En una confitería al aire libre, a fin del verano de 2005, Miguel Spivacow les propuso a Silvina Foks y a Graciela Andrés ─a quienes conocía de experiencias previas─ que cocoordinaran con él un taller teórico-clínico. Graciela Andrés desempeñó ese rol hasta que renunció para continua su formación en la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA).
Así fue el comienzo de este grupo por el que pasaron muchos colegas conocidos.
Miguel fue docente de la AEAPG durante muchos años y supervisó la práctica clínica de muchos de nosotros en algún momento.
El taller pasó por distintas etapas en las que se trabajó con diferentes modalidades. Al principio funcionó con la modalidad de supervisión con invitados. Miguel siempre aceptaba nuestras propuestas, fue muy generoso en su modo de transmitir y sumamente inclusivo. La experiencia de conocerlo y trabajar con él fue invalorable, siempre estuvo abierto a las ideas más increíbles y le resultó fácil conseguir compañía porque su palabra era muy convocante.
Nuestro grupo se caracterizó por ser muy abierto y de clima muy cordial. Esto favoreció a que los colegas que presentaban material clínico pudieran mostrar su manera de trabajar y sus intervenciones. Esta dinámica permitía escuchar el aporte de los integrantes del grupo. El impulso de Miguel para producir y exponer nuestros escritos fue muy importante.
De trabajar solamente material clínico, pasamos a recibir invitados de pensamiento distinto y, a veces, lo hacíamos intencionalmente para escuchar cómo trataba el caso cada uno de los terapeutas. El intercambio en esta etapa fue muy rico.
A esta, le siguió otra época en la que nos mostró que era un gran lector y estudioso. Nos propuso ver teoría sobre una patología una semana o dos durante todo el año, y ver casos las otras dos semanas del mes. Nos pedía aportes, pero siempre tenía en su cabeza los materiales teóricos, los autores que acababa de leer o, a veces, algo de Freud que creía fundante.
Cuando tocaba leer un material teórico, todos esperábamos que Miguel tomara primero la palabra. Con su gran poder de síntesis, nos daba rápidamente los conceptos más importantes del artículo que habíamos leído.
Muchos nos preguntan el enfoque teórico o la escuela que seguimos. En realidad, si bien Miguel se especializó en parejas y tenía un gran respeto por Kaës, su forma de trabajar fue muchísimo más ecléctica. No tenemos una formación exclusiva, cada uno de nosotros trabaja desde su enfoque.
El grupo de los «Malditos lunes» sigue activo, trabajando y conteniendo a sus miembros. La muerte sorpresiva del líder no nos separó, sino que nos dio fuerza para seguir, a pesar de todo, como creemos que él lo hubiera hecho.
El último gran evento, que tuvo mucho éxito, fue la invitación a Fiorini. Miguel tenía un gran respeto por los maestros, por la gente que había dejado huella y conocimientos. Lamentablemente no pudimos avanzar con lo que iba a ser un ciclo. La muerte truncó nuestro proyecto y nos dejó desconcertados por un tiempo. Luego reformulamos y reafirmamos nuestro deseo de seguir siendo una actividad de la Escuela (AEAPG) y de recibir nuevos miembros. En fin, continuar con el camino trazado.
Por último, queremos transmitir la impronta que nos dejó Miguel con su calidez, su respeto, su manera de entender la clínica. Quedará para siempre en nosotros que tuvimos la suerte de compartir con él tantos años en este querido grupo.
Algunos comentarios de integrantes del taller:
Myriam Poteriaca: Nunca olvidaré la calidez inigualable de Miguel como tampoco el estímulo a la inteligencia ─creativa, diferente y abierta─ sumada al respeto por el otro.
Rosana Shocron: Trabajar con Miguel conllevaba humildad, inteligencia en un ambiente súperameno y de respeto.
Alicia Gilabert: Un hombre comprometido con la profesión, con sus alumnos, colegas. Además de ser un estudioso, era espontáneo y creativo.
Fabiana D´Acunto: La calidez en la transmisión del conocimiento abría interrogantes con respeto y humildad.
Ana Rosende: Un gran hombre con capacidad para transmitir no sólo su conocimiento sobre el psicoanálisis. Un verdadero maestro.
Pablo Mazzei: Era un placer, trabajar, estudiar y aprender con Miguel (y no solo de Miguel). Su humor ácido y su ironía generaban un muy buen clima.
Malena Murga: Miguel era un entusiasta de las personas. Se interesaba por comprender a todos y a cada uno.
Estamos en funcionamiento con la idea plena de que a las personas como a los pacientes hay que saber recibirlos y también dejarlos ir.
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