NÚMERO 30 | Octubre 2024

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Lecturas íntimas | Andrea Burcaizea

Lecturas íntimas que dejan de ser privadas. Una autora que lleva y muestra al lector las vacilaciones y derroteros que sigue la línea de sus pensamientos. Asociaciones que discurren con suma libertad. Revela lo que no se ve en ese momento de intimidad que se alcanza al entregarnos a la lectura.  Con un estilo dinámico que invita a seguirla refiere situaciones o sucesos que todo lector atraviesa y deja entrever sugestivas ideas referidas al duelo y al uso del arte en su función restauradora.

No se olvida, 

 pero algo de átono se instala en uno 

Roland Barthes 

Si se acercan a este breve escrito con la esperanza de encontrar teorizaciones psicoanalíticas, me siento obligada a anticiparles que los voy a decepcionar. Por supuesto que me gusta leer psicoanálisis vuelvan la vista al título de este artículo—, me gusta lo que dice y cómo lo dice. Y seguramente van a encontrar algunas citas por aquí y por allá, pero el nudo que intentaré desatar en estos párrafos va a ser otro. 

Me pasa que cada vez que escucho referentes en una charla o los leo y ellos recomiendan textos que me interesan o bien los incluyen en citas bibliográficas, corro casi compulsivamente a comprar el libro que mencionan. 

      Muchas veces, lo que hago es anotarlo en la lista que tengo en la última hoja de mi agenda. Asterisco, autor, nombre del libro. Algunos, los más afortunados, con el tiempo los fui tachando y ahora están en mi biblioteca¹.

       Me pasa también, y este es uno de los secretos que vengo a confesar, que son pocos los libros que de manera sostenida y hasta el final me invitan a zambullirme en ellos de cabeza. “Todo me interesa y nada me atrapa” escribe Pessoa (2015, p. 56). 

Son muchos menos los libros que leo de cabo a rabo y de un tirón. Apenas unos pocos los que leo y releo varias veces. 

      Otra confesión. Hace unos diez años, a través de un tweet, una lingüista recomendaba el libro El año del pensamiento mágico de Joan Didion, escritora norteamericana nueva para mí. Ese libro lo leí de un golpe. Lo que en verdad me hizo amarlo fue, otra vez, el qué y el cómo: la crónica o memoria de un duelo. Y lo leí varias, muchas veces, lo subrayé, lo tengo marcado por todos lados, resaltado con distintos colores. 

Y esta misma autora, en otra memoria, de otro duelo (!), esta vez con el título Noches Azules (Didion, 2012), escribía: 

Sé que ya no puedo llegar a ella. 

Sé que si intento llegar a ella […] ella se me deshará en las manos. Se esfumará. 

Se adentrará en la nada… 

Se apagará como se apagan las noches azules, se irá igual que se va la claridad. 

Se volverá al azul. 

… 

Conozco la fragilidad y conozco el miedo. 

Uno no teme por lo que ha perdido. 

… 

Uno teme por lo que todavía no ha perdido. (pp. 149-150) 

      En otra oportunidad, viendo en la televisión una entrevista a la filósofa argentina Diana Cohen Agrest con motivo de la publicación de su libro Ausencia Perpetua, ella comentaba que ese libro era en verdad un ensayo sobre la muerte de su hijo recientemente fallecido en un hecho ridículamente injusto. Algo de lo que dijo sobre el libro, el título, sus ojos, su elegante dolor, (el qué, claro, no soy ingenua) me empujaron a comprarlo. Lo “devoré”. 

      Y recuerdo su voz escrita en una página diciendo: “Los sobrevivientes, inermes, intentamos protegernos entre nosotros, ocultando la aflicción a sabiendas de que el agujero no se tapa con nada” (2013, p. 30). 

El agujero no se tapa con nada. 

Las memorias de duelo son quizás un intento irrealizable de tapar ese agujero. 

Y leí en Nada se opone a la noche de Delphine de Vigan: “Posiblemente tenía ganas de rendir homenaje a Lucile [su madre], regalarle un ataúd de papel —pues me parece el más hermoso de todos— y el destino de un personaje” (2012, p. 73). 

Y también a Francisco Umbral en Mortal y rosa diciendo: 

Y por eso sigues hablándome siempre, y este libro no se cierra, sino que queda eternamente abierto entre tú y yo, porque seguimos dialogando noche y día, y la sustancia de mi vida no es ya otra cosa que este diálogo. Si supieras, hijo, desde qué páramo te escribo, desde qué confusión de lágrimas y ropas, desde qué revuelta desgana. (1999, p. 102). 

También recuerdo que Roland Barthes el 27 de octubre de 1977 escribió en su Diario de duelo: “Todo el mundo conjetura así lo siento- el grado de intensidad de un duelo. Pero imposible (signos irrisorios, contradictorios) medir hasta qué punto alguien ha sido alcanzado” (s/d, p. 5).

       Me hubiera gustado, me gustaría, leer más, muchísimo más. Y pienso mucho sobre eso, y es verdad que libros hay millones, solo “tengo que…” ¿tengo?que leer aquellos que me gustan, que me conmueven, que me atrapan, que me hacen perderme de mí misma, para estar más conmigo que nunca. 

       Entonces, me puse a pensar: ¿cuál es el “cómo” del “qué” de esos libros que tanto me atraparon y que tienen tanto que ver con mi modo íntimo de leer? Me pregunto por “… la cualidad, opaca y enigmática”, dijo Lacan (2024, p. 64). 

       Me gusta que tengan, de algún modo y como dice Rilke “…callados y escondidos arranques hacia lo personal” (1980 [1929], p. 24). 

       Pero mi lectura no es ni callada ni escondida. Las memorias tampoco. ¿Por qué leo memorias? ¿Por qué de duelos? 

Algo de textura teórica 

       Es bien sabido que el arte, en todas sus expresiones, alivia. Alivia dolores, penas, sufrimientos; y también nos permite vestirnos con nuestras fantasías. 

       “Sí, el Arte habita en la misma calle que la Vida, pero en un lugar diferente, el Arte que alivia de la vida sin aliviar del vivir, que es tan monótono como la vida misma, pero que lo es en otro lugar” Pessoa (2015, p. 55). Y Pessoa quizás habla sin decirlo de principio de realidad y principio de placer. El principio de placer, que dominaba en los orígenes, poco a poco se va subordinando al principio de realidad, pero sobrevive en muchas actividades que el sujeto tiene a mano: culturales, religiosas, las fantasías, los juegos, los sueños. 

       Esta oposición entre principio de placer y principio de realidad se correlaciona con la oposición entre el proceso primario y el proceso secundario que corresponde a los dos modos de circulación de energía: libre o ligada. 

       En el texto La interpretación de los sueños (1900) Freud describe cuatro procesos que intervienen en la formación de los sueños: condensación, desplazamiento, el miramiento por la figurabilidad y la elaboración secundaria (dentro del trabajo del sueño). Para continuar con el recurso que cité de Pessoa de la misma calle, encontramos que en la misma vía que el sueño circulan en el discurso figuras como: la metáfora, la metonimia, la sinécdoque, el oxímoron, etc. 

       Jean Le Galliot en Psicoanálisis y lenguajes literarios sostiene que la lectura invierte la dirección de los procesos obligando al lector a restituir los significados desplazados, diluir las condensaciones, transformar las metáforas en comparaciones explícitas y racionalizar las incompatibilidades del discurso. Y agrega: “El lector restablece lo que está ausente, censurado o prohibido” (1977, p. 147). 

       Pero ahora y un poco más acá, de mi lado, me pregunto por qué como lectora de este tipo de escritos, las memorias, obtengo placer de aquello que, en definitiva, son las formas de decir de otro, formas de decir del autor como sujeto. 

Dice Freud en Personajes psicopáticos en el escenario que el autor-actor del drama le posibilita al espectador-lector la identificación con el héroe. Y agrega: 

Por tanto, tema del drama son todas las variedades de sufrimiento; el espectador [a los efectos de este artículo, el lector] tiene que extraer de ellas un placer, y de ahí resulta la primera condición de la creación artística: no debe hacer sufrir al espectador, ha de saber compensar la piedad que excita mediante las satisfacciones que de ahí pueden extraerse. (1942 [1905 o 1906], p. 278). 

Y en El creador literario y el fantaseo también dice: 

El poeta atempera el carácter del sueño diurno egoísta mediante variaciones y encubrimientos, y nos soborna por medio de una ganancia de placer puramente formal, es decir, estética, que él nos brinda en la figuración de sus fantasías. A esa ganancia de placer que se nos ofrece para posibilitar con ella el desprendimiento de un placer mayor, proveniente de fuentes psíquicas situadas a mayor profundidad, la llamamos prima de incentivación o placer previo. Opino que todo placer estético que el poeta nos procura conlleva el carácter de ese placer previo, y que el goce genuino de la obra poética proviene de la liberación de tensiones en el interior de nuestra alma. (1908 [1907], p. 135). 

       Como todos sabemos el postulado teórico de la prima de incentivación lo utilizó Freud en su texto El chiste y su relación con lo inconsciente de 1905. Se obtiene placer en la situación que se nos ofrece, placer cuya obtención de manera natural y por sí sola se encontraría estorbada; esta prima de incentivación funciona al modo de un plus, con un mínimo monto [de placer] otorga un placer mucho mayor. El placer previo, teorizado en el texto Tres ensayos de teoría sexual (1905) dice, sintéticamente, que se tolera el incremento de excitación en vista al placer final, la descarga. 

       Además, en relación a estos dos conceptos, leemos otra vez en Personajes psicopáticos en el escenario, que lo que obtengo de y en la lectura es el, cito, “…desahogo de los afectos…” (1942 [1905 o 1906], p. 277)

       Tradicionalmente decimos que se sublima en la producción artística, pregunto: ¿se sublima en la lectura? Coincido con Le Galliot (1977) cuando afirma que la lectura como cualquier actividad, es sublimación. 

       Transcribo ahora un párrafo del libro De exilios y márgenes en psicoanálisis. Acerca de más allá del principio del placer (Frenkel, Mandet, Vaqué, 2003) en el que los autores delimitan el concepto sublimación. 

Sabemos todo lo que la sublimación no es: no es un síntoma, aunque sí un retorno; no es una idealización, aunque conforma a los ideales; no es una pulsión de meta inhibida, aunque como ellas, está socialmente aceptada; no es una identificación, aunque sí pulsión desexualizada; no es una 

satisfacción directa, pero implica placer; no se relaciona con el objeto, pero se obstina en perseguir “la cosa” (p. 38). 

      Y casi al final de ese capítulo afirman: “Cualquier actividad humana (…) puede lograr un efecto sublimatorio, sin necesariamente alcanzar la posición de los grandes creadores, pero sí en tanto da acceso a una nueva forma” (p. 62). 

Y agregan: 

En el artesano, en el hacedor de utensilios, en el trabajador cotidiano de la ciencia, en la pareja analítica…; en todos ellos puede reflejarse con diversas intensidades el efecto sublimatorio, en la medida en que cada uno de ellos se atreva, encuentre condiciones que le posibiliten asomarse a ese abismo que nos constituye para procesarlo creativamente. 

Todo creador inventa, destruye y resucita. (p. 62). 

       Actualmente, el libro La escritura del duelo de Victoria Díaz Facio Lince me está llevando de la mano en esto de pensar sobre aquellos textos que conforman mis lecturas íntimas. Y siguiendo a Paul Ricoeur la autora sostiene que el lector debe alcanzar dos objetivos: el primero será interpretar lo que propone el autor de la crónica de su duelo en el texto concretamente y relacionarlo con lo no textual; el segundo, vincular dicha propuesta con la propia existencia en tanto lee y se apropia de lo leído. 

       Y en ese camino guiada por Facio Lince aprendo que Gérard Gennette, escritor, crítico y teórico literario francés, sostuvo que los paratextos son distintas formas de producir discurso y que se sitúan en el limen de una obra, en esa zona intermedia o de paso entre el exterior y el interior. Los epígrafes, por ejemplo, son un tipo de paratextos, más exactamente peritextos, y se emplazan dentro del mismo cuerpo material de la obra. Y tienen implícitamente cuatro funciones: a) efecto como signo de época, b) esclarecer el título de la obra, c) referente de autoridad en que el texto se apoya, c) operar como una especie de comentario o coloración que se pretende dar a la obra. El epígrafe que elegí para acompañar estos párrafos lo colorean. 

       ¿Por qué memorias? ¿Por qué de duelos? ¿Por qué la insistencia pulsional en volver una y otra vez a estos escritos? Porque ellos me dan las palabras que no encuentro y con las que tengo que lidiar; aunque a mí misma me asombre y me hiele los dedos al estar escribiendo. 

Andrea Burcaizea²

Notas al pie

  1. Pequeña digresión: Circula mucho en redes y en estos últimos tiempos una palabra en japonés, Tsundoku, que designa la acción de comprar libros y no leerlos.
  2.  andreaburcaizea@gmail.com 

Bibliografía

Barthes, R. Diario de duelo, Edición independiente, [s/d]. 

Cohen Agrest, D. (2013), Ausencia perpetua (Inseguridad y trampas de la (in)Justicia, Buenos Aires, Debate. 

de Vigan, D. (2012), Nada se opone a la noche, Barcelona, Anagrama. 

Díaz Facio Lince, V. E. (2019), La escritura del duelo, Bogotá, Universidad de los Andes – Universidad Eafit. 

Didion, J. (2012), Noches azules, Barcelona, Random House Mondadori S.A. 

Frenkel, P; Mandet, E y Vaqué, M. (2003), De exilios y márgenes en psicoanálisis. Acerca de más allá del principio del placer, Buenos Aires, Ediciones de poesía y psicoanálisis. 

Freud, S. (1986), El chiste y su relación con lo inconsciente. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Completas Sigmund Freud (Vol. 8), Buenos Aires, Amorrortu. (Trabajo original publicado 1905). 

Freud, S. (1978), Personajes psicopáticos en el escenario. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Completas Sigmund Freud (Vol. 7), Buenos Aires, Amorrortu. (Trabajo original publicado 1942 [1905 o 1906]). 

Freud, S. (1978), Tres ensayos de teoría sexual. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Completas Sigmund Freud (Vol. 7), Buenos Aires, Amorrortu. (Trabajo original publicado 1905). 

Freud, S. (1984), La interpretación de los sueños. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Completas Sigmund Freud (Vol. 4 y 5), Buenos Aires, Amorrortu. (Trabajo original publicado 1900-1901]). 

Freud, S. (1986), El creador literario y el fantaseo. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Completas Sigmund Freud (Vol. 9), Buenos Aires, Amorrortu. (Trabajo original publicado 1908 [1907]). 

Lacan, J. (2024), El seminario de Jacques Lacan: libro 7: la ética del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós. 

Le Galliot, J. (1977), Psicoanálisis y lenguajes literarios. Teoría y práctica, Buenos Aires, Librería Hachette S.A. 

Pessoa, F. (2015), Libro del desasosiego, Buenos Aires, Emecé. 

Rilke, R. M. (1980), Cartas a un joven poeta, Madrid, Alianza Editorial S.A. (Trabajo original publicado en 1929). 

Umbral, F. (1999), Mortal y rosa, Madrid, Unidad Editorial S.A.

Acerca del autor

Andrea Burcaizea

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