Diego Zevallos Luna:¿Qué cambios identificás entre la forma en que se interpretaban antes los sueños y cómo se interpretan hoy?
Marta De Giusti: Con respecto a los sueños, considero que podríamos pensar que tienen una dimensión estructural para el trabajo analítico. Freud plantea que los sueños son una realización alucinatoria de deseos y, por consecuencia, una vía privilegiada de acceso al inconsciente. La aparición misma de un sueño dentro de la trama del trabajo clínico es una producción relevante de parte del paciente.
La categoría temporal del «antes y ahora», que plantea la pregunta, nos introduce en el trabajo de desciframiento del contenido del sueño que realizamos con nuestros pacientes. En este sentido, sabemos que este contenido procede de lo vivenciado y que es reproducido en el sueño bajo ciertas condiciones que permiten su formación. Junto con la condensación, el desplazamiento y la elaboración secundaria, se encuentra «el miramiento por la figurabilidad» donde los pensamientos del sueño deben ser representados por imágenes visuales. Esta figuración sometida a la condición de su representabilidad es uno de los cuatro procesos psíquicos que Freud describe como responsables de la formación del sueño. Al respecto, entre el «antes y el ahora», podemos pensar que transcurren movimientos, procesos y acontecimientos históricos culturales que, por supuesto, modifican los imaginarios sociales del paciente y del analista, que demandan nuevas exigencias de trabajo para el psiquismo de ambos y que pueden constituir fuentes de padecimiento subjetivo singulares, algunas insospechadas, que requieren tramitación a través del sueño. Por ello, los analistas tenemos que estar advertidos, como habitualmente, para operar en la clínica sobre las condiciones del sufrimiento psíquico y evitar interpretaciones dogmáticas, prejuiciosas, valorativas o patologizantes.
Lo vivido en la actualidad remite a algunas de las experiencias de la constitución del sujeto atravesadas en el modo de funcionamiento infantil, con grados de inermidad incluida, que lo dejan sin poder dar una respuesta a aquello que está acaeciendo. Con el método de desciframiento e interpretación del sueño, lo que se trata es producir en el sujeto esa diferencia, entre aquello que le pasó y los elementos de que dispone hoy para hacer frente a lo que le acontece. Cambian, entonces, los modos de representación imaginarios y simbólicos de acuerdo a los contextos culturales y sociales vivenciados, pero siguen vigentes el método de desciframiento e interpretación que nos brinda la enseñanza freudiana.
DZL: ¿Qué peso le otorgás a las redes sociales con relación a la práctica actual?
MDG: «Redes sociales» es un concepto complejo, abierto. Deriva directamente del avance de las tecnologías comunicacionales que generan nuevos espacios de interacción psicosocial: el ciberespacio y las formas que este adopta, entre otras, las redes sociales. La fractura de las coordenadas espacio-tiempo —introducida por las tecnologías—, la subjetividad que inaugura y sus efectos en el espacio terapéutico implican profundas transformaciones y son tema de especial interés para los analistas ya que la eficacia de un análisis y el trabajo psíquico, tanto del paciente como del analista, dependen de los modos en que operan estas coordenadas.
María Eugenia Farrés, Viviana Veloso y Silvina Ferreira dos Santos nos señalan, en un riguroso y muy interesante trabajo «Adolescentes en la red», cómo puede ser utilizado este inédito espacio virtual como «ambiente facilitador» para procesos de construcción subjetiva adolescente. Nos muestran, así, el lado positivo de la expansión de Internet, la expansión intelectual de las posibilidades humanas y el potenciamiento de las capacidades de conocimiento. Sin embargo, a medida que generaciones de jóvenes van inmersionando en el lenguaje digital, varios autores, entre ellos, Bifo Berardi, se preguntan qué tipo de mutación se genera a partir de la implementación de la tecnología digital en la vida cotidiana. Este interrogante se dirige esencialmente a las variaciones que se producen a nivel de la cognición, la percepción, la sensibilidad y el tiempo, que es la mutación más brutal. La sensibilidad empujada al vértigo del ciberespacio queda así reducida. Como analistas uno de nuestros grandes desafíos es saber cómo favorecer la elaboración en esta vertiginosidad y cómo restablecer la importancia y riqueza de la experiencia vital por sobre las numerosas fuentes de información que actualmente nos invaden y que obturan el pensamiento.
DZL: ¿Qué cambios notás en el encuadre y con el manejo del dinero en la actualidad?
MDG: Primero, tratemos de definir qué es el encuadre para ver si cambió o no. Para mí el encuadre es una herramienta fundamental del trabajo analítico donde se fijan las condiciones para que el fenómeno de la transferencia pueda hacerse visible y, en consecuencia, considerarlo. Tradicionalmente se dice que el encuadre se constituye en la medida en que se definen lugar, tiempo, roles y honorarios. Cada una de estas variables requiere atención y conforma el resultado del acuerdo entre paciente y analista. Demás está decir que ambos concurren al contrato con la libertad de decidir establecerlo o no, según las circunstancias y particularidades de cada una de las partes; y es posible adelantar que cualquier omisión, imprecisión o ambigüedad en su delimitación en el momento inicial traerá aparejado un abanico amplio de problemas que el analista sufrirá a futuro. El encuadre como dispositivo de trabajo es responsabilidad del psicoanalista. Por tanto, la instalación del dispositivo y, sobre todo, su concepción son los ejes que harán posible realizar o no el trabajo acordado. Es un asunto de palabra por lo que esta adquiere un estatus particular en la situación analítica. Se funda no como un recurso de la prohibición, sino que, por el contrario, se lo instala para potenciar procesos que abran a la investigación, al pensamiento, a la comprensión y a la creatividad, en suma, para posibilitar un trabajo.
DZL: ¿Cuál sería tu foco de interés en los tratamientos actuales?
MDG: Cambiaría el enfoque de la pregunta. Cuando una persona me viene a consultar, me centro en cuáles son el o los focos de interés que pesquiso en el consultante, es decir, en aquellos primeros indicios que me permitan pensar y/o intuir la fuente del padecimiento que lo aqueja. A partir de allí, y si fuera necesaria una intervención, me ocuparía de crear las condiciones que hagan posible el trabajo analítico.
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