NÚMERO 23 | Mayo 2021

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Enloquecidos por la pérdida | Andrea Burcaizea

Síntesis del trabajo presentado en la «Jornada de Alumnos AEAPG» organizada por la Secretaría Académica para los alumnos de los Posgrados de Especialización y Maestría en Psicoanálisis y del Curso Superior en Psicoanálisis con Niños y Adolescentes, octubre 2020. Las producciones literarias siempre han sido gran ejemplo de los pesares y sufrimientos humanos. En este escrito, la autora realiza un recorrido por los principales conceptos psicoanalíticos freudianos acerca del duelo y los ejemplifica con una emocionante crónica escrita por una ensayista norteamericana.

La vida cambia deprisa.

La vida cambia en un instante.

Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba.

Joan Didion

 

Hace unos años me conmovió especialmente leer el libro El año del pensamiento mágico de Joan Didion (2015) y sobre él desarrollé este escrito.

Didion es una escritora, periodista y ensayista norteamericana casada con el también escritor John G. Dunne. A finales del año 2003, repentinamente, queda viuda cinco días después de haber internado en grave estado a su única hija quien, al año y medio, también muere. El libro trata del dolor por la muerte de su esposo. El libro es una crónica de su duelo.

Voy a repasar algunos conceptos de la teoría psicoanalítica sobre el tema y, para ilustrarlos, me voy a valer de frases de la obra de Didion; finalmente, plantearé algunos interrogantes sobre la estructura que subyace en esta persona doliente.

En Duelo y melancolía, Freud (1917 [1915]) nos dice «(…) que el duelo trae consigo graves desviaciones de la conducta normal en la vida». (pp. 241-242).

Un día, luego de unas semanas, agarré más bolsas y me fui al despacho de John, que era donde él guardaba su ropa.

Me detuve en la puerta de la habitación.

No pude dar el resto de sus zapatos.

Me quedé allí un momento plantada y entonces me di cuenta de por qué: si John quería volver, le iban a hacer falta zapatos.

(Didion, 2015)

 

Sin embargo, continúa: «…nunca se nos ocurre considerarlo un estado patológico (…) Confiamos en que pasado cierto tiempo se lo superará y juzgamos inoportuno y aun dañino perturbarlo». (Freud, 1917 [1915]: pp.241-242)

Por otro lado, en La escisión del yo en el proceso defensivo presenta el mecanismo de la desmentida (verleugnung). En su introducción, Strachey anticipa que ahí «se profundiza en la indagación del yo y su comportamiento en circunstancias difíciles» (Freud, 1940 [1938] p. 273) entrelazando dos temas importantes: la defensa y la idea de que ella da por resultado una «escisión del yo».

Freud (1940 [1938]) define este mecanismo de la desmentida como la defensa a

(…) un conflicto entre la exigencia de la pulsión y el veto de la realidad objetiva” (p. 275). Responder al conflicto con dos reacciones contrapuestas, ambas válidas y eficaces. “Ambas partes en disputa han recibido lo suyo: la pulsión tiene permitido retener la satisfacción, a la realidad objetiva se le ha atribuido el debido respeto. (1940 [1938]: p. 275).

 

Joan Didion siente el dolor por la muerte de su marido, avisa la triste noticia a sus familiares y amigos, permite que se publiquen las necrológicas, pero también y ¡¡a la vez!!, sigue esperando su llegada.

Como dice Freud (1940 [1938]: p.275): «(…) el resultado se alcanzó a expensas de una desgarradura en el yo (…)».

Ha muerto, ¿verdad? —me oí decir al médico.

Recuerdo que pensé que necesitaba hablar de aquello con John.

(…) Por supuesto que yo sabía que John había muerto. (…) y, sin embargo, yo no estaba preparada para aceptar que la noticia fuera definitiva: a cierto nivel seguía creyendo que lo sucedido todavía era reversible.

Necesitaba estar sola para que él pudiera volver.

(Didion, 2015)

 

«El duelo pesaroso contiene idéntico talante dolido [lo está comparando con la melancolía], la pérdida del interés por el mundo exterior (…), la pérdida de la capacidad de escoger algún nuevo objeto de amor (…), el extrañamiento respecto de cualquier trabajo productivo que no tenga relación con la memoria del muerto». (Freud, (1917 [1915]): p. 242)

Todavía no podía concentrarme lo bastante como para trabajar (…).

Únicamente los supervivientes de una muerte se quedan solos de verdad. Todas las conexiones que componían su vida, tanto las profundas como las que parecen insignificantes, desaparecieron.

(Didion, 2015).

 

«En el duelo, el mundo se ha hecho pobre y vacío; en la melancolía, eso le ocurre al yo mismo» (Freud, 1917 [1915]: p.243). Pero Didion padece ambos empobrecimientos.

La gente que ha perdido hace poco a un ser querido tiene una expresión peculiar (…) de vulnerabilidad extrema, de desnudez e indefensión. (…) parece desnuda porque se cree a sí misma invisible (…) incorpórea.

(…) tampoco podemos conocer por anticipado (…) la ausencia interminable que vendrá después, el vacío, (…), la sucesión implacable de momentos durante los cuales afrontaremos la experiencia del sinsentido mismo.

(Didion, 2015).

 

«El enfermo [melancólico] nos describe su yo como indigno, estéril y moralmente despreciable; se hace reproches, se denigra y espera repulsión y castigo». (Freud, 1917 [1915]: p.244).

Porque yo había permitido que otra gente creyera que él había muerto.

Había permitido que lo enterraran vivo

(…) arreglar lo que rompí, traerlo a él de vuelta.

¿Qué daría yo por poderle decir alguna cosita que lo hiciera feliz? (…) Si se la hubiera dicho a tiempo, ¿habría funcionado?

(Didion, 2015).

 

¿Pueden estos dichos entenderse como autorreproches o son exteriorización de la profunda aflicción sentida y la fantasía de que su muerte se podría haber evitado?

Durante los meses posteriores a la muerte de su esposo, su entorno estaba muy preocupado por su pérdida de peso (llegó a pesar 34 k). La repulsa del alimento. Solo comía mucho arroz congee (tipo de arroz que se cocina sometiéndolo a muchos hervores hasta conseguir una consistencia viscosa). Durante ese largo tiempo, se alimentaba solo de… ¿papilla?

Interrogantes

La intensidad del dolor o, más bien, su inefabilidad ¿hubiera sido causa suficiente como para enloquecer? ¿Acaso la frustración de creer que podría haber hecho algo por él y no haberlo hecho no tenía tal fuerza como para arrancarla de la realidad? ¿O ella era efectivamente una «mujer muy fuerte» —psicológicamente, agregaría yo— como le habían dicho en el hospital al que ingresó con su marido ya muerto? ¿Qué tiene más peso absoluto, la trama que se tejió en sus vínculos primarios y el poder regresar a ellos, su conexión con la realidad, el haber podido continuar produciendo —¿sublimando?— o que, simplemente, la pérdida de objeto ocurrió efectivamente en la realidad, pero con ella no perdió ni sus ideales, ni sus deseos, sus proyectos ni ninguna parte de su yo?

Solo ella podía atestiguarlo escribiendo. Eso que ella siempre había sido fue lo que probablemente la salvó de que su locura se encarnara. Si podemos leerla es porque ella pudo escribirlo, decirlo, poner palabras que encuentren los significados.

Y quizás la respuesta a todas estas preguntas esté en este otro pasaje:

(…) aprendí a encontrar idéntico sentido en los rituales repetitivos de la vida doméstica. En el hecho de poner la mesa. Prender las velas. Encender la chimenea. Cocinar. Todos aquellos soufflés, todos aquellos flanes, todos aquellos estofados provenzales y albóndigas y sopas de quingombó. (…) Estos fragmentos los usé para sostener mis ruinas. (Didion, 2015)

 

O quizás, contratransferencialmente, quedé tan atrapada en su relato que prefiero pensar que ella no enloqueció.

Bibliografía

Didion, J. (2015), El año del pensamiento mágico, Buenos Aires, Literatura Random House.

Freud, S. (1984). “Duelo y melancolía”. En Obras Completas: Sigmund Freud, (Traductor Etchverry, J.L.), Vol. XIV, (2.a Ed., 5.a Reimp.), pp. 235-255. Bs. As., Amorrortu editores. (Trabajo original publicado en 1917).

Freud, S. (1986). “La escisión del yo en el proceso defensivo”. En Obras Completas: Sigmund Freud, (Traductor Etchverry, J.L.), Vol. XXIII, (2.a Ed., 8.a Reimp.), pp. 271-278. Bs. As., Amorrortu editores. (Trabajo original publicado en 1940).

Acerca del autor

Andrea Burcaizea

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