NÚMERO 21 | Mayo 2020

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Lecturas sobre violencias y genocidios. Lo inhumano de lo humano | Liliana P. Feldberg

Transcurridos 75 años de la liberación de Auschwitz, marca radical del exterminio cometido por Alemania, sugiero revisar aquellos patrones comunes que poseen las sucesivas prácticas de violencia extrema llevadas adelante a lo largo del siglo XX, como así también en este siglo, considerados verdaderos genocidios. Se ha escrito mucho desde el Psicoanálisis tratando de inteligir algunas de las motivaciones inconscientes y apelando a conceptos como pulsión de muerte, lo abyecto o pulsiones destructivas que pudieran determinar la discriminación y la eliminación del semejante, devenido en enemigo a erradicar. Propongo reflexionar sobre la cuestión de la crueldad como una de las condiciones subyacentes que llevaron a la supresión del otro, como modo de sostener una de las formas de la violencia organizada, pasando a ser un rasgo exclusivo de la especie humana. Y, a su vez, pensar sobre las marcas en el psiquismo que han quedado en las víctimas de la crueldad y la violencia llevada a su máxima expresión.

Han transcurrido 75 años de la liberación de Auschwitz, marca radical del exterminio cometido por Alemania, una de las naciones más cultas de Europa y, a la vez, la misma que planificó y ejecutó la masacre sistemática de seis millones de seres por el solo hecho de ser disidentes del régimen nazi. Así fueron asesinados Testigos de Jehová, homosexuales, gitanos, eslavos e incluso los “arios” afectados de enfermedades mentales o hereditarias. Sin embargo, quienes mayoritariamente fueron masacrados eran los judíos europeos, fundamentalmente por ser considerados inferiores, motivo suficiente para su eliminación total. Y a esta masacre cometida por los alemanes se la conoce como Holocausto.

El término Holocausto proviene del griego: hólos, ‘entero’; y kaíō/, ‘quemar’, y se refiere literalmente a una “víctima que se abrasa entera”, ritual religioso recogido de la Biblia en el que se incineraba una o más ofrendas en honor a Dios. El uso de este término ha sido muy cuestionado, ya que en su contexto religioso se utiliza como un sacrificio voluntario. Por ello, la Escuela Internacional para el Estudio del Holocausto del Museo Yad Vashem de Jerusalén propuso la palabra Shoah en lugar de Holocausto.

La posible traducción de la palabra hebrea Shoah es “desastre”, “devastación”, “catástrofe”. Tanto Shoah como Holocausto intentaron abarcar todo el proceso que utilizaron los nazis hasta llegar al exterminio en las cámaras de gas y a la desaparición de los cuerpos en los crematorios.

El Holocausto, el programa nazi para asesinar a todos los judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial, puede ser actualmente definido como genocidio.

Se considera genocidio a la destrucción coordinada y planificada de un grupo de personas; son los actos cometidos “con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal”. Será recién en 1948 que se establece la convención para la prevención y la sanción del delito de genocidio por la Asamblea General de las Naciones Unidas. No obstante, algunos crímenes de lesa humanidad como el uso de trabajos forzados, la matanza masiva de civiles, la confiscación de bienes y la deportación pueden ser un preludio del genocidio o parte de su ejecución.

El Holocausto, entendido como el genocidio paradigmático, puede ayudar a entender otros genocidios, atrocidades en masa, y violaciones de los derechos humanos.

Basta revisar la historia del siglo xx y del actual siglo xxi, para constatar que todos los genocidios de la modernidad comparten algunos patrones comunes: la deshumanización, el racismo, la deportación y el uso de técnicas modernas para exterminar a poblaciones enteras; también la posterior negación y los intentos de relativizar las acciones de exterminio y, en muchos casos, años de impunidad absoluta.

Una larga cadena de violencia y destrucción entre las que podemos incluir el genocidio contra los armenios, asesinato ejecutado por el Imperio Otomano — actualmente Turquía— entre 1915 y 1923 y en el que murieron un millón y medio de personas; la limpieza étnica de los Rohingya, en el noroeste de Myanmar o el de Camboya, durante la década de los 70, en el que el país entero se convirtió en un gran campo de concentración y exterminio. Una larga cadena de destrucción, decíamos, a la que se pueden agregar los crímenes cometidos por las dictaduras latinoamericanas como en Argentina a partir de 1976. O la de Ruanda, en los 90, en el que la minoría tutsi fue masacrada por los hutus; los campos de concentración de la ex Yugoslavia con matanzas sistemáticas como la de Srebrenica —actual Bosnia Herzegovina— considerada la peor masacre cometida en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Y también el de Darfur en Sudán, en 2004, que fue reconocido como el primer genocidio del siglo xxi. 

Reflexionar acerca de cómo los nazis llevaron adelante la llamada “Solución Final” —eufemismo utilizado para referirse al exterminio— comporta la idea de un “problema” previo, la existencia indeseable del diferente, considerado inferior y al que hace falta darle una solución: su total desaparición. (Klemperer, 1947)

El campo de concentración de Auschwitz ha quedado como símbolo del exterminio.

No obstante, no fue el único campo de concentración. Antes que este, fue Dachau destinado a los individuos a los cuales se consideraba un peligro para la seguridad del estado. Y, cuando sus instalaciones resultaron insuficientes, se construyeron, ampliaron y perfeccionaron campos de concentración en diversos lugares de Alemania y países anexados como Buchenwald, Sachenhausen, Gross-Rossen, Flossenbürg, Ravensbruck (el único destinado sólo a mujeres) y Mauthausen, en Austria; algunos de ellos, campos de trabajo forzado.

“En Auschwitz no se moría, se producían cadáveres”, decía E. Cohen en Los narradores de Auschwitz.

Previendo oleadas de prisioneros rusos a los que habría que exterminar, se decidió la construcción de un nuevo campo, junto a la villa de Brzezinka, conocido también como Auschwitz-Birkenau o Auschwitz II. Y es en este segundo campo que se construye una serie de cámaras de gas y crematorios que lo convertirán en el lugar paradigmático del genocidio. Le seguirán Chelmno, Belzec, Treblinka y Sobibor considerados verdaderos campos de exterminio.

El elemento singular que introducen los campos de exterminio es la muerte por gas. Y no es sólo el hecho de la industrialización de la muerte. Para poder concretar la matanza, se tornó imperativo establecer un ámbito de anonimato absoluto. Esa es la posibilidad que la muerte por gas introducirá: la negación del crimen en el momento mismo de cometerlo. Si la víctima es anónima, ello autoriza el anonimato del asesino y, de este modo, se diluye su responsabilidad. (Cosaka y Sneh, 1999)

 

En 1997 hacíamos un comentario sobre el libro de J. Milmaniene El Holocausto, una lectura psicoanalítica en la Revista Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados, número 23.

Mucho se ha escrito desde el Psicoanálisis para tratar de inteligir algunas de las motivaciones inconscientes, apelando a conceptos como pulsión de muerte, lo abyecto o pulsiones destructivas que pudieran determinar la discriminación y la eliminación del semejante devenido en enemigo a erradicar. Y no sólo como condición de posibilidad en ciertas patologías, sino presente en todos los seres humanos.

¿Cómo explicar aquello que subyace a semejantes prácticas aberrantes?

Poder pensarlo desde la crueldad nos permite quizás agregar una de las condiciones subyacentes que llevaron a la supresión del otro como modo de sostener la llamada supremacía.

George Bataille definía la crueldad como una de las formas de la violencia organizada, pasando a ser un rasgo exclusivo de la especie humana.

Es un modo de violencia que se despliega para anular cualquier modo de alteridad. Y se transforma en violencia organizada para hacer padecer a otros sin conmoverse.

Como dice Ana Berezin: nada de lo humano nos es ajeno”. Se refiere a que la crueldad es potencial en el interior de cada uno de nosotros, el aspecto más horroroso de nuestra condición humana que instala lo inhumano formando parte de lo humano.

Se trata de una potencialidad del ser humano que se efectiviza en determinadas condiciones micro y macro socio-históricas.

No es la diferencia lo que genera la crueldad, es la crueldad la que genera una diferencia radical .Haciendo que el otro sea objeto de crueldad. Se construye una diferencia radical y al mismo tiempo se decide la destrucción de esa diferencia encarnada por el otro u otros, por su condición de humanidad no admitida para sí.
La crueldad en su accionar parcial (torturas, infligir dolor físico y psíquico, fragilizar la potencialidad defensiva del otro provocando todo tipo de sufrimiento) o total (provocar la muerte) Es así que esos cuerpos esclavos torturados humillados, dominados, dolientes, garantizan con su presencia la unidad inmortal donde el otro no es ni necesario ni deseado ni amado ni odiado ni rechazado ni perdido ni encontrado.
El otro ya no es un problema. Si el otro ya no es un problema, ya no hay riesgo de sufrimiento, no habrá indefensión y desamparo. Así la muerte es el otro y el otro es ajeno y así ha sido derrotado.
Y es en Auschwitz en donde ha alcanzado su máxima expresión, su testimonio paradigmático. (2010)

 

En el mismo sentido, Fernando Ulloa ubica la crueldad como una disposición latente que forma parte de la estructura psíquica de todo sujeto en la cual existen puntos ciegos no advertidos por el propio sujeto, por lo que va a plantear que el origen de la crueldad se vincula con la falencia de la ternura como primer anidamiento, como primer amparo que recibe el recién nacido. Serán necesarios dispositivos socioculturales posteriores que sostengan el accionar de los crueles, o bien, no reparen ese origen fallido de la subjetividad o que, por el contrario, lo acrecienten. Es así que en el pasaje de lo cruel a la crueldad va a describir cuatro formas:

  • Lo cruel, acostumbrada presencia con la que se convive, a veces, incluso, en connivencia.
  • Las inoculaciones siniestras en el superyó presentes en calidad y grados distintos en todo sujeto humano, que representan precisamente los puntos disposicionales hacia la crueldad. No solamente aquellos reactivados en un dispositivo cruel, sino los puntos disposicionales de un superyó sádico.
  • La indiferencia frente a lo cruel que es la manifestación más frecuente y el origen de una ética pasiva sólo limitada a no hacer el mal.
  • La vera crueldad, propia del atormentador, que resulta de la violencia del ejecutor y el desamparo de la víctima que están enmarcados en un dispositivo sociocultural (avalado y montado por los cómplices intelectuales) con pretensión de impunidad, siendo condición que el ejecutor sea realmente maligno, es decir, sin ningún lugar para el remordimiento. Así, se hace impune frente a sí mismo, arrojando todo vestigio de consciencia moral en relación con sus actos.

Cada vez que algún saber o alguna cultura distinta amenacen conmover su precaria estructuración psíquica, el cruel desplegará tres acciones: la exclusión de lo que considera distinto, el odio y, cuando pueda, la eliminación lisa y llana, no sólo del saber contradictorio, sino de quien lo sostiene.

Y si bien esta descripción refiere a la singularidad de aquellos considerados crueles ¿cómo explicar la crueldad colectiva de grandes masas sociales atrapadas en un accionar participativo o en indiferencia con distintos grados de complicidad?

Será necesario retomar entonces la latente disposición universal hacia la crueldad. Una latencia que va desde un contenido rencor, pronto a desplegarse, a verdaderos escotomas psíquicos promotores de indiferencia. Será el oportuno surgimiento del dispositivo social, generalmente en la forma de políticas lideradas por crueles déspotas, con frecuencia sumado a descalabros socioeconómicos, lo que hará que unos se sumen en el accionar cruel, y otros en la complicidad indiferente. Entre ambos todos los matices de la renegación. (Ulloa, 2000)

 

Finalmente va a proponer el “acontecer de la crueldad” como propia consciencia de la disposición personal que en grados distintos habita a todo sujeto. Este acontecer es el pasaje intrapsíquico de lo cruel, en su estado latente, a la asunción ética de la propia disposición para la crueldad como toma de consciencia.

¿Y qué decir acerca de las marcas que han quedado en las víctimas de la crueldad y la violencia extrema? ¿Cuáles han sido los efectos en su psiquismo?

Lo que ha predominado frente a la devastación no es solo angustia, sino fundamentalmente dolor psíquico, aquel que se mantendrá constante a lo largo del tiempo.

El accionar cruel, especialmente en el universo concentratorio, generó el enmudecimiento de la lengua, el mutismo y el resquebrajamiento del sujeto. Es por ello que muchos de los sobrevivientes necesitaron no menos de dos o tres décadas para poder volver a rememorar y hablar sobre lo padecido.

Tal vez solo unos pocos que lograron volver, apenas finalizado el universo concentratorio, pudieron decir, escribir, narrar su historia como fue el caso de Primo Levi, Semprun, Kertesz, Améry, Wiesel, Bettelheim, entre otros.

Como decía Primo Levi: “Se debe sobrevivir porque se debe contar”.

Y Mariano Horestein:

Sobrevivientes que no solo albergaron un saber acerca de ellos mismos y de lo que han vivido, sino que además han atravesado una experiencia que roza lo inimaginable, lo cual carga a sus relatos con el peso de un testimonio único. Convertidos, muy a su pesar, en exploradores del límite, de los confines de la experiencia humana. O más bien de la conditio inhumana a la que se refería Améry. (2011)

 

Sobre ellos ha recaído un poderoso efecto de quien legítimamente han tenido algo que alertar, algo que denunciar y que en muchos casos se encontraron con un desierto de oídos sordos.

La violencia, las torturas y violaciones de los derechos humanos no constituyen un aspecto nuevo de la humanidad.

No existen modelos que permitan predecir actos de violencia masiva, humillación y anulación del otro, pero ¿cómo anticipar las señales de alerta y los factores que predisponen a la violencia extrema y al genocidio?

Aquello que no accede al territorio de la palabra sabemos que continúa insistiendo, por lo cual, hablar, pensar y escribir sobre el horror y la violencia extrema posibilitará un efecto de transmisión de manera de “perimetrar lo siniestro”.

Bibliografía

Améry, J. (2004). Más allá de la culpa y la expiación. Tentativas de superación de una víctima de la violencia. Valencia: Pretextos.

Artinian, J. P. (2015). El genocidio a partir de una mirada histórica. Desde el siglo xx y el Genocidio Armenio hasta los crímenes contra la humanidad del siglo xxi. Recuperado de https://www.vocesenelfenix.com/content/el-genocidio-partir-de-una-mirada-hist%C3%B3rica-desde-el-siglo-xx-y-el-genocidio-armenio-hasta-l

Bauman, Z. (1997). Modernidad y Holocausto. Madrid: Sequitur.

Benslama, F. (2006). La representación y lo imposible. Psicoanálisis, 28(2), pp- 247-273.

Berezin, A. (2010). Sobre la crueldad. Buenos Aires: Psicolibro.

Cohen, E. (2006). Los narradores de Auschwitz. México, Fineo.

Cosaka, J. C. y Sneh, P. (1999).  La Shoah en el siglo. Buenos Aires: Xavier Bóveda Ediciones

Horestein, M. (2011) Lo que debe llevar el habla sin decirlo. Notas sobre la interpretación después de Auschwitz. Revista Uruguaya de Psicoanálisis, (113), pp. 29-54. Recuperado de https://www.apuruguay.org/apurevista/2010/16887247201111303.pdf

Klemperer, V. (1947). LTI: La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo. Barcelona: Minúscula.

Levi, P. (1989). Los hundidos y los salvados. Barcelona: Muchnik Editores.

Milmaniene, J. (1996). El Holocausto. Buenos Aires: Paidos.

Munté Ramos, R. (2011). La ficción sobre el Holocausto: silencio, límites de representación y popularización en la novela Everything is Illuminated de Jonathan Safran Foer (tesis doctoral). Universidad Ramon Llull, Barcelona. Recuperado de file:///D:/Usuario/Downloads/Tesi%20doctoral%20Rosa-%C3%80uria%20Munt%C3%A9.pdf

Ulloa, F. (1999) .Notas para una clínica de la crueldad”. Clínica y Análisis Grupal, 21(80), pp. 17-22. Recuperado de https://www.imagoclinica.com/psicoanalisis/notas-para-una-clinica-de-la-crueldad/

——- (2000). Una perspectiva metapsicológica de la crueldad. Recuperado de http://www.psicomundo.com/foros/egp/crueldad.htm

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Liliana P. Feldberg

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