Viernes 18 de agosto. 16:45 hs. Caballito.
E: ¿Cómo te gusta que te describan o cómo te describirías?
Rudy. Como un humorista, porteño y psicoanalizado. Nacido en el siglo XX, que trata de sobrevivir al XXI, pero al cual no termino de entender. Soy, como digo en un espectáculo, un “sigloveintenial”. Soy alguien con muchas preguntas y pocas respuestas, aunque trato de buscarlas y tenerlas, pero quizá sea demasiado elogioso para mí mismo. Soy alguien que no ha perdido la niñez, pero, sobre todo, que quizás (y esto también tiene que ver la niñez), no perdió el sentido del absurdo. Y creo que somos, no solo yo sino todo el mundo, absurdos con patas digamos. Una de las cosas más saludables que podemos hacer es tener conciencia de ese absurdo porque, entonces, lo llevamos mejor. Me podrían describir, en resumen, como un absurdo con patas y un “sigloveintenial”.
E: ¿También te podrían o podrías definirte como un humorista absurdo?
Rudy: No creo que haya humoristas no absurdos. Dónde puede estar el chiste, sino en la visión del absurdo, en lo que no parece tal. Yo creo que los humoristas percibimos mejor el absurdo que todo el resto. Nos han educado para naturalizar absurdos, para que el absurdo no parezca absurdo. Y, en realidad, el humorista es alguien que no aprendió eso, por lo que el absurdo le sigue pareciendo absurdo y le sigue llamando la atención. Recuerdo un diálogo que tuve con un analista. Él me decía: “¿Usted no entiende que la gente actúa así?”. Y yo le decía: “Sí, eso yo lo entiendo. Lo que no entiendo es que no se den cuenta de que actuando así les pasa esto otro”. Es decir, entiendo que la gente actúe como actúa. Ahora, si cada vez que actuás “así” te pasa esto otro, ¿por qué no cambias ese actuar “así” para ver si por ahí no te pasa esto otro? Creo que a los humoristas nos siguen llamando la atención eso: percibimos mejor el absurdo que vemos todos.
E: ¿Cómo nació el humor en vos?
Rudy: Quizá nació antes que yo. Dice mi mamá que cuando estaba embarazada de mí, a mediados del 50, no había videocassetera y apenas algunos tenían televisor. A mi mamá le gustaba ver películas, entonces iba mucho al cine, sobre todo porque pensaba que cuando yo naciera, me iba a tener que cuidar y no iba a poder ir al cine. Salía de un cine y se metía en otro. ¡Yo suelo decir que nací y ya había visto como 50 películas! (risas)
E: Se dio una “panzada” de películas?
Rudy: (risas) Exactamente, valga la valga. Vengo de una familia, tanto materna como paterna, donde nadie es humorista, pero todos tienen sentido del humor. Distintos sentidos del humor, pero todos lo tienen. Tienen cierto sentido del absurdo, algunos un poco más melancólico, más agridulce, otros más ácido, más irónico. Otra cosa que me pasaba de chico era que, por ejemplo, cuando tenía tres años empezó a estar Tato Bores en la televisión. Yo percibía que pasaba algo con la risa. Las peleas o diferencias que podían tener mi abuelo, mi papá, mis tíos, se terminaban cuando empezaba el programa. Había algo que los congregaba y que quitaba del medio ese efecto de pelea. Algo que podía mejorar el clima. Años más tarde, tuve el inmenso placer de poder decírselo a Tato cuando trabajé en su programa. Le dije: “Tato, antes que nada, yo tengo que decirle esto y después seguimos hablando”. Fue muy lindo. Tengo un hermosísimo recuerdo de Tato Bores, el mejor.
E: ¿Quiénes son tus referentes?
Rudy: ¿Cuántos años tenés para que sigamos hablando? Porque puede tardar un poquito esto. (risas)
Voy a pensar una línea de tiempo y a empezar por algunos del siglo XIX. Sholem Aleijem, por un lado, es el padre del humor judío actual, un tipo muy humilde. Es el autor de la novela que se transformó luego en “El violinista del tejado”, por nombrar una de sus obras más conocidas. Era un tipo con un sentido del humor desde la pobreza, absolutamente humilde. Sholem Aleijem me marcó mucho.
E: ¿Cómo llegaste a él?
Rudy: Porque había libros en mi casa y, sobre todo, por mis abuelos maternos. Mi papá también tenía muchos libros. No leía todos, pero estaba informado de todo. Cuando yo era chico, Sholem Aleijem era una personalidad muy querida en la Argentina. Otro referente fue Mark Twain, que yo leí de chico porque hacía cosas infantiles, pero le encontré un lado humorístico que no era tan para chicos. Después aparecieron Mafalda y Les Luthiers; me encantaron. En mi adolescencia fue Roberto Fontanarrosa y la rompió. También en esa época aparecen las revistas Satiricón y Hortensia, que eran extraordinarias. Me encantó el humor cordobés. Por ejemplo:
“Un cura dice ‘ora, hijo mío’.
Las tres y cuarto, padre”
También Chaplin, los hermanos Marx. Nini Marshall, Pepe Biondi. Los uruguayos del grupo del programa “Telecataplúm”, Luis Landriscina, Juan Verdaguer, Woody Allen. Más acá en el tiempo, Seinfeld y muchos más. Siempre me gustó el humor que implica jugar con la palabra, con el lenguaje.
E: ¿Cómo hiciste ese pase de psicoanalista a humorista?
Rudy: Fue progresivo, pero, al mismo tiempo, hubo un día en que pasó alguna cosa. Me ayudó mucho el análisis en el punto que, cuando yo era chico, por lo menos en esa época, nadie decía: “¿De qué trabaja tu papá? Humorista”. O “¿qué vas a hacer cuando seas grande? Humorista”. No, eso no existía, no había nadie. Ahora hay pocos. ¿Cómo fue ese pasaje? Primero, descubriendo que existía un trabajo llamado “humorista”. Eso fue a partir de ver revistas, por ejemplo. Segundo, descubrí que yo podía trabajar de eso. Que era un trabajo y que era algo posible. Y un día dije: “No voy a atender más”. Hay un momento que vos tenés que elegir porque o te seguís formando en una cosa o te seguís formando en otra. Pensé que tanto el psicoanalista como el humorista no inventan, sino que descubren. Encontré, por igual, relaciones entre el psicoanálisis y el humor en el chiste y en el discurso de un paciente. Está lo que no dice. A veces oculta conscientemente y otras inconscientemente.
E: ¿Cómo es tu proceso creativo?
Rudy: Uy ¡Si lo supiera! Tengo una rutina que rompo todo el tiempo (risas). Es diferente cuando yo voy a hacer un chiste con otra persona que cuando trabajo solo. Se puede transgredir o cambiar, pero tiene que estar ese encuentro a diario. Por ahí nos llamamos y Daniel me dice: “Tengo esta idea”. O lo digo yo. Los mejores chistes son los que se nos ocurren a los dos. Todavía más cuando se nos ocurren a los dos en el diálogo y el otro descubre el chiste. Es decir, cuando uno descubre el chiste que el otro dijo sin darse cuenta. Para mí esos son los mejores.
E: ¿Cómo es trabajar tantos años en sociedad con Daniel Paz?
Rudy: Mirá, en Página/12 estamos haciendo chistes juntos desde 1982. Yo decía que habíamos durado más que una pareja y menos que un buen psicoanálisis, ¿no? Por ahí alguno se enojaba conmigo por lo que decía de la pareja o por lo que decía el psicoanálisis, pero bueno. (risas) Yo creo que hay un vínculo y, como creo que debería pasar en los vínculos que funcionan, no es simbiótico y tiene espacio para cada uno fuera de ese vínculo. Claro, hay un espacio común y hay un espacio para cada uno. Encontramos eso que llamaría la intersección cuando nos reímos de lo mismo. Me ayudó mucho en otras sociedades que tuve y tengo, como por ejemplo con Eliahu Toker, con quien hicimos 10 libros juntos, y ahora con Alejandro Sanz. ¡Imagínate esa sociedad! Yo, psicoanalizado, judío, porteño y Sanz, correntino, folclórico, músico “chamamesero”. Y, de pronto, encontramos un espacio que nos encanta a los dos, pero que también es posible porque cada uno tiene su espacio.
E: Si no fueras quién sos, ¿qué serías?
Rudy: No tengo la menor idea porque me gusta mucho lo que hago. Es feo lo que voy a decir (se ríe), pero creo que si no fuera yo quien soy, me envidiaría. (risas) A mí me da mucho placer lo que hago. Para ser otra persona, me gustaría saber si esa otra persona es feliz con lo que hace.
E: ¿Qué es lo que disfrutas de tu trabajo? ¿Hacer reír?
Rudy: Sí, pero voy a tratar de ser lo más amplio y preciso a la vez. La risa es muy erótica, es muy vital, ¿no? Con un amigo decíamos que reírse juntos es lo más erótico que se puede hacer con la ropa puesta. Para mí el humor es muy cercano a lo vital, a la vida, entonces no es tan extraño que lo disfrute mucho porque es como disfrutar la vida. Creo que una de las grandes diferencias entre los neuróticos y los demás es cómo negociamos con la cultura y con el deseo. Si la salida en ese negocio es el humor, es de las mejores salidas que podemos encontrar.
E: ¿Cómo es hacer humor en tiempos difíciles?
Rudy: El humor es una forma de moverte. No es la única, pero es una forma. En los tiempos que son difíciles, pero no trágicos, el chiste sale más fácil. El humor es tragedia más elaboración. No todo el humor tiene que basarse en lo trágico. Yo me siento mucho más cómodo en lo dramático que en lo trágico.
Terminaba la tragedia ahí si Sófocles hubiera dicho: “Bueno, el que tenía que matarlo a Edipo en lugar de llevárselo, va y lo mata”. No hay chiste, no hay tragedia, no hay conflicto, no hay nada. Es más, hay tragedia, creatividad y humor cuando hay algo que no se sabe. Por ejemplo, “Romeo y Julieta”. Imaginate si las dos familias se ponían de acuerdo y les compraban un departamentito en Verona. Todo bien. En el lugar dramático, está el más cómodo para el humorista y también para el dramaturgo.
E: ¿Cómo estuviste durante la pandemia?
Rudy: Yo pasé bien ese tiempo. De verdad, lo pasé bien. Seguí haciendo lo mismo con Daniel Paz. No me afectó el trabajo. Lo único que no hice fueron los shows que habíamos empezado con Sanz. No los hicimos durante un año y medio, pero fue un tiempo muy productivo porque hacíamos canciones por teléfono, hacíamos videos. No me preguntes cómo hacía yo para hacerlos con un celular muy berreta como el que tenía…
E: ¿Pensás en el futuro?
Rudy: Yo pienso más en el presente con el futuro. La vida me ha convencido que para que el futuro sea mejor, lo que tenés que tener es un buen presente. Por ejemplo, si quiero estar mejor dentro de unos años, mejor que el ejercicio lo haga ahora.
E: ¿Cómo elegís los temas para hacer chistes?
Rudy: Yo te diría que los temas me eligen a mí. En general, es algo que en algún momento me genera preguntas, conflicto, contradicciones. Me surge un “esto está acá, pero no tendría que estar” o “esto no está acá, pero ¿por qué por qué no está?” Y bueno, uno se va preguntando y a partir de ahí surge un chiste, una nota, una canción. Los temas serían muy de “asociación libre”.
E: ¿Los chistes van cambiando con las épocas?
Rudy: Los temas van cambiando, sí. No olvidemos que el chiste se refiere siempre a algo oculto. Cuando eso que estaba oculto deja de estarlo, ya no hay chiste. El ejemplo del divorcio o de la homosexualidad. Pero también están los temas más profundos, esos grandes interrogantes, eso que no sabemos. Eso seguirá estando.
E: ¿Sos de risa difícil?
Rudy: No lo sé, pero me río mucho. Por ahí no me río tanto de lo que se ríe mucha gente, pero porque de alguna forma las cosas me tienen que sorprender. Pero no es que no me ría. Si voy a ver una película humorística, no voy pensando en que soy humorista, sino en que voy a verla y la disfruto. Después la puedo analizar, pero primero la disfruto.
E: ¿Qué cosas NO te hacen reír?
Rudy: Nunca me gustó lo agresivo; eso nunca me hizo reír. Me gusta más lo “incluyente” que lo que excluye. Me parece que el humor siempre tiene un intento por sanar, reparar. Si no es eso, es agresión pura. El humor nos permite vernos a nosotros mismos como ridículos. Si nos vemos como ridículos, si perdemos cierta solemnidad, cierta soberbia, es más fácil que escuchemos al otro. Eso me gusta.
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