Presento aquí una síntesis de mi Trabajo Final Integrador, para la obtención del título de Especialista en Psicoanálisis con Orientación Clínica en Adultos, llamado: “Duelo enquistado por identificación somática”. Estudio de una paciente de 37 años, con síntoma somático enlazado a un suceso traumático ocurrido en su adolescencia, en análisis durante la cuarentena”.
Me interesa aquí repensar la clínica actual debido al forzamiento en el cambio del encuadre. Nuevas experiencias compartidas dan a lugar a revisar la teoría y la técnica psicoanalíticas de estos tiempos y adaptarlas a la situación virtual que nos exigió la pandemia. ¿Cómo evaluar un síntoma somático en pandemia, atendido con modalidad virtual? Sin dejar de tener en cuenta los niveles altos de estrés -a los que fuimos sometidos por el encierro-, me interesa ubicar las quejas padecidas en esta nueva modalidad, donde cambiamos de lo tridimensional a lo bidimensional.
Nuestra profesión, que no por hacernos “sabedores” nos exceptúa del malestar, se nos propone como una herramienta única a la hora de poder hacer de esas palabras y ese malestar una (o miles) de preguntas como herramientas para pensar, tanto como construir una alternativa de abordaje y lectura de esto que ha venido a definirse como «nueva normalidad».
El hecho da lugar a la siguiente pregunta: ¿Qué implicancia adquirió la cuarentena, para una paciente actualmente en proceso de duelo, en la reaparición de un síntoma somático enlazado a un suceso traumático ocurrido en su adolescencia?
El problema planteado tiene por objetivo general: conocer la implicancia que adquirió la cuarentena, en la reaparición de un síntoma somático enlazado a un suceso traumático ocurrido en su adolescencia y actualmente en proceso de duelo, en una paciente de 37 años.
En tanto que los objetivos específicos son:
- Describir el efecto de la cuarentena en una paciente de 37 años con un síntoma somático enlazado a un suceso traumático ocurrido en su adolescencia.
- Describir el síntoma somático, como expresión corporal ante la falta de palabra en una paciente de 37 años.
- Describir las etapas del duelo y su función en una paciente de 37 años con síntoma somático ocurrido en la adolescencia.
- Describir la implicancia del duelo por la muerte paterna durante la etapa adolescente de esta paciente de 37 años, con síntoma somático.
El propósito del presente trabajo es, precisamente, diferenciar las causas que generan los síntomas conversivos en el cuerpo, de la aparición de sintomatologías actuales; ya que sus orígenes, a los que aquí se investiga, hacen la diferencia en el diagnóstico, pronóstico y tratamiento.
Se postulan dos hipótesis asociadas:
- La pandemia habría despertado en D un segundo tiempo del trauma reactivando el suceso no tramitado: la muerte abrupta de su padre.
- La atención virtual habría permitido cierta distancia para poder consultar por el aumento de sus palpitaciones.
En este trabajo aparecen algunos conceptos del psicoanálisis, trabajados en el formato de terapia virtual, debido a la cuarentena. Se propone, desde la articulación con un caso clínico, la historización de un duelo enquistado. Este fue trabajado en sesiones virtuales debido a la pérdida del ritmo de vida por el encierro, que se enlaza con la pérdida del ritmo cardíaco; pero además se observó la afección antigua del tartamudeo. El síntoma somático, por identificación, delata la pérdida traumática de la paciente de su querido padre.
Si bien fue vivido en la etapa de la adolescencia, la aceleración de los tiempos y las propias dificultades, hicieron con resignificaciones posteriores, que se convirtiera en un síntoma somático como respuesta a un duelo enquistado.
El estado particular del encierro promovió una vuelta hacia el mundo interior, y permitió iniciar un tratamiento que recuperara el tiempo de este malestar y la virtualidad; colaboró también para que el caso presentado mostrara la posibilidad de actualización de nuestra actividad como psicoanalistas. Revelar significados a través de los afectos en las relaciones objetales que hacen que la conducta humana resulte comprensible, es uno de los objetivos fundamentales del psicoanálisis (León Grinberg).
Durante la cuarentena debimos hacer una especie de clausura del mundo exterior que nos arrojó con furia, hacia nuestros estados regresivos. Retrocedimos, del adulto hacia el niño que llevamos en nuestro interior. La pandemia nos afectó, generando diferentes estados emocionales y dejando una marca que se inscribirá en relación a cada historia.
El fracaso de los procesos de historización, podría dar lugar a un efecto patógeno que culmine en la formación de síntomas.
¿En qué se parecen -en D- dos síntomas somáticos, como la taquicardia y el tartamudeo? Ambos síntomas representan la pérdida del ritmo, tanto lo anímico como lo intelectual por la interferencia de lo afectivo. Tatatatata del tartamudo y tatatata de la taquicardia.
Lo que se dificulta decir o sentir se transluce en la vida real del cuerpo. El síntoma como delator, de aquello que se esconde detrás. El sentirse mal, en ambos sentidos, la vergüenza del tartamudeo o la del cuerpo que producen un espacio de tiempo, inducen a esta paciente a pensar lo que le ocurre. Espacio que no ha dejado en su duelo por elaborar, y que retorna desde lo real en la pandemia sobre su taquicardia.
La ruptura del ritmo la obliga a preguntarse ¿qué me pasa? Esto hace detener el tiempo de la vida apurada; surgió en la pandemia, se abre un espacio interior que no tuvo lugar por lo doloroso de la situación padecida en forma traumática. El detenimiento del devenir, de la rutina le permitió escuchar aquello que ya hacía ruido y no tenía cómo salir.
¿Qué vivencias reedita?, el encierro de la pandemia invoca al encierro frente al hecho traumático y se actualiza en su síntoma como algo novedoso.
El ritmo natural de los afectos fue interceptado por la abrupta separación paterna, dejando rastros de dolor que reaparecen de las formas más insólitas para el yo. El modo de evitar el dolor será una defensa maníaca -como aquella de la tríada kleiniana: -omnipotencia, negación y triunfo-. D elude el dolor de la pérdida; pero ¿cuánta incomodidad conlleva esta evitación? No poder soltar los afectos detenidos por la angustia y el deber ser, que la obligan -desde su sometimiento yoico- a ocupar el lugar de sostén con respecto al resto de su familia.
En la escena traumática se sucede ese grito. Es un llamado a otro, un llamado desesperado, sin palabras. Ese grito se reproduce en el uso de un auricular durante la sesión, denota intranquilidad y control omnipotente.
Vimos que la pérdida afecta de forma particular en edad adolescente y cómo esta se reedita durante la maternidad, vivida como una exigencia, ya que a D le cuesta ser madre. Esta maternidad que se transforma en exigencia y no en un deseo. Esto nos llevaría a preguntarnos sobre el porqué de la dificultad del duelo por el padre. ¿Quién era el padre, por qué le da culpa? ¿Eso es lo que tartamudea y no puede decir?
En D, podemos pensar la taquicardia como un miedo a no poder decir algo de sí misma. Aparece en el transcurso de las sesiones la insistencia de su miedo a la depresión. ¿Qué es la depresión? Es la ausencia de deseo. D. transforma su vida en exigencia para no jugarse, para evitar poner en juego su deseo, aunque no sepa cuál es. Dentro de esta línea de soledad y pérdida, podemos pensar que se juega el miedo a independizarse, cuestión que estaba en juego durante su adolescencia y que fue arrasada en el momento traumático.
La adolescencia es aquella etapa en que se atraviesan grandes duelos; como señala Aberastury: el duelo por el cuerpo infantil; el duelo por la identidad y los roles infantiles y el duelo por los padres de la infancia. El adolescente lucha emocionalmente por desligarse de los padres para catectizar nuevos objetos. Esto implica movimientos de retraimiento narcisista, períodos donde ningún objeto externo está catectizado, y otros donde hay encuentro a catectizar. Pero, ¿qué pasa cuando el trauma ocurre donde se juega la descatextización y el vacío emocional en lo real?
El miedo a la depresión es una defensa a la cosa pulsional. Está sola y triste en su pérdida, no la tranquiliza del borbotón interno. Sabemos que la pulsión no se reprime y va al cuerpo; aquello que se reprime es lo que se asocia a la pulsión. Lo pulsional se descarga en el cuerpo, pero -a la vez- lo contiene para no «hacerse la loca», no irse más fuera de sí misma.
La represión de la pulsión de muerte se vuelca contra el cuerpo. Frente a la propia impotencia, los adolescentes tienen que encontrar algo contra lo que oponerse como forma de existir en aquel dolor, cuando este último adquiere el carácter de mudo.
El síntoma en D, encierra un vínculo pasado y tiende a otro actual, donde las afecciones emocionales son un intento patológico de readaptación a la propia vida. El encierro por la pandemia, reaviva el mundo interior agitado, en el que repercuten las palabras como “encierro” y “muerte”, que hicieron de puente sobre su inconsciente.
Dentro de las complicaciones en este duelo real y fantaseado con su padre, observamos el mecanismo obsesivo de evacuación con respecto a la muerte del padre y el fóbico en su evitación con todo lo que le era relacionado.
La “taquicardia” es un síntoma histérico formado por la realidad interna, de su inconsciente y la defensa que operó para contrarrestar el suceso traumático de la pérdida abrupta de su padre. Sin tener que ver con la realidad externa, ya que los médicos no encontraron motivos orgánicos en sus resultados clínicos. Este síntoma es producto de la identificación con su padre, muerto de un ataque al corazón.
En suma, la distancia que produce entre lo psíquico y lo somático, no da lugar -en D- a una simbolización adecuada para que haga de puente entre lo actual y el evento traumático padecido. Es el analista quien trabaja en este sentido, tejiendo las palabras sueltas en una trama armónica que da sentido a la historia vivida.
El duelo entonces, es la inscripción verdadera ante la pérdida del objeto. Este objeto que está irremediablemente perdido y no puede ser sustituido.