NÚMERO 28 | Octubre 2023

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Los lazos de apego entre humanos y animales | María Casariego de Gainza

El apego es un concepto vincular que permite regular interactivamente las emociones, facilitando aquellas que permitan al ser humano sobreponerse a una experiencia de desamparo. La Lic. María Casariego de Gainza profundiza en la idea de pensar el vínculo entre los humanos y los animales como vínculos de apego secundarios que cumplen un rol de facilitadores terapéuticos.

Pensar el apego entre seres humanos y mascotas nos lleva a comprender la génesis de la conducta de apego; entendiendo que el apego es silencioso y no está activado todo el tiempo sino sólo frente a situaciones de riesgo que llamaremos estresores.

¿Cuáles son estos estresores? Las vivencias de dolor y la angustia, que para la Teoría del Apego es siempre angustia de separación y tiene su fundamento en experiencias reales de pérdida, como experiencias de desvalimiento, pérdidas reales, fallas en vínculos tempranos de apego, duelos, etc. Por lo tanto, el apego es el concepto vincular que permite regular interactivamente las emociones; facilitando aquellas que permitan al ser humano sobreponerse a una experiencia de desamparo.

En la historia de la humanidad las mascotas comenzaron a ocupar un lugar significativo a partir de los movimientos de grandes porciones de la población rural a centros urbanos provocando desarraigos de las familias de origen y dejando a los sujetos aislados. La fragmentación de las familias generó las familias nucleares, surgiendo la necesidad de construir otros vínculos que proporcionen afecto y permitan recuperar la experiencia de seguridad básica. De este modo, las mascotas se integran a la dinámica de la familia y desempeñan diversos roles en las distintas etapas del ciclo vital de cada persona.

Sabemos que los vínculos afectivos con animales han sido cruciales en el proceso evolutivo de la especie humana; la naturaleza humana ha sido moldeada a través de estas interacciones. Los estudios humano-animal constituyen un campo interdisciplinario que explora los lugares que los animales ocupan en el mundo social y cultural de nuestra cultura.

La Teoría del Apego vino a aportar la importancia del vínculo temprano con las figuras de apego, pero también explica que a partir de este apego primario, otros vínculos, que serán los apegos secundarios, tienen también un desarrollo muy importante en la vida de los sujetos.

Bowlby se refiere a estos apegos secundarios como las relaciones con familiares, maestros, amigos, parejas que van teniendo una influencia paulatina durante la vida. Dentro de estos apegos podemos incluir el profundo vínculo con las mascotas; basados en la premisa que los humanos, como muchos animales, están biológicamente predispuestos para buscar y mantener contacto físico y conexión emocional con figuras elegidas en quienes confían la protección física y psicológica.

De esta manera explica la necesidad de proximidad física como la consecuencia evolutiva que permite asegurar la cercanía tanto emocional como física. El contacto corporal, abrazar, besar, acariciar a una mascota produce sensaciones físicas de bienestar que están acompañadas de un correlato biológico a través de la liberación de una hormona llamada oxitocina.

Esta hormona genera comportamientos maternales de cuidados facilitando que sean  persistentes, incrementa la confianza en otras personas, induce a  la mirada a los ojos, ayuda en la mentalización (habilidad para inferir estados emocionales de los otros) y la empatía emocional, así como tiene un efecto ansiolítico, ya que es reductor (regulador) del cortisol (hormona del estrés), modula la actividad de la amígdala ligada al miedo, incrementa los umbrales de dolor y disminuye los niveles de corticosterona.

La etología (estudio de la conducta animal) y la zoosemiótica (estudio de la comunicación animal) nos permite conocer los distintos sistemas para enviar mensajes que utilizan los animales, partiendo de su sensibilidad recorriendo todos sus sentidos (olfato, visual, oído, gusto y tacto).

Tienen cuatro sistemas para emitir y comprender las señales: el químico, el óptico, el táctil y el acústico; con ellos abarcan olores, intensidades de luz, y una particular sensibilidad para escuchar los sonidos (sabemos que incluso pueden oír sonidos que los humanos no podemos, detectan vibraciones o cambios atmosféricos permitiéndoles la huida en situaciones de catástrofe). En los pueblos originarios estos signos eran considerados como certeza de eventos naturales. Numerosas investigaciones reportan cambios abruptos en distintas especies como insectos, animales que hibernan, y salen de sus escondites abandonando las zonas previas a un terremoto. Es justamente a través de la capacidad auditiva de escuchar infrasonidos u oler gases y percibir cambios eléctricos en la atmósfera que pueden tener esta información anticipada.

Dentro de la hipótesis que plantea la zoosemiótica es que los animales son sociales, evidentemente estamos acostumbrados a pensar en animales domésticos como perro, gato, caballo, pero hay estudios muy interesantes en donde se destaca la comunicación humano-animal, más allá de la propia comunicación entre especies y de estos animales domésticos. En la comunicación dentro de las especies está el cortejo que reúne conductas complejas de seducción al otro sexo, donde se “llaman” mutuamente para el apareamiento.

Las feromonas son mensajeros químicos emitidos por un individuo que afecta a la fisiología y el comportamiento de otro individuo de la misma especie; son producidas de manera natural, la producen los animales y los humanos, dan mucha información sobre el estado de ánimo, salud y disponibilidad o compatibilidad sexual.

Los humanos a través de la cultura y las costumbres de higiene tapamos esos olores naturales, pero veamos algunas particularidades en algunas especies en el uso de las feromonas por ej.: En colonias de abejas, la reina produce una feromona “real” que impide el desarrollo de los ovarios de las hembras obreras neutralizando a potenciales competidoras. Otra función de la comunicación es la defensa frente al ataque de otros depredadores, marcar territorio y mostrar la jerarquía dentro de la manada. Muchos de estos signos los reconocemos en nuestras mascotas: cuando están asustados, inquietos, cuando están dispuestos al ataque etc. (movimiento del rabo, alerta en las orejas, inquietud, que se erice el pelo, sonidos de alerta como ladrido. llanto, maullido, etc.). Este modo de comunicación animal a través de diferentes señales es instintivo e innato y dan cuenta también de un conocimiento de los humanos que los mismos humanos desconocen.

Katcher (1993), refiere que existen cuatro principios básicos para el establecimiento de un vínculo en la interacción humano-mascota, las cuales serían seguridad, intimidad, afinidad y constancia; esto se explicaría por ejemplo como el humano llega a sentirse seguro mediante las acciones que realizan los animales con el objetivo buscar la protección de sus dueños; lo cual a su vez genera una sensación de tranquilidad y construye una base segura.

PENSANDO LOS ANIMALES COMO FACILITADORES TERAPÉUTICOS

Los animales surgen como compañía llenando espacios afectivos, pero también con fines terapéuticos o como asistentes en tratamientos y discapacidades.

Investigaciones de laboratorio mostraron que luego de interactuar de manera positiva durante por lo menos treinta minutos había cambios fisiológicos tanto en el perro como en el humano. Igual análisis se realizó con relación a la mirada, mostrando que la mirada de un perro a su dueño induce a una activación de su sistema endocrino elevando los niveles de oxitocina.

Este modo vincular lo tuvo muy en cuenta Pichón Riviere quien proponía invitar a las mascotas de sus pacientes al espacio terapéutico. Planteaba que de igual manera que consideraba importante la presencia de familiares cercanos en la terapia de familia, consideraba las mascotas; sostenía que son fuentes de placer, bienestar y estabilidad emocional y en el caso de niños observaba la interrelación con el animal ya que daba mucha información a la manera de vincularse. Visionario en su posición desde la mirada actual donde se está trabajando con animales en niños con severos trastornos emocionales, también como acompañantes en pacientes con ataques de pánico, duelos, depresiones, aislamiento social generando de esta manera un aumento de la autoestima y una sensación de seguridad. Se ha habilitado la presencia de las mascotas en hospitales durante internaciones prolongadas, en geriátricos visitando a ancianos. Se están realizando investigaciones analizando el factor tranquilizador que implica la presencia de la mascota en tratamientos oncológicos en niños o acompañándolos frente intervenciones médicas intrusivas, ya que el animal resulta un facilitador terapéutico para que el niño se distraiga, juegue y se relaje. Perros, caballos delfines son rigurosamente entrenados para acompañar procesos terapéuticos tanto psicológicos como terapias físicas. En la equinoterapia por ejemplo el contacto que ocurre montando el caballo (por efecto del calor corporal del animal, el andar rítmico, etc.)   permite mejorar el tono muscular, reforzar la postura en afecciones neuronales, accidentes cerebro vasculares, esclerosis múltiple, etc. Además de la rehabilitación de los músculos, recuperación o mejora del equilibrio se observó una elevación de la autoestima en personas víctimas de accidentes que hayan implicado mutilaciones, parálisis cerebrales u otras discapacidades. La adaptación reciproca permite trabajar la regulación emocional.

Tomaré una pequeña viñeta clínica que permite hacernos una idea de lo que estoy planteando

Paciente que tuvo una parálisis en sus miembros inferiores producto

de un accidente; a raíz de los factores post traumáticos se negaba a salir de

su casa (no quería ser visto en silla de ruedas). Presentaba una conducta

agresiva con los otros como consecuencia de la hostilidad por su

discapacidad; aceptó como parte de su proceso terapéutico iniciar unas

prácticas de equitación dirigida. Al tiempo su humor había cambiado,

manifestaba deseos de hacer sus cabalgatas y expresaba: “Cuando estoy

arriba del caballo me olvido de que no puedo caminar más, las patas del

caballo son mis piernas y vuelvo a sentirme libre de este infierno”

En la equinoterapia se establece una rutina de cuidado del animal preparándose para montarlo, higienizarlo, alimentarlo luego de la actividad también hay un proceso de despedida acompañado de caricias, lo cual va instalando una regulación emocional y cambiando al paciente del lugar pasivo de cuidado a un lugar activo de cuidar. La equitación no es solo montar, se parece mucho a una danza donde el caballo y el jinete tienen que encontrar un movimiento armónico, se establece una relación psicofísica intensa, un modo de diálogo protoverbal.

También es novedosa la terapia con delfines. Quienes son reconocidos por su conducta amistosa frente a los humanos, emiten sonidos (cuando se comunican) que tienen un efecto de homeostasis para nosotros. Estos sonidos podemos decir que facilitan el despertar de ciertas zonas cerebrales, es una terapia a través de la piel que posee un soporte de receptores de terminaciones nerviosas recibe las ondas que emiten los delfines y lo trasmite a los oídos, el cerebro y realiza una estimulación selectiva. Los sonidos que emiten por su propia naturaleza para capturar presas y reconocer su entorno influyen directamente en el sistema nervioso humano. La primera investigación con delfines se hizo en Estados Unidos en 1978. Desde entonces se ha trabajado con pacientes con autismo, Síndrome de Down y depresiones, teniendo un efecto sumamente exitoso.

Los delfines utilizados en esta terapia son entrenados para socializar con humanos. El hecho de nadar con ellos, tocarlos y observar la manera en la que se mueven e interaccionan tiene un efecto positivo en la salud física, mental y emocional de los pacientes. Como la mayoría de las formas de terapia con animales, la delfinoterapia implica la colaboración estrecha entre distintos miembros de un equipo para ayudar a mejorar las condiciones de vida de personas con distintos tipos de problemas mentales, físicos o emocionales.

En el caso de esta terapia, un psicólogo entrenado y un cuidador de delfines colaboran para entrenar a un grupo de delfines para interactuar de una manera específica con los pacientes. Existen distintas técnicas que se pueden utilizar, pero todas ellas implican la estimulación sensorial y emocional de las personas que la usan.

Uno de los factores más necesarios para el bienestar humano es el contacto físico. Al sentirse apreciados incondicionalmente, tienden a progresar en aspectos como su inteligencia emocional y su control de impulsos. Además del contacto con el animal que el medio sea acuoso es en sí mismo es un provocador de sensaciones y estímulos para el psiquismo.

La terapia con perro es otro facilitador en la tarea terapéutica, en 1953, el psiquiatra Boris M. Levinson descubrió por casualidad el potencial de su perro Jingles como coterapeuta. El descubrimiento, según Levinson, surgió a partir de un paciente, que mostraba síntomas de retraimiento creciente.

El niño había pasado ya un largo proceso terapéutico sin éxito. Le habían prescrito la hospitalización, y a mí me visitaban para que emitiera mi diagnóstico, mientras yo saludaba a la madre, Jingles corrió hacia el chico y empezó a lamerle. Ante mi sorpresa, el chico no se asustó, sino que lo abrazó y comenzó a acariciarlo. Cuando la madre intentó separarlos, le hice señas de que los dejara. Antes del final de la entrevista con la madre, el chico expresó su deseo de jugar con el perro. Con unos auspicios tan prometedores, comenzó el tratamiento de Johnny. Durante varias sesiones jugó con el perro, aparentemente ajeno a mi presencia. Sin embargo, mantuvimos muchas conversaciones durante las cuales estaba tan absorto con el perro que parecía no escucharme, aunque sus respuestas eran coherentes. Finalmente, parte del afecto que sentía por el perro, recayó sobre mí y fui conscientemente incluido en el juego. Lentamente, logramos una fuerte compenetración que posibilitó mi trabajo para resolver los problemas de Johnny. Parte del mérito de la rehabilitación hay que dársela a Jingles, que fue un terapeuta muy entusiasta.”

En 1979, Samuel y Elisabeth Corson, empujados por el trabajo de Levinson, se embarcaron en un programa para evaluar la viabilidad de esta terapia en un entorno hospitalario, obteniendo excelentes resultados. Para ello empleó perros en un hospital psiquiátrico con 50 pacientes que no respondían al tratamiento tradicional, obteniendo un aumento de la comunicación y la autoestima, además de independencia y capacidad de asumir responsabilidad para el cuidado de los animales.

PATOLOGÍA EN EL VÍNCULO HUMANO-ANIMAL

Sin embargo, no siempre la relación humano-animal es saludable, encontramos también trastornos mentales en estos vínculos como, por ejemplo: el Síndrome de Noé: personas con trastornos obsesivos compulsivos de acumulación como intento fallido de control de la ansiedad. Surge frente a vivencias de abandono, distorsión en la imagen de sí mismos, aislamiento y ruptura de los lazos sociales: acumulan animales desmedidamente, mostrando incapacidad para su cuidado correcto, viven ellos en condiciones insalubres, niegan el problema y se auto perciben como salvadores. Cuando se los confronta con el problema presentan conductas agresivas.

Otro trastorno de salud mental es la petofilia, presentan un amor desmedido hacia el animal, humanización, patologizan la proximidad emocional. En este cuadro se observan: acumulación de animales, trastornos de duelos complejos, patológico y persistentes frente a la perdida de la mascota, trastornos de ansiedad frente a la separación, trastorno de atracción sexual, relaciones violentas con el animal.

Ante la pérdida de una mascota se activarán lo procesos de duelo normal semejantes a la pérdida de un ser querido: tristeza, sentimiento de vacío, extrañar a la mascota, idealización etc. La complejidad de este duelo es que al no tener la misma validación social que la muerte de un ser humano puede surgir un duelo silenciado eternizándose, así mismo cuando en situaciones de enfermedad o vejez el animal debe ser sacrificado es importante elaborar la culpa que esta decisión genera porque intensifica la tristeza en el proceso de duelo, patologizándolo.

El fenómeno de ansiedad lo observamos en muchos animales, pero este afecto no es solo de parte de la mascota, sino que los dueños también la experimentan, en muchos momentos llegan a aislarse para no dejar solo a la mascota. En niños pequeños puede manifestarse en no querer ir a la escuela o salir con amigos presentando frente a la separación, temores y miedos. Esta conducta no es un hiperapego y nada tiene que ver con un aspecto saludable, sino que se ha instalado una modalidad de apego inseguro ansioso que trae consecuencias en los humanos y su vida social.

También a lo largo de la historia los humanos han mantenido relaciones sexuales con animales, se utilizan determinados términos para referirse a esta practicas: bestialismo, zoofilia. El bestialismo hace referencia a una práctica sexual con animales mientras que, en el segundo remite a una elección amorosa; se enamoran y tienen fantasías, excede al contacto físico. Julio Chavez protagonizo una excelente obra de teatro que hacía referencia a esta temática llamada “La Cabra”: cuyo protagonista se enamora de una cabra relatando lo complejo de sus emociones. Dentro de estos cuadros sexuales encontramos también el zoosadismo, que son abusadores de animales que despliegan crueldad sexual.

La zoofobia, por su parte es un miedo irracional a los animales bastante frecuente en la infancia y que puede perdurar a lo largo de la vida adulta. Es importante diferenciarlo de un temor a lo desconocido. La fobia instalada es un incremento desmedido de ansiedad y conductas evitativas. En muchos niños el temor a los animales está relacionado con la actitud que toman sus figuras de apego frente a ellos, por ejemplo, no es lo mismo que ante un animal desconocido preguntar “¿muerde?” a consultar si el niño puede tocarlo, las palabras que usamos tienen una pregnancia que en los niños genera una idea de peligro. Así mismo, es importante respetar los tiempos del niño no exponiéndolo al animal por el cual siente temor. Es necesario ir hablando sobre las conductas esperables, anticipándoselas (olfatear, lamer, saltar etc.), enseñándole como acercarse, estableciendo de esta manera un vínculo de confianza y seguridad.

Entre el 30% y el 50% de los niños padecen en algún momento una fobia; parte de estos miedos resultan transitorios y se resuelven a corto plazo. Cuando surge la fobia debemos tener en cuenta cómo aparece el cuadro: observar la intensidad, duración de los síntomas, el grado de interferencia en el funcionamiento de la vida del niño, modo de aparición del cuadro, posibles desencadenantes recientes y modo de reaccionar del entorno frente a la aparición de los síntomas.

 Freud estudio a través del “caso Juanito” la fobia infantil, vinculándola con el complejo de Edipo y las fantasías de castración en relación con el rival paterno; este es el temor que se proyectara a un animal conocido y presente en la vida del niño.

 La Teoría del Apego realiza una lectura diferente de  este historial, postula que el causante de la fobia fue el vínculo disruptivo que tenía Juanito con su madre, quien lo amenazaba con irse o dejarlo solo cuando no se portaba bien, de esta manera plantea que la génesis de la angustia es frente al abandono y la angustia de separación

CONCLUSIÓN

Ya sea como mascota o como facilitador terapéutico los animales domésticos han acompañado incondicionalmente al ser humano a lo largo de la historia. La solidez del vínculo, así como el intercambio afectivo es sin duda un sanador de heridas pasadas dando una nueva oportunidad para construir una base y un puerto seguros a donde recurrir.

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María Casariego de Gainza

María Casariego de Gainza

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