“La entrevista es la más pública de las conversaciones privadas”.
Jorge Halperin
Bienvenida
Mi nombre es Laura Ipszman, soy integrante del comité de redacción de la revista digital. “Psicoanálisis Ayer y Hoy” de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados. En el marco del concepto de “intimidad” propuesto en la Revista de este año y pensando su articulación psicoanalítica, se me ocurrió invitar a la escritora argentina Florencia Gattari autora de “Tan temprano”, una novela autobiográfica realmente conmovedora.
Presentación de la invitada:
Florencia Gattari es argentina, licenciada en Psicología. Se dedica al trabajo clínico y a la escritura. Publicó varios libros infantiles y coordina talleres literarios.
Preguntas
Ante todo, agradecerte que estés acá, tu tiempo, la disponibilidad que manifestaste para poder proyectar este encuentro. Ahora sí, ¿empezamos?
F.G: Un gusto. La verdad es que no se tiene mucha noticia de los libros que se escriben más que de estos modos, ¿no? Cuando alguien hace una pregunta, porque una entrevista tiene que ver con eso, también está ofreciendo una lectura. Entonces hay algo lindo para mí en estos momentos de encontrarme con el camino que hace el libro.
- Bueno, ¿querés que empecemos? Yo no sé si te dedicas al psicoanálisis, la primera pregunta que te quería hacer es, ¿cómo pensás la relación entre la escritura y el psicoanálisis?
F.G: Sí, me dedico a la clínica desde que me recibí. Estuve casi diez años en el Ameghino y después seguí por otras rutas. No sé si lo pienso en términos muy teóricos: te puedo decir lo que me pasa a mí entre esas dos experiencias. Si tuviera que decirlo en los términos del cuerpo, siento que las zonas que se activan son las mismas. Creo que la experiencia clínica y la escritura son territorios de la escucha, y en ese sentido, son muy parientes para mí. Hay una disponibilidad y hay una oreja que hace falta en los dos casos.
Y también se parecen en que hay algo que solo sucede adentro del material con el que estás trabajando. En el caso de los libros es en tu archivo, y en el caso de la clínica, al interior del texto de alguien. Las referencias no están afuera. Cuando vos estás trabajando con un texto, y eso es parte de lo que pasó con este libro, los problemas que tenés son problemas con las palabras: tenés que pensar tu narrador, tu foco y probar qué te funciona mejor. Son todas decisiones que tienen que ver con la materialidad del lenguaje.
- Ese interior del texto que decís, en este aspecto y al hacer una novela autobiográfica, que entiendo es hacia tu interior, ¿no? ¿Cómo se jugaría eso que está afuera, pero a la vez es tuyo?
F.G: Creo que en la escritura lo íntimo o la intimidad no es solamente la biografía. La editorial Vinilo publica no ficción. O sea que partimos desde ese pacto de lectura, partimos de un acuerdo que es que yo estoy contando cosas que sucedieron, eso es la no ficción. Pero que las cosas hayan sucedido no me exime del tratamiento literario que eso necesita para volverse libro. Yo voy a poner al servicio de esas cosas que sucedieron toda la batería de elementos que tengo disponible para la ficción. Porque se escribe con las mismas palabras y los mismos recursos. El tratamiento de eso, por más biográfico que haya sido, tiene que ver con un proceso de escritura y, en ese sentido, con un proceso de ficcionalización. Entonces creo que hay algo de la intimidad en que esto venga de mi biografía, pero también de intimidad con el lenguaje y cómo una persona maniobra para producir en el mejor de los casos literatura, y no un diario íntimo, por ejemplo.
- Me quedé pensando en esto que dice la contratapa de tu libro en alusión a que acá aparece un problema tan antiguo como la literatura misma: qué se puede decir y qué no, ¿no? ¿Cuál es el límite del lenguaje para expresar en este caso el dolor o una vivencia?
F.G: Creo que es un problema con el que la escritura se las ve todo el tiempo, porque incluso si vos estás trabajando con una materia aparentemente menos radioactivas que un duelo, siempre está ese borde donde las palabras dicen lo que dicen y además otra cosa, pero nunca del todo lo que vos querías. Hay un tironeo ahí que no tiene que ver con el argumento, -tu argumento puede ser cualquiera-, tiene que ver con la tarea.
- La siguiente pregunta, esta muy vinculada a la anterior, ¿cómo se articula la escritura y la intimidad? Un poco ya lo estás respondiendo. Quería decirte que mi apreciación de tu libro, además de que me pareció hermoso, hermosa la escritura, con muchas sutilezas, es algo muy resguardado, una calma. Si bien de gran exposición de algo tremendo, aparece un borde muy cuidado.
F.G: Eso que vos decís fue pregunta todo el tiempo para mí. ¿Cómo se hace esto para que no sea obsceno? No sé si eso se resuelve conscientemente o con la pura voluntad. Me parece más bien que son modos de amasar que después dan unos resultados o no. Yo creo que para mí un orientador fue “no voy a decir lo que no quiero, tal vez no me salga decir lo que quiero, pero no voy a decir lo que no quiero”.
Con ese criterio, cada vez que una oración o una escena me resultaban fuera de tono, les daba tiempo y después reescribía.
- Eso es íntimo, ese límite no lo paso, no lo habilito. Se ve muy cuidado en ese aspecto que decís en tu relato.
F.G: Hay algo que dice una escritora que a mí me encanta que se llama Lorrie Moore. Ella tiene una serie de ensayos y dice que se escribe con lo que se tiene en la alacena. Y que nadie le pregunta a un violinista si su solo de violín es autobiográfico o no, como sí se les pregunta a los escritores y a las escritoras. Entonces me parece que lo que ella está diciendo, que para mí es experiencia, es que toda escritura es autobiográfica, más allá del argumento.
La intimidad de la escritura no es una relación lineal entre tu autobiografía y lo que producís. La intimidad es que vos no podés escribir más que parado en lo tuyo. Después eso puede tener la forma de una novela de dragones, no hay problema. El argumento puede estar lejos de tu biografía, pero de todas maneras si algo pulsa en eso que vos hiciste, es porque vos te paraste en unas cosas que estaban activas para vos y en ese sentido toda escritura es de la intimidad, porque toca los lugares más volcánicos. Si no me paro ahí, no tengo motor para escribir.
Puedo escribir de lo que ya sé, puedo tener un texto hecho de oficio, por supuesto. Pero es distinta la capacidad de resonancia que un texto tiene cuando vos estás parada arriba de lo que te hace pregunta y de lo que efectivamente te inquieta, que cuando estás resolviendo el pedido que te hizo otro.
- Claro, en esos términos no es tu “propia alacena”, es más bien la del otro, ¿no?
F.G: Tomando esa imagen, lo que Lorrie Moore dice es que al final, lo que vos cocinás no es equivalente a nada de lo que tenías en la alacena. Esto es importante, vos agarrás tu lata de arvejas, pero después el texto manda. Entonces una vez que empezaste a cocinar, lo que no tenés en la alacena te lo tenés que conseguir en el chino.
- Entiendo, en esos términos, todo motorizado por la propia intimidad, por el propio deseo, por el propio inconsciente, algo que está más adentro que afuera. Aun buscándolo afuera pulsó desde adentro, ¿no?
F.G: En mi experiencia sí, también podés encontrar tantos otros escritores que digan justo lo contrario y está bien. Pero yo, si no me paro ahí, no tengo motor para escribir.
- ¿Vos crees que después de escribir este libro algo quedó, de alguna manera, alterado en el orden de tu intimidad? Digo, ¿qué pasó después con la repercusión que tuvo? Vos hacés en tu escritura una mención a alguien a quien le había pasado lo mismo que a vos y cómo lo nombraba.
F.G: Pasaron varias cosas, una fue que me llegaron mensajes de distintas personas, algunas que conocía y otras que no conocía. De pronto alguien empezaba a hablar y contaba escenas de su propia familia sin que hubiera un lazo entre nosotros. Los mensajes eran de Instagram, sobre todo pero algunos mails también. Mensajes que decían “leí tu libro” y a renglón seguido contaban una escena o una historia de la vida propia de muy distintas texturas. Como alguien que siente que esa lectura nos acerca y que puede seguir charlando, es lindo eso. Otra cosa que me pasó fue dimensionar la cantidad de personas que perdimos por suicidio. Es un asunto silencioso, pero de pronto aparecen un montón. Aparecen en los lugares más insólitos. Porque los relatos venían de gente que yo no conocía para nada y de gente que está en mi vida de maneras laterales hace muchos años. Yo bailo tango hace un montón, por ejemplo, y claro: no es la conversación de la milonga un hermano muerto. Sin embargo, algunas personas vinieron a la presentación, leyeron el libro porque nos conocemos hace mucho y de repente me empecé a encontrar historias muy cercanas.
Yo creo que algo de eso que vos decías y que yo te lo agradezco en relación a que se escucha un cuidado, un poco lo verifico en el retorno. Porque siento que lo que me vuelve es cuidadoso también. La conversación ya está seteada en un lugar que es amable. Cuando alguien viene y me dice leí tu libro, en general lo que viene después no es la pregunta del morbo, muy por el contrario, es alguien que viene a contar, y eso ya es otro orden de charla.
- No sé si lo pensás así igual, pero la sublimación que podría ser o la tramitación posible a través de la escritura por ejemplo, entonces quizás alguien hasta pudo identificarse con vos y creer que hubo cierta reparación, entendiendo la medida de lo reparable e irreparable.
F.G: Esas son zonas misteriosas, no las vamos a conocer. Ojalá que sí. Por ejemplo, me escribieron de asociaciones de familiares, gente que encontró que esto le servía para trabajar una cosa, para proponer una conversación sobre el duelo en ámbitos más formales.
Hay algo que me importa decir porque lo entendí hace poco. Nosotras somos cuidadosas en cómo nombramos, pero lo que surge como pregunta sin tanta precaución es si esto “me sirvió para sanar.” Es la pregunta que me vuelve un montón, formulada así, tal cual. Y en realidad ni sanar ni servir son palabras que yo usaría para esto. Pero en un momento, en la reiteración de esta pregunta yo entendí que me tenía que bajar de la precaución de usar tales o cuales palabras, y escuchar qué estaba pasando y empecé a sentir que esa pregunta no era una pregunta por mi bienestar. No sé me estaba preguntando por mi duelo. Creo que en realidad la pregunta es por la esperanza. La pregunta es si se puede hacer algo, escribir sobre esto o aquello para estar más aliviado y ahí me parece una pregunta mucho más interesante.
De la muerte de mi hermano pasaron muchos años. Sin eso yo probablemente no habría podido escribir. María Teresa Andruetto, que es una referencia importante para mí, dice que se escribe desde la cicatriz. Hay algo que tiene que estar un poco asentado de ese material y yo agregaría un asterisco que es que sí, asentado, y a la vez un poquito tiene que estar activo porque sin las dos cosas no funciona. Yo pude escribir porque no estaba llorando a mares. Por otro lado es cierto que no se sale como se entra a la escritura, es verdad que hay un efecto subjetivante que sucede y a la vez, a eso no se le puede pedir garantías. Yo no puedo decirle a alguien: “sí, dale, sentate a escribir porque te vas a sentir mejor”. No es con garantía la escritura ni ninguna cosa, ya sabemos, pero tampoco esto. Es una pregunta delicada.
- Aparte tal vez tampoco es lo mismo para una persona escribir, aunque sea escritora, y que pueda hacer con su vivencia una escritura u otra cosa. Habrá que ver el momento para cada quien, interesante para pensar.
- Otra de las preguntas que se me ocurrió hacerte es, ¿por qué 16 años después de la muerte de tu hermano escribís “Tan temprano”? ¿Cuál fue el puntapié, el disparador para vos?
F.G: Había intentado varias veces sin éxito empezar a escribir algo de lo que pasó con Pablo. Para mí es muy claro cuál fue la condición de posibilidad esta vez. Yo tenía unos ensayitos, unos textitos sobre la maternidad. Entonces la editora de esta colección me pidió material y yo le mandé eso, escritos sobre mi hija y sobre la experiencia de la maternidad. Y ella, que es una buena lectora, me dijo “acá falta algo”. Yo sabía lo que faltaba. Pero parte de la dificultad para escribir era el espanto de poner juntas esas dos cosas: el nacimiento de una hija y la muerte de un hermano. Entonces cuando ella me dijo así, lo que hizo fue resolverme un problema técnico. En esos ensayitos que tenía escritos, yo ya tenía una narradora, tenía una voz. Lo que arma un texto, lo que lo sostiene es una voz que dice, un narrador. Y lo que hice fue subirme a esa misma narradora que ya tenía y con esa voz empezar a contar también la otra historia. Y ahí pude. Siento que esa indicación de la editora lo que me dio fue una herramienta que yo no había tenido. Yo tenía la sensación de que quería contar esta historia y no sabía por dónde empezar. Cuando ella me dijo “vos ya tenés el comienzo hecho porque estos textos ya me los presentaste, esto ya es un principio, escribí el resto” en ese momento lo que ella me ofreció fue tomarme de lo que ya tenía para poder tirar de esa piola y armar el resto. El problema era sobre todo formal.
- El puntapié, de alguna manera, fue algo de su mirada.
F.G: La verdad que sí.
- Bueno, por último mencionar un pasaje de tu libro donde señalás de una manera novedosa algo en relación con la pérdida. Una intervención que contás que hace un analista y es que, al final, no tenemos derecho a darle una razón para que el otro viva, la vida es de cada uno. Por supuesto con todos los cuidados, los dispositivos, las intervenciones que se presentan en un momento como necesarios y fundamentales.
F.G: Bueno, gracias, creo que también son lugares donde en la medida en que podemos ser amables con el otro, también se nos alivia a nosotros lo que pasa. Cuando uno quiere del otro que,pueda, que hubiera podido, eso gira y se convierte en “yo debería haber hecho no sé qué cosa para que él pudiera”. A veces nos toca bancarnos entre todos en que esto fue lo que pudimos.
Hay algo que se aprende muy rápido escribiendo ficción y es que es muy difícil escribir sobre personajes a los que no querés. Pueden ser personajes de mierda, pueden ser personajes muy jodidos, pero si vos no los querés no les tenés un afecto por lo que sea, es difícil sostenerlos. A mí me pasa eso. Yo no sé mucho escribir sin tener un cariño por eso sucesos y esos personajes…
- En la clínica también pasa algo de esto, ¿no?
F.G: Si, totalmente. Mismo caso, de eso hablo.
Despedida y cierre
Te agradezco Florencia por tu tiempo y la posibilidad de tener esta entrevista con vos.
Fin.
Para terminar, pensaba en lo íntimo puesto en la escritura, revelando algo de lo más profundo, de lo “oculto”, privado hasta el momento del encuentro con la escritura, con ese otro que nos lee. Con ese otro, casi imaginario en ese instante que nos dice “escriba todo”, paralelismo de la regla fundamental “dígalo todo sin seleccionar”, y es en ese instante quizá que lo íntimo queda revelado en la escritura autobiográfica.
Florencia hace un relato autográfico de una situación familiar, el suicidio de su hermano, que debió de ser muy doloroso y que reconfiguró seguramente parte de su vida.
¿Qué es esto sino una manera de compartir algo de su intimidad? La sutileza de la palabra profunda, nombrada pero no siempre abordada por la autora. El tono más oscuro del dolor, cuidando a su vez ese borde tan delgado entre lo íntimo y lo público que aparece en la escritura. Hay un dejo de querer guardarse lo más profundo de esta intimidad que se comparte. Tono oscuro que parece que se va aclarando a medida que de su relato hace cierta elaboración de lo ocurrido y en ese andar logra transmitir mucha calma en sus palabreras.
Freud, en la Conferencia 23, plantea que el artista genuino posibilita de alguna manera, que los otros, extraigan de su obra consuelo y alivio de las fuentes de su propio inconsciente que se les habían hecho inaccesibles; así obtiene su agradecimiento y admiración.
Admiración y agradecimiento, una vez más por esta novela que conmueve y permite pensar que la literatura y el psicoanálisis están hermosamente asociados, unidos.