“Lo colectivo es una dimensión de lo personal,
Así como el pasado es una dimensión de lo presente.”
Javier Cercas
No es fácil ser psicoanalista en estas épocas, y no es fácil sostener una institución psicoanalítica tampoco. Es un tiempo especial para reflexionar sobre las instituciones y la nuestra, la AEAPG en especial. ¡Son más de 130 años de psicoanálisis, 60 años desde la fundación de la Escuela, y el final de mis 4 años como presidenta de la misma!
Me interesa retomar la propuesta de ser capaces de leer los signos de la época e interpretarlos. Ha habido inmensas transformaciones, en el mundo, en el país, en el campo del psicoanálisis y por ende en la institución. Para pensar a las Instituciones Psicoanalíticas y a la nuestra en particular, retomo fragmentos de una presentación que hicimos con el Equipo Comunidad en 2014:
Una institución es una cosa (el establecimiento) y es una praxis (lo que allí hacen los que la forman); o sea que es un espacio inacabado en permanente gestación, atravesado por fuerzas que escapan a sus límites físicos.
Gregorio Baremblitt dice que “las Instituciones son árboles de decisión… prescripciones, prohibiciones, opciones indiferentes, que guian la vida social… Para tener vigencia, las instituciones tienen que materializarse, en dispositivos concretos que son las organizaciones”
Castoriadis plantea que en la institución social se da un proceso dialéctico en que se oponen lo instituido y lo instituyente. Lo instituido es el orden establecido, los valores y las formas de organización consideradas “normales”. Lo instituyente, como un par complementario, es el cuestionamiento, la capacidad de innovación; aparece como la ruptura de lo habitual, las fracturas, las contradicciones. Todas las instituciones se mueven, por el interjuego de lo instituido y lo instituyente, que están en tensión permanente. No hay una institución que funcione en un puro instituido o instituyente.
LA HISTORIA INSTITUCIONAL
Las instituciones nacen y devienen. Hay versiones diferentes de relatos sobre la historia, que contienen el origen de la institución, los fundadores, las etapas por las que pasó, los sucesos que dejaron una marca. Los autores son todos los actores institucionales, que como narradores dejan testimonio. Los mitos son articuladores narrativos en el ámbito institucional. Entre otros, uno es el mito de origen, que le da un sentido a su existencia. Arma héroes, reales o imaginarios. Kaes dice que esa “ilusión institucional” es necesaria para que exista la “función instituyente”.
La identidad institucional funciona a partir de la identificación de los miembros con sus antecesores, a quienes hay que parecerse; dicha identificación puede funcionar como una identificación al Yo Ideal o al Ideal del Yo. Los fundadores han dejado un modelo y mandatos para resguardarlo y asegurar su continuidad. Se da entonces una paradoja: hay un modelo que debe mantenerse / y en paralelo, hay que cambiar para seguir desarrollándose. Tradición y Cambio. Proyectos nuevos y resistencia contra ellos.
LA NOVELA FAMILIAR DE LA AEAPG
Al irse consolidando el movimiento psicoanalítico, la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA) fue fundada como custodio del “verdadero” psicoanálisis. Las filiales que se crearon sucesivamente se sostuvieron entonces sobre la permanencia de las consignas iniciales.
En nuestro país, antes de la creación de las carreras de Psicología en la Universidad pública, la psicoterapia era un dominio profesional de la medicina, según la Ley Carrillo de 1954. La formación en psicoanálisis se hacía exclusivamente en la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). En 1957, apenas 6 años antes de la fundación de la Escuela, se comenzó a dictar en la Universidad de Buenos Aires (UBA) la carrera de psicología. Los docentes eran mayoritariamente miembros de la APA; la formación de los psicólogos en el posgrado era en grupos de estudio, ya que el ingreso a la APA les estaba vedado.
Un grupo de analistas de la APA, liderados por el Dr. Arnaldo Rascovsky, decidió convertir sus grupos de estudio y crear una carrera de posgrado de 3 años. El objetivo era enseñar psicoanálisis a psicólogos y a otros profesionales interesados en el mismo, que no podían o no querían realizar la formación “oficial”. En septiembre de 1963, 60 años atrás, nació la Escuela de Psicoterapia para Graduados, la Escuela, con una modalidad de formación por fuera de los reglamentos de la IPA, pero sosteniendo que el trípode analítico (análisis, formación teórica y supervisión) era válido más allá del formato institucional que tomara. Por muchos motivos, entonces, el nombre Escuela de Psicoterapia para Graduados, fue la opción posible para eludir la prohibición de la ley y de la IPA.
Esta posición permitió el ingreso de analistas de diferentes marcos teóricos, y contribuyó, según lo pienso, al clima abierto y pluralista que sigue siendo nuestra marca.
Si pensamos en las “edades” de la institución, hemos crecido desde el comienzo como proyecto de cambio soñado por los fundadores, en un movimiento instituyente que rompió con el modelo “oficial” de formación en psicoanálisis. Hemos pasado por una época en que el mito decía que un profesional hacía su primera etapa de formación en la “escuela” para después entrar en alguna de las instituciones de la IPA. Hemos ido saliendo de la endogamia, a través de la participación en FLAPPSIP, en el Foro De Instituciones De Salud Mental, creando el Centro Rascovsky, ofreciendo recursos en salud mental a los que los demanden. A partir del convenio con la Universidad Nacional de La Matanza UNLaM, se creó la Maestría en Psicoanálisis y la Especialización en Psicoanálisis con Orientación Clínica en Adultos en 2001. Cada uno de esos movimientos, implicó una tensión entre lo instituido y lo nuevo, y permitió un crecimiento no previsto. ¡Ese es el modelo que nos mantiene con vitalidad!
La variedad de propuestas de desarrollo en la AEAPG fue generando una voluntad de pertenencia y una producción científica y académica, transformándose de una institución de paso en un lugar de permanencia. Desde hace varios años, la asociación es conducida por egresados de la misma. Enfatizamos el lazo social entre los socios como la cuarta pata de la formación psicoanalítica, necesaria a lo largo de toda la vida profesional. Mantenemos el pluralismo, no sólo de los lineamientos teóricos de la disciplina, sino en un clima de apertura, tolerancia y convivencia de las diferencias.
Podemos pensar en un mito de origen, “la institución por fuera de IPA pero que reproduce sus modelos”; fue dando paso a “la institución independiente que busca el intercambio con otras”. Aun así, manteniendo un modelo de fuerte pertenencia que da apoyatura e identidad.
Nuestro modelo de transmisión del psicoanálisis, a nivel institucional, enfatiza el “para qué”, como decía Ulloa; la intencionalidad de la capacitación permite ubicar las diferencias entre los textos, los autores, y promover el diálogo dentro de la misma disciplina y con las otras disciplinas. Apunta a la exogamia. Si bien este proceso descansa sobre las transferencias múltiples, y las identificaciones del alumno con sus docentes, luego se pasa al tiempo de la ligazón con las teorías. “De la marca en el orillo al orillo de una marca” (Ulloa). Pueden generarse allí apegos dogmáticos a lo aprendido y enfrentamientos regresivos, entre la dependencia y el parricidio. La única manera de atravesar estas cuestiones está en el análisis personal. Algunos van más allá, a lo que Ulloa llama la “edad de la maestría”, la del auto análisis interminable, en que lo que se transmite es “una manera de acceder al conocimiento”, ni modelos ni consignas.
La institución ha atravesado innúmeras crisis, tantas como el país. La última, que ocurrió durante la gestión del Consejo Directivo que presido, fue la causada por la pandemia de COVID 19. ¿Cómo responder a lo imprevisto? Nos jugamos a sostener todo, apelando a la tecnología: actividades online, teletrabajo, grupos de chat; aprendimos de zoom, de técnicas digitales educativas… Apostamos a la potencia de lo grupal, aun extrañando el encuentro. Inesperadamente, crecimos, seguramente por la necesidad de todas y todos de sostén, compañía y proyectos compartidos.
Me pregunto: ¿Cómo compatibilizar ese modelo, ligado a la pertenencia, con una sociedad líquida, que descansa sobre el consumo capitalista, el intercambio de productos? La pandemia nos mostró tanto la necesidad de ser parte de un colectivo, como salida del aislamiento, como la facilidad del acceso a contenidos online, preferentemente gratuito. Es una tarea para las próximas generaciones reinventarnos nuevamente, crear nuevos modelos que no desmientan estas nuevas determinaciones.
Esto significó la AEAPG para mí: era una joven médica psiquiatra que, atravesando los desafíos de la interdisciplina, buscó los fundamentos del psicoanálisis; me formé como docente al lado de profesores que me han marcado: Dr. Gabriel Dobner, Dr. Jaime Lutenberg, reflexioné con los colegas, amigos, aprendí de la gestión y la política de la institución, sobre todo con Alicia Levin, participé de la tarea comunitaria con el equipo de Comunidad, fui creciendo en y con la institución hasta llegar hoy a ser presidenta, tarea que me enriqueció enormemente y en la que espero haber enriquecido a la institución. ¡Como se ve, una larga historia!
Ese es mi mensaje: los devenires no están determinados por la historia. Revisar la historia, para poder pensarla críticamente, nos dará las claves para entender la vida institucional. Como dice Piera Aulagnier, somos historiadores en busca de pruebas. Rescatando la memoria institucional, buscando una verdad histórica que incluya las vivencias de participantes que se entraman en un colectivo. Ese es el desafío, tener un lugar activo sobre su presente y su futuro. REINVENTANDONOS UNA VEZ MÁS.
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