en la clínica de la neurosis, la perversión y la
psicosis, en cuanto a qué pasa con lo femenino y lo masculino.
Por ejemplo, surge el goce
femenino como aquel que no acepta la vigencia de las restricciones de la
significación fálica establecida por la castración; y se presenta en cualquier
psicótico, sea hombre o mujer. Ahí veremos una dificultad de resolver el objeto
a, o bien alguna forma dislocada del mismo al fracasar la represión,
dada la forclusión4 del Nombre-del-Padre en la psicosis.
Aun en la neurosis podemos
observar algún trastorno en la asunción de la sexuación, donde las
identificaciones con uno u otro sexo pretenden sostener una ambigüedad calmante
frente a la dificultad de asumir una posición. Es una falla relativa de la
represión, pero falla al fin.
En el Seminario 22 se
afronta la cuestión, recurriendo, como en algunos otros momentos a las
matemáticas, esta vez a la topología. Siendo que el asunto es una falta
radical, en definitiva es darle a esa falta un borde que evite que quede como
un vacío sin límites. Borde que será ni más ni menos que conformado por los
tres registros que Lacan establece como sus parámetros metapsicológicos:
Imaginario, Simbólico y Real. Estos tres bordes, que se continúan uno al otro
formando el contorno del agujero, son el centro de la figura topológica que es
el nudo Borromeo.
R real
S simbólico
I imaginario
a objeto a
NUDO BORROMEO Y MATEMAS
En el Seminario 23 surge la
propuesta de que estos anudamientos incluyan suplencias para resolver el nudo y
el sujeto encuentre una solución a lo desanudado que se le presenta como un
goce pendiente. De este modo, el síntoma que lo llevaba a alguna forma de
padecimiento podría ser transformado y hacer de soporte para una identificación
que fundaría una subjetividad, ya no dependiente de la problemática de padecer
los reclamos y deudas del Otro, sino que se soporte en sí mismo.
En esta hipótesis, el
objeto a tendrá su lugar, pero no será ninguna forma convencional la que
genera el lugar, sino un invento. Dicho sea de paso, al objeto a Lacan
lo llamó su invento.
Resta referirnos al objeto
a con relación a la creación y al arte.
Hablando de un escritor
japonés llamado Tanizaki, Catherine Millot nos ubica de un modo muy directo en
la función del objeto en la repetición como creación en el arte.
"Ese objeto a
que viene a ocupar el lugar del vacío, en tanto este lugar es el del
significante de la castración, no lo hace para oficiar de tapa-agujeros. No se
produce ningún completamiento. Más bien, tanto por su carácter de artificio
como por su fugacidad, el objeto a redobla la ausencia de la que emanó.
Si se proyectase sobre él una luz demasiado viva, desaparecería, él que no es
más que el fruto de la sombra: ese objeto inapresable no es sino una pequeña
nada. Dirán algunos que la falaz belleza creada por la penumbra no es la
belleza auténtica. Sin embargo, nosotros, los orientales, creamos belleza
haciéndola nacer de las sombras en lugares que son insignificantes en sí
mismos. La sombra, en vez de servirle de velo a ese objeto, es la única que lo
hace existir, con la precaria existencia de un espejismo. Más bien es él el que
oficia de velo apropiado para hacer surgir la dimensión del más allá en que se
sustenta el deseo. Así, la sublimación es reproducción, repetición indefinida
del engendramiento del vacío al cual el significante da la estructura."
Es difícil reseñar en tan
pocas palabras un objeto absolutamente novedoso, elaborado a lo largo de una
obra de más de cuarenta años, pero es evidente que cada uno de los momentos
destacados significan un camino a continuar, rasgo que caracteriza el aporte de
los grandes psicoanalistas que nos invitan a continuar la tarea de terminar de
construir el psicoanálisis, sin obturar sus puntos límites.
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3. Scilicet, 2/3,
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4. Término de origen jurídico que
Lacan utiliza para referirse al repudio de Freud como mecanismo específico de
la psicosis. Es un "no a lugar" para que se constituya el Nombre-
del- Padre como organizador de la subjetividad.
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