La última sesión de Freud | de Mark St Germain Adaptación y Dirección: Daniel Veronese.
En el día que Inglaterra entra en la Segunda Guerra Mundial, el Dr. Sigmund Freud invita a C. S. Lewis a discutir sus ideas sobre la existencia de Dios. En una batalla ingeniosa y provocadora el legendario psicoanalista -perseguido por una enfermedad que indefectiblemente lo acerca a la muerte- enfrenta el claro y sutil discurso de un escritor que decidió pasar de un ateísmo acérrimo en su etapa adolescente a una total creencia cristiana en su vida adulta. Ambos intentarán desde su propia lógica, radical y sangrienta, explicarse el significado de una vida en donde el humor, la sensibilidad artística, las convenciones en temas como el amor y el sexo estarán en primera línea de fuego.
Cynthia Tombeur: ¿Conocías al autor y la obra?
Luis Machín: No, no, no lo conocía, ni tampoco a la obra, se estrenó en un ámbito muy pequeño en Nueva York para 50 personas, no tenía más pretensión de que sea para un ambiente psicoanalítico y después empezó a tener una repercusión enorme y la pasaron a Brodway y es un éxito en Estados Unidos.
C.T.: ¿Y vos por qué crees que tuvo ese éxito?
L.M.: Sin duda que es Freud y todo lo que representa para la cultura occidental. Acá es claro que hay un público muy cautivo de estos temas. Yo el año pasado hice una obra que se llama “La familia argentina”, él era un psicoanalista, su ex pareja era una arquitecta, y él estaba enamorado y en pareja con la hija de ella que él había criado desde los tres años. Y también tuvo una corriente de público más vinculado con el psicoanálisis y en nuestro país, sobre todo en Buenos Aires, sabemos lo que significa para nuestra sociedad este pensamiento. Han venido sacerdotes, hay gente que viene con el rosario y lo besa mientras ve la obra, impresionante, viene con remeras de Jesucristo. Llevamos casi 260 funciones y en 240 la gente se ha parado a aplaudir y eso no es frecuente función tras función. Creo que además no es sólo una discusión religiosa y científica, sino que los temas que se tocan son preguntas que en distintos momentos de la vida uno se hace en relación, por ejemplo, a la existencia de Dios o no. Es más, yo me psicoanalizo desde los 24 años hasta ahora que tengo 44 años, ininterrumpidamente; he pasado mi adolescencia en la Acción Católica y después eso quedó de lado y el psicoanálisis empezó a ocupar un lugar preponderante dentro de mi organización emocional, afectiva, entonces: ¿quién no se ha hecho este tipo de preguntas? La pieza tiene un atractivo muy particular. Hay gente que viene y es de distintos estratos sociales, más leída y menos leída, que le produce una emoción muy visible; muchos se quedan a esperarnos y nosotros los vemos cuando termina la función, otros se quedan llorando, algunos se van por lo repulsivo que les resulta el tema de la prótesis y todo esto ha conjugado en que mucha gente la quiera ver. Por otro lado, creo que nosotros desde nuestro lugar como actores hemos sabido entender ¿qué era lo que la pieza planteaba? y ser personajes que están atravesados por discursos, y que los defienden no sólo con lo que dicen sino también con su cuerpo. Eso lo resaltaba mucho el autor que decía que en las funciones que él había visto, en ninguna había contacto físico entre ellos y que cuando él ve que Lewis le apoya la mano en la cabeza y que Freud se deja… mimar por Lewis, se conmovió hasta las lágrimas. Comentó que cuando lo escribió pensaba en dar cuenta en hacer referencia básicamente a lo que se dice y no a lo que les puede pasar a ellos emocionalmente; los mejicanos también estaban muy conmovidos porque tampoco habían visto esto en la versión de Estados Unidos. Y todo eso hizo que tenga esa repercusión.
C.T.: Es impactante la actuación de los dos. Uno sin el otro…
L.M.: Son esos opuestos que se complementan y se necesitan y ante la inminencia de la muerte, la necesidad de la ayuda, todas estas cosas que nosotros las hemos visto en personas mayores o allegadas.
Pero que también estaba inminente por el momento en que se da la obra, la muerte de los dos, estaba estallando la guerra, uno podía morir por la enfermedad y el otro por que no solo había atravesado el horror de la primera guerra mundial sino que comenzaba otra…
Ya había atravesado la primera, empezaba la segunda, con la cantidad de gente que murió, y la presencia de la muerte como la vida misma y que está a la vuelta de acá.
C.T.: ¿Y cómo llegás vos a esta obra?
L.M.: Me la pasa el productor. A Daniel Veronese lo conocía como director, y alguna vez habíamos intercambiado algunas ideas y apareció esta obra; cuando la leí me pareció muy atractiva, pero tenía peligros de convertirse en una pieza discursiva y había que apuntalar a los personajes que tenían que defender con su cuerpo esos discursos, entonces el desafío era importante. El carácter emocional lo da la actuación, y vi que había posibilidades.
C.T.: ¿Conocías algo previamente de los personajes?
L.M.: De Freud, lo que la media de la gente conoce, su obra y como sus seguidores han influido en mi ya que me analizo hace mucho; es un lugar al que voy hace 20 años y semanalmente me sigo sorprendiendo de ir y no me canso. Conocía cosas de Freud: que terminó sus días en Londres, que tenía cáncer en la boca, que tenía una hija Ana que también era psicoanalista y de Lewis, solo que era un autor muy importante que escribió “Las Crónicas de Narnia”, pero no lo he leído; no mucho más, y tampoco quise ni tuve tiempo porque esta es una obra que pusimos en un mes y medio. En general, en el teatro comercial es ese el tiempo, diferente del teatro alternativo. Por lo general, no se ensaya más de dos meses.
En el medio falleció el papá de Jorge así que paramos tres días. Su papá estaba enfermo hacía un tiempo y el desenlace ocurrió unos días antes del estreno. Las condiciones no eran las más adecuadas, estábamos muy movilizados, pero bueno, a veces es muy curioso lo que nos pasa a los actores, muchas veces la actuación nos renueva y mejora, nos permite reponernos de otros sucesos o canalizar cuestiones personales. Es muy curioso lo que me pasa con esta obra que no me ha pasado con otras: yo estoy diciendo el texto y se me vienen fogonazos donde veo y recuerdo escenas de mi niñez, adolescencia, olores, sensaciones que tenía perdidas, como si fuera una sesión de terapia y lo hablo con mi terapeuta. Uno cuando actúa, las cosas que se ponen en funcionamiento son diversas y muy variadas, de colores muy diferentes, pero en ésta me empecé a dar cuenta a medida que fue pasando el tiempo y se fue asentando en mí, la cantidad de cosas que se me vienen a la cabeza, función tras función, y mirá que hacemos seis por semana.
C.T.: ¿Y tiene algo en común con vos el personaje?
L.M.: Nosotros bromeamos con Jorge y decimos: “Vos deberías hacer lo que hago yo y yo lo que haces vos”. Jorge tiene una creencia religiosa que a mí se me ha ido diluyendo en el tiempo y que el psicoanálisis terminó dando por tierra. Durante seis años, en mi adolescencia, forme parte de la Acción Católica y después eso quedó relegado por lo actoral. Uno como actor no siempre hace personajes con los que está de acuerdo. A mí me gustó mucho éste, sobre todo la idea de alguien que cambió de manera tan profunda su pensamiento, que era inteligentísimo, que leía mucho y que en un momento en el sidecar de la motocicleta de su hermano sintió que Dios existía y a partir de ahí toda su obra tiene mucho que ver con lo religioso. El hecho de que era una persona que escribía tanto, que era sobresaliente. Hay seguidores de él que vienen a ver la obra y que son fanáticos. Un amigo del director nos ha traído ediciones que son difíciles de encontrar, salvo las que más se conocen.
También me resulta atractivo el personaje, que haya cambiado de manera tan radical su postura.
C.T.: La obra transcurre en un momento en donde podía haber un bombardeo, Freud con un cáncer avanzado, tu personaje Lewis había atravesado una guerra y se desencadenaba otra… El recurso del humor en la obra ¿fue algo que introdujo el director y el guionista o estaba en la obra original?
L.M.: No, la obra está muy respetada en su esencia y sus diálogos, se han acomodado muy poquitas cosas. Nosotros leímos la versión mexicana, pero no sería bueno hacerlo así porque los giros idiomáticos son muy distintos a nuestro castellano. Hay mucha gente que se ríe en momentos que nosotros no pensamos que se iban a reír. Por ejemplo, todo lo que produce el cáncer de boca y los accesos de tos que tiene Freud, incluso cuando se saca la prótesis y la pone en la jarra, el 99 % de las veces, la gente se ríe muchísimo; hay gente también que acalla a otras, se escucha ¿de qué se ríen? Pero se ríen mucho con esto. Son momentos en los que hay mucha tensión y la risa es una fuga, de hecho lo dice Freud.
C.T.: De alguna manera la risa o el chiste permiten sortear momentos de mucha angustia. Es muy común que en los velatorios se cuentes chistes…
L.M.: Absolutamente, y es romper abruptamente con la realidad. La obra no es una comedia pero tiene muchos momentos en donde la gente se ríe por el tipo de chiste que hace Freud. Eso es una inteligencia del autor, y está rescatado por la dirección y también por nosotros que jugamos con la idea de que están haciendo una larga sesión en donde Freud le pregunta por sus padres, cuando murió su madre, y el enamoramiento de él respecto a la madre de su amigo…
C.T.: Y que después se la devuelve con la hija… (Risas)
L.M.: Exactamente. Ahí, un poco se han cargado las tintas en una especie de esgrima que tienen entre uno y otro y donde Lewis empieza a ser más agresivo y a no aceptar lo que le dice Freud, a pesar de su admiración. Ya de entrada Lewis, al principio de la obra dice: “…Me parece que fue uno de mis libros lo que lo ofendió…” y Freud le responde: “…Ah!… ¿fue más de uno que escribió?…”. Y ahí la gente ya se ríe y empiezan a tener empatía con Freud, y después empieza a ser un pin pon. La gente nos dice que van de un lado hacia el otro, comprenden a uno, comprenden al otro. Yo he visto a curas riéndose a carcajadas.
C.T.: Y esa respuesta del público, ¿los distrae, los afecta?
L.M.: No, es muy frecuente. A veces somos sorprendidos por situaciones que pensamos que la gente se va a reír y no se ríe. Lo único que nos distrae son los celulares o flashes, por eso están prohibidos. Pero las risas y comentarios de la gente no nos distraen. Hemos tenido que sortear dificultades de gente que se descompone y tenemos que parar la obra. Nos pasó cinco veces. Tiene que venir el SAME. Pero estamos acostumbrados a la risa, hay cosas que las esperamos. Es como un cirujano que se encuentra con un inconveniente y lo sortea en medio de la operación. Es notable ver grabaciones de cirugías en donde los médicos hablan de cualquier otra cosa en medio de una cirugía y les da mayor concentración. A los actores nos pasa algo parecido, puede haber elementos que distraen, pero son los que hacen que uno tenga mayor concentración.
C.T.: Sos un actor con cierta trayectoria en teatro, cine, televisión. ¿Qué tuvo de particular esta obra de todo lo que hiciste?
L.M.: A mí me llama mucho la atención la posibilidad de que a través de los personajes uno pueda indagar en algunas cuestiones personales. Para un lado o para el otro, con personajes que uno adhiera más o adhiera menos y preguntarme cuáles son las cosas que me llevan a actuar a ese personaje de determinada manera. Es una obra que me daban ganas de hacer porque es capaz de poner en el tapete una discusión profunda con sus diferencias, donde podemos encontrar puntos en común sin la necesidad de que uno tenga que cambiar esencialmente lo que piensa. Se puede llegar con ironía, con cinismo… Hay algunas cosas que nos unen y que tenemos en común como seres humanos, por ejemplo, todos nos vamos a morir, entonces, todo lo que se piensa de ello, el poder de la palabra, lo revelador de ella, lo gestual, lo que se quiere decir con lo que no se dice. Todo eso tiene esta obra y por ello, me produjo el deseo de hacerla.
Me encanto la entrevista. Muy interesante!!