Comité Editorial: Gracias por aceptar la entrevista para la Revista digital de la Escuela de Psicoterapia. Nos interesa conversar con vos por varios motivos: sos el presidente de la Institución desde hace un par de años y un psicoanalista comprometido. Para comenzar quisiera que nos contaras cómo fue que elegiste convertirte en psicoanalista entre todas las opciones que había para elegir.
Miguel Tollo: Es un honor y un gusto poder ser entrevistado por la Revista digital porque creo que, además de ser la Revista virtual de la Institución, se está prestigiando y el Comité Editorial está haciendo un trabajo muy bueno e interesante.
Pensaba el porqué del término conversión. Me resonó la idea, por el lado, de la conversión religiosa que supone un cambio de comunidad religiosa. También nosotros conocemos en el psicoanálisis la conversión histérica. Y, etimológicamente, tiene que ver con un giro, un cambio rotundo. Esto me parece apropiado para el psicoanálisis ya que pensarlo así impone un grado de implicación, de compromiso no solo emocional, sino existencial, ya que se compromete lo más íntimo del sujeto. Pensarlo como conversión es más amplio, en tanto que no solo supone un gusto o un interés por una materia o una temática, sino también, una serie de factores en la vida que a uno le va marcando ese camino.
CE: Pensando en la conversión y no exclusivamente en la elección como gusto. ¿Cómo describirías tu posición y los lineamientos que la orientan que la hacen consistir en una elección posterior?
MT: Creo que algunas de esas líneas tienen que ver con cuestiones familiares y sociales. Mi madre era muy lectora y en mi casa había libros de todo tipo; también de Psicología. Algo de eso me gustó, quedó ahí latente. Durante un tiempo, eso formó parte de mis intereses abriendo la curiosidad. Pertenezco a una época en la que se produjo la ruptura de algunos dogmas y aperturas. Creo que eso hizo que de alguna manera se me facilitara la posibilidad de elegir. Estos elementos de mi historia, lo epocal, mi familia están en el origen de la elección, de la conversión. Se van entramando luego con el propio análisis y creo que eso le da un sentido mucho más fortalecido a esos aspectos. También pienso que fue importante para mí el haber pasado por la experiencia del scoutismo. Fui dirigente scout y, en ese tiempo, vivíamos la influencia Paulo Freire, sobretodo quienes estábamos interesados en la pedagogía abierta. Allí trabajé con chiquitos de 7 a 10 años y con adolescentes que hoy podríamos incluir dentro de las debilidades mentales, psicosis y algunos autismos leves. Hacíamos campamentos y trabajos que me enriquecieron mucho y abrieron esta perspectiva que tiene que ver con la preocupación por el otro, es decir, de cómo pensar y posicionarse respecto del sufrimiento del otro. Esto también hace al posicionamiento como analista. El posicionamiento no es algo solipsista, sino que tiene que ver en el cómo este posicionamiento tiene alguna eficacia en la intervención en relación con el sufrimiento del otro.
CE: ¿Y esta experiencia del scoutismo se relaciona de algún modo con tu trabajo en el área de la clínica con los niños?
MT: Sí, entre otras cosas, esa experiencia tuvo que ver. Tenía un buen vínculo con los chicos. Quizás la persona que me sugirió trabajar con ellos, vio algo en mí que le pareció apropiado, alguna habilidad.
CE: Recordabas que tu mamá era muy lectora y que vos tuviste acceso a distintos libros, incluidos los de Psicología. También recordabas la influencia de la época, la política, el scoutismo y cómo, a partir de estos lineamientos, fuiste armando tu posición respecto del sufrimiento del otro. En estos recorridos hay una fuerte marca de lo libidinal. Voy a conectar esto con una situación actual. En este momento, sos el presidente de la AEAPG, pero desde hace años que perteneces a la Institución y recorriste diversos espacios. Desde este lugar, quiero invitarte a mirar hacia atrás en tus tiempos de formación dentro de la Institución y que podamos recorrer esas marcas libidinales que la Asociación dejó en vos y que hoy se plasman.
MT: Sí, me parece que no podría haber sido de otro modo. Creo que tuve la suerte de llegar a la Escuela, ya no recuerdo bien cómo llegué. Creo que fue a través de alguien que me la recomendó, como suele pasar. En ese tiempo no había tanta publicidad. Retrospectivamente, valoro tres características de la Escuela, entre otras. Una es la posibilidad del encuentro con el otro para compartir la práctica psicoanalítica. Y este encuentro caracterizado por la alegría y la ternura, desde la dimensión que Ulloa le dio a la ternura y Rodulfo, a la alegría. Estos son los elementos que nos permiten afrontar la difícil tarea del analista con el alojamiento del otro. Lo viví desde el inicio con la recepción de Liliana Ríos que te recibía con calidez, con los compañeros, en las supervisiones con Marité Cena, en el Equipo de Niños del Centro Rascovsky, en la Comisión Científica. Era poder pensar en voz alta y compartir con otros las ocurrencias. Marité, así como dejaba jugar a los chicos, a nosotros nos dejaba jugar con las ocurrencias y romper con dogmatismos. Esto tiene ese sustrato de alegría y ternura que te decía antes, cualidades fundamentales para poder pensar el psicoanálisis en una institución.
Lo otro que fui pensando fue una marca de la institución que se puede sintetizar en un término: sencillez. Desde lo etimológico, sencillez viene de singulum, singular. El uno por uno. Lo que uno puede decir de esa experiencia es propio de esa experiencia y no cabe en una generalidad o clasificación. La sencillez es una, en el modo de pensar con otros el psicoanálisis en la Escuela.
CE: El singulum al que hacés referencia como ese uno por uno, remite al psicoanálisis en tanto discurso que promueve un espacio en el que se privilegia la escucha de cada sujeto. Este año la Escuela propone para su Ciclo Científico y Congreso Anual el debate sobre la vigencia del psicoanálisis en la actualidad y sus desafíos. ¿Cuál es tu mirada en relación con esta temática tanto a nivel institucional como de la teoría general? ¿Cuáles son los desafíos del psicoanálisis en tu opinión?
MT: Si bien creo que hay una crisis en el psicoanálisis, no por eso entiendo que haya una catástrofe en sentido apocalíptico. La novedad del psicoanálisis de quitar del centro a la conciencia sigue vigente, pero el psicoanálisis aún se sigue pensando. Tiene apenas 100 años. Pero cada época trae desafíos y novedades. Lo que caracterizó a los psicoanalistas desde Freud a Lacan, Anna Freud, Arnaldo Rascovsky, Silvia Bleichmar fue su impronta personal, su creatividad, la posibilidad de tomar su propia vida para armar teoría. Creo que, más allá de esas diferencias, no es posible pensar el psicoanálisis con la puerta del consultorio cerrada. Por eso es importante una institución. En ella resuenan los avatares de la época.
CE: ¿A qué avatares de la época se enfrenta el psicoanálisis en este momento?
MT: Una temática —que la Revista digital ha tomado— tiene que ver con la cuestión de género. Creo que esta atraviesa toda la clínica del psicoanálisis. Creo que es una gran revolución del siglo xx. Tanto los movimientos feministas, el movimiento LGTBI (lesbianas, gays, bisexuales y las personas transgénero e intersexuales) y otros hacen que ciertos tópicos esenciales deban ser repensados. Temas como Complejo de Edipo, paternidad, sexualidad, maternidad. Siempre cuento que como analista de niños hubo algún tiempo en el que, cuando me derivaban un paciente y me decían que era un chiquito, yo iba a la caja de juegos para chequear que hubiese los juguetes «propios de ese sexo». Pero justamente era una época en la que se sesgaba la mirada, la perspectiva y esto influía en la transferencia, el diagnóstico. Como decía Winnicott los pacientes nos enseñan.
CE: Tal cual. Estamos llegando al final de la entrevista. Me gustaría darte la oportunidad de cerrarla con lo que tengas ganas.
MT: Sí, dos cosas me gustaría decir. Una, es una preocupación respecto de un tema que como analista de niños se vincula con la tendencia a la medicalización. Creo que este es uno de los desafíos del psicoanálisis en tanto poder tener una mirada crítica sobre esta vuelta de algunas líneas de pensamiento que tienden a ubicar problemas humanos como problemáticas médicas. Unido a eso, la búsqueda de patologizar o ver como un trastorno o un mal funcionamiento aquellos síntomas que dan cuenta de que algo nos pasa subjetivamente..
Lo otro que quiero comentar y que hace a la implicación como analista y al tipo de institución y al tipo de psicoanálisis que puedo compartir en la institución tiene que ver con la posibilidad de pensarnos como analistas implicados en estas temáticas. No se trata de decir exclusivamente si se está de acuerdo o no con algún tema, sino debatir, implicarse. Nosotros también etiquetamos, rotulamos, y no porque seamos malas personas, sino porque es difícil nuestro trabajo. Entonces uno cae en la rotulación porque tranquiliza, orienta o porque se siente exigido en algunas situaciones a dar una respuesta inmediata.
Finalmente, otra cuestión también es que tengo la suerte y el orgullo de ser el presidente de la Institución, esto lo hago con un equipo. Lo hago acompañado por un Consejo Directivo con el que venimos trabajando desde antes de iniciar esta tarea. Creo que una de las cuestiones más gratificantes tiene que ver con el trabajo en equipo. Por eso lo subrayo porque es uno de los modos más eficaces de enfrentar las temáticas actuales.
CE: Gracias. Miguel. Fue muy agradable esta conversación.
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