La magia me autoriza a desobedecer y a morirme en la paz
de los que saben que la piel es un límite impreciso.
Liliana Bodoc
Desde una perspectiva psicoanalítica, la intimidad se relaciona con la capacidad de compartir consigo mismo y con otros, pensamientos, sentimientos y experiencias, lo que posibilita la formación de vivencias y vínculos emocionales satisfactorios sentando las bases de la identidad.
Si nos deslizamos hacia lo musical diremos que esa melodia, esas ensoñaciones que nos hacen sentir en nuestro espacio, vivenciando un sentimiento oceánico pero compartible, tal vez se acerque a la experiencia de la intimidad. Esa que nos hace vivenciarnos únicos, omnipotentes, frágiles y que favorece el despliegue del “sentimiento de ser” (Winnicott, 1965) aunado a la vivencia de libertad. Tal vez solo una vez logrado ese ámbito de amparo e integración subjetiva, resulte posible iniciar la exploración hacia el exterior, habiendo previamente construído a “alguien” capaz de sentir desde “su propio lugar”.
Pero cómo abordar la noción de intimidad? Se trata de un espacio vincular o de un ámbito subjetivo? De un logro a alcanzar? Una función? Una capacidad?
Los invito a explorarla brevemente desde algunas perspectivas y articularlas con la clínica.
Funciones y facetas de la intimidad.
1- Función de protección.
En tiempos de “psicosis de masa” (Berardi, 2022) y en los que las más crueles fantasías paranoides de exclusión y exterminación se encuentran realizadas en la psicoesfera se hace necesario resaltar la función protectora de la intimidad en tanto búsqueda del resguardo de la mirada del otro potencialmente violento ya que constituye una condición para darle continuidad a la “vivencia de existir¨. El ámbito íntimo se construye fuertemente articulado al espacio de la fantasía, como espacio transicional de juego. Se ubica entre el “verdadero self” tan sagrado como intocable y del “falso self” que nos posibilita el intercambio social y el resguardo de aquellos aspectos tan frágiles como valiosos.
2- Función de transición entre sí mismo y el otro.
La intimidad concebida desde lo relacional alude al contacto con un “otro” con quien se comparte un código común, un lenguaje único, una inmersión en el sentimiento oceánico en el que el otro y lo propio se funden. También como espacio de ensayo y como despliegue del placer de explorar.
Nombraremos los siguientes aspectos dejando su análisis para futuros desarrollos.
3- La capacidad para la confidencialidad: una potencialidad a desplegar.
4- Arrasamiento de la intimidad: ataques a los fundamentos del ser y sus huellas psíquicas.
Psicoanálisis e intimidad
Si hay un concepto que atraviesa al psicoanálisis abarcando al de inconsciente y al de transferencia es el de capacidad de intimidad. Considero que no es posible desarrollar la transferencia sin habitar el espacio íntimo. A su vez la “capacidad de estar a solas” -prima hermana de la intimidad- caracterizada por la presencia cercana de un “otro” que preserva la posibilidad de desarrollar la singular experiencia introspectiva, baliza el camino de la salud emocional, de la exploración placentera de los meandros subjetivos.
Y -si bien podemos pesquisar al inconsciente en el síntoma y el acto fallido- es en la experiencia del contacto íntimo con lo pulsional más crudo y su elaboración retrospectiva donde alcanza su desarrollo más potente y singular. Donde alguien, a través de enfrentarse a su dolor de sentir que no es quien pensaba ser, puede emprender la travesía de descubrir-crear “su verdad” subjetiva.
Cuál es el lugar de la intimidad en la clínica con niñ@s y adolescentes?
Haciendo eje en el concepto a explorar diremos que nuestro trabajo clínico puede pensarse y cobra sentido si nos dirigimos a ampliar los horizontes de la intimidad y -si no está construida- buscar sentar sus bases. Propongo dos viñetas clínicas para pensar algo de estas ideas.
Niñez
El trabajo terapéutico con una niña de 8 años a quien llamaré Xing nos va a posibilitar desplegar ciertos avatares de la intimidad.
Durante las sesiones virtuales en un inicio compartía un espacio único con la madre quien escuchaba sus palabras y las mías a través de la computadora. De a poco y a medida que en el vínculo fuimos alcanzando zonas emocionales de mayor elaboración pudo decir: “Capaz que es mejor con auriculares…”. Así, mis palabras fueron siendo, de a poco, sólo para ella… En otros momentos fue a través de su enojo que construía ámbitos subjetivos diferenciados diciendo: “Papá!! Calláte que no escucho nada!!! Cerrá la puerta!!”
Durante los juegos virtuales por momentos buscaba hacerme objeto de sus pulsiones sádicas. Esa fue la oportunidad que encontré para ir introduciendo los sentimientos de dolor y de sufrimiento “del otro”. Es decir que al ir haciendo tope al empuje pulsional, se fue enriqueciendo el espacio transferencial a través de la introducción de la responsabilidad por sus aspectos crueles (Actis Caporale,2023) dando lugar a desarrollar posicionamientos subjetivos e interrogantes que complejizaron su mundo interno. A su vez mediante juegos y generosas propuestas de viajes me invitaba a compartir aventuras amistosas que la entusiasmaban constituyéndome en facilitador de la libertad y construcción del sentido de su jugar.
Así en un espacio exploratorio y seguro a la vez -ámbito del “estar a solas” e intimidad cuidada- pudo ir hablando de sus sentimientos de injusticia respecto a los padres y de su deseo de “hacer lo que quería” alejada del control parental y familiar.
Adolescencia
Para dar cuenta de la intimidad en la adolescencia hablaremos de Mateo (14 años) para quien la ansiosa intrusión parental en su cuerpo marcó un freno en el proceso de construcción de su subjetividad. La limpieza anal que los padres tomaron a su cargo hasta avanzada edad desarrolló en Mateo el sentimiento de inermidad. Así no pudo registrar la necesidad corporal, la articulación con una imagen inconsciente del cuerpo (Doltó, 1986) y la posterior elaboración de una respuesta subjetivada que contribuya al despliegue de la autoestima. En su reemplazo creó un “personaje” -modelo estereotipado de respuestas que se suponía garantidas- que lo encerraba en la copia de “modelos” con los que esperaba dar respuestas a ese “vacío de ser”. Esta modalidad hizo crisis en la adolescencia cuando se angustió ya que no “sabía qué hacer” ante cada nuevo desafío y lo dejaba sintiéndose inerme y perdido. Considero que Mateo no logró el grado de intimidad consigo mismo y sus conflictos pulsionales que lo pueda llevar a construir un self verdadero suficientemente consistente. Su análisis actualmente se desarrolla en el abordaje de esta problemática.
Trabajo psicoanalítico y capacidad de intimidad.
A partir de lo relatado acerca del trabajo analítico con Mateo y Xing podemos inferir que el daño o la no construcción de la capacidad de intimidad afecta al nivel identitario básico, al sentimiento de ¨self verdadero”, dejando al sujeto “sin saber quién es”, sin referencias propias y recurriendo a modalidades protésicas e idealizantes como defensa ante el dolor y la desorientación.
El enfoque analítico pesquisa los diversos daños, los diagnostica y a través de ese vínculo especializado en que consiste la terapia analítica emprende el camino de la construcción de la faltante capacidad de intimidad con el consiguiente daño en el verdadero self (Winnicott, 1996) y la reparación de lo dañado mediante el “uso” winnicottiano y comprometido del vínculo terapéutico.