NÚMERO 10 | Marzo, 2014

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Entrevista a Marta De Giusti | Ileana Fischer

En una charla íntima y distendida, Marta De Giusti comparte con nosotros cómo fue acercándose al Psicoanálisis, su interés por la clínica y el trabajo institucional referente a la transmisión de la teoría psicoanalítica. Nos cuenta acerca de su participación en la Federación Latinoamerciana de Asociaciones de Psicoterapia Psicoanalítica y Psicoanálisis (FLAPPSIP) y la importancia del intercambio entre colegas.

Ileana Fischer: Bueno Marta, gracias por recibirnos. La idea de esta charla es que nos cuentes un poco acerca de cómo fue tu ingreso a la Asociación, de tu interés por el psicoanálisis; que hagamos un poquito de historia

Marta De Giusti: En principio, les agradezco mucho que me hayan convocado. Con respecto a mi interés por el psicoanálisis fue surgiendo, allá lejos y hace tiempo, a lo largo del proceso de búsqueda de una carrera universitaria que me gustaba verdaderamente. Estaba dividida entre varios intereses. En ese sentido fue, como hablábamos antes, un verdadero encuentro después de una exploración importante para la edad que tenía en aquel momento. Terminé la escuela secundaria muy joven, a los 16 años. Estudié derecho casi un año y medio y la mitad de la carrera de sociología que me encantaba, sobre todo el estudio de los contextos sociopolíticos. Interés que nunca me abandonó y que, años después, fui articulando con el psicoanálisis. Estudié también algunas materias de filosofía. Creo que mi orientación vocacional la fui construyendo en la experiencia directa de cursar en la facultad lo que me parecía que me gustaba. Además empecé a analizarme a los 17 años. Respecto de la sociología, trabajaba en marketing que me servía económicamente, pero no terminaba de cerrarme. A mí me interesaba hacer investigación sociohistórica, sociopolítica. Esos eran los temas que me atraían y que quería profundizar. Por otra parte, fue una marca de mi generación; se trataba de épocas muy agitadas donde la política formaba parte de nuestras vidas de una manera muy cotidiana. Además y, si de marcas hablamos, yo soy migrante, pertenezco a una provincia del noroeste del país donde las condiciones de existencia de la comunidad en que me había criado eran absolutamente diferentes, sin duda más ásperas de las que existían en Buenos Aires. A veces me parecía estar en otro país.

Así que, imagínate Ileana, para mí Buenos Aires fue por mucho tiempo una exploración permanente de la ciudad, de los conocimientos, de la gente, de nuevos amigos… En fin, fueron años muy fuertes, muy intensos.

Volviendo a lo que estábamos, en un momento me doy cuenta que yo no quería hacer marketing “toda la vida”. No me interesaba desde el punto de vista del conocimiento y las posibilidades de hacer las investigaciones sociológicas que a mí me gustaban eran escasas. Paralelamente iba in crescendo el interés por mi propio análisis, me parecía algo inédito, ¡toda una aventura! De modo que mi relación con el psicoanálisis se fue haciendo al calor de lo que sucedía en mi propia experiencia analítica. Fue un verdadero encuentro.

Con sociología ya en franca baja, decido estudiar psicología; así que, casi sin darme cuenta, cuando comienzo esta última carrera, psicología y psicoanálisis ya estaban articulados.

IF: Fue un encuentro desde la experiencia, la vivencia en primer término.

MDG: Me llevaba a querer saber más. La carrera me permitió también intercambiar con gente de mi edad y no de mi edad. Mi primera amiga tenía 20 años más que yo. Salí de la facultad con amigos entrañables de toda la vida y también con el deseo de profundizar en el estudio del psicoanálisis

IF: Y en esta perspectiva de tu recorrido dentro a la universidad, la experiencia del análisis como primera aproximación y ahora que vos estás formando y transmitiendo psicoanálisis, en la institución y por fuera de la institución, ¿qué cambios notás en la formación que vienen a buscar los colegas en formación en estos tiempos?

MDG: Mirá, es una flor de pregunta porque depende de la perspectiva en que lo mires. También creo que depende mucho de la forma en que se piensa y transmite el psicoanálisis.

IF: El tema de la “transmisión” es algo que te convoca particularmente, ¿no?

MDG: Para mí la transmisión es un tema fundamental y sobre todo en esta etapa generacional. Otra vez un poco de historia: antes de recibirme de psicóloga empecé a trabajar en el Hospital Borda y cuando terminé la facultad eran ya épocas muy complejas, estábamos en plena dictadura. Hacía grupos de estudio, pero necesitaba una formación más sistemática. Las “instituciones oficiales”, como se les decía entonces, no aceptaban psicólogos. Ya la Escuela tenía un gran prestigio como formadora. Una formación estrictamente psicoanalítica y al mismo tiempo amplia que a mí me convocaba. Siempre pensé que son necesarios ciertos grados de libertad para que el pensamiento psicoanalítico, filosófico o cualquiera sea, se pueda construir. No acordaba con que una institución pusiera normas tan rígidas y sostuviera políticas de exclusión. Así es que llegué a la Escuela. En esa época hacíamos cola para inscribirnos, nos pedían experiencia clínica y entrevistas. Una de esas primeras entrevistas, de la que me acuerdo muchísimo, fue con Julia Braun, una psicoanalista excelente de quien tengo un recuerdo muy vívido que me emociona. Fue una entrevista sin desperdicio, muy profunda. Recuerdo que me preguntó mucho respecto de la migración, hablamos de mi experiencia en el Borda, de las situaciones clínicas que allí se habían presentado. Sus preguntas eran atinadas, muy precisas y, finalmente, tuvo un gesto que le agradecí profundamente. En aquel momento, después de la entrevista, teníamos que esperar un tiempo en el que la institución mandara una carta para saber si habían aceptado o no tu ingreso. Sin embargo, ella me dijo que sabía que esa espera provocaba mucha ansiedad y me hizo la devolución allí mismo, precisando los puntos que luego iba informar. Me pareció un gesto increíble porque efectivamente la espera producía una ansiedad muy grande. Salí muy emocionada y, en ese momento, confirmé mi elección por la Escuela.

IF: Efectivamente, para el ingreso a la Escuela uno de los pasos es tener algunas entrevistas. Esas entrevistas no son un pasaje administrativo, sino que dejan una marca en los aspirantes y también en quienes reciben a los aspirantes. Es muy interesante tu relato.

MDG: No son burocráticas, yo creo que la Escuela sigue conservando esta claridad como una cualidad. Como en todos los lugares institucionales se mueven alternancias entre lo instituido y lo instituyente, pero me parece que la Asociación hace un trabajo especial ligado a este punto para conservar tanto el espíritu de los fundadores como también de las generaciones que vinieron después y que siguen viniendo. Sin embargo, creo que algo se burocratice o no —por ejemplo estas primeras entrevistas— no depende solo de la Escuela, en este caso, también es importante la posición del psicoanalista-entrevistador. Como éste ha pensado al psicoanálisis, con qué convicción y con qué pasión. Esto es para mí la esencia de la transmisión.

IF: Tomando esto de pensar al psicoanálisis, ¿cómo ves hoy al psicoanálisis?

MDG: Es una pregunta muy amplia que se puede pensar en distintos niveles.

En primer lugar, no hay duda que la confianza freudiana de 1935, cuando Freud aseguró que el psicoanálisis sobreviviría porque ya había demostrado su capacidad para vivir y desarrollarse, sigue vigente. Que el psicoanálisis ha encarnado e impregnado la cultura se ve en la literatura, el arte, el cine, la filosofía…, territorios que no quedaron exentos de su influencia. Al mismo tiempo, se encuentra atravesado por los malestares inherentes a la cultura tanto como producto cultural como en lo que respecta a la teoría y práctica terapéutica que ha creado, que sostiene y fundamenta. Si le agregamos que cada contexto histórico produce específicos y determinados malestares que le son propios, se configura la complejidad donde se mueve hoy el psicoanálisis como práctica social. ¿Qué hacemos los psicoanalistas con esto? Aquí es, como te decía al principio, que se podría pensar esta problemática en distintos niveles de dificultades: tenemos aquellas que provienen, para decir en trazos gruesos, de un cambio de paradigma económico, político y social tal como la transformación del ciudadano en consumidor producto de la mercantilización creciente de la economía globalizada. En ese sentido, los cambios en la producción subjetiva que esto conlleva.

Y después está la serie de problemas que se presentan al interior del psicoanálisis mismo y que está bueno pensarlos dentro de una perspectiva crítica.

Yo no creo en “el” psicoanálisis, es decir, no creo en un sistema teórico cerrado y único con una única práctica. Es evidente que han surgido maneras diversas de leer las enseñanzas psicoanalíticas que conformaron distintas líneas teóricas, que a veces parecen empeñadas más en construir bastiones de poder que en permitir o trabajar en la circulación de las ideas. Entiendo que esto último no es tarea sencilla, pero particularmente soy de la idea que es necesario y vital abrir espacios de debate dentro de una perspectiva crítica donde se pueda situar cada discurso, establecer su pertinencia para no caer en totalizaciones o síntesis estériles. Sin duda es un trabajo difícil, pero tiene la ventaja de no obturar el intercambio y también de no opacar la relación siempre conflictiva que existe entre la teoría y la clínica.

Ahora, si hablamos de la formación del analista, un punto que me parece vital es insistir en su pasaje por la experiencia del inconsciente.

El psicoanálisis ha tenido algo que para mí reviste una importancia fundamental que no se ve en otras formaciones psicológicas. Se le exige a sus miembros que pasen por la experiencia del inconsciente. Me ocupo en la Escuela de transmitir clínica y psicopatología básicamente freudianas y pude advertir en los seminarios los momentos históricos en que la gente se analizaba menos —por supuesto que hablo de la experiencia analítica, no del número de sesiones—. Este desfallecimiento se presenta como un tipo de obstáculo que no tiene que ver con falta de lectura o de comprensión intelectual de los textos propuestos a los colegas, sino más bien con lo que implica el atravesamiento de un análisis. Este singular desconocimiento obstaculiza las lecturas y su comprensión.

Trato que mis seminarios se conviertan en taller, transformarlo en un lugar que permita a los cursantes traer su clínica, exponer sus dudas, sus interrogantes para ponerlos a trabajar en ese espacio que vamos construyendo entre todos. Escuchar-se en el propio decir dentro de una escucha compartida promueve, a mi modo de ver, un tipo especial de intercambio reflexivo, estimulante y muchas veces divertido. En ese punto se forma como un colectivo entre los alumnos y el equipo docente. Creo que esta forma de trabajar facilita la interrogación, aprender a preguntar y a preguntarse, desplegar las contradicciones, lo que no cierra, lo que le pasa al analista en determinadas situaciones, los puntos de resistencia… En fin, aproxima al juego clínico en esa necesidad que sigue vigente de articular la teoría y su práctica.

IF: ¿Qué nos podés contar de tu experiencia en FLAPPSIP? Digo esto por el más allá de nuestra frontera y el encuentro con colegas de otros lugares.

MDE: Bueno, para mí constituye una experiencia larga y profundamente enriquecedora que acompañé desde los primeros años cuando asistí al el 1º Congreso de FLAPPSIP que se hizo en Chile. A lo largo del tiempo fui como representante de la Escuela, primero delegada, luego Secretaria Científica y después Presidente. La idea de estar en contacto con otros en el mundo, en Latinoamérica, me parecía interesantísima. La apuesta al pluralismo teórico entre asociaciones latinoamericanas y la disposición para articular lo social y lo político dentro de la problemática del sujeto, constituyeron para mí una propuesta potente y oxigenada que tiene que ver con lo que hablábamos antes, una formidable manera de potenciar espacios de debate, de intercambio de ideas, de habilitar la presentación de temáticas e interrogantes no solo de qué hacer, sino del cómo hacer en los más variados contextos y situaciones, donde el psicoanálisis y los psicoanalistas somos convocados a intervenir. También FLAPPSIP fue el encuentro con una forma federada de institucionalización que me parece sumamente interesante y democrática. Un gobierno horizontal, entre pares, de respeto por las autonomías institucionales y las decisiones discutidas y tomadas en Asamblea de Delegados. Me parece que todo esto construye otro tipo de lazo social porque todo este trabajo está entramado en las relaciones que fui construyendo dentro y fuera de la Escuela y que me resultan entrañables; lazos de amistad, de colaboración, de afectos, de intercambio no exentos por supuesto de tensiones, conflictos, apasionadas discusiones que son para mí, en definitiva, profundamente vitales.

IF: Pasemos un poco a la clínica del consultorio. El psicoanálisis tiene una manera particular de pensar y abordar el sufrimiento humano. Contanos de los motivos y modalidades de presentación del sufrimiento que recibís en consulta

MDG: Bueno, primero creo que la clínica que se presenta hoy día a los psicoanalistas ha excedido y trascendido largamente las paredes del consultorio. En este momento son múltiples los escenarios donde se despliega nuestra actividad profesional, consultorios, hospitales, escuelas, cárceles, etc. Situaciones jurídicas, médicas, escolares, penales, comunitarias que por su grado de complejidad requieren de nuestra intervención, intersectada con otras prácticas y donde el dispositivo analítico se encuentra permanentemente interpelado. Por otra parte, nos encontramos que la clínica está atravesada por realidades múltiples y las fuentes de sufrimiento son muy variadas, aunque siempre hay cuatro o cinco temáticas en la vida humana insoslayables: el amor, la sexualidad, la relación con los otros, el paso del tiempo, la muerte. Pienso en las improntas que un psicoanalista tiene que enfrentar permanentemente, porque uno no sabe qué va a escuchar ni qué va a venir. A veces hay un camino para llegar hasta las fuentes de sufrimiento y también un camino para saber qué se quiere hacer con eso. La mayoría de las veces hay que construirlas con el o los pacientes en el caso de parejas o familias. Tal vez vivimos en una época signada por el exceso que, muchas veces, desborda las capacidades psíquicas de los sujetos para contenerlos y malamente tratan de resolverse con los nuevos y viejos quitapenas: alcohol, drogas, impulsividades varias…, quiero decir con esto que no solo se trata de las fuentes de sufrimiento, sino de las posibilidades psíquicas de un sujeto para abordarlas. Por eso nuestro trabajo es tan difícil y requiere más que nunca poner el acento en el caso por caso, en la singularidad de cada experiencia vital, posición que está muy atacada dentro de los ideales culturales del momento que nos dicen que hay poco espacio y tiempo para la experiencia singular. Esto es algo que a mi me preocupa y me ocupa. Dentro de la dirección de la cura, pienso cada sesión como esa sesión. No sé si es muy claro esto que digo…

IF: Sin anticipación

MDG: Y sin muchas expectativas. Me llevó mucho tiempo no tener expectativas. Lo que me permitió es darle lugar al asombro, está todo el tiempo. Esto es una marca en el propio trabajo. Hasta dónde uno se anima a pensar sobre sí, hasta dónde se asombra sobre sí, sobre los otros y sobre el mundo en el que uno vive.

IF: Marta, estamos ahora cerrando. Hemos hablado de tu encuentro con el psicoanálisis, el recorrido por la Escuela y por FLAPPSIP, anécdotas de la clínica y tu actividad docente ¿Hay algo más que quieras compartir con nosotros?

MDG: Mirá, un poco te fui contando cómo se fue articulando a través de todas estas experiencias y prácticas la manera de pensar el psicoanálisis que fui construyendo. Hay miles de anécdotas que esta charla me fue trayendo, pero sí quiero decir, que no es una anécdota, algo que me resultó muy emocionante y fue el festejo del 50 aniversario de la Escuela, me fui sumando a todas las propuestas que la Escuela hizo. Me encantó la forma que lo organizaron con muchos espacios, en distintos días, muy relajado. Para mí fue una emoción intensa todo el tiempo porque me fui dando cuenta lo ligada que estaba mi vida profesional y amistosa a la Escuela. Había un crecimiento en el sentido que más me gusta. El crecimiento que no deja de lado el conflicto, la puja de ideas. Pero, sobre todo, un fuerte intercambio. Me tocó hacer una cosa inédita en el marco de los festejos. Una experiencia teatral que convocó Alfredo Grande y donde caí por allí un miércoles a la tarde en el primer encuentro. Resultó una experiencia hermosa donde todos nos unimos muy fuertemente de una manera diferente. Para mí el 50 aniversario fue como una continuidad, desde la caminata del comienzo hasta el momento donde estoy en una experiencia de teatro que jamás hubiera pensado. Algo se me hizo muy claro y es que yo estaba muy fuertemente ligada de raíz a la Escuela.

IF: Bueno Marta, muchas gracias. Fue muy agradable esta charla con vos.

MDG: Igualmente, muy buenas tus preguntas y además sos muy cálida eso facilita mucho el diálogo y el encuentro.

IF: Algo nuevo para las dos.

Acerca del autor

Marta De Giusti

Marta De Giusti

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