Maria Julieta Peluffo: ¿Contanos cómo llegaste a la AEAPG, cómo la conociste y por qué decidiste hacer tu formación analítica en esta institución?
Graciela Jaimsky: A la Escuela llegué un poco de casualidad te diría… porque yo estaba haciendo mi formación en Casa Cuna y, al mirar los volantes con actividades de la cartelera del Hospital, vi que había una Jornada de Niños en la AEAPG, te estoy hablando aproximadamente del año 1991. Y entonces decidí ir a escuchar, a ver qué decían sobre la atención a niños. Lo primero que recuerdo es que era muy cálido todo, sobre todo el modo en que te recibía Liliana Ríos, la secretaria. En la Jornada, participé de un taller clínico a cargo de Néstor Propato y, la forma en que encaró la clínica, la forma en que habló de la Teoría de Winnicott —entonces yo tenía muy poquito conocimiento de ella—, fue uno de los primeros enganches que tuve con esta institución; entrar a una jornada y escuchar cómo trabajaban y pensaban la clínica.
Lo hablé con mi analista de entonces y, como venía haciendo grupos de estudio, pensé que estaba bueno formalizar. Recorrí otras instituciones psicoanalíticas, pero creo que con la Jornada y con la entrevista de admisión me decidí por la Escuela. La formación era distinta a la de ahora, entonces duraba 4 años y cada materia era anual. Con la gente con la que estudiaba cada seminario, compartíamos todo el año y hoy siguen siendo compañeros de distintos espacios de trabajo en la institución. Hablando de Lazo social, para mí la institución fue y es un importante espacio de pertenencia, no sólo de identidad profesional porque encontré muchos amigos de la vida. Participar tantos años, con todo lo que uno comparte y las experiencias de vida que atravesás, uno se va enlazando y arma redes. La palabra redes para mí es muy valiosa.
MJP: Sos docente en la Escuela también y te insertaste en varias áreas…
GJ: El primer espacio de trabajo donde me incorporé fue el Área de Winnicott. Ya esa inserción marcó de alguna manera mi recorrido profesional. El Área la coordinaba Alicia Levin y, con su sugerencia de hacer carrera docente, me relacioné con Silvio Zirlinger; ´le fue mi maestro en la formación docente, realmente. Y no sólo eso, pienso que los vínculos te transmiten modalidades de ser psicoanalista, y de hacer. Una frase que me encanta compartir, porque tengo un pensamiento muy atravesado por Winnicott, es que la institución te forma, te deforma y te transforma. Es decir, si vos pertenecés, pero te involucrás, te implicás —usando un término muy afín a Alfredo Grande— esta implicancia del analista provoca una transformación. Y no solo en su identidad analítica, sino, y en particular, como persona.
MJP: Pensaba que el ser analista es una profesión un poco solitaria y el analista queda bastante desvinculado. El insertarse en una institución, si bien el sujeto siempre se relaciona a un otro ¿qué pensás que puede brindarnos?
GJ: La pertenencia institucional es fundamental. Y en épocas o situaciones particulares, diría que puede ser quien te rescate subjetivamente. Mirá, en la cartelera de abajo, hay un banner con una frase hermosa: «Construyendo psicoanálisis». Se puso para el festejo de los 50 años de la Escuela. Ese también fue un evento que me marcó. Tuve la posibilidad de coordinar la fiesta de los 50 años de la Escuela que fue una experiencia bárbara. Porque el Psicoanálisis es una construcción… necesita de nuestra participación. Por suerte en mi recorrido tuve muchas inserciones, cada una me agrupó, conocí muchos colegas: Comisión Directiva, Comisión Científica, Área de Winnicott, carrera docente, el armado de mi tesis y con la alegría de que Marité Cena me acompañe en ese camino. Con la tesis, escribí un libro y lo festejé obviamente en la casa que me ayudó en su elaboración. Lo comentaron personas muy queridas de la Institución, es decir, que acá encontré mucho sostén. Yo estoy muy agradecida con la Asociación, me ayudo a crecer.
Otro espacio que no quiero dejar de nombrar es un grupo de formación al que llamé el Taller clínico “2 x 1”. Un modo de enriquecer nuestra posición analítica. Siempre preguntan por qué se llama así. Es que el taller me permitía hacer dos actividades en una, era encontrarme con amigas y, en la otra, al mismo tiempo, era supervisar. Además, en la dinámica de trabajo, supervisábamos dos veces el mismo material, supervisado por dos visiones bastantes diferentes. Por ejemplo, presentaba una de nosotras un paciente e invitábamos a un supervisor lacaniano, y el otro encuentro lo veíamos con un supervisor kleiniano. Es genial, desde hace 10 años consecutivos nos reunimos los días viernes, cada 15 días. Diría que ya quienes formamos el grupo somos más que colegas supervisando, somos amigas del alma. Somos analistas que participamos en diferentes espacios y tenemos formaciones teóricas diversas. Las nombro: Sandra Vorobechik, Raquel Spivak, Patricia Gurmindo, Liliana Felberg, Andrea Vizio, Sandra Galperin, Alicia Lapidus y yo. Tenemos visiones y modos de intervenir en la clínica diferentes, pero que, cuando nos juntamos a supervisar entre nosotras, es un entramado muy enriquecedor. Es un espacio muy querido, no es un grupo típico que te juntas a supervisar con alguien porque tenés transferencia con un supervisor en particular, hay una covisión entre todas. Y más importante es que se fue dando un desnudarnos sobre nuestra clínica con tanta liviandad que nos permite disminuir nuestros prejuicios como analistas. También te diría que transformó nuestra clínica, porque el intercambio y la posición analítica que tomaste te acompaña cuando estás con el paciente.
En ese sentido, Winnicott fue un autor que no deja de aportarme. Su lenguaje es provocativo y sugestivo, se corrió de usar el lenguaje metapsicológico freudiano sin dejar de ser freudiano. El pensamiento de Winnicott puede dialogar con otras teorías: dialogó con Bion, con Green, con Lacan. Es una teoría flexible, pero muy firme. Hay una frase muy linda en una carta que Winnicott le escribe a Bion donde expresa que le preocupa el descuido que se está haciendo de la palabra transicional. Y la palabra descuido quiere decir algo que se ve, que se percibe, pero no es atendido en su medida adecuada. Y que el descuido es tomar de lo transicional principalmente el objeto que lo constituye, cuando lo importante no es el objeto o peluche, sino el uso que se hace de ese espacio y de ese objeto. Quiero decir, que ahi vuelve a poner las cosas en su lugar, no deja que las palabras se usen al boleo. En otra carta a M. Klein, le dice que, como presidente de la sociedad psicoanalítica, la va a invitar a un ateneo para que explique cómo entiende el concepto “objeto interno” porque le preocupa que en los ámbitos psicoanalíticos se use y entienda de tan diversas maneras lo que lleva a confusión.
MJP: Este número de la revista trata sobre los discursos y el lazo social. Sé que estás trabajando en tu tesis de Doctorado sobre la prosodia del lenguaje, y me gustaría que nos cuentes acerca de ella.
GJ: Estoy embarcada trabajando la prosodia del habla materna, es decir, la musicalidad del habla. El foco esta puesto en cómo le habla la mamá al bebé más que lo que le dice. Es decir, estudio el tono, el acento, el volumen de la voz, etcétera. El lenguaje es un producto, es algo que se adquiere progresivamente. Así que, en eso estoy, estudiando la comunicación temprana madre-bebe, y el modo en que el contacto con la mamá permite acceder al lenguaje.
Hablando de lazo social, la comunicación mamá-bebé es prioritariamente corporal y sonora, antes que verbal. Un autor que me encuentro leyendo para la tesis sobre este tema es Daniel Stern. Él trabaja sobre estilos de relacionamiento y se refiere a entonamiento afectivo usando modelos musicales. Si tocamos el tema de la Revista y pensamos el tema de los discursos, el Psicoanálisis tiene mucha más lupa puesta en el discurso verbal, hay mucho más pensamiento psicoanalítico elaborado sobre la palabra y la relación entre las palabras, pero mucho menos desarrollo teórico y en investigación sobre el discurso paraverbal y cómo afecta la constitución psíquica. ¡Y hacia allí voy!
MJP: ¿En qué universidad estas realizando la tesis? ¿Qué experiencia estas transitando, sobre todo en lo que se refiere al trabajo de construcción de la Tesis?
GJ: La estoy haciendo en la Universidad de Ciencia Empresariales y Sociales, UCES. Por suerte estoy muy enganchada con la temática, porque si no… se hace difícil. En la Escuela también estoy con el tema de dirigir, supervisar y acompañar a algunos colegas a elaborar las suyas. Pensar una pregunta parece fácil, pero no lo es. Tiene que ser algo que te atraiga —como dice Alicia Levín, secretaria de Posgrado— porque si el tema no te convoca, no vas a durar dos o tres años mínimo escribiendo, hay que aprender a ser selectivo. Y durante un tiempo “abstenernos” de estar indagando varios temas a la vez. Pero, para hacer una tesis, cuando uno elige un tema, tiene que elegir algo que lo seduzca, que lo invite y mantenga en cierta tensión. Hay un texto de André Green, De locuras privadas, donde dice que al escribir se expresan algunas cuestiones de modo explícito y consciente, pero que también hay otras cuestiones, necesidades de tramitar cuestiones que tienen más que ver con su análisis y aspectos inconscientes. Entonces, cuando uno elige un tema de tesis, podría contarte, por ejemplo, que me entusiasma pensar sobre modelos musicales, que trabajo con chicos graves, que me interesa pensar cómo comunicarse en casos de severas perturbaciones en niños, que leo mucho sobre autismo, que la formación en Winnicott me dio una mirada muy particular sobre lo que son los déficits en la construcción psíquica, y esa sería la parte que puedo compartir y es manifiesta. Sin embargo, es importante, y hay que reconocer, que otra parte de mi vida personal y necesidades más profundas están implicadas en trabajar esta temática. Personalmente creo que si uno desconoce estos aspectos, la tesis no avanza. De algún modo, cuando escribimos, en particular una tesis, creo que se está elaborando, haciendo un trabajo de elaboración psíquica personal.
MJP: Es un hermoso consejo para todos lo que tenemos la tesis por delante, ¡gracias! Me comentabas que te gustaría compartir dos momentos que han sido muy importantes para vos en la Escuela.
GJ: Si, son dos momentos o hitos de la Escuela que me conmovieron y no quiero dejar de nombrar. El primero fue cuando empecé mi recorrido como alumna del Posgrado. En segundo año participé de una obra de teatro que hizo Alfredo Grande para la fiesta de fin de año. Yo estudio canto desde chica y para mí fue una experiencia maravillosa. Lo más importante fue que el grupo que actuaba era heterogéneo, había profesores de la Escuela junto con alumnos. Ahí, ya experimentaba una transversalidad en el equipo de la obra que me mostraba el estilo de Institución en la que estaba entrando. Éramos un grupo de colegas con distintas experiencias de vida y de formación psicoanalítica que integrábamos una obra de teatro. Obviamente, ya hablamos de hacer lazo con gente que llegó a ser parte importante de mi vida. La otra experiencia fue, que gracias a la confianza de Alicia Levín y el Consejo Directivo de entonces y con la participación de muchísima gente, tuve la posibilidad de estar en la coordinación del festejo del 50 aniversario con Graciela Gass. Ver a toda la Asociación enlazada en construir, en construir una fiesta que duró dos días, fue conmovedor. Se sentían las ganas en cada equipo de trabajo que generó algo para compartir, como inventar canciones, hacer un video entrevistando a Liliana Ríos; también se hizo el típico pan vienés que solía comer Freud —me gustaría que entren en el sitio de la Asociación y vean el video del 50 aniversario. Es genial ver a todos comiendo ese pan que le gustaba tanto a Freud—. También se hizo otra obra de teatro que dio comienzo a un grupo teatral de la Escuela. Realmente el clima que se vivió y sentir ese festejo es un recuerdo que agradezco.
MJP: Graciela te agradecemos esta entrevista. Es muy interesante conocer a los colegas de la institución en este amplio abanico de actividades e intereses.
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