NÚMERO 29 | Mayo 2024

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Avatares de lo íntimo subjetivo y de la intimidad de dos | Graciela Cohan

Graciela nos propone que lo íntimo es algo que se va construyendo a lo largo de la historia de cada sujeto. Plantea que la intimidad es un núcleo extraño dentro de nosotros mismos. A partir de su experiencia clínica con parejas, reflexiona sobre la experiencia profunda del encuentro entre dos personas, poniendo en cuestión los mitos que acompañan la construcción de la misma. Desarrolla los conceptos de Pacto Denegativo y de Contrato Narcisista, para pensar el vínculo de pareja.

 Pido que nos quedemos juntos, pero no tanto, no de una forma tan incondicional. 

                                                                                          La mujer justa. Sándor Márai.

En el campo del psicoanálisis la intimidad carece de rango teórico a pesar de ser algo de lo cual se habla en la clínica, más precisamente de su ausencia y de las consecuencias de su falta. Intentaremos, pues, delimitar sus alcances. Como tal la intimidad puede describir lo más profundo de la subjetividad, un espacio “intra” que alberga sentimientos, pensamientos y sensaciones con matices inconscientes. La intimidad es un núcleo subjetivo, no es algo dado, se va construyendo a partir de la historia de cada sujeto y es aquello que resguardamos de la mirada de otras subjetividades. 

Sin embargo, si nos preguntamos qué somos en la intimidad, nos damos cuenta de que hay un núcleo extraño dentro de nosotros mismos, para describirlo no hay palabras precisas, sólo aproximaciones. Es similar a lo que nos ocurre cuando relatamos un sueño, al terminar, decimos “pero no era exactamente así”. 

De esta manera vemos que lo más íntimo es al mismo tiempo lo que nos viene del exterior como ajeno, y a poco de avanzar en esta línea surge el concepto de Superyo.  Quizás el Superyo sería lo que más se aproxima a esta paradójica intimidad subjetiva: es lo más propio, pero a la vez armada con lo trasmitido por los padres y la cultura.

 Al considerar   la propuesta lacaniana de definir la intimidad como efecto del lenguaje observamos que  al hablar producimos información sobre algo que además tiene una resonancia suplementaria para quien la dice o la escucha. Hay implícitos, presupuestos tácitos que fluctúan de modo indisoluble e irreductible entre el adentro de la subjetividad y el compartirlo con otras personas.

 Lo íntimo entonces, deja de serlo al comunicarlo vía lenguaje. Podríamos decir que la subjetividad es un entramado singular que implica marcas culturales, epocales, elecciones conscientes y un saber inconsciente sólo comunicado a través del lenguaje.

 Quizás pueda parecer   la descripción de algo en desuso actualmente ya que las redes sociales nos obligan a que todo sea explícito y compartido hasta el más íntimo rincón de la subjetividad. 

También observamos que algo inasible, inalcanzable, de lo que suponemos nuestro centro más íntimo se nos vuelve extraño, extranjero. Freud lo conceptualizó como lo unheimlich, esa extraña familiaridad que se torna en lo siniestro. 

Lacan inventó un término para describir esa perturbadora sensación de no poder aprehender nuestra esencia y lo denominó extimio. Aquello familiar, aspectos de lo más propio pero que se teme y se rechaza por sentirlo como ajeno es depositado en un otro, necesario, imprescindible.

A esta altura podemos decir que también lo más íntimo está engarzado a la alteridad y llegamos así al área de la intersubjetividad.

Intimidad de Dos: 

Podemos afirmar que cuando nos referimos a intimidad también nos referimos a la experiencia profunda del encuentro entre dos personas. Esa experiencia es una construcción progresiva hasta lograr esa vivencia, a nivel inconsciente y consciente, de hallarse en un mismo espacio emocional, inclusivo, en el que se comparte con otra persona y surge el” nosotros”, así se produce una conexión especial con la otra subjetividad sin perder sus límites. Es un encuentro que no necesita de las palabras, es tácito y al mismo tiempo preserva lo propio de cada subjetividad.

Hoy se nos consulta por la dificultad en alcanzar la intimidad en las relaciones de pareja. Escuchamos con frecuencia: “nos amamos, pero no nos entendemos”,

  “Está distante pero no deja de cumplir con todo”, “no llego a sentir que seamos íntimos, aunque tengamos relaciones íntimas”. 

 Suele describirse como un dolor diferente al sentimiento de soledad, se está intentando poner en palabras el sentimiento de soledad en el instante mismo en que se está físicamente acompañado, una sensación de vacío, que la otra persona está, pero es inalcanzable. A diferencia de la soledad que aparece frente a la ausencia del otro, la sensación de falta de intimidad en la pareja esa “añoranza de deseo de intimidad”, surge cuando se siente que no se comparte con la pareja el mismo espacio-tiempo emocional del sujeto.

 Es que vivir con otra persona o simplemente estar en pareja, el pensar y compartir experiencias, pone en marcha un funcionamiento sincrónico: por un lado, se confunde compartir con ser iguales y al mismo tiempo se activa una sensación de invasión a los límites propios. Esta zona de ambigüedad en los vínculos se manifiesta como un equívoco estructural, no solamente a nivel del lenguaje, sino que va acompañado inevitablemente de lo afectivo.

Si hablamos de intimidad en la pareja, no se pueden descartar algunos mitos que acompañan a la construcción de la misma.

Uno muy frecuente es la suposición que la otra persona me dará aquello que me falta, la conocida fórmula lacaniana del amor como “dar lo que no se tiene a quién no lo es”, permite desentrañar esta confusión de pensar que en la intimidad con otrx se producirá una unidad que alejará la carencia y el sufrimiento de la soledad. Lo vemos en el ideal de “que no haya ni un si ni un no” al que aspiran muchas parejas. Además, si bien existe la fantasía de que la unión sexual puede salvar diferencias y alcanzar la completud vemos en la clínica que la satisfacción sexual no alcanza; ésta es incompleta y pasajera. 

Desde esta perspectiva, el deseo aparece como movimiento que va a buscar en la otra subjetividad lo que se siente como una falta en sí mismo por lo que se cree poder encontrar en el otro aquello que a uno le falta. Amar será la búsqueda de completud, como un anhelo presente en todo sujeto. 

Para Lacan lo constitutivo del encuentro amoroso se basa en una suposición que conduce inevitablemente a equívocos: el otro, ilusoriamente, portador de ese “algo” faltante moviliza su búsqueda creyendo que ese “algo” es susceptible de ser atrapado. 

 El deseo no es solamente búsqueda de un objeto o de una persona que aportaría satisfacción, es la búsqueda de un lugar, la búsqueda del reencuentro de un momento de felicidad sin límite, la búsqueda de un paraíso perdido, lograr la intimidad añorada. El deseo de estos reencuentros imposibles permanece siempre insatisfecho, pero sirve de motor en esta búsqueda constante que implica vivir.

Otro mito muy frecuente es encontrar la “media naranja”, supone que una pareja implica pensar, hablar y sentir igual, problemático porque no solamente anula las diferencias subjetivas, sino que además presupone que tener gustos, ideas, religiones o posiciones diferentes son incompatibles con la construcción de una pareja. Así se van tejiendo los malentendidos sobre los cuales la terapia vincular trabaja.

 El trabajo terapéutico es lograr la aceptación de las diferencias subjetivas, dejar de buscar lo igual en el otro permite sentir curiosidad por conocer lo ignoto del otro, y así se ofrece una apertura hacia nuevas maneras de vincularse.

 En las consultas de parejas es frecuente encontrar antagonismos, no hay apertura a conocer al otro, lo diferente se ve como peligroso.  Es frecuente que la discusión comience con un “no entendés”, se confunde el comprender lo que el otro dice con aceptarlo como diferente a lo propio. Develar esta confusión aclara parte de los malentendidos ya que se puede entender la posición del otro y al mismo tiempo no estar de acuerdo. 

Como puede observarse, nos movemos entre las aguas de lo intersubjetivo y lo intrasubjetivo. Para que la experiencia de intimidad con un otre se produzca es necesario que a nivel intrasubjetivo se tolere la alteridad del otro aceptando la cuota de dolor que esa independencia acarrea. Es necesario mencionar, aunque no es el objetivo de este texto, la compleja trama edípica que envuelve cualquier elección y sostenimiento de una pareja.  

A la hora de pensar un vínculo de pareja, las herramientas de pacto denegativo (Kaes,1976) y contrato narcisista (Piera Aulagnier) son muy útiles. Así como el contrato narcisista nos dicta qué es lo que junta, el pacto denegativo dice que es lo que hay que dejar afuera para juntarse. El pacto denegativo es estructurante y defensivo de los vínculos e incluye todo aquello que ha de ser reprimido, renegado, rechazado. Es sobre la base de lo que dejamos afuera que nos juntamos.  En este sentido, el partenaire ocupa el lugar de sostén y es depositario de los aspectos más primarios de cada uno.  

 Es frecuente que la consulta de la pareja sea porque no pueden estar juntos, pero tampoco separados. Rastrear las alianzas conscientes e inconscientes que sostienen el vínculo posibilita aclarar los malentendidos. Es necesario entonces distinguir que juntos no quiere decir iguales y separados puede querer decir diferentes. Este malentendido es muy frecuente.

 Como podemos observar la intimidad supone sostener las diferencias dentro de un espacio común compartido, es lo contrario de la transparencia y la indiscriminación, o la promiscuidad.

Lo cual conlleva otro problema: ¿cuál es la medida adecuada entre distancia e intimidad en una relación de pareja?

No podemos soslayar la determinación cultural de esta distancia, sobre todo en la actualidad donde muchas parejas se arman a partir de las redes sociales y las aplicaciones. Una presión cultural que apura los tiempos no dando lugar a la construcción que necesariamente acompaña lo que podríamos llamar una intimidad adecuada, que pueda poner límites al exceso de lo pulsional (erótico y agresivo), y que respete lo diferente del otro

Se va construyendo en el ámbito familiar, con espacios comunes intersubjetivos y espacios íntimos subjetivos diferenciados. Cuando este proceso de construcción fracasa, la posibilidad de intimidad genera mucho temor y puede sentirse como una amenaza. 

El modelo-mandato de la pareja moderna, que arrastra el mito de búsqueda del igual para “hacer todo juntos”, como equivalente a la intimidad de la pareja se va diluyendo en parejas actuales que tienen vidas autónomas, tiempo libre no compartido y que aceptan que la intimidad es un momento de la pareja, no un estado permanente.

En este sentido asistimos a cambios sustanciales de paradigmas vinculares frente a los cuales, como analistas, nos vemos obligados a revisar los parámetros teóricos clínicos con los que intervenimos frente a los nuevos formatos de construcción de la intimidad. 

Bibliografía

Aulagnier, P. (2004). La violencia de la Interpretación, del pictograma al enunciado. Ed. Amorrortu.

Cohan, Graciela G., de (2009). Intersubjetividad : Lecturas desde el Psicoanálisis. Lo Familiar y lo Ominoso. Congreso AEAPG.

Lacan, J. (1958) La dirección de la cura. Escritos 2. Siglo XXI editores. El Seminario XVI De Otro al otro. Ed. Paidós.

Kaës, R. (1991). Lo negativo. Figuras y modalidades. Amorrortu editores. 

Miller, J.A. (2010) Extimidad. Los cursos psicoanalíticos de Jacques Alain Miller. Paidós.

Puget, J. (1998) Afectos singulares y afectos vinculares: Autenticidad, Credibilidad, Malentendido, APPG.

Acerca del autor

GRACIELACOHAN

Graciela Cohan