NÚMERO 23 | Mayo 2021

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El lugar en la escucha | Ezequiel Lynch

Trabajo presentado en la «Jornada de Alumnos y Alumnas AEAPG» organizada por la Secretaría Académica para los alumnos de los Posgrados de Especialización y Maestría en Psicoanálisis y del Curso Superior en Psicoanálisis con Niños y Adolescentes en octubre de 2020. A partir del trabajo realizado en el Taller Clínico cursado en el marco de la Especialización en Psicoanálisis con Orientación clínica en Adultos, el autor plantea la supervisión grupal como un espacio intermedio entre el consultorio y las instituciones, entre la teoría y la práctica. Pone el acento en el trabajo compartido, centrado en la escucha más que en la visión.

Analizando y reflexionando sobre lo sucedido en los encuentros del Taller Clínico, puedo dar cuenta de que fueron muchas las cosas que se dijeron y muchos los temas abordados, por lo que sólo haré hincapié en aquello que más llamó mi atención. En un plano más general, personalmente, fue sumamente valioso el hecho de ver cómo se plasmaba la teoría con la clínica o, mejor dicho, cómo, a partir de la clínica, uno puede reconocer puntos ya desarrollados en la teoría psicoanalítica. En el mejor de los casos, esa articulación es clara, pero la más de las veces queda abordada en términos de conjeturas, asociaciones, hipótesis e interrogantes. ¿Acaso no parte de un interrogante la supervisión? Esto me invita a reflexionar en el trabajo llevado a cabo por Freud, quien partió también de una escucha, pero sin un marco teórico que lo sustente. Lo tuvo que construir él. Inmediatamente me surge la siguiente pregunta: ¿y Freud supervisaba? En general se dice que Fliess operó en parte como analista, pero ¿no cumplió también el rol de supervisor? Y en sus primeros desarrollos junto con Breuer, ¿qué papel cumplía este último? Estos son solo interrogantes que sostendré. En ellos resalta la importancia de un otro no tan involucrado que reflexiona a partir de cierta “objetividad”.

Me gustaría poder dar cuenta de dos cuestiones que motivaron este escrito. Una tiene que ver con el taller propiamente dicho y, otra, con una forma de abordar y escuchar los casos presentados que resultó ser sumamente rica y agradable.

En primer lugar, la supervisión está generalmente concebida como un encuentro entre dos personas, un analista que presenta el material y un supervisor, otro analista que suele tener más experiencia en la práctica, en donde se genera un intercambio sobre un tercero, el paciente. El taller clínico no sólo es distinto por ser grupal, sino también por estar enmarcado en una instancia de formación. La estructura anterior se sostuvo, pero, además, se sumaron distintas voces que habilitaron otros pensamientos. Fue gratificante esta experiencia de encuentro con colegas con quienes más menos compartimos este momento de iniciación.

Es entonces que me animaría a definir este espacio de aprendizaje al modo de una zona intermedia entre el consultorio, las instituciones de formación y la supervisión individual; entre la práctica y la teoría. Un lugar donde poder escuchar, opinar, preguntar, equivocarse, pensar junto con otros, exponerse, arriesgar. El intercambio generado en los distintos encuentros posibilitó la aproximación a otras miradas, pero particularmente a otras escuchas. Ileana Fischer (2019) en su artículo «La Supervisión y la formación del analista» dice:

Es curioso que se llame »super-visión» cuando no será la mirada lo que esté en juego. Ya que no es el «ver» en búsqueda del signo aquello que orienta la tarea. Tal vez sea un resabio, una marca de origen, de la clínica de la mirada de la cual el psicoanálisis se alejó para transformarse en una clínica de la escucha y la palabra. (p. 73).

 

Considero a estos aspectos de suma importancia no solo por lo concerniente a mi formación personal, sino también porque entiendo que la pluralidad de opiniones favorece la reflexión y la creación.

A raíz de las distintas presentaciones, fueron apareciendo distintas posiciones subjetivas que, abordadas en el marco de la teoría psicoanalítica y motivadas por el intercambio, nos permitió una satisfactoria conjetura de las diferentes combinaciones de elementos propios de cada paciente. Haré mención de algunas formas de estas posiciones al modo en que fueron presentadas e interpretadas en el taller: escuchamos de una paciente que, sometida a la ley de la madre, no podía poner un límite a sus exigencias; otra mujer que, aunque de manera rudimentaria, sí podía limitar este goce y decía: «Entre mi mamá y yo hay una pared». A partir de esto se planteó la siguiente hipótesis: ¿no son estas las mismas letras que conforman la palabra «Padre»?, entendiendo por padre la función paterna ─un tercero─  que limita el deseo de la madre y la separa del infante. Otro caso es el de un paciente que perdió a su madre al año de haber nacido y, al poco tiempo, su padre lo abandonó y quedó luego bajo la crianza de una abuela «agresiva»; también el de aquella mujer que presentaba un particular temor a ser engañada por su pareja; el caso de un hombre mayor que mostraba dificultades para tramitar el duelo por la muerte del padre ocurrida tiempo atrás. Por supuesto, que estas situaciones en sí y por sí no significan nada, pero, más allá de estar presentadas de manera precaria y de no abordar la transferencia ni la contratransferencia (esenciales en nuestra práctica), espero que puedan servir a los fines prácticos de lo que se quiero transmitir.

Lo valioso, a mi entender, es poder ubicar, a partir del material de análisis, los distintos elementos presentes en el discurso del paciente que nos permiten dar cuenta de su vida anímica, su entramado edípico individual y su consecuente posición subjetiva. ¿Qué lugar ocupa y cómo? ¿Qué se repite? ¿Qué insiste? ¿Cómo entender los avatares a los que la vida sometió a ese sujeto en particular?

Deseo, complejo de castración, falo, Complejo de Edipo, Ley, el Yo y sus vasallajes, sujeto, objeto, activo, pasivo, goce del Otro fueron algunos de los conceptos e ideas que posibilitaron un esbozo de respuesta a las preguntas planteadas y una aproximación a esta lógica de lugares y posiciones.

Ahora bien, no fue sino a través de la palabra, del decir del paciente y, por qué no, también del analista en el taller clínico, por la que arribamos a las diferentes conjeturas. Palabra que cobra una importancia especial a partir de una escucha particular propia del dispositivo analítico y del taller clínico en este caso.

A modo de conclusión,

…no despreciemos la palabra. Sin duda es un poderoso instrumento, el medio por el cual nos damos a conocer unos a otros nuestros sentimientos, el camino para cobrar influencia sobre el otro. Las palabras pueden resultar indeciblemente benéficas y resultar terriblemente lesivas. (Freud, 1926)

 

Bibliografía

Fischer, I. V. (2015). La supervisión y la formación del analista. Tópica. Volumen 5, p. 73.

Freud, S. (1976). ¿Pueden los legos ejercer el análisis? En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Completas: Sigmund Freud (Vol. 21). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu (Trabajo original publicado 1926).

Acerca del autor

Ezequiel Lynch

Ezequiel Lynch

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