«De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal, no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio». (Gen. 2:17)
«Vamos a edificarnos una ciudad y una torre con la cúspide en los cielos…por eso se la llamó Babel; porque allí embrolló Yahveh el lenguaje de todo el mundo…». (Gen. 11:4; 9)
«¿Qué es, pues, para mí digno de ver o de amar, o qué saludo es posible ya oír con agrado, amigos? Sáquenme fuera del país cuanto antes…». (Sófocles, Edipo Rey)
«Cuántas veces, inútiles, dio besos al falaz manantial». (Ovidio, Narciso y Eco)
I. El deseo de saber
Dice Freud que el deseo de saber surge del apremio de la vida. En sus comienzos se refiere al origen de los niños, más específicamente, al origen de ese “intruso” que viene a perturbar la paz familiar. La necesidad de evitar el temido hecho de la aparición de un hermanito es el puntapié inicial para emprender el camino de la investigación, que tiene como referentes principales a los padres, signados como fuente de todo saber. Se sumarán las preguntas sobre las diferencias sexuales anatómicas, y así el niño-aprendiz producirá sus primeras teorías sexuales.
En los historiales de freudianos, vemos distintas problemáticas del saber: en Juanito, los motivos de pregunta básicos: ¿quiénes tienen pene?, ¿cómo nacen los bebés? ¿Tendrá él mismo bebés? En Leonardo, los destinos de la curiosidad sexual (inhibición, cavilación, sublimación), y el modo en que los recuerdos y experiencias infantiles marcan destinos de conocimiento. En el Hombre de los lobos, los obstáculos a la sublimación y la aterradora escena primaria, que troca la curiosidad en horror. Las mentiras en la joven homosexual y en el entorno de Dora.
El desvalimiento será para Klein desvalimiento de palabras y saberes: «Encontramos que se derivan importantes consecuencias de estar el yo tan poco desarrollado cuando es asediado por la aparición de las tendencias edípicas y la incipiente curiosidad sexual asociada a ellos. El niño, aún no desarrollado intelectualmente es invadido por problemas e interrogantes…».
Así se va trazando en el niño un trayecto epistemológico. Partirá del desvalimiento ─con la consiguiente omnisciencia─ con la ilusión de que los objetos de conocimiento ─transparentes─ no oponen obstáculos y permiten certezas. Atravesará el duelo por lo que aún no conoce, enfrentará la frustración del saber no inmediato y recibido de otros, objetos de conocimiento opacos, saber sobre el ya no hay certezas, sino conjeturas. Luego se apropiará y temerá por sus instrumentos para conocer, en un diálogo más fluido donde competir, obtener logros y sentirse “grande” tendrán lugar. En los relatos clínicos kleinianos, vemos los problemas de las funciones del conocer: la potencia para indagar, la creatividad para concebir ideas y la confianza en sí mismo y en los otros. Dick, un niño con una inhibición casi total del interés, pocas palabras, escasa vinculación emocional con las personas, casi indistinguibles de muebles. John, un niño con intensa desconfianza de todo, aprensivo, con tendencia a ocultar y mentir, con inhibiciones y dudas sobre sus capacidades. Richard, un niño muy temeroso de los otros niños, que no podía ir a la escuela, con cada vez menos intereses.
El conocimiento como vínculo y presente en todo vínculo es descripto por Bion. Junto con el amor y el odio, el vínculo de conocimiento (K) no solo resulta un pilar fundamental para el nacimiento y la supervivencia de la mente, sino que reclama un lugar importante en el mito edípico (algunos han estudiado este mito como un conjunto de noticias, la puesta en escena de lo sabido-no sabidos). El ambiente, entonces, resolverá no solo los requerimientos de sostén relacionados con el cuerpo, sino que facilitará la alimentación y evacuación de los contenidos de la mente y construyen sentidos para la experiencia.
Conocer es un estado de disposición: «Si la persona que está aprendiendo no puede tolerar la frustración esencial de aprender, se permite fantasías de omnisciencia y una creencia en un estado en que las cosas “se saben”. La omnisciencia plantea el saber como si fuera ‘tener un pedazo’ de conocimiento, y ello difiere de lo que en lenguaje de Bion se denomina vínculo K»[1].
En la clínica de Bion observamos pacientes incapaces de tener pensamientos que rompen palabras, que se sienten sin ideas, que experimentan el escurrimiento de la mente en sus sueños, o que despojan de resonancia emocional cualquier noticia de la realidad que pudiera perturbarlos. De allí la emergencia de un «Super» yo primitivo que obtura los pensamientos nacientes, rompe sueños y obstaculiza el crecimiento de la mente.
II. La Escuela
En «La pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis», Freud afirma que «…el mundo de la neurosis gusta apuntalarse, como el juego de los niños, en un fragmento de la realidad…, le presta un significado particular y un sentido secreto que, de manera no siempre acertada, llamamos simbólico»[2].
Los niños van formando un «perímetro emocional», como dice Meltzer, que marca los confines del mundo que resulta transitable. Dentro del mismo se hallan las personas de su familia, otros adultos y niños significativos, juguetes, mascotas, elementos de la naturaleza y ámbitos propios de su experiencia cotidiana. El marco de sus vivencias es flexible con una tendencia a extender los límites con el fin de abarcar objetos nuevos. Asimismo, padecen el temor a la sobreextensión, al riesgo de «perderse, de estar lejos de casa. Las cosas van a adquirir una valencia positiva o negativa, según se las sienta» más lejos o más cerca de los padres. Es necesario que la escuela sea un lugar suficientemente familiar para resultar amistoso, pero suficientemente ajeno para permitir desplegar experiencias por fuera del ámbito de los objetos primarios. Si una situación se aprecia demasiado cercana a vicisitudes edípicas, también cobrará una valencia negativa.
Hoy lo que se ve lejano, peligroso, está atravesado fundamentalmente por la pandemia, no todos los niños lloran porque quieren ir a la escuela, el afuera hoy ha cobrado múltiples sentidos, además de los singulares que cada familia tenía antes. Dependerá mucho de lo que en cada casa ocurre, los temores a enfermar, los familiares con riesgos, las pérdidas cercanas, los escenarios adentro de casa (violencia, depresión, etc.) para que el afuera escolar sea visto como un refugio, una coerción, un escenario de la desmentida o una oportunidad anhelada.
En condiciones de «normalidad», si la distancia emocional es adecuada, las actitudes del pequeño «conquistador de nuevos mundos» serán de autoafirmación y promoverán confianza en el crecimiento.
III. Problemas
Los niños enredados en las vicisitudes del conocer, siguiendo el camino de Edipo, pueden presentar dificultades variadas:
Edipo en el exilio. Un mundo incomprensible, un yo que ha perdido su capacidad para contactarse con la realidad de los objetos edípicos. Las cosas no parecen diferenciarse por gamas de interés o relevancia. Las preguntas y los deseos de saber necesitan ser edificados (o re-edificados), ya que sólo quedan cosas sueltas, preocupaciones deshilachadas, una suerte de sometimiento indolente a la imposibilidad. Algo similar ocurre con los vínculos, son chicos vistos como «personajes» con mayor o menor llegada al resto, pero sin poder hacer lazos fuertes.
Si les preguntamos si entienden algo, suelen mirarnos perplejos, como si nunca se les hubiera ocurrido tratar de entender o plantear preguntas.
Parafraseando a Freud, dice Bion: «…el panorama que se presenta es similar al del descubrimiento por un arqueólogo de las huellas, no ya de una civilización primitiva, sino de una catástrofe primitiva». Lo que ha acontecido es que se ha roto el vínculo K y sus productos: el conflicto edípico resulta inabordable. De esta forma, la fuente principal de interés y crecimiento se ha perdido y, por lo tanto, el desarrollo social y de aprendizaje está especialmente en riesgo. (Nota pandemia: el menor contacto social es un alivio, por lo general su relación con las plataformas digitales para clases es rechazado y son absorbidos por las pantallas a modo de fuga y no de conexión).
Narciso: no saber, como inicio del ir aprendiendo es vivido como una injuria narcisista para algunos chicos. La situación de aprendizaje, un docente que da consignas o pone límites, otro chico al que le sale algo antes que a él son situaciones vividas con hostilidad; son chicos que suelen sentirse atacados o humillados. El aparente desinterés o abierto rechazo esconde miedo a los descubrimientos, desconfianza respecto de sus medios de investigación y preocupación por quedar «mal parados» ante los resultados obtenidos. Suelen presentar una acentuada susceptibilidad frente a la tarea y a los otros, como si cualquier dificultad fuera en desmedro de su autoestima en forma radical e irreversible. Se los puede ver dispersos, impulsivos o desafiantes. (Nota pandemia: la disminución de interlocutores y el acotamiento de las geografías de descarga hicieron una convivencia difícil. La escuela como instancia que regula, imparte límites, etc., funciona menos a distancia. A muchos les cuesta más mostrar su no saber en un cuadrito de zoom. La susceptibilidad hizo que el vínculo con amigos no sea tan fácil de sostener).
En Tebas. La escuela es un modo de poner a prueba las capacidades genitales potenciales, desarrollar lazos con pares y establecer identificaciones. Vivir en el mundo de Edipo, Layo y Yocasta implica habitar un mundo de objetos que desean, aman, odian e investigan. Mientras el tiempo de latencia marca una espera para el hallazgo del objeto de amor, distintas dudas y miedos alrededor del complejo de castración son ocasión de sufrimiento en la escuela:
La presión del aprendizaje: temor a nuevas tareas, a la dificultad cuando cambian de ciclo, aparente falta de responsabilidad (evitan, postergan u olvidan sus tareas por estar abrumados por lo que tienen que hacer), muy responsables, pero a costa de malestar emocional o psicosomático, agotamiento por necesitar hacer una tarea perfecta.
Problemas de separación e interacción con pares: miedo al entorno escolar, sentimientos de soledad en el grupo de pares y frente a los docentes. Dificultad para defender un lugar propio en el grupo. A veces se someten para no rivalizar, le tienen miedo a algún grupo o chico en particular, en ocasiones la inhibición tiene que ver con chicos más desarrollados en los intereses sexuales que ellos.
Estos niños pueden presentar distintas angustias al estar solos en la escuela: no poder quedarse, miedo a que no los vayan a buscar, miedo a sentirse mal durante el día y pedir retirarse. A veces la angustia no es manifiesta siempre que la escuela se mantenga dentro de la rutina habitual, pero aumenta si aparece alguna actividad fuera de lo común. Esto implica perder la continencia de la estructura escolar habitual, y el estar entre pares puede evocar la temida rivalidad fraterna. (Nota pandemia: quienes tienden a postergar lo hicieron mucho más a distancia. Presentaron más miedos a salir a la calle. Quedarse en casa fue un alivio para los problemas de separación. La regulación de la autoestima dependió más del feed back que cada escuela pudo o no proporcionar).
IV. Otro eje de rotación
El despertar puberal va cambiando el eje sobre el cual giran la seguridad, el saber y los intercambios. Tras la caída de la promesa del conocimiento concreto que el latente adquiriría al ser grande, la perspectiva adolescente marca nuevos rumbos en la investigación. Los adultos ya no son esos seres admirados que saben todo y la escuela, como lugar de búsqueda, está menos centrada en el saber escolar y en los profesores y más en búsquedas entre pares y de pares. Otros interrogantes, otros obstáculos y otros fallos reordenarán el mundo en la secundaria. El deseo de conocimiento es motorizado por la sed de experiencias, encuentros, descubrimientos, discusiones acaloradas, posicionamientos personales. Todo ello frente a la oferta de otros objetos de exploración y distintos soportes en el acto de conocer. El drama edípico se formulará en otros territorios y otros tiempos que no sólo representan, sino que amplían el mundo conceptual conocido. Como el infante en tiempos primordiales, el púber deberá hallar palabras para los nuevos interrogantes que lo circundan y buscará un lenguaje que exprese su intimidad (con todas las novedades que hacen al lenguaje actual: inclusivo, relaciones abiertas, ser asexuado, cancelar, cuerpo hegemónico, gordofobia, y mucho más eje puesto en acosos, abusos). Poco a poco se va asomando el saber como marca de identificación a medida que se acerca la elección de algún modo de trabajo. (Nota pandemia: los adolescentes, algunos con claros sentimientos de responsabilidad y otros más cercanos a la desmentida, buscaron modos de encontrarse. Orientación: los nuevos mundos académicos de inicio: secundaria/universidad, y final: egresos primaria/secundaria fueron realizados con menos “rituales de duelo”. Los cambios de configuración de los grupos anteriores no fueron acompañados por una incorporación similar de nuevos vínculos).
¿Qué es la escuela y qué de la sexualidad se juega en ella? Amenazante, tentadora, exigente, deseable, estimulante… los misterios del saber y del vincularse, de trabajar y amar forman parte de la experiencia de todo ser humano.
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