Un psicoanalista —decía Pichón Riviere— tiende a funcionar como un líder mudo, sus actos hablan por él, sin hablar demasiado de psicoanálisis. ¿Y de qué hablan sus actos? Tal vez hablan de un acrecentamiento de la conciencia original y afectiva, consecuencia de una menor descentración de su conciencia. Alguien que hace conciencia de su determinismo inconsciente, una conciencia menos síntoma y más tarea.
Ulloa, F. (2011) Novela clínica psicoanalítica. (pág. 115)
Del recorrido
Desde el ámbito universitario, donde realizo docencia e investigación hace tiempo[1], se desarrollan y dirigen tesis, bajo el departamento social-comunitario y en el enfoque de los Estudios de género. Docentes e investigadoras trazamos un recorrido, nos capacitamos, realizamos y dirigimos tesis en este marco. Dichas tesis son sumamente heterogéneas en propuestas, temas y métodos. Pero todas comparten la sensibilidad por lo social y el interés por establecer los nexos que considero resultan indispensables, entre lo intelectual y la aplicación constructiva frente a los problemas humanos, teniendo en el horizonte visibilizar y reducir inequidades, y la apuesta a enriquecer el propio pensamiento a partir de esos usos y aplicaciones, en una posición ética de las ciencias y las disciplinas humanas.
Otro denominador común allí, en el desarrollo y dirección de esas tesis, lo constituye la orientación hacia el campo de la subjetividad, una propuesta compleja, no homogénea, no totalizante, y es en ese espacio desde donde el psicoanálisis, entiendo que puede realizar sus aportes, alojar y potenciar los diálogos con el campo del género, y la reflexión sobre la orientación dada a esos saberes.
Habito por momentos la pregunta ¿Qué hace un/a psicoanalista en el ámbito académico, qué hace en una institución tan particular? ¿Y qué, frente a requisitos tales como tesis, direcciones, y otras tareas de esa índole? No puede darse una respuesta unívoca a la pregunta. Lo que sí planteo como indudable, tomando las palabras de Ulloa antes citadas, es que el habitar esos espacios, convoca a interrogar la posición singular respecto de la tarea, interrogarse qué se hace y qué se pone en juego en ello, y que puede cada quien de modo singular aportar. Tomar la palabra, producir una marca, se revela de diversas maneras, como el acontecimiento que implica realizar una tesis al finalizar una etapa de formación, siempre motivo de apuestas, angustias y arduo trabajo. Esa experiencia impone una exigencia de trabajo psíquico no solo en cuanto al tema específico de elección sino a la posición subjetiva de cada tesista frente a ese hecho. He abordado con anterioridad algunas de las particularidades que presenta la escritura de tesis, el transitar la tarea desde lo vivenciado por los/las tesistas.[2] Me propongo comenzar a pensar ahora otras aristas de ese recorrido, lo que atañe a la posible relación entre tesistas y directoras, y en particular respecto de estas últimas, de lo que implica su trabajo y posición.[3]
El proceso de tesis no puede llevarse a cabo sin una apuesta fuerte, sin que mucho del deseo sea jugado allí. Recorrido que no está libre de vacilaciones, y es la persistencia en la apuesta aquello que hará finalmente productiva la tarea. La tesis se constituye en una iniciativa que forma parte de las prácticas de formación sistemática y de acceso a credenciales académicas. Estas credenciales son parte de los motivos que orientan a tomar este tipo de cursos, y se relacionan a las formas actuales de lo que es requerido para la inserción en diversos ámbitos del mundo laboral y por lo tanto para la profesionalización.
La producción de tesis puede darse en dos situaciones muy diferentes, en lo que hace a la condición académica del/la tesista.
Una, está dada por aquel o aquella estudiante que se aventura a los cursos de modo individual y que en esa misma sintonía se dirige a realizar su tesis. Respecto de esta primera situación, puedo señalar que es el modo vivenciado en general por tesistas de grado, requisito de licenciaturas, y por algunos en postgrado, y es sabido las dificultades con las que se encuentra el/la tesista que sostiene su trabajo en soledad y las problemas que ello acarrea a la producción y sostenimiento de la tarea en aislamiento, en especial para los/las estudiantes de posgrado, en donde sus tesis requieren un mayor grado de dedicación y complejidad. Allí el rol de la directora o tutora es esencial y de una forma muy relevante, que retomaré luego.
Otra situación está dada por tesistas que con inserciones diversas en ámbitos académicos, en equipos de docencia, de investigación, realizan sus tesis como parte de un trabajo más amplio. Sobre este modo de la producción con inserción en equipos, quiero señalar algunas cuestiones.
Los recorridos de cursos y tesis aportan a la promoción, articulación y desarrollo profesional propio y de los equipos de trabajo académico. En este sentido para muchas jóvenes profesionales, es esencial encontrar en ese espacio de la inserción institucional la posibilidad de acceso a una vía de profesionalización que a menudo combina facetas particulares y complejas, que anudan en la subjetividad, dadas entre otras cosas, por la pertenencia de género femenino, a la vez que marcada por sus potencias específicas. Anudan allí la condición de género, clase, la relación generacional y familiar a lo profesional, las tramas históricas singulares, los propios obstáculos subjetivos, que se suman a los aspectos macro como ser las características del sistema educativo o del mercado de trabajo.
Considero importante tener en cuenta esta dimensión de la profesionalización a la que se orientan tanto tesistas como directoras, cada una a distintos niveles de sus recorridos, respecto de los modos actuales, frente a un mercado laboral flexibilizado, muchas veces precario, que demanda cada vez mayores credenciales académicas, para las inserciones institucionales en diversos ámbitos, y que exige poner en juego recursos creativos e innovadores. Requiere revisar antiguos modos, creencias e ideales, y potenciar facetas nuevas, armar redes, explicitar derroteros no lineales, etc. En la experiencia de tesis, no debe olvidarse esa dimensión del paso a dar, de ese proceso y su importancia, con valor de acto. Y un punto muy importante, que considero vale no perder de vista, aquello que espera en potencia, como perspectiva a construir, al concluir la tarea de tesis.
Asimismo, es interesante puntuar los matices que toma la dimensión colectiva de la producción e incluso del deseo en el ámbito de la producción escrita. Las tesis desde esta experiencia son producto de los intereses singulares de cada tesista sobre temas específicos, y también producto de equipo, resultado de una formación y área de trabajo conjunta. Las tesis no son sin el equipo, por ejemplo en cuanto a las preguntas que allí son posibles formular, dada la experiencia del tesista (personal, laboral, profesional, de formación) y lo que puede alojar el equipo en determinado momento y quienes coordinan ese espacio.
De este modo, se sostiene el trabajo individual en la red del grupo. Ello va entrando en tensión por momentos, ya que de modo incesante, van a superponerse responsabilidades académicas individuales y colectivas, entran en contradicción y dan ocasión a ansiedades. Cada quien puede llegar a sentir por momentos que lo académico vampiriza la producción propia, que actividades y responsabilidades van a contrapelo de la realización propia. A veces la ansiedad puede ser depositada imaginariamente en jefes/as, directoras y por supuesto en la institución misma. La situación es compleja, más allá de las características singulares de esas subjetividades con las cuales toca trabajar a diario, existe un problema grave en la academia que vuelve hueca y meramente formal muchos tramos de las propias acciones. Tiempo y esfuerzo se destinan a subsistir en lo institucional – académico que demanda pappers, ponencias, publicaciones en revistas científicas (que finalmente pueden ser leídas o no por otros investigadores o profesionales, al menos así en el campo de las ciencias sociales.) La política académica fuerza a esa danza, que exige números y cada vez más, y que no siempre terminan siendo producciones novedosas. Quiero aclarar que no se trata allí de que sea escasa la producción de saberes y prácticas sino que en esa danza suelen volverse efímeras cosas que son muy valiosas. Por lo cual, es en los intersticios de esa tarea donde yace la posibilidad de que tesistas y directoras puedan valorar y hacer valorar lo propio. Puedan hacer resistencia a esos avatares, acercando sus producciones a quienes puedan efectivamente beneficiarse de esos saberes, en definitiva lo que da sentido a la tarea, transformar lo social y subjetivo.
Lo complejo de esa experiencia, me conduce a señalar matices, en cuanto a la escritura de las tesis. Si bien cada tesista en definitiva escribe en soledad, esa tarea es más productiva si es sostenida colectivamente por la presencia activa y/o tacita de otros y otras investigadoras, tesistas, desde las producciones que esos otros/as van tejiendo, en el dialogo continuo y la experiencia compartida que proporciona en distintos tramos la relación con la directora o asesora de estudios. Inclusive hace parte de esta experiencia el conflicto que la alteridad siempre presenta a las subjetividades, también en ese contexto que señalaba. En este sentido, traigo a cuenta la historia del propio Freud que me ayuda a pensar. Luego de fundar el psicoanálisis, prontamente instituye las reuniones de los miércoles, un espacio de dialogo con los primeros seguidores psicoanalistas. Se reúnen en el departamento de Freud en la calle Versalles con un pequeño círculo de colaboradores, discuten allí temas de interés, de la teoría y la técnica psicoanalítica y del avance de las investigaciones clínicas en ese campo. Muchas de esas discusiones aportaron a las producciones de Freud y a sus publicaciones, y obviamente a la de sus discípulos. Esta dimensión colectiva nos permite revisar la lógica de omnipotencia en la producción y la escritura, el mito del Genio individual, y visibilizar las potencialidades de lo grupal, a costa de ceder una parte de narcisismo. Alteridad, rivalidad, potencia y creatividad se articulan complejamente a en la producción[4].
Entre Tesistas y Directoras
La tarea de tutorear o dirigir tesis se revela para mi junto a sus aspectos gratificantes inseparable de obstáculos de diversa índole. Hace tiempo he comenzado a explorar la tarea de dirección y he encontrado que ese lugar a habitar me ha interpelado principalmente a mí misma. Las instituciones formalmente exigen a la directora tareas tales como supervisar al o la tesista en cumplir los plazos estipulados de su calendario académico, dirimir cuestiones conceptuales, de contenido y administrativas, evaluar el proyecto y el escrito final de acuerdo criterios establecidos, según guías de evaluación o ajustándose a los ítems que plantean las hojas de rubrica que cada institución propone, entre otras cosas. Este inventario de tareas no alcanza a definir toda la situación y el proceso de dirección en su dimensión de subjetividad e intersubjetividad, por lo cual quiero señalar en estas líneas algunos puntos en los que estoy pensando respecto de la posición y tarea de las directoras.
Fui encontrando al habitar el lugar de dirección que ciertos conceptos de la cosecha del psicoanálisis me permiten articular en esta tarea. No es mi intención en absoluto hacer un paralelismo entre ambos espacios y prácticas, lo cual sería de partida un error. Sino más bien he tomado algunas de las herramientas conceptuales del psicoanálisis para pensar y ponerlas en juego en la situación de dirección. No puedo más que como psicoanalista tener una mirada de subjetividad frente a esa demanda que llega. Y esto vale así como experiencia que se va construyendo en ese mismo proceso, porque si bien existen numerosos talleres o espacios donde aprender a hacer una tesis, no se dispone de un lugar de similares características donde referenciarse para la tarea de dirección. Con lo cual cada quien toma, en primera instancia su propia experiencia por así decir, del otro lado del mostrador, lo que vivenció como tesista en relación a la propia tesis y su directora, y en segundo lugar, el dialogo ocasional con otros/as directores/as en el contexto académico. En lo sucesivo, para esa posición que es sostenida en el tiempo, que me convoca a una construcción reflexiva, he ido tomando de mi oficio los marcos propios de mi formación, para ir revisando y modelando la posición tomada y a tomar.
Frente a la demanda de estudiantes de grado o postgrado, que trabajan de modo individual o proveniente de equipos académicos, se fue imponiendo para mí la necesidad definir un encuadre que permita plantear las expectativas y las limitaciones de la tarea. Considero fundamental disponer de un marco que brinde la posibilidad para que el proceso se despliegue, trazar la modalidad de trabajo con reglas claras, y lo suficientemente flexibles, susceptibles de ser modificadas según la coyuntura y subjetividades en juego allí. Estos criterios permiten habitar y potenciar el trabajo, teniendo en cuenta que el encuadre apacigua en parte las adversidades propias de la estructura o coyuntura (en este caso) de las instituciones académicas. Tiendo a pensar que este encuadre excede en algunos aspectos la idea de contrato pedagógico, las variables cognitiva y de contenidos, en el hecho de los tiempos de la tesis y obstáculos subjetivos e históricos, llevan a tener ocasión de intervenciones en el campo de la subjetividad que pueden desanudar (o no) ciertos atolladeros singulares respecto de la tarea y que posiblemente puedan tener efectos más allá de las tesis.
El hecho de recibir la demanda de dirección y alojar ese proceso, me conduce a pensar en una dimensión ética. En ese espacio entre tesista y directora, se juega el abstenerse de plantear o imponer los intereses profesionales de la directora, intereses de investigación, los objetivos e inclusive el propio marco teórico, dado que el/la tesista que se acerca a solicitar dirección, en ese tiempo y recorrido podrá ir descubriendo nuevas orientaciones de investigación, nuevos intereses sociales – científicos y respecto de la disposición de sus conocimientos hacia las prácticas profesionales. Inclusive podrá ir virando en sus posiciones teóricas, y distanciándose o no de los referentes de la dirección. Es así que planteo que lo que importa allí es la coherencia interna de la tesis y no la consistencia teórica entre directora y tesistas. Es un borde nada sencillo de sostener, en el cual queda ubicado en la intersubjetividad, el poder escuchar, pensar, disentir y habitar las diferencias.
Entiendo que la posición de la directora plantea una dimensión ética, la aceptación a alojar a un/a tesista en este proceso implica los puntos que he señalado con anterioridad, es un compromiso asumido. En este sentido, delimitar los bordes que esta tarea presenta es también saber que no se debe generar más expectativas que las que la directora esté en condiciones de asumir y sostener, barajando también que siempre se dirigen a esa posición movimientos de idealización, y que es necesario a cada paso la revisión de las exigencias e idealizaciones del otro, de una misma y de lazo que las mantiene en esa tarea. Un ejemplo sencillo de esta dimensión radica en que la directora pueda plantearse a sí misma cuantas tesistas y sus procesos está en condiciones de alojar y sostener en simultáneo, más allá de las normativas formales a las que tiene que ajustarse.
¿De qué se trata allí, entre tesista y directora? Se trata de sostener el despliegue de un proceso, el cual puede demorar en algunas ocasiones unos meses, en otras años, según sea el caso. Un proceso que ocurre entre dos, podría decir bajo la modalidad de un espacio transicional, según el modelo que Winnicott[5] propone para pensar diferentes fenómenos. Para la situación que aquí me ocupa, la superposición de dos zonas de juego, dos subjetividades que juegan juntas, escriben, piensan juntas, tomando la experiencia cultural (incluyo aquí la producción escrita a la que me estoy refiriendo) como ampliación de fenómenos transicionales. El jugando transicional, me permite imaginar a tesista y directora como el tesando[6], solas y acompañadas, paradoja que conviene no resolver. Se trata así de sostener para ambas la posibilidad de pensar, de ofrecer la oportunidad para el despliegue allí de la creatividad, dentro de los bordes que esta particular tarea recorta. En parte el juego a que es llamada la directora, será generar las condiciones para intervenir tocando los resortes singulares que puedan potenciar la autonomía de cada tesista en producción, en el espacio complejo que las mantiene, unidas, separadas, diferentes.
Este recorrido no se traza ajeno a diversas situaciones vitales, que se relacionan o impactan de modo singular en la creatividad, la potencia y en la autonomía subjetiva de quienes se hallan en este proceso. Tanto para Tesistas como para Directoras, es preciso plantear la dimensión de género, ambas se comprometen en intentar la compatibilización de la vida diaria, las gestiones domésticas, la crianza de hijos, la sincronización de proyectos de amor, de pareja, las responsabilidades provenientes del cuidado de otros/as en las organizaciones familiares, los procesos de salud / enfermedad, que quedan aún hoy en el ámbito de las tareas tradicionalmente adjudicadas al dominio de las mujeres. Esas situaciones vitales poseen impacto directamente sobre las fuerzas, tiempos y recursos con que cada una cuenta para disponerse a la escritura, a la producción, a la actividad de dirección, y se articulan en diversa medida y complejamente, según sea el caso, a las marcas históricas de las mujeres a tomar la palabra, oral, escrita, autorizarse cada una a esa expresión, a considerar que aquello que tenemos para decir es válido, a ser creídas, valoradas, reconocidas.
El intento de compatibilización de estas áreas, se suma a un contexto universitario y académico en el cual tesistas y directoras emprenden esta tarea sin que las instituciones provean recursos materiales y económicos, quedando esa variable de peso sujeta meramente a lo que cada una pueda autogestionarse, y donde ambas posiciones, de tesista y directora permanecerán en relación a una retribución más bien de orden simbólico, dada por el reconocimiento mutuo de una tarea compleja, que se revela para ambas de gran significación. Esta no es una cuestión menor porque a cada paso irá presentando limitaciones a este trabajo y exigirá estrategias más o menos efectivas para transformarlo.
Este escenario me conduce a retomar el concepto de ternura tal como lo propone Ulloa para pensar como sostenerse psicoanalista en las instituciones. Señala que uno de los componentes propios de la ternura es el miramiento[7] , el mirar con amoroso interés a quién se reconoce como sujeto ajeno y distinto de uno mismo. Lo cual arma un sentimiento de confianza, será aquí para esta tarea, el leer, interrogar, aportar, señalar, brindar el tiempo propio hace parte de ese miramiento; puede ponerse en juego en el “entre” del proceso de tesis, en la posición de dirección, qué potencia la tarea y que repara solo en parte y a veces las situaciones de adversidad o de violencia institucional. Por lo cual pienso que el alojar la demanda de dirección, implica en esta perspectiva estar dispuesta a brindar ese miramiento que es a la vez el germen de la autonomía, insisto, una cuestión para nada menor para las mujeres. Por ello mencionaba antes la abstinencia como un vector de este trabajo, en contra del apoderamiento y la imposición, de temas, marcos, estrategias. La producción conjunta implica de este modo fragmentos conscientes e inconscientes, procesos de desprendimiento, de la tesis, de lo producido, de las idealizaciones mutuas en juego, del modo actual del lazo a ese otro/a y finalmente el pasaje a algo nuevo, una nueva posición dentro de la red de relaciones, con mayor poder, plasticidad y potencialidad.
Asistimos a tiempos donde están suficientemente visibles las incompatibilidades del mundo académico y la vida real, concreta de tesistas y directoras, y coexisten procesos de invisibilizacion de las condiciones en los que las mujeres llevamos adelante todas estas tareas. Este esfuerzo desmedido para intentar compatibilizar vida personal y trabajo expresa que la lógica masculina sigue imperando en el ámbito de lo académico como en lo laboral en general. Coexisten tramos, momentos de negación de estas incompatibilidades, incluso para las propias mujeres, creerse exentas de estas problemáticas, y mantenerse de este modo libres de angustia (aunque no por mucho tiempo), esta negación puede percibirse en el argumento que a veces puede oírse por allí, el cual sostiene que la solución radica en perfeccionar modos o formas individuales de organización, donde todo sería posible y por lo tanto estaríamos a salvo de estas dificultades, lo cual es un reduccionismo.
Por todo ello, ese espacio intersubjetivo, de tesista y directora, puede alojar algunas de estas aristas, como un espacio que excede el contrato pedagógico, transformándose en un lugar para compartir y operar como lugar de referencia, sororidad, para incorporar nuevas lógicas y tolerar la incertidumbre. Para poder poner en palabras, visibilizar, encontrar, aceptar, traspasar, resistir, los límites del mundo real en el cual vivimos, trabajamos, estudiamos, amamos, y finalmente encontrar el modo de desplegar las potencias y especificidades propias de cada una de nosotras y de las alianzas que se logren construir.
Comentarios