¿Para quién escribo? Si es para mí, ¿para qué va entonces a la imprenta? Y si es para el lector ¿por qué finjo dialogar conmigo?
Witold Gombrowicz
Como el tema de la Revista Digital de este año es “la intimidad”, me sentí gratamente convocada a escribir sobre esta temática implicando mi propia intimidad en este desarrollo mientras lo escribía.
Recordé que, en un texto sobre psicoanálisis, Didier Anzieu nos refiere un sueño de infancia de Freud, y menciona una frase textual del soñante verbalizando lo evocado: …Madre querida y personajes con picos de pájaros …soñado por Freud a la edad de 9 años.² Inmediatamente recordé que mientras estudiaba un texto importante para el Psicoanálisis, “el caso Schreber”, yo dibujaba lo que en mi cabeza se iba armando mientras me trasladaba junto al escrito, en un espacio activo de mera intimidad por el acto de dibujar, por estar con dicho texto y así mismo conmigo, en el dibujo.
Esas eran unas figuras de cuerpos de pájaros con picos largos, enmarcados por caras de mujeres informes y llamativas. Aún los debo de tener en mi vieja carpeta de dibujos. Los hacía en tinta, en lápiz y con acuarelas ,ya que siempre mi atención quedó detenida en esas particulares asociaciones que Schreber hacía, corporizadas en mujeres regordetas y emplumadas, con picos de pájaros; y mientras que yo leía, las asociaba dentro de mi propio pensamiento, y las podía escuchar con sus aleteos, sus risas irónicas y hasta su lenguaje desintegrado pero abundante.
Puedo pensar ahora que ese momento íntimo con el texto me permitió motorizarlo en dibujos. Las asociaciones que se nos ocurren mientras escuchamos o mientras las miramos como imágenes delante de nuestros ojos, ¿no son acaso un momento íntimo con aquello que viene del afuera y se enlaza con lo que nos habita en lo profundo?
Schreber, que en su fantasía de emasculación necesitaba sentir lo hermosísimo de ser una mujer en el momento del coito, también mencionaba , o yo así lo creí; lo grato que era encontrarse con su intimidad que se estaba dando en la medida de sus ideaciones respecto a mujeres como pájaros alados.
Así, el atormentado Schreber y su fantasía de transformarse en mujer como ese sueño de la infancia de Freud son pequeños recortes necesarios para pensar que una vez que se transformaron en palabras escritas, hayan ocupado, si cabe la expresión, ese espacio creado para alojar la intimidad que los recubrió.
Pensar lo íntimo como algo entre el inconsciente y una parte del registro del yo. Entre el deseo y lo que el deseo puede obtener en su devenir .
Pensar en la intimidad no necesariamente implica lo sexual, aunque a menudo el imaginario colectivo los relacione. La intimidad es esa instancia a la que le damos nombre intentando anteponer esa línea invisible entre lo público y lo privado.
En la literatura se ha escrito mucho enunciando este concepto, se lo bordea intentando darle cuerpo con las palabras más oportunas. Lo íntimo, ese territorio brillante dentro de la propia oscuridad. Eso que sublimación mediante se ofrece a ser compartido con las miradas o las escuchas de quienes se interesen.
Katherine Mansfield fue una escritora neozelandesa que a principios del siglo XX nos ofreció un cúmulo de intimidades propias, dejándonos saber que su pulsión de vida circulaba desde muy pequeña, a través de sus cuentos que entre paréntesis ficcionaron su vida.
¿Qué es entonces la intimidad? Podemos pensar que habita de eso mismo de lo que se nutre, intentando darle cierta forma al ser pronunciada en palabras que arman cuentos, que ritman poesías, que describen haikus, en todos los casos, que plasman lo complejo de lo humano.
En Pizarnik y en Lispector hay un hondo intimismo , entendiendo por intimismo la manera de poder manifestar aquello que se entiende en la dinámica de las emociones..
Escribe Clarice Lispector: ”prefería inventar música, prefería inventar, a estudiar. Tenía nueve años y mi mamá había muerto. La musiquita que inventé entonces,- aún no logro repetirla lentamente con los dedos- ¿Por qué el año en que murió mi madre?…³
Es así que lo íntimo puede mostrarse bajo los ropajes de la sublimación poética , o pictórica o artística. En cualquier caso se abre por instantes y se vuelve a cerrar, algún atisbo del inconsciente que aparece, sale hacia afuera, se muestra, se expresa, permite la salida de aquello considerado como íntimo. Hay un juego interior que el artista sabe y no sabe, pues es sólo una parte de su profundo iceberg, que puede apenas emerger y brindarse generoso en su obra .
La sublimación en cierto modo es esa transformación de lo íntimo. Lo íntimo como sublimación artística, es pulsión que necesita salida y causa, es eso que fue propio y que ya afuera es ajeno, esa intimidad compartida ya no le pertenece.
El artista Duchamp consideraba que la mirada del observador completaba la obra del artista, como quien se inmiscuye y se adueña de lo que perteneció a otro.
A menudo, en el espacio del análisis, se produce en transferencia, la intimidad como un entre dos ,entre el analista y el paciente; muchas veces como una madre viva posibilitando la capacidad de reparar y de crear un acto nuevo en la elaboración de lo traumático .
Es la intimidad un lugar invisible entre sentimientos y pensamientos de la ilusión y del deseo. Hay una estructura y un funcionamiento que se ponen en marcha a partir del espacio de cada subjetividad.
En la literatura hay algo de autobiográfico; como en la poesía hay algo de la intimidad expuesta pero camuflada intencionadamente para poder comunicarla, mostrarla, exponerla. Como dice el poema The tree de Donald Winnicott.⁴
“Mi madre bajo el árbol llora, llora, llora.
Así la conocí yo.
Un día tendido sobre sus rodillas
Como hoy sobre el árbol muerto
Aprendí a hacerla sonreír
A detener sus lágrimas
A curar su muerte interior
Reanimarla me daba vida”.
Considero que en la pintura o en la escritura como manifestaciones artísticas hay un encuentro especial e íntimo consigo mismo, intimidad que no se reconoce como tal pero que contiene esencias propias que se brindan en otro plano saliente de lo íntimo. Atravesarlo implica poder entender que algo de lo íntimo ya no le es propio, por el contrario, ya pertenece a la mirada de los otros.
La intimidad puede ser compartida en un recuerdo, en una mirada o en un poema.