Cuatro cosas que el maestro no tenía:
ni idea, ni necesidad, ni posición, ni yo.
Francois Jullien (2013, p.32)
“A la tardecita voy a lo de Juan, me tiro en su cama, y él me prepara un café. Un remanso, como era antes; él me calma, me escucha; cada cual recupera su espacio”.
“Nunca salí sola con mi mamá a charlar”, dice Carolina de 22 años. “Mis hermanos tampoco, no sé por qué. Ella siempre está con el celular cuando está con nosotros. No puede estar sin el celular. Le pedimos que hiciera un viaje a solas con nosotros, y terminó viajando con amigas”. Me oigo decirle que quizás a su mamá le cuesten los momentos de intimidad. ¿Por qué pensé en la intimidad?
Me propongo, en este escrito, ensayar algunas ideas acerca de la noción de lo íntimo, partiendo de algunas resonancias de la clínica y de un puñado de lecturas que me ayudaron a expandir el concepto.
Siempre me atrajo la afirmación de Marguerite Yourcenar que explicita que escribe para saber cómo piensa; me gusta la forma en que esta idea le aporta una cualidad de acontecimiento a la escritura; algo del orden de lo no pensado con anterioridad, y por consiguiente con capacidad de producir una ajenidad en el propio autor. En ese sentido espero dejarme sorprender por el hilo de pensamiento que vaya apareciendo en este texto.
¿Cómo acercarnos entonces al concepto de intimidad? Considero que es necesario distinguirla de la privacidad, de lo privado, que claramente se opone a lo público. Tanto lo privado como lo público se definen por lo instituido. Como si hubiera ciertas categorías amasadas desde el imaginario social, que marcan los límites entre un afuera público y un adentro privado.
Lo íntimo, en cambio, me parece de otro orden; como si lo íntimo, por su cualidad singular, expresara algo indefinible, inasible. ¿Irrepresentable?
Romina tardó mucho tiempo en decidirse a bailar tango. Su vida es más bien solitaria, muy apegada y estructurada en torno a su trabajo. Fue realmente impactante la forma en que relató sus primeras experiencias en el baile: “cuando estoy en la clase me siento muy nerviosa…, tengo pánico de no entender lo que me propone mi compañero de baile, me quedo en blanco, empiezo a temblar, me quedo paralizada”.
Como afirma Jullien (2016, p. 36), un gesto íntimo no puede hacerse a solas; implica a Otro, exige que haya dos. Así como tampoco se puede ser íntimos con uno mismo; no se puede hacer un gesto íntimo para sí mismo.
Podríamos conjeturar que Romina elude hacer la experiencia de lo íntimo, la de ser tocada por lo otro; se refugia en un mundo conocido, organizado alrededor de la destreza en su trabajo, y el vínculo con su hija y su padre con quienes convive. Algo de lo infantil en tanto encuentro con un ambiente suficientemente confiable para calmarla y abrazarla, no pudo gestarse, a raíz de situaciones de vida que la llevaron a cuidar tempranamente de otros. Diría que el contacto con otro cuerpo, con otros ritmos y otras sensibilidades, la desestabiliza.
La experiencia del abrazo, del sostén firme en ocasión del baile, despertó en ella primero un temblor y de a poco un estado de alegría y vitalidad. Para Romina lo íntimo nació en ese dejarse tocar por la música, la cadencia, el ritmo en armonía con un otro.
La experiencia de lo íntimo no puede anticiparse; no es algo que se construye o se proclama, sino algo que sucede. Ana no sabe, cuando visita a Juan y se recuesta en su cama, que se va a producir esa atmósfera de intimidad que tanto la envuelve.
Najmanovich (2017) propone una lúcida diferencia entre una esfera íntima y una atmósfera de intimidad: “Lo íntimo inmanente no tiene esfera ni profundidad, no es mera cercanía física, y no tiene sentido evaluarlo en términos de distancia geográfica; puede darse en cualquier parte porque su existencia tiene que ver con intensidades y no con barreras materiales”(p. 6).
La inmanencia de la cual habla la autora se refiere justamente a lo que no se puede anticipar ni definir desde una exterioridad. Es en ese sentido que hablo de experiencia. La intimidad es una afectación que se da con otro y que no puede ser buscada. No es del orden de la voluntad.
Es probable que tenga relación con experiencias tempranas, encuentros y desencuentros originarios, pero no solamente. Distintas situaciones de la vida pueden brindar escenarios donde se produzca una intimidad hasta ese momento desconocida.
Quizás el concepto de disponibilidad acuñado por Jullien (2013) aporte un poco más de luz a estos intentos de comprender esta noción tan huidiza. El autor pone el acento en “la disponibilidad como disposición interior sin disposición, que se abre a la diversidad, va acompañada de la oportunidad, aquello que nos llega del mundo como lo que llega a “buen puerto” ”. (p. 36)
Me interesa de esta definición retener aquello de irrepresentable que plantea. En la disponibilidad no hay anticipación posible; de allí, como agrega el autor,”su capacidad de captar sin suponer, de escuchar sin proyectar, de entender lo inesperado”.(p. 42).
¿Qué podría perturbar esta disponibilidad?
Andrés relata que tiene muchos amigos, lo quieren y en general les cae muy bien a todos. Sin embargo, dice que lo agota cuando lo llaman y le proponen programas. Lo pasa bien, pero necesita volver a su soledad. Juntos acordamos que a pesar de estar muy rodeado no deja de verse afectado por un sentimiento de vacío. Me detengo en esa pluralidad de amistades, y a través de su relato se va configurando un estar con otros que precisa de cierta distancia afectiva que no ponga en riesgo su dominio de la situación. Nula disponibilidad en los términos definidos anteriormente.
Si seguimos ampliando el foco en esta propuesta de acercarnos al concepto de intimidad, y nos ubicamos en la constitución subjetiva, en lo que llamaríamos los comienzos de esos primeros roces, caricias, abrazos, olores, ritmos, intensidades, es decir, en esos primeros contactos con el otro y lo otro, es interesante el aporte de Hugo Bleichmar (1999), cuando sostiene que la representación interna del encuentro con el otro puede estar cargada de temor: “a ser invadidos, avasallados, culpabilizados, perseguidos, castigados, entristecidos, sobreexcitados, contagiados con ansiedad, forzados a hacer lo que no desean, perturbados en sus ritmos, desorganizados cognitivamente, etc.. Es decir, violentados corporal, afectiva, instrumental o cognitivamente”.
Me pregunto si esas primeras experiencias son determinantes para la potencialidad de experimentar intimidad. La capacidad de experimentar lo íntimo tiene una historia libidinal pero ¿cuánto del encuentro con el otro puede crear un despertar inédito?
Cuando pensaba en este escrito, recordé una escena que, en el transcurso de una terapia de pareja, me resultó muy impactante.
Sandra y Esteban deciden retomar las sesiones un mes después del nacimiento de su hija. Durante la sesión la beba comienza a llorar y Sandra se dispone a darle el pecho. Sin embargo, lo que se despliega ante mis ojos es el esfuerzo de la mamá por mantenerla lo más alejada posible de su cuerpo: le da el pezón, pero su cuerpo permanece alejado, despegado, sin contacto con su hija. Boca-pezón unidos casi de manera aséptica, como si hubiera que evitar todo otro contacto quizás pensado como innecesario a los fines de la nutrición. Un control extremo sobre el contacto, una conexión disciplinada que elude la irrupción del abanico sensorial poblado de texturas, calidez de la piel, ritmo de las caricias, intensidad de las miradas.
Parat (1999, p. 16) en un maravilloso artículo titulado “El ardor de la leche. La madre y la erótica del amamantamiento”pone en debate cuánto se ha ocupado el psicoanálisis del bebé en lo que se refiere al amamantamiento, y cuánto menos de la intensidad pulsional que dicha práctica despierta en la mujer. En este párrafo alude de alguna manera a la temática que estoy intentando desarrollar: “Globalidad, confusión, reversibilidad entre posición pasiva y posición activa, la oralidad es el ámbito en el que las dicotomías se enturbian y las distinciones no pueden mantenerse: la madre da el pecho, pero se deja mamar, la leche corre entre su pecho y la boca de su bebé, lo llena, lo vacía, los une y anuda los fantasmas de una transustanciación maravillosa, pero en potencia, extrañamente inquietante”.
¿Podríamos sugerir que para Sandra esta evitación del contacto con su hija expresa su dificultad para habitar una experiencia de intimidad? ¿Qué papel juega lo inquietante en ese entre-dos?
A mi entender, se afirma la idea de lo íntimo como del orden de lo irrepresentable, de lo inmanente, de lo instituyente. Es por ello que prefiero pensar la intimidad no como un espacio, como lo más profundo; no existe un locus donde radica la intimidad, sino que es una producción entre dos, es producto de un encuentro, de un “tocarse”. Y como tal es efímero.
Najmanovich (2017, p. 4) lo expresa de esta manera: “lo íntimo no pertenece a los dominios del yo: nos invita a pensar otras dimensiones y modos de existencia y de encuentro. La intimidad es un habitar conjunto, una experiencia de lo común sin que se pierda nada de lo singular. Puede darse en un único encuentro o retornar siguiendo el ritmo que pulsa la vida, pero siempre es un acontecimiento, nunca se repite”.
Después de este recorrido que sólo tuvo la intención de bordear y así acercarnos a la noción de lo íntimo, deseo rescatar algunas líneas de reflexión.
Si bien en este escrito usé ambos términos casi como equivalentes, pareciera haber diferencias entre lo íntimo y la intimidad.
La intimidad parece referirse a un estado que puede o no estar, una categoría necesaria para oponer a lo público. Lo íntimo en cambio evoca un puro presente, en ese sentido no está precedido por una representación, sino que sucede en el entre-dos.
Lo íntimo es impredecible ya que escapa a toda planificación, se activa mediante silencios, gestualidades, miradas, entonaciones. Como bien señala Jullien, lo íntimo constituye el mayor desafío lanzado al imperio del logos (2016 p. 136).
Tanto en la disponibilidad como en la experiencia de lo íntimo es necesario una cierta dilución del yo, perder el dominio del yo y dejarse tomar por una atmósfera que transcurre sin palabras. ¿Será este borramiento de límites lo que tanto la mamá de Carolina como Andrés necesitan evitar?