“Mi propósito o mi esperanza son que el sujeto, terminado su itinerario analítico pueda poner lo que adquirió en la experiencia vivida al servicio de objetivos elegidos siempre en función de la singularidad de su problemática, de su alquimia psíquica, de su historia, desde luego, pero de objetivos que por diferentes que sean de los míos, respondan a la misma finalidad: reforzar la acción de Eros a expensas de Tánatos, hacer más fácil el acceso al derecho y al placer de pensar, de disfrutar, de existir…facilitar un trabajo de sublimación que permita al sujeto renunciar, sin pagarlo demasiado caro, a ciertas satisfacciones pulsionales”
Piera Aulagnier,1992¹
Texto, contexto y algunas definiciones
Decenas, cientos de links, títulos y textos se despliegan pantalla abajo. Dicen sobre la intimidad, lo íntimo, lo privado: Redalyc, Repositorio UBA, Dialnet, SciELO, revistas psi. Y de pronto invade la pantalla la promoción de un crucero para pasar especiales momentos íntimos, la ilustración es una pareja hetero, WASP (White Anglo–Saxon Protestant)* ambos nacidos entre los 50´ y los 60´. ¿Será que el algoritmo captó la edad de la escribiente? Un pensamiento nostálgico me aleja del exceso de esta pantalla. Allí está, mirándome, la biblioteca.
Los primeros artículos que se presentaron remitían a lo íntimo desde la religión, la comunicación íntima con Dios, la comunión. Otros enlaces iban a la ley y al derecho.
El término intimidad2 deriva de íntimo, proviene del latín intimus: interior, más profundo, estrecho, que está en el fondo de algo, situado en lo más interno.
- Amistad íntima.
- Zona espiritual íntima y reservada de una persona o de un grupo, especialmente de una familia.
Sinónimos o afines de intimidad
- confianza, amistad, familiaridad, fraternidad, estrechez, estrechura intrinsiqueza.
- interior, adentros, almario _lugar donde reside el alma-3.
Varias de estas definiciones y acepciones señalan que la intimidad emerge en un “entre”, en relación a más de una subjetividad o entidad que remite al interior del sí mismo a la vez compartido. Se infieren escenas intersubjetivas con pocos actores.
Las intimidades se complejizan al tratar de replegarse en su mundo interior resguardándose del contexto social que comparten. Aquí se abre otro plano, el que implica a las normativas y a la ley.
El derecho a la intimidad constituye una dimensión particular, proporciona elementos para pensar la intimidad en relación a la ley, al ordenamiento social.
“Este derecho garantiza el libre desenvolvimiento de la vida privada individual de cada persona, sin intromisiones de terceros. Pero también responde a la necesidad que tiene todo individuo de tener un círculo propio de relaciones, el que no ha de ser entorpecido por la injerencia de alguien más.” 4
Marcela I.Basterra afirma:“El Estado constitucional de Derecho se legitima en la medida en que permite el desarrollo individual, la libre autodeterminación del individuo y asegura al ciudadano ser realmente libre.(…)” “ La totalidad de los derechos de la personalidad requiere de un mayor acercamiento, un análisis amplio y, en todo caso, una aproximación jurídica. Pero no con base en la idea que da importancia a los derechos por el número de veces que son violados, o a los que se tiene una mayor conciencia, y sí de aquella que tiene su fundamento en lo más innato de la persona, en lo más radical de la estructura social. Uno de estos derechos es, sin duda, el derecho a la intimidad”.5
También nos habla de lo sutil que es diferenciar en este ámbito jurídico lo privado de lo íntimo, refiere que “… debe destacarse el rol preponderante que en la actualidad tiene la garantía de hábeas data, que específicamente fue incorporada para resguardar la intimidad de las personas frente a las nuevas tecnologías”. Concluye que según la esfera de protección de la intimidad en la Constitución Nacional surgirían: “1) el principio de autonomía personal; 2) el derecho a la intimidad; 3) el derecho a la privacidad; y 4) el derecho a la autodeterminación informática”.
Si la Ley protege (¿protege?) ¿Qué formas y contenidos en esta intimidad del ser de la persona humana son manipulados, resaltados o borrados/arrasados en la sociedad contemporánea? Pensemos en la memoria.
Desajustes en intimidad y memoria
La memoria, figuración de los recuerdos más personales y privados, producto de imágenes, palabras, así como huellas afectivo-corporales constituyen la argamasa del sentimiento visceral, íntimo que se irá creando junto a ese otro auxiliar, objeto de amor, modelo y rival. Memoria móvil, aleatoria, teñida del empuje pulsional que va organizando, desarmando y vuelta a ordenar el sistema permeable externo-interno que nos habita y habitamos.
Son manifiestas las diferencias entre el presente y el tiempo histórico en el que se inscribe la carta 52 donde Freud afirmaba: “Tú sabes que trabajo con el supuesto de que nuestro mecanismo psíquico se ha generado por estratificación sucesiva, pues de tiempo en tiempo el material preexistente de huellas mnémicas experimenta un reordenamiento según nuevos nexos, una retrascripción {Umschrift}”.”Lo esencialmente nuevo en mi teoría es, entonces, la tesis de que la memoria no preexiste de manera simple, sino múltiple, está registrada en diversas variedades de signos”.6
Los objetos y percepciones actuales se infiltran y construyen enlaces con las huellas de la memoria. Los recuerdos que se engarzan en el continuum de la realidad psíquica, se tornan a veces inaprehensibles en tanto y en cuanto este actual se presenta cual estímulos caóticos por la excesiva cantidad de signos y el digital, tecnocrático, escurridizo y fugaz recambio de uno en otro.
Paula Sibila plantea: “Tratados como archivos digitales, los recuerdos dejan de ser concebidos como aquellas entelequias etéreas y misteriosas que, según las creencias modernas, nutrían la interioridad de cada individuo. Se consideraba que esa esencia oculta y enigmática era algo decididamente analógico; en términos contemporáneos. -y, por tanto, anacrónicos- diríamos que su materialidad era incompatible con cualquier dispositivo electrónico que intentase escanearla para “digitalizar” sus contenidos. Justamente por eso jamás podría convertirse en información”.7
Información digital expuesta al mundo que, cuando toca a la persona, a las familias y a las generaciones, interfiere en la intimidad del ser, sus vínculos, sus recuerdos, la construcción de su memoria subjetiva y el movimiento de interioridad que se desarrolla con el paso del tiempo.
Esta digitalización que se escurre entre los límites pone en jaque la transmisión de la microcultura familiar. La pregnancia de las teclas y pantallas desde la niñez temprana previa a la escolarización, introduce imágenes, narraciones y lenguajes globales, debilitando la influencia de los mitos y el relato de la historia familiar transgeneracional . Packciarz Losso y Losso manifiestan que implica ”…-como un déficit del contrato narcisista-… una falta de los mensajes culturales nutricios, provenientes de otras generaciones, y al mismo tiempo una tendencia a(…) despreciar los modelos y devaluar las tradiciones” 8. Esta configuración provoca que los mitos sociales pasen a tener una fuerza tal que van uniformando la construcción de las subjetividades, reduciendo los lazos y exaltando las individualidades.
En El debate modernidad- posmodernidad Nicolas Casullo señala “El presente que habitamos mostraría una fragmentación extrema de la experiencia del hombre, manejado por lógicas de lo tecnourbano-masivo-consumista. Fragmentación que no podría retornar a ningún valor, plan o cuerpo simbólico integrador de los significados. Mostraría un desvanecerse de lo real, donde las mediaciones comunicativas totalizantes, las lenguas masificadoras, los mundos tecnoproducidos cotidianamente y la cibernetización de la memoria y el hacerse de las cosas construyen un nuevo escenario de vida en el cual la realidad muere si carece de Tecnointermediaciones….” 9
Interioridad y paso del tiempo
Me referiré a la interioridad en cuanto a la posibilidad de reflexión sobre la existencia desde lo más íntimo que se genera en el yo, narra el transcurso de su vida y la proyecta. Esta potencialidad puede manifestarse tempranamente, por una alta capacidad de registrar el entorno y auto observarse; en otras personas. Esta mirada hacia sí se inicia a mitad del camino vital y se expande con el paso de los años en simultáneo con el balance sobre el trayecto realizado y los anhelos pendientes.
No entraré a interpelar los diferentes marcos teóricos psicoanalíticos que marcan líneas de pensamiento diferenciadas respecto a qué o cómo representar la noción externo-interno en el psiquismo, ni las expresiones de la atemporalidad de lo inconsciente en el transcurso del desarrollo. Intento enlazar intimidad e interioridad desde una dimensión observable en la clínica a medida que los años y las experiencias se presentan en el sujeto. La atemporalidad del inconsciente permea las edades del ser humano; las pulsiones circulan desde el encuentro con el otro quien satisface la necesidad, transforma y da palabras a las sensaciones, significando el caos de estímulos que nacen con esa vida en la cultura que le toca.
La persona transita un recorrido autorreflexivo que. con el paso de las décadas, coloca la mirada sobre su cuerpo, su historia, sus vínculos; coexisten allí ayer, presente y porvenir. Este despliegue de percepción y pensamiento sobre sí mismo se enlaza a la perspectiva del otro social. La subjetividad puede comenzar a vacilar, más aún si ese balance vital no responde a los proyectos del ideal del yo o, vivido con mayor dramatismo, si esta aspiración está impregnada con los mandatos narcisistas del yo ideal.
El incremento de la interioridad* dada naturalmente por el paso de los años, se potencia y despliega con la experiencia del análisis.
Presentaré recortes sobre las dificultades y los momentos que exponen el límite, la finitud cuando está radical y biológicamente más cerca la muerte. Otros fragmentos hablarán desde Eros, estableciendo cambios de posición, nuevas intimidades y proyectos creativos.
Escuchamos palabras dichas en el espacio de las sesiones connotadas de rabia, culpa, vergüenza y extrañeza sobre el declive personal. Estructuras perceptuales y motrices que tambalean con intensidades variadas, pérdidas que coartan la confianza en el propio cuerpo y las funciones del yo. La anatomía, la fuerza y la motricidad cambian, los sentidos también se ven vapuleados en esos momentos vitales. Como en tiempos de indefensión primaria, pasan a primer plano el encuentro de satisfacción y la concomitante función de apuntalamiento que brinda el otro.
Así, el análisis dará palabras a este sentimiento de vulnerabilidad transformando la narrativa al concientizar el deseo. Este deseo infiltrado entre la necesidad y la demanda irá tomando vías hacia otros enlaces entre viejas huellas y la vivencia actual. Aquí pujan cronología y atemporalidad, no es la misma percepción y saber sobre la fragilidad del ser y el tiempo con treinta años que con ochenta y tantos. Encontramos aquellas subjetividades conscientes de la progresión; otras se sorprenden de golpe o como un KO* perciben el transcurso con sus bordes y cortes.
Estereotipos y prejuicios sobre la vejez hacen eco en Narciso y la imagen se resquebraja. En la organización de la continuidad psíquica surgen movimientos que la fisuran con miradas de rechazo reales e imaginarias del semejante y las propias. Sentimientos de desamparo o negación hipomaníaca pueden impregnar la escena, según cada actor con su historia.
En el espacio- tiempo analítico se revelan quiebres de la intimidad con la privacidad violentada cuando algunos pacientes mayores narran situaciones hospitalarias, médicas y familiares en las que hablan de su cuerpo expuesto sin consentimiento.
Marta de 74 decía: “Entraron a la habitación de la clínica y sin pedirme permiso me destapó el doctor para mostrar a los residentes como había quedado “mi herida”. “‘Su’” herida, condensación y metáfora de violencias, cortes, goces y cicatrices que asociativamente se irían historizando.
No sólo los cuerpos se cosifican, también los afectos, la posibilidad de expresión y decisión.
La esposa de Esteban de 82 había fallecido hacía tres meses. “No soportan que llore, me dicen que ya está. Ellos, que no quisieron velorio, ahora quieren que saque su ropa”. Pensado en el marco vincular, es la familia la que padece la pérdida. La exteriorización del dolor psíquico trasluce la falta que se trata de negar al no corresponder con los ideales familiares influidos por el paradigma cultural totalizante de felicidad ilusoria. El trabajo de duelo pasa a ser una molestia. Ante este escenario, las demandas del doliente no son respondidas con sostén y cobijo, sino con carencias afectivas; manifiesta ambivalencia e incertidumbre. La manipulación social del sentir puede generar incomunicación, aislamiento y marginalización en los hilos más frágiles del tejido: la niñez, la adolescencia y la vejez. Los medios de consumo y las urgencias en la información masiva también se incluyen sacudiendo la dramática personal; pueden ser el pasaje a la concientización de sentimientos de culpa, liberando vergüenzas y dolores enquistados, como el caso de Sofia.
Sofia, de 63, relata que fue abusada de niña y agrega “Es la primera vez que lo digo”. Refiere que al escuchar sobre actrices y otras personas públicas denunciando acosos y experiencias similares sintió que aquí podía decirlo. A la sesión siguiente refiere que en su infancia los adultos no dieron crédito a sus palabras. Esa “primera vez que lo digo“ aun así, si hubo intento de decir en su infancia no pudo ser escuchada.El hecho de lidiar con su mundo pulsional en la compleja vida de relación familiar y social fue generándole inhibiciones, inseguridad, impedimentos para expresar sus deseos. Aquí la intimidad de las vivencias silenciadas, el exceso de estímulo pulsional, el horror y el placer pudieron encarnarse en su palabra develada al circular su discurso con el “me too” de los medios.
Otro clima encontramos en las asociaciones de Antonio y Ernesto.
Antonio disfrutaba quedarse a solas con su nieto menor, conseguía la construcción de una intimidad y un jugar creativo que no había logrado en la infancia de sus hijos. Este hombre gozoso, de 74 años, cuando dejaba en suspenso su papel de abuelo, recorría urgente un considerable tramo para estar con su nueva pareja. Aunque no tan nueva, ella era el reencuentro que habían propiciado las redes, de un vínculo perdido hacía décadas. Las palabras de Antonio eran de una gozosa extrañeza cuando describía sus afectos y sensaciones; connotaban la pregnancia de las huellas de la memoria corporal en el contacto placentero con esa piel envejecida-nueva-conocida.
Ernesto a los 88 decía: “No le tengo miedo a la muerte; quiero que me recuerden bien por lo que yo les di – a su familia y sus discípulos-”. Fueron sesiones en las que la pulseada entre Eros y Tanatos escenificaba una treta. Narciso, a través de su deseo de trascender le quiere hacer un traspié a la muerte excluyéndola ilusoriamente de su circuito: mantenerse siempre presente y ser recordado para no morir en el otro.
Vale un párrafo acerca del aislamiento preventivo durante la pandemia de Covid19; tiempo que trastocó las intimidades, desorganizó y puso en suspenso espacios privados, especialmente al compartir casi todas las horas de la vida cotidiana con otros. En diferentes hábitats, hubo personas mayores que vivían solas, acostumbradas a una profusa vida social. Igualmente, transitaron y resolvieron operativamente esos meses en sus propias casas; otras tuvieron caídas, enfermedades somáticas, depresiones o declive cognitivo. Necesitaron mudarse con familiares, en general hijos, o tener asistentes en su hábitat que condicionaron, coartaron objetos de satisfacción con la consecuente invasión de su privacidad e intimidad. En la virtualidad de las sesiones refirieron: “En casa de mi hijo hay tanto ruido, hablan tanto que no puedo leer, ni pensar; tampoco les interesa lo que digo.” “La cuidadora no me deja ir sola ni al baño”.
Sin quedar la escucha atrapada en la queja o victimización, son palabras que van más allá de la pandemia; algunas de estas expresiones referidas por personas mayores tienen el sustrato de operaciones fallidas en sintonía con los excesos y las fracturas culturales que mantienen una visión prejuiciada de la vejez, ya sea negativa, infantilizante, desautorizante, enferma, asexuada y excluyente o un viejismo positivo por la supuesta bondad, experiencia ganada o sabiduría que portaría la persona mayor por el solo hecho de su edad.
“En esta complejidad nos encontramos con el dilema entre lo socialmente esperable para la vejez y el propio deseo que nos hará reflexionar, una vez más, sobre los procesos de edificación y significación de los discursos. Los
Los discursos responden a cierto poder y las modalidades se expresan en esas coyunturas de poder, explícito o no. Pone límites, encuadra las prácticas, los decires, disciplina las costumbres y morales, determina el cómo y el cuándo debe circular el deseo de cada quien y cada cual en la sociedad que habita. Son discursos que dictan qué puede ser visible y qué invisibilizado, impregnan la intimidad, la interioridad, el balance vital, el presente y el proyecto”. 10
Así planteada semeja a un intrusivo “atrapado sin salida”, sin embargo, hemos observado que la multidimensión de la clínica abre esos aparentes cerrojos; el trabajo intersubjetivo en la sesión trasciende y genera algo nuevo.
La expectativa surge del potencial reflexivo que se libera en el proceso analítico al reconocer algunos fragmentos de los mencionados discursos culturales, sus lazos con la subjetividad, las palabras expresadas y lo no dicho en la propia historia. En este trabajo de apertura de inconsciente a inconsciente la persona del analista pondrá en silencioso juego su “teorización flotante” junto a sus propios componentes libidinales, narcisistas, agresivos y eróticos. Se presentarán memorias y personajes de su propio mundo pulsional y vincular. Al encontrarse con el universo psíquico del paciente se activarán en su mente configuraciones materna, paterna, lazos de filiación y fraternos, niñez, adolescencia, el ser adulto y los “viejos íntimos” que porta su realidad psíquica.
Estas comillas tienen un objetivo particular, incluir líneas sobre la intimidad del ser analista. Si en su camino como psicoanalista optó en parte por trabajar y pensar también acerca de la vejez, cuando el paso del tiempo se posa en la subjetividad quedan a investigar los hilos que unen su devenir psicoanalista con un interés interdisciplinario asociado al proceso de envejecimiento, y la disposición para conocer las implicancias que tienen la cultura y las prácticas político-sociales en los variados trayectos de la vida. Temas a reflexionar en el análisis del analista y cómo resuenan en su autoanálisis cuando estos textos se infiltran en las sesiones articulados en teorización flotante.
En la intimidad del vínculo terapéutico el paciente despliega asociativamente las diferentes manifestaciones pulsionales, las satisfacciones, renuncias, inhibiciones, frustraciones, sublimaciones y transfiguraciones que se expresan en representaciones e inscripciones que van gestándose antes de su concepción, sus primeros tiempos de indefensión, los momentos transcurridos en su sexuación, sus experiencias de vida y los trazos que hacen al síntoma. Este helicoide atemporal a veces proviene de una subjetividad que percibe o atisba que el tiempo por venir es más corto que el pasado y desea aliviarse alejando certezas para jugar sus potenciales creativos mientras pueda continuar inspirando proyectos.