Cuando la Secretaria Académica, Luisa Willdorff, me llama para participar de esta mesa, me pide que comparta con ustedes mi propia experiencia en el armado de la tesis. Mantenemos un pequeño intercambio de ideas y le digo: «¿Querés que cuente cómo me llevo con mi tesis?». Era uno de esos días en el que yo no estaba en mi mejor relación con el trabajo de tesis. Y a partir de allí, la lluvia de preguntas que siempre me inundan a la hora de hacer un trabajo y que aquí no podían faltar. ¿Por dónde empiezo? ¿Qué cuento? ¿Cómo transmitir los amores y odios que me genera la tesis y no inhibirlos al inicio de este gran camino que propone todo curso de maestría o especialización?
Comenzaré por lo que creo que fue el principio.
Terminé de cursar el plan curricular de la Maestría en Psicoanálisis en el año 2011. Durante el cursado de los Seminarios aprendí muchísimo, tanto contenidos y conceptos teóricos como también una manera de pensar y reflexionar acerca de la teoría y la práctica psicoanalítica. Leer, pensar, reflexionar, formular preguntas, escuchar, intercambiar, diferencias, heterogeneidad, relación con compañeros y docentes. Enriquecimiento y crecimiento.
También fueron parte de mi formación las materias (para mí no tanto seminarios) que se cursan en la sede de la Universidad de la Matanza: Semiología, Antropología, Metodología y Orientación de Tesis. Especialmente estas dos últimas fueron mi primer contacto con la idea de una tesis. ¿Cómo se realiza una tesis? ¿Cómo incorporar el saber acerca de la metodología? ¿Cómo amigarse con esos contenidos teóricos que hacen a la hipótesis, el problema, los objetivos, el estado del arte, la muestra, las variables, el análisis y las conclusiones?
Primero fue pensar el tema. ¿Qué investigar? ¿Qué convoca mi deseo? Formular preguntas, decía Gloria Perelló (profesora de metodología y orientación de tesis), algo tan fácil y tan difícil a la vez. En un principio, una gran lista para luego recortar y precisar cada vez más ese pequeño punto que será el nudo de la investigación.
Empecé con una mirada interna hacia mi actividad laboral en la clínica y la docencia. Mis pensamientos se detuvieron en la sala de profesores, en conversaciones con docentes donde las quejas y sorpresas acerca del paulatino y continuo empobrecimiento de la producción escrita de los estudiantes universitarios en la actualidad se sentían con intensidad. Se escuchaba y se escucha: «Ahora los estudiantes no estudian igual que en nuestra época». «Antes los estudiantes leían y estudiaban más». «¿Viste como redactan ahora los alumnos? No saben redactar. No saben escribir». «El otro día corrigiendo un parcial me encontré la palabra hacer sin hache y con ese». Luego de la catarsis, la queja y la desvalorización, algunos docentes buscan una explicación posible. Las respuestas desembocan en la mala base del secundario, que ha motivado numerosos estudios desde las ciencias de la educación, junto a la implementación de cursos de ingreso (que sirven como niveladores), talleres de capacitación de escritura académica, talleres de metodologías de estudio. Otras respuestas convergen en afirmar en que son las características de la sociedad y la cultura contemporáneas las que determinan un modo de estudiar, de leer, de escribir, de ser estudiante, diferente al de otras épocas.
Estos tipos de explicación me resultaron y aún me resultan insuficientes ante un gran número de alumnos que presentan dificultades tanto en la comprensión de consignas como en su resolución en forma escrita. Observándose oraciones con fallas en la construcción gramatical, oraciones que no se sabe a quién o qué remiten, frases sueltas deshilvanadas del conjunto, falta o mala utilización de conectores, textos con poca coherencia interna donde el sentido que se quiere transmitir se desvirtúa. Es entonces que recurro al psicoanálisis y sus aportes teóricos para pensar en los distintos modos de funcionamiento del psiquismo y lógica de pensamiento que prevalecen en los jóvenes universitarios y que intervendrían en las particularidades que presentan sus producciones escritas. De esta forma, el tema se fue circunscribiendo a las evaluaciones universitarias como un modo de indagar el funcionamiento psíquico. Teniendo como pregunta problema: ¿Cuáles son los modos de funcionamiento psíquico que prevalecen cuando el estudiante universitario aborda las consignas y las preguntas que se le presentan al ser evaluado con un examen escrito?
¿Por qué este tema y no otro? No dejo de pensar cuántas implicancias subjetivas hay en la elección del tema de investigación (punto en el que no voy a ahondar y donde cada tesista podrá buscar y encontrar su respuesta en explicaciones racionales como también en las profundidades de su inconciente).
Luego vino el momento de indagar acerca de qué hay escrito e investigado sobre el tema elegido. Aquello que se llama construir el estado del arte. ¿Cómo buscar? ¿Cuáles son los sitios confiables académicamente? ¿Cómo seleccionar qué leer, qué puede ser un aporte a lo que estamos buscando en la inmensidad del conocimiento? ¿Cómo no perderse en los laberintos interminables de los libros, de las revistas y del ciberespacio? Aquí fue importante el intercambio con mis compañeros de curso: preguntas que generan nuevas líneas de pensamiento, sugerencias de bibliografía y de sitios web, diversos aportes.
Aprender a realizar búsqueda de investigaciones previas y bibliografía en relación al tema. Así como también, aprender a no desviar mi atención hacia los caminos de las ciencias de la educación y de la sociología. Era necesario considerarlos para delimitar mi objeto de estudio, pero no profundizarlos ya que tenía que tener presente que se trata de una investigación dentro de una Maestría en Psicoanálisis.
Así, cada punto de la investigación resultaba un punto de detención donde se abren nuevas preguntas, nuevos obstáculos que se constituyen en motores del pensamiento para continuar avanzando en la construcción del anteproyecto.
Terminé el anteproyecto junto con la cursada del Seminario de Orientación de Tesis. Yo pensaba que como el anteproyecto estaba aprobado, estaba en condiciones de ser presentado como proyecto a la Escuela. Pero por suerte en el camino me encontré con Gabriela de secretaría, quien supo orientarme y plantearme que primero era necesario que tuviera un director de tesis. ¿Cómo, yo me tenía que ocupar de eso? ¿A quién elegir? ¿Entre quienes? Tensión, distancia, conflicto a resolver. Este paso, que consistió en elegir alguien que me ayude a armar el proyecto de tesis a presentar y definir mi director, me llevó mucho tiempo, casi un año (aunque no lo crean). Para este momento, la presencia de Andrea Martinez Filomeno y Graciela Jaimsky, fueron decisivas.
Presenté el proyecto. Fue aprobado. Ese fue mi primer gran paso. Ya tenía el esqueleto y ahora había que trabajar en él para darle volumen/forma.
Otra vez tensión y conflicto. ¿Cómo se empieza a escribir la tesis propiamente dicha? ¿Por dónde comenzar? ¿Cómo se escribe un capítulo? ¿Cuánto hay de las generalidades a tener en cuenta y de las particularidades que hacen a un estilo propio?
Horas de lectura que van abriendo cada vez más el tema. ¿Dónde detenerse? Es necesario delimitar, acotar, para luego escribir.
Entonces se presentan largos momentos de lectura y escritura. Re-leer lo escrito, re-escribir.
Es así como he escrito el primer capítulo y a su vez dudo que lo fuera. Es decir, escribí acerca de lo que está establecido en el capitulado del proyecto en relación con las características de la sociedad y la cultura posmoderna. Pero es probable que no permanezca tal cual está escrito por diversas razones y, en especial, porque es la primera vez que escribo teniendo en cuenta los modos particulares y propios de un trabajo de investigación como puede ser una tesis. Para no empantanarme, decidí ponerle un punto y comenzar con el capítulo dos donde indagaré acerca de la juventud y sus particularidades en la actualidad. Tanto hay escrito, desde tantas aristas, que me siento como una balsa en el medio del océano (por suerte todavía floto y no me hundo).
Hasta aquí es a donde he llegado. No les puedo contar acerca de lo que todavía no experiencié que tiene que ver con el armado de las variables, de su operacionalización, para luego entrar en el análisis y las conclusiones. Pero para eso me falta un largo camino por recorrer.
Lo que sí puedo decir es que cada paso que doy es un punto de tensión. Tensión y de-tensión. Conflicto. Desde el psicoanálsis —y tomando como referencia el Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis—, el conflicto es considerado como la presencia de exigencias opuestas en el sujeto. Se lo puede pensar desde un nivel tópico (en tanto conflicto entre sistemas o instancias) como desde un nivel económico-dinámico (en tanto conflicto entre pulsiones). Si para Freud y el psicoanálisis, el conflicto es constitutivo del ser humano, éste se hará presente también a la hora de hacer la tesis.
Por un lado, el deseo de saber, el placer de leer, conocer, escribir, producir y, por otro lado, el encuentro con el no saber, con el no comprender, con los errores, con el corregir y el rehacer.
Momentos de empantanamiento rodeados de ansiedad, angustia, enojo por el tiempo invertido, y el enfrentamiento a un continuo de dificultades. Pero también momentos de movimientos dinámicos, rodeados de una energía que favorece la producción y el enriquecimiento. Tanto unos como otros forman parte de los múltiples y diversos encuentros entre uno (el tesista) y su tesis. Y la tesis será el resultado, el producto de esos sucesivos conflictos que actúan como motor y obstáculo de este largo proceso.
De este proceso he relatado mis primeros pasos. Pasos que están marcados desde la metodología de una investigación, pero que adquieren cualidades singulares en el camino de cada tesista, en los distintos encuentros y desencuentros con un trabajo que genera múltiples sensaciones.
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