Irma Isabella: ¿Cómo fue y es “ser analista en Ecuador”? ¿Cuál fue y es tu desarrollo profesional en tu país, en todas sus implicancias? Para nosotros cumplir con el trípode que planteaba Freud (análisis personal, supervisión y formación) es de fácil acceso, pero sé que en Ecuador no es tan simple.
Alvaro Carrión Alarcón: Antes de responder a tus preguntas a ser publicadas en la revista digital de la AEAPG, me hallo muy complacido por tu invitación para contestar las cuestiones sobre el trabajo psicoanalítico en Ecuador. A la vez, quiero mencionar que mi paso por la Escuela de Psicoterapia fue fundamental para mi formación. Allí encontré siempre personas que me supieron transmitir las ideas en un cálido y vigoroso ambiente intelectual
La pregunta que me formulas exige hacer una serie de comparaciones con respecto a dos contextos diversos en los que se ha cristalizado el desarrollo del psicoanálisis. El ámbito argentino y, en especial, el bonaerense ha tenido un importante despliegue y ha generado un espacio de formación, producción y reflexión sobre las ideas relativas al psicoanálisis y en torno a él, que es sui generis. En el medio ecuatoriano y, específicamente quiteño, la aproximación y devenir de las ideas psicoanalíticas tiene especiales características, marcadas por situaciones históricas, económicas y de adscripción a ciertas ideas en el campo intelectual y científico que no han hecho posible la evolución de la disciplina inaugurada por Freud en forma amplia y sostenida. Tampoco las circunstancias referidas han permitido que se institucionalice y cobre forma de Sociedad Psicoanalítica el estudio sistemático del psicoanálisis, con un Instituto de formación y todos los requerimientos que tal emprendimiento demanda. Aun cuando hubo intentos certeros, que no llegaron a buen puerto, de dotar al estudio y formación psicoanalítica de organicidad.
En lo que compete a lo particular de tu pregunta, se puede decir que “ser analista en Ecuador” no es una tarea fácil en muchos sentidos. Es un constante bregar con un contexto que, por desconocer y no apreciar de manera suficiente el trabajo del psicoanálisis, se lo equipara a formas de psicoterapia de diversa índole. Así mismo, la “cura por la palabra”, tan cara al trabajo del psicoanálisis, es vista con cierta sospecha, ya que el nexo palabra-dificultades de orden psíquico no aparecen conectadas: “¿solo hablando voy a mejorar?”. En otra persona, al inicio de las entrevistas, su formulación de la pregunta se torna inequívoca: “¿Yo tengo que hablar?”. A la par, un dato que no carece de interés, es el de las formas en las que la cultura propone determinados significados, ergo: en el contexto cultural ecuatoriano “hablar con alguien” significa, como en todo ámbito de habla hispana, charlar con alguien, a la vez que puede significar reñir a alguien. Recuerdo la inquietud de una maestra en una escuela primaria de Quito que me manifestaba su desconcierto con una niñita. Ella venía de Buenos Aires y tenía un tono de voz alto, a diferencia de las formas en las que los habitantes de los andes formulan las frases. A la mencionada maestra, cada vez que se dirigía a la niñita de marras en su clase, la alumna le decía con vehemencia que no le hable. En toda oportunidad en la que se dirigía a la niña, esta repetía el consabido: “no me hables”. La maestra desconcertada me decía: “a esta niña le pasa algo, no quiere que le hable”. En realidad, la niñita interpretaba el tono alto de su maestra como que la estaba reprendiendo. Bueno… cosas así, en las múltiples variaciones culturales, a pesar de la lengua común, pueden pesar de manera significativa en el trabajo del psicoanálisis.
En otro orden de cosas, el desarrollo de una sociedad que ha dado un vuelco desde los años setenta con el boom del petróleo ha generado una búsqueda de tratamientos de corta duración, a la vez que el uso de fármacos se ha extendido, sin el contrapeso de grupos organizados que propongan un debate al respecto desde posiciones consolidadas. No obstante, desde los noventa hasta la fecha, hay más conciencia de la necesidad, en muchos sectores de la sociedad, de buscar ayuda frente a dificultades de orden psíquico y un mayor acceso a los tratamientos, gracias a factores económicos que han permitido que la franja de la clase media se extienda. Este es el grupo social que más busca los beneficios de los tratamientos psíquicos.
Recuerdo que, a mi regreso a Ecuador, me fue difícil comenzar una práctica clínica, ya que las derivaciones eran escasas. Por esta razón, entré a trabajar en la Universidad, busqué abrir un espacio en hospitales con el tema de la psicoprofilaxis quirúrgica con niños, a la vez que incursioné en el campo de la intervención institucional que despertaba en mí mucho interés. Este camino no fue fácil, más todavía cuando a fines de los noventa, en Ecuador, hubo una crisis económica de dimensiones, en donde el país se vio muy afectado y, por ende, mi labor, la que es muy sensible a los cambios en el orden económico. Recuerdo que en la Universidad la hora de clase llegó a pagarse a razón de un dólar y las sesiones de los pacientes que no abandonaban tenían precios irrisorios. Duro momento por el que pasamos y que también, entiendo, sufrió la Argentina en el 2001 o 2002.
En la actualidad trabajo en mi consulta con niños, adultos y adolescentes. Últimamente, también trabajo con adultos mayores. A la vez que comparto mi trabajo y formación psicoanalítica, con ayuda del Instituto Latinoamericano de Psicoanálisis (ILAP), con un grupo de investigación en el campo de la filosofía, en el ámbito de la historia de las ideas.
En nuestro medio, con un grupo de interesados hemos, poco a poco, caminado en pos de una formación psicoanalítica, a la vez que trabajamos para crear conciencia de la necesidad de las supervisiones y del análisis personal, a más de los seminarios y de los grupos de discusión. Este tema es fundamental, mas, nos hemos topado con obstáculos que en ciertos momentos parecían infranqueables: Quito es un ámbito muy pequeño, “todos nos conocemos”; los análisis en determinadas ocasiones se veían “contaminados” por la cercanía. El trabajo de un grupo pequeño, con reuniones frecuentes y actividades públicas, se afectaba por la vecindad de analistas y analizandos. Fue de gran utilidad lograr un joint venture con ILAP, ya que supervisiones y análisis didácticos se realizan con analistas de otras latitudes. No es un asunto menor, ni sencillo, el de la formación en las condiciones que tenemos, pero de a poco nos hemos dirigido a sortear, con el apoyo de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA) y de la Federación Psicoanalítica de América Latina (FEPAL), vía ILAP, las dificultades que se han ido presentando.
II: ¿Qué población de pacientes acude a tu consultorio, cuáles son los motivos de consulta y, si nos podés responder, cómo se desarrolla el encuadre? (esta pregunta hace referencia a que los pacientes deben frecuentar los mismos espacios que vos, cosa más común que en Buenos Aires).
ACA: En general, los pacientes que acuden a consulta pertenecen a una clase económica media. Hay derivaciones de pacientes de otros grupos sociales. Personas en condiciones vulnerables también, pero, en general, son sectores medios los que consultan. En el caso de niños, las derivaciones vienen del ámbito escolar por problemas emocionales que perturban su capacidad de aprendizaje o por temas de conducta. Se podría decir que gran parte de los adolescentes que llegan al consultorio, es el ámbito escolar el que pide a los padres que busquen ayuda por las dificultades de los chicos que son detectados por los psicólogos de los colegios y en relación con la dinámica de las instituciones educativas: aislamiento, poca participación, o alumnos que viven situaciones de rechazo, agresividad, inhibiciones intelectuales, etc. También, en el caso de adolescentes, asuntos vinculados al uso de alcohol y drogas tienen presencia en las consultas. En el caso de adultos, en la gran mayoría de pacientes las consultas están relacionados con depresiones, adicciones y conductas de acción.
En cuanto al encuadre, se propone al menos dos veces a la semana, pero hay pacientes que vienen una vez, ya sea por temas económicos, de movilidad o de disposición de tiempo por los trabajos. Hay personas que asisten entre tres y cuatro veces, cosa no muy frecuente, pero que se da. El encuadre que utilizo es de cincuenta minutos, con el pedido de asociación libre, el pago de sesiones a las que no se asista sin el previo aviso. Los espacios en los que me desenvuelvo no son los que frecuentan los pacientes que asisten a mi consulta, a no ser que sean psicólogos o estén vinculados a medios académicos. Mas, como el medio es pequeño, no falta quien conoce a algún familiar, quien es amigo de un amigo. Es un tema que contamina el trabajo y un aspecto con el que hay que trabajar para dar curso a la labor de análisis, más aquí que en otros lugares, como tu refieres en tu pregunta. De lo anterior, se desprende que hay que resaltar con las personas que buscan ayuda, en este punto, la confidencialidad y la necesidad de delimitar espacios de forma clara con el fin de preservar el quehacer psicoanalítico.
II: Sabemos que desde hace muchos años estás trabajando en la fundación de la Asociación Psicoanálitica Ecuatoriana ¿podés contarnos cómo es este proceso?
ACA: A mi regreso de Buenos Aires, busqué siempre mantenerme en contacto con maestros y amigos. El impulso que recibí de personas como Blanca Montevechio, Guillermina Garmendia de Camusso y de Allan Castelnuovo, a los que les guardo mi mayor aprecio, respeto intelectual y estima personal, fue fundamental para mi formación y mis tareas posteriores. En función de estos contactos y de la guía de varias personas con las que alterné en aquella época, surgió la idea de darles un estatuto formal a los estudios de psicoanálisis en Ecuador, que ya estuvo presente en las iniciativas tomadas por el doctor Allan Castelnuovo en la década de los ochenta. Los esfuerzos de Castelnuovo se vieron empañados por la difícil situación económica del país, que lo hacía poco atractivo para que analistas de otros países busquen residir en Quito y sumarse a la tarea. En aquella época nos visitaron personas muy cercanas al doctor Castelnuovo: Blanca Montevechio, Gela Rosenthal, Antonio Barrutia, Domingo Grande, Gerardo Stein, Mauricio Knobel, Raúl Aragonés para dictar seminarios.
A inicios de los años noventa, se formó en nuestro país una organización vinculada a los estudios lacanianos, Escuela Freudiana del Ecuador (EFE), de la mano de Pedro Oyervide, Charles Melman y Marcel Czermak. Esta organización desarrolló eventos y suscitó gran expectativa en nuestro entorno. La organización se nucleó en torno de carteles y de grupos de estudio. Mi participación fue mínima en las actividades que realizaba EFE.
A inicios del año 2000 (2001 ó 2002), formé en mi consulta un grupo de estudio con la idea que sea un grupo que gire en torno al estudio exclusivo del psicoanálisis y no en torno de determinadas personas, asunto que cuestionaba de los grupos de formación lacaniana. Ese grupo lo conformaban estudiantes de la Facultad de Psicología con intereses varios de lectura. En 2004 asistí al congreso de FEPAL en Guadalajara, Mexico, gracias a Olga Varela a quien conocí en Buenos Aires en 1989. Fui invitado a su casa, y conocí el pujante desarrollo del grupo de Guadalajara y del trabajo que habían realizado durante muchos años a partir de la presencia de dos argentinos: Nora Gramajo y Jorge Zareta. Mi idea era la de buscar apoyo para que el grupo de estudio. con el que trabajaba en Quito, tenga algún tipo de pertenencia internacional con el apoyo de IPA. Las expectativas eran muchas, pero no había mayores posibilidades de generar en Quito, al menos en ese momento, un movimiento que lograse cubrir costos de seminarios dictados por docentes extranjeros, o costear supervisiones, o buscar que vengan a Quito analistas con el objeto de realizar análisis a los miembros del grupo.
En el año 2007, me enteré, en una visita a la Escuela de Psicoterapia, gracias a Luis Minuchin que fue docente en la Escuela y luego supervisor didáctico, de la creación del Instituto Latinoamericano de Psicoanálisis, el mismo que buscaba apoyar la formación de grupos en países que no contaban con una Asociación o un Instituto de formación. Para 2010, recibimos la visita de las doctoras Raquel Berezovsky y. Telma Barros Cavalcanti. Paso a paso, hasta el día de hoy, 2018, con un esfuerzo mancomunado y con el apoyo invaluable de los doctores: Raquel Berezovsky, Telma Barros, Alicia Leisse de Lustgarten, Olga Varela, Matilde Caplansky, María Paz de la Puente, María Teresa Calabrese, Javier García, Álvaro Nim, Marcos Koremblit, Alceu Caseb, Claudio Eizirik, Abel Fainstein y muchos otros, que no los nombro, pero que constan de manera especial en la historia del grupo, hemos ido avanzando con seminarios, análisis y supervisiones. Los esfuerzos son grandes, acompañados de muchas satisfacciones y de no pocos tropiezos.
II: Muchas gracias, Álvaro, por esta entrevista.
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