NÚMERO 23 | Mayo 2021

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Sexualidades | Graciela Graschinsky de Cohan

La producción teórica y clínica que produjo Sigmund Freud es ampliamente conocida por su riqueza y profundidad. La presencia silenciada y oculta de la sexualidad en la constitución y funcionamiento del psiquismo y sus marcas en la producción subjetiva se hacen visibles y se autoriza su investigación gracias al camino abierto por Freud. En este número  presentamos un limitado recorrido por sus reflexiones en torno a la importancia que el psicoanálisis le otorga a las sexualidades.

Debo, pues, responderle a estas cuestiones: si en general es lícito proporcionar a los niños esclarecimiento sobre los hechos de la vida genésica, a qué edad convendría hacerlo y de qué manera. Pero desde el comienzo mismo reciba usted mi confesión de que hallo enteramente comprensible que se discuta sobre los puntos segundo y tercero, pero no entiendo, en absoluto, cómo el primer punto podría ser motivo de una diferencia de opiniones. ¿Qué se pretende lograr escatimando a los niños —digamos a los jóvenes— tales esclarecimientos sobre la vida sexual humana? ¿Se teme despertar su interés por estas cosas prematuramente, antes que nazca en ellos mismos? ¿Acaso mediante ese encubrimiento se espera detener a la pulsión sexual hasta el momento en que pueda encaminarse por las únicas vías que le abre el régimen de la sociedad civil? ¿Se cree que los niños no mostrarían interés alguno por los hechos y enigmas de la vida sexual, ni inteligencia alguna para ellos, si terceros no se los señalasen? ¿Se cree posible que la noticia que se les deniega no les sea aportada por otros caminos? ¿O se busca real y seriamente que más tarde juzguen inferior y abominable todo lo sexual, de lo cual tanto padres cuanto educadores se propusieron mantenerlos alejados el mayor tiempo posible?

En verdad, yo no sé en cuál de estos propósitos debo ver el motivo de que así, de hecho, se esconda lo sexual a los niños; sólo sé que todos esos propósitos son igualmente necios, y mucho me pesaría tener que concederles el privilegio de una refutación.

Freud, S. (1989). El esclarecimiento sexual del niño (Carta abierta al doctor M. Fürst). En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Completas: Sigmund Freud (Vol. 9, pp. 115-116). Buenos Aires: Amorrortu (Trabajo original publicado 1907).

 


En suma: largo tiempo antes de la pubertad el niño es un ser completo en el orden del amor, exceptuada la aptitud para la reproducción; y es lícito entonces sostener que con aquellos «tapujos » sólo se consigue escatimarle la facultad para el dominio intelectual de unas operaciones para las que está psíquicamente preparado y respecto de las cuales tiene el acomodamiento somático.

Así, el interés intelectual del niño por los enigmas de la vida genésica, su apetito de saber sexual, se exterioriza en una época de la vida insospechablemente temprana. Si observaciones como la que pasaré a comunicarle no han podido hacerse con más frecuencia, se lo debe, atribuir sin duda a que los padres están aquejados de una particular ceguera hacia ese interés del niño o, si no les fue posible ignorarlo, se empeñaron por ahogarlo enseguida.

Freud, S. (1989). El esclarecimiento sexual del niño (Carta abierta al doctor M. Fürst). En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Completas: Sigmund Freud (Vol. 9, p. 117). Buenos Aires: Amorrortu (Trabajo original publicado 1907).

 


La función sexual estaba presente desde el comienzo; primero se apuntalaba en las otras funciones de importancia vital, y luego se independizaba de estas. Había recorrido un largo y complicado desarrollo antes de volverse notoria en la vida sexual normal del adulto. Se exteriorizaba primero como actividad de toda una serie de componentes pulsionales, dependientes de zonas erógenas del cuerpo y que en parte emergían en pares de opuestos (sadismo-masoquismo, pulsión de ver-pulsión de exhibición); partían cada uno por separado en procura de una ganancia de placer, y la mayoría de las veces hallaban su objeto en el cuerpo propio. Por consiguiente, al comienzo no estaban centrados y eran predominantemente autoeróticos. Más tarde aparecían síntesis en ellos; un primer estadio de organización estaba regido por los componentes orales, luego seguía una fase sádico-anal y sólo la tercera y última fase traía el primado de los genitales, con lo cual la función sexual entraba al servicio de la reproducción. En el curso de este desarrollo, muchos aportes pulsionales eran dejados de lado como inutilizables para este fin último o se les asignaba un empleo diverso; otros eran desviados de sus metas y trasportados a la organización genital. Llamé libido a la energía de las pulsiones sexuales —y sólo de ellas—. Ahora bien, debí reconocer que la libido no siempre recorre impecablemente el desarrollo descrito. A consecuencia de la hiperintensidad de ciertos componentes, o de vivencias prematuras de satisfacción, se producen fijaciones de la libido a ciertos lugares de la vía de desarrollo. Hacia estos lugares refluye luego la libido en caso de una represión posterior [regresión), y desde ellos, también, sobrevendrá la irrupción en el síntoma. Una intelección posterior agregó que la localización de los lugares de fijación es decisiva también para la elección de neurosis, o sea, la forma en que emerge la enfermedad más tarde contraída.

Freud, S. (1989). Presentación autobiográfica. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Completas: Sigmund Freud (Vol. 20, pp. 33-34). Buenos Aires: Amorrortu (Trabajo original publicado 1925 [1924]).

 


Sepa usted que a mi juicio lo más asombroso de la vida sexual del niño es que recorre su desarrollo íntegro, muy vasto, en los primeros cinco años de vida; desde ahí hasta la pubertad se extiende el llamado periodo de latericia, en el que ─normalmente─ la sexualidad no hace progreso alguno, sino que, al contrario, las aspiraciones sexuales ceden en intensidad y es resignado y olvidado mucho de lo que el niño ya ejercía o sabía. En ese período de la vida, tras marchitarse el florecimiento temprano de la vida sexual, se configuran aquellas actitudes del yo que, como la vergüenza, el asco, la moralidad, están destinadas a poner freno a la posterior tormenta de la pubertad y a indicar las vías al anhelo sexual de nuevo despierto. Esto, que hemos denominado acometida en dos tiempos de la vida sexual…

Freud, S. (1989). ¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez imparcial. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Completas: Sigmund Freud (Vol. 20, p. 197). Buenos Aires: Amorrortu (Trabajo original publicado 1926).

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Graciela Cohan

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