Esta tesis nace a partir de los interrogantes planteados en el trabajo clínico realizado en la práctica del consultorio. En este ámbito se observan con más frecuencia pacientes que consultan por problemas en la procreación, poder engendrar un hijo o las dificultades que se presentan en el proceso de su concreción como, por ejemplo, la infertilidad. En concomitancia con esta temática, también acontecen consultas sobre una práctica cada vez más generalizada: la instrumentación de nuevas tecnologías reproductivas.
En este trabajo se expondrán los obstáculos, trastornos o malestares que se presentan en la clínica sobre dicha temática y se analizarán desde un marco teórico psicoanalítico.
Se asiste en los últimos tiempos a una transformación de las identidades referidas tanto a las condiciones procreativas, anticoncepción generalizada, procreación artificial, formas de parentesco y filiación, como a la misma identidad sexual. No se trata de fenómenos individuales aislados, sino de cambios colectivos.
Esos cambios van modificando tanto la realidad existente como las categorías conceptuales donde estos se inscriben. Dichas transformaciones alcanzan las estructuras de los sistemas simbólicos que rigen la identificación de los sujetos en la cultura.
La concepción de un hijo es una construcción simbólica, para lo cual, en principio, no se puede acceder desde un deseo individual, sino desde una realidad significada por la sexualidad en tanto pura diferencia.
Más allá de un cuerpo orgánico, un cuerpo simbólico constituido en la escena pulsional o, en otras palabras, atravesado por la multiplicidad de flujos de goces lo que permite la clínica psicoanalítica y su escucha de lo subjetivo es mostrar un cuerpo que se hace lenguaje. Y es por ese camino donde se despliegan las mociones subjetiva inconscientes que se expresan en el mismo.
El cuerpo del sujeto, más allá de lo orgánico, es un constructo simbólico, es decir, un cuerpo significante en el que se expresan representaciones, fallas o faltas subjetivas.
Es por eso que la función reproductiva en la que se inscribe y trasciende lo materno y lo femenino no escapa a estas cualidades. Como consecuencia, la condición subjetiva de la misma y su orden simbólico generan dificultades o trastornos.
Concebir, engendrar es así un acto de transmisión que conlleva un límite: un límite a la omnipotencia, un límite al goce. Ese concepto clave es la castración que constituye al sujeto al mismo tiempo que lo divide que lo funda como deseante. En otras palabras, el deseo se funda en la falta. Es así que, desde el psicoanálisis, concebir implica también una pérdida, aun en su sentido literal que significa alojar.
La castración, en tanto falta, constituye y determina la multiplicidad posiciones subjetivas frente a una realidad sexuada. Es por eso que las funciones maternas y paternas también están determinadas por ella.
En consonancia con esto, el objetivo general de esta investigación es indagar los avatares de la castración y sus efectos en el proceso de concepción de un hijo a través del análisis de cinco casos clínicos. Y los objetivos específicos son sistematizados y analizados según las siguientes dimensiones: la primera, identificar en cada caso el lugar donde los avatares de la castración aparecen impidiendo o inhibiendo la concepción de un hijo y, la segunda, identificar —en la experiencia analítica de los casos— el momento, el acto que produce un cambio en la posición subjetiva que posibilita la concepción de un hijo.
En las conclusiones, entonces, los casos clínicos del presente trabajo demuestran y comprueban los siguientes postulados, ya que en ellos se evidencia que depende de cómo cada mujer se posiciona, referencia frente a la castración o está atravesada por esta. Dicha falta será su inhibición, síntoma o angustia frente a la procreación.
La impotencia subjetiva que acaece en estas mujeres, ese designar que significa lo materno y al que no pueden dar respuesta, esa vacilación en el ser, ese lugar femenino que no responde según lo esperado, esa inhibición en la procreación es la oportunidad para que puedan realizar un cambio subjetivo, un acto, que les permite posicionarse en relación a lo materno para incorporar la idea de un hijo sin que esto genere un impedimento.
La clínica psicoanalítica muestra que ese cambio proviene del orden simbólico y no del biológico. Hay un pasaje simbólico fundamental en las pacientes, dejan de ser objetos (de la ciencia médica) para volverse sujetos.
Se observa un movimiento en el que aparece una ecuación simbólica que causa un deslizamiento de lo fálico hacia el deseo de un hijo. La inscripción de la dimensión de la falta es lo que posibilita la circulación del deseo. Entonces lo que se produce es una redefinición de lo materno y de los caminos por los cuales se puede llegar a ser madre. Lo que les permite habilitarse realizando una nueva construcción simbólica de esos lugares y roles.
Un hijo que venga sólo del cuerpo no es admisible mientras exista una conflictiva subjetiva. ¿Cómo buscar un hijo si no puede entrar en la cadena simbólica? Es por eso que, cuando en cada caso se resuelve Esta conflictiva, lo materno se hace presente de diferentes maneras, pero produciendo en todos el advenimiento de un hijo.
Además en la clínica se aprecia que al reconocer los representantes de la castración por las que cada una está atravesada, las pacientes pueden ubicarse como sujetos deseantes y buscar una terceridad posibilitadora.
Entonces la posibilidad de un hijo les vendrá desde la evidencia de la castración conllevando, indefectiblemente, la aparición de un tercero. En otras palabras, un padre simbólico que engendra algo del orden de lo materno en ellas. Es por eso que la incorporación de una terceridad es un camino que abre a la fantasía de un hijo. Y, por esta vía, el encuentro con el objeto niño se les aparece desde un lugar no siniestro.
Es decir, que la inclusión de un padre simbólico, de una terceridad significante hace que la ecuación simbólica se ponga en movimiento y que dinamice el deseo de hijo como posibilitador. Si no hay lugar para un padre —simbólico— tampoco habrá lugar para un hijo. Por eso la castración depende del lugar reservado al padre en el discurso del Otro.
En consonancia, Juan B. Ritvo dice que:
Si la castración se ejerce en el nombre del padre, que es un término de referencia y por lo tanto, estrictamente hablando, tercera persona, sólo hay padre, sólo hay un padre, cuando el deseo de la madre lo nomina como tal. (Ritvo, 2004, p. 57)
Madre y padre son significantes que se implican. Este acto de nominación se repite en los cinco casos clínicos de diferentes formas. Y esta acción es la que provoca el advenimiento de un hijo, ya que al surgir el Deseo Materno queda metaforizada la relación padre-hijo.
Todos los casos muestran que, cuando aparece la inclusión de un otro significante, se produce el advenimiento de un hijo. Pero no de cualquier otro; un otro que se articula e imbrica en los sujetos desde su deseo y no desde su demanda y, consecuentemente, hace que se manifieste el deseo materno. Por esta razón es que tiene una eficacia en la concepción de un hijo y en su alojamiento.
Lo que queda demostrado en estos casos clínicos es lo que escribe Jinkis:
La maternidad de una mujer está marcada por la relación con su padre, no menos de lo que su hijo es subsidiario de la castración de ese hombre a la que la mujer designa como padre. (2011, p. 18)
Es decir que, cuando las pacientes pueden nominar de qué manera están atravesadas por esta lógica, algo se resuelve y pueden ser madres. Por el contrario, cuando estas instancias son desatendidas aparecen los malestares e imposibilidades reproductivas.
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