NÚMERO 10 | Marzo, 2014

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Construyendo Psicoanálisis

Del sufrimiento que el psicoanálisis alivia y las satisfacciones que posibilita | Silvio Zirlinger

Trabajo presentado en la Mesa: "Del sufrimiento que el psicoanálisis alivia y las satisfacciones que posibilita (parte 3)" perteneciente al Ciclo Científico 2012/2013: “Sufrimiento y satisfacción en la cultura actual. Una cuestión para el psicoanálisis”, noviembre 2013.

Borges dice: cada generación debe releer a los clásicos, ya que contextualizarán distinto lo leído. Intentaré contextualizar lo aprendido aprehendido.

Freud puso nuestra disciplina en relación a la cultura, es decir, a los conjuntos de saberes y creencias de un grupo social para resolver problemáticas.

Las creencias o zeitgeist o espíritu de una época o paradigmas, implican conocimientos probables en virtud de aprendizajes pasados. Toda afirmación tiene en su base una creencia. Dice Gaston Bachelard: “Nada es evidente. Nada está dado. Todo es construido”.
Freud nos abrió el camino para seguir avanzando en el conocimiento del psiquismo. El genio creador no puede sustraerse totalmente al espíritu de la época que lo atraviesa.

Desde mi paradigma actual repienso lo dicho por Freud en 1908 en “La moral sexual ‘cultural’ y la nerviosidad moderna” y observo a la moral victoriana, el poder autoritario machista y la actitud desapegada con los niños en general.

Muchos psicoanalistas que lo siguieron aportaron tanto su creatividad como el influjo de sus culturas en el tema de la satisfacción y del sufrimiento humano.

En mi paradigma actual tomo los aportes de Winnicott y de Bowlby como centrales, en los que se sostiene que los impulsos primeros o las pulsiones primeras son al contacto con el otro en dependencia de ese otro, y esto no debe sofocarse sino satisfacerse. También los avances en comprender muchos procesos que están más allá del principio del placer y la comunicación no verbal. Jerarquizo estos ejes ya que son las bases de las investigaciones modernas del psicoanálisis y del campo de la salud mental.

Hoy considero que los cimientos de la satisfacción del sujeto están en tener las necesidades sociales básicas satisfechas, en lograr un apego seguro, un reconocimiento identificante, un narcisismo trófico, una sexualidad asumida, vinculaciones emocionales equilibradas y la capacidad de jugar y de laborar.

Lo opuesto predispone a tener bases proclives al sufrimiento. Para tener esperanza hay que haberla vivenciado o ser construida en un tratamiento.

Para ilustrar las fluctuaciones de un concepto con las épocas, tomaré arbitrariamente al trauma psíquico. Lo expongo como ejemplo de sufrimiento y satisfacción en relación a la cultura en general y a la psicoanalítica en particular. El tema del trauma aparece y desaparece en las teorizaciones, de manera espasmódica, ligado a concepciones predominantes en curso.

Al interrogante planteado: ¿Es acaso un constructo epocal, que incluye modos de satisfacción y sufrimiento? Respondo que sí, y lo abordaré desde una visión macro y una perspectiva micro.

La macro incluye las variaciones que hubo, en el concepto de trauma, en las diferentes épocas sociales y en la obra freudiana. En éste como en otros temas es insoslayable el constructo epocal.

Describiré, de una pincelada, los períodos intermitentes que hubo sobre la noción de trauma.

El primer período lo ocupó la histeria. Cuando Freud habló por primera vez de la histeria, afirmó que sus síntomas se debían a los abusos que sus pacientes sufrieron de jóvenes, pero luego se retractó, probablemente por las presiones sociales de aquella época, y las víctimas, a las que empezaron a llamar histéricas con una connotación peyorativa, fueron ridiculizadas y avergonzadas aún más. Este cambio de Freud sucedió en 1897.

El segundo fue la neurosis de guerra generada en la primera guerra mundial. Una de las conclusiones de estudios realizados en esa época era la caída de la ilusión del honor masculino y de la gloria de la batalla. Se decía que los soldados padecían de fatiga de combate. Muchos de ellos eran “débiles” y comenzaban a comportarse como “mujeres histéricas”.

El tercero fue la segunda guerra mundial, alcanzando su cenit con Vietnam. Volvió a la superficie el interés por el tema traumático.

El cuarto y más reciente es el del trauma que surge al conocimiento público y en el campo de la salud mental, como es la mayor aceptación de la existencia de la violencia familiar, sobre todo con los niños y las mujeres, como también una mejor comprensión de la influencia del medio familiar y social en posibilitar las conductas violentas y crueles.

En cada período descrito se puede detectar la corriente de pensamiento que culpabiliza al sufriente y exime de responsabilidad o ignora al entorno. Se ejerció desde siempre la preservación del que tiene el poder y la culpabilización de la víctima. Es interesante revisar con espíritu crítico los casos emblemáticos del psicoanálisis, y preguntarnos cómo los trataríamos hoy con los instrumentos que nos fueron dando los maestros.

En relación a ello, me interesaría especialmente observar que el frecuente equívoco que llevó y lleva a muchos analistas a desestimar inicialmente la veracidad de ciertas denuncias de abuso infantil, maltrato padecido o franco incesto, en favor de la presunción de una fantasía histérica, no responde sólo a una razón subjetiva del analista en cuestión, sino a paradigmas dominantes.

No haber reconocido los potenciales factores traumáticos tuvo como consecuencia traumatizar la teoría y la práctica clínica, y por ende eclipsarlas de las mismas. Esto posibilitó que campearan teorías endogenistas, es decir, de padecimientos autoproducidos. Quiero decir que se enfocó más en los dos primeros elementos de las series complementarias freudianas, que en el tercero.

En El Malestar en la Cultura, Freud dice que hay tres fuentes de sufrimiento humano: el propio cuerpo, el mundo exterior y las relaciones con otros seres humanos.

El propio Freud, hasta 1897, también en Inhibición, síntoma y angustia y al final de su obra, Ferenczi con su artículo Confusión de lenguas, Fairbairn, cuando postuló que lo que se busca primariamente no es placer sino a un objeto, Winnicott, Bowlby, Lacan, Piera Aulagnier, Kohut han permitido hacer visible la acción del otro sobre el sujeto.

Aportes posfreudianos han puesto de relieve a la memoria implícita, preverbal. Es decir, las palabras tienen un valor enorme, mas flotan sobre un flujo de emociones y sensaciones previas.

Esto, a su vez, es corroborado por aportes actuales de las neurociencias (como el funcionamiento de las neuronas espejo, la memoria implícita o procedimental, el cerebro triuno, la función trófica del apego, el medio como posibilitador de expresiones genéticas) que, creo, le hubieran gustado tanto al propio Freud.

Les cuento dos notas ilustrativas de color sobre la influencia de las creencias o paradigmas en boga: Robertson filmando a una niña de dos años internada sola, sin sus padres, para ser operada 7 días después. Filmó su desesperación y su intento de huida. Luego se discutió el caso en la Sociedad Psicoanalítica Británica, y un respetable psicoanalista dijo que sus reacciones de la niña se debieron a los celos que tenía pues le había nacido un hermanito.

La otra: El doctor Florencio Escardó fue muy criticado por proponer la internación hospitalaria del niño con su madre.

No lo digo críticamente, sino para ilustrar cómo estamos atrapados en nuestros paradigmas, a través de los cuales vemos lo que conocemos.

La otra visión, la Micro, la personal, incluye qué teorías me ayudaron a ayudar y cuáles no (ya que causaron un dolor innecesario). Pude ir logrando un estado sensible a las respuestas de los pacientes sin culparlos ni adjudicarles resistencias, para no hacerlos pasar por el lecho de Procusto de mis teorías en boga. Creo que debemos dejar claro qué conceptos siguen vigentes y cuáles no, y alejarnos de reiterar como presentes conceptos perimidos. Cuáles son tomados como referencia y cuáles otros como reverencia.

Aprendí que Edipo no era sólo un parricida incestuoso, sino un niño abandonado por sus padres; al principio veía a Narciso como alguien enamorado de sí mismo, ahora pienso que es alguien vulnerable que vive pendiente de su imagen para conjurar amenazas de rechazo y de destitución subjetiva; antes centraba el análisis en los conflictos pulsionales y en la culpa, ahora en la vivencia que el paciente tiene de sí mismo, de su inseguridad, de su vergüenza en la dependencia del reconocimiento del otro. Veo más la dependencia biológica y simbólica del semejante, como sustrato de vulnerabilidad subjetiva.

No veo, desde hace años, a la frustración como inherente al progreso terapéutico. Sí pienso que es necesario satisfacer las necesidades empáticas que fueron frustradas en la infancia del paciente. Las resistencias están del lado del analista, en el sentido de lo que aún no se comprende cómo hacer para acceder a ese paciente. El temor básico del paciente no es a tomar conciencia de sus deseos inadmisibles, sino básicamente a no ser entendido por el analista. Por supuesto que es necesario aunar la empatía a la teoría.

Las formas en las que se presenta la realidad externa al aparato psíquico hacen que las tres fuentes citadas en el Malestar se imbrican fenómenos del orden de la naturaleza con otros del orden de la cultura.

Ciertas vicisitudes de aquellas fuentes se procesarían de acuerdo con el principio de placer-realidad y otras más allá del principio de placer, con todo el bagaje que fue enriqueciendo y ampliando el campo psicoanalítico.

Por eso pienso, como Zukerfeld, que las fronteras del psicoanálisis actual están en expansión y a través de ellas es posible exportar e importar teoría y clínica. Para ello es bueno que los psicoanalistas que aspiran a mantener vivo el legado freudiano, mantengan un alerta crítico sobre sus propias concepciones y sobre los logros obtenidos y una actitud humilde y abierta hacia otros desarrollos científicos. Además de dejar constancia qué nos ayudó y qué no.

El psicoanálisis no puede sostenerse sólo con el reflejo especular de sí mismo, sin el aporte de las miradas provenientes de las ciencias. Ya que con el dogmatismo, el conformismo y el purismo es factible caer en el “pecado de la ignorancia” o en el aislamiento de Babel.

Creo que ni el organicismo a ultranza, con la medicalización como única curación, ni el psicologismo que desconoce al cuerpo con su aporte de emociones y sensaciones es el camino a seguir. Para mí, adquiere cada vez más relieve la interfaz psique —soma, de Winnicott, y sujeto— otro de Bowlby, ya que somos seres sentipensantes, no logo ni verbocéntricos.

Creo que es factible hacer producir y funcionar, de nuevas maneras, en nuevos contextos del saber, el camino luminoso abierto por el psicoanálisis.

La transmisión de ideales y supuestos tiene la fuerza suficiente para influir dentro de la comunidad psicoanalítica en el uso de los términos científicos, lo que me hace pensar que al sujeto supuesto saber se corresponde un sujeto supuesto a creer. Por eso pienso que en el transcurso de la formación y en los modos de la transmisión de los conocimientos debería generarse una trayectoria con punto de partida en el cual se cree para poder saber para de esta manera arribar a otro en el que se sabe que se cree.

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Silvio Zirlinger

Silvio Zirlinger

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