“Lo que has heredado de tus padres,
conquístalo para poseerlo”
(Frase de Goethe citada por Freud
en Compendio del Psicoanálisis)
Entre lo que perdura y el cambio. Entre docente y alumno
De entrada, podríamos aseverar que, en tanto la época influye en el psicoanálisis en términos de praxis, la transmisión se ve indudablemente afectada. Al mismo tiempo debiéramos admitir que tanto la praxis como su transmisión suponen preservar un núcleo invariante sin lo cual el psicoanálisis dejaría de serlo.
No fueron pocas las discusiones en torno a si las modificaciones realizadas en muchos casos promovidas por la época, ponían en jaque su esencia. Lo cierto es que como dijo Freud, se mueve pero no se hunde, y de no ser por esas mismas influencias epocales no se hubiese puesto a prueba su capacidad de respuesta a los desafíos planteados. Nada más contrario al espíritu científico y al pensamiento psicoanalítico que sostener y reverenciar un cuerpo doctrinario al estilo religioso que no se avenga a ser interpelado.
Creo que la transmisión cumple con enseñar aquello que ha perdurado a lo largo del tiempo como teorizaciones y desarrollos conceptuales, y a la vez con recibir y dar lugar a las reflexiones que las preocupaciones e inquietudes de la época traen.
En tal sentido vemos cómo las construcciones teóricas van adquiriendo replanteos, modificaciones, agregados, de acuerdo a los debates internos, los interdisciplinarios como desde luego a las demandas que surgen de los diferentes ámbitos en que hoy se hace psicoanálisis o se ponen en juego sus puntos de vista.
Es pertinente reconocer que tanto lo epocal influye en el psicoanálisis como este en sus contextos. A modo de ejemplo, ya que me parece un dato revelador de las contribuciones del psicoanálisis, la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires del año 1996, en su artículo 20 dedicado a la salud, menciona el derecho a la singularidad de los asistidos, lo que luego retoma la Ley de Salud 153 también de CABA del año 1998. En ambos casos participamos psicoanalistas en los debates previos.
Podríamos decir que en la transmisión del psicoanálisis se da una tensión entre lo que permanece y lo que cambia, las preguntas y respuestas de siempre y las que provoca la época. Tensión por cuanto la transmisión debe ser fiel a un legado sin sacralizarlo pero poniéndolo en cuestión.
Decía Silvia Bleichmar que
“se trata no sólo de percibir que “el mundo ha cambiado” y pone en crisis un exceso de certezas acumuladas, sino de evitar que parte importante del legado recibido se desperdicie junto a los aspectos no productivos del mismo.
No existe herencia en la cual no haya que separar lo valioso de lo fetichizado, lo fecundo de lo que traba su despliegue, lo inerte de lo potencialmente vitalizante. Sólo quienes se limitan a conservar lo recibido y a disfrutarlo hasta su destrucción final, pueden sentirse satisfechos con ser herederos de una historia a la cual no agregan un ápice de valor limitándose al usufructo perverso de los dividendos acumulados por los antecesores.”
Freud en su breve artículo “Resistencias al psicoanálisis” recuerda que lo “nuevo” al destronar lo “antiguo” parece estar constantemente poniendo en peligro una valiosa estabilidad”. “El origen de este malestar -dice Freud- es el desgaste psíquico que lo nuevo exige siempre a la vida psíquica y la incertidumbre llevada hasta el extremo de la expectativa ansiosa, que lo acompaña”. Y acota al respecto Jaques Hassoun,
“la transmisión de lo nuevo tropieza siempre con los logros que cada uno de nosotros privilegia por sobre todo lo demás. Esto quiere decir que en cada uno de nosotros palpita la necesidad de transmitir íntegramente a nuestros descendientes aquello que hemos recibido.” Hay un imperativo de reconocerse en una genealogía, una historia, una pertenencia. Más aún cuando una cultura ha estado sometida a conmociones más o menos profundas.” (HASSOUN, J. pag. 12)
Esa tensión entre lo anterior y lo nuevo, se hace presente en la transmisión desde el momento en que los protagonistas representan ambos sentidos, aun cuando a veces esos roles se intercambian. Es decir, profesores y alumnos pueden ubicarse en el eje de una pedagogía de transmisión que vuelque un saber de unos en otros, o bien en una dinámica diferente donde el eje este puesto más en el debate, la reflexión y la investigación. Donde el pensamiento crítico supere la reproducción de lo mismo. Más aún, podríamos decir que una transmisión si busca ser fiel al psicoanálisis tendría que considerar al pensamiento crítico como su rasgo característico.
Hasta aquí podemos definir dos resistencias en la trasmisión del psicoanálisis: la de los alumnos al incorporar los conocimientos de una teoría que aventa prejuicios culturales y moviliza aspectos subjetivos. Y la del docente quien fluctúa en abrirse a la escucha de aquellos planteos de sus alumnos que más que surgir de la ignorancia, interpelan, cuestionan y revelan la curiosidad que la ausencia de atavismos teóricos da lugar.
En ese sentido, en las clases que doy en un Posgrado sobre Psicopatología de la Adolescencia, por ejemplo suelen ser insistentes las inquietudes acerca de las problemáticas de género o las relativas a la utilización de recursos virtuales.
La transmisión del psicoanálisis no es solo un trabajo educativo en el sentido tradicional. En lo que respecta a lo pedagógico difiere de los modelos bancarios de enseñanza que hubo caracterizado Paulo Freire. Por el contrario, se trata de despertar, generar preguntas en aquel a quien se transmite teniendo muy en consideración las que surgen de sus circunstancias, su estar en el mundo. En ese sentido la transmisión tiene que ser subjetivante, entendiendo por tal que el sujeto se interioriza de los conocimientos, los incorpora activamente poniendo en juego no solo preguntas a nivel intelectual sino también inquietudes de orden existencial. La experiencia personal, y creo coincidir con muchos, es que el psicoanálisis nos cambia radicalmente en nuestra mirada sobre el mundo y nuestra posición ante él.
A ello cabe agregar quizás lo central de la transmisión que busca dar cuenta de una convicción -como decía Freud- que pone de relieve una pregunta tan general como singular ¿A qué razón inconciente se debe el sufrimiento de este sujeto y su particular y único modo de transitarlo y expresarlo? Transmitir entonces incluye la fidelidad a esa convicción del analista en lo inconciente y a una ética, inquietud que adviene fundamentalmente en su análisis, supervisión y en la transferencia con los enseñantes, permitiendo una apertura a lo inesperado, a lo nuevo de cada análisis que irá despertando su deseo de analizar.
Nos dice Enrique Ascaso que “en la formación psicoanalítica es fundamental que, aún en los pilares más vinculados por el componente que describimos como enseñanza donde predomina la circulación de un saber, no se trate solamente de contenidos a transmitir, sino que también tenga el efecto de una experiencia subjetivante y que se produzca una transferencia de trabajo, dando pie a las singularidades de cada analista y de cada situación y contexto.” (ASCASO, E. 2011)
Siguiendo esta vía, la transmisión también consiste en proponer, incentivar que el analista alumno encuentre sus modos de pensar su experiencia analítica.
En la docencia, por ejemplo, en los grupos de supervisión, cada alumno presenta a su manera el caso, y a la vez de modo diferente cada uno de ellos. Respetar esto transmite una enseñanza acerca del psicoanálisis y de cómo capitalizar, hacer propia la experiencia como analista al descubrir las habilidades, recursos, limitaciones, con que cada uno cuenta en su vida y en su práctica analítica.
Trasmitir un legado, animarse a lo nuevo, recepcionar lo actual, pensar con otres, respetar y explorar la propia experiencia como analistas más allá de los modelos enseñados, es un desafío que como decía Mustapha Safouan “es inseparable de la paradoja única del psicoanálisis, en cuanto ciencia del deseo y, por consiguiente, de algo que siempre escapará al imperio del conocimiento científico, cualquiera que sea en otros aspectos la extensión de su dominación” (SAFOUAN, M. 2017: 286)
Como en la adolescencia, nuestro aprendizaje requiere dejar un territorio de confianza plena en los padres y en los saberes consagrados, para explorar nuevos caminos que pondrán a prueba lo conocido y provocarán nuestra creatividad.
Cada analista necesita explorar desde su práctica los modos singulares en que la realiza. Ser fiel a ese deseo que emerge toda vez que se abre a le experiencia de la escucha inconciente. El psicoanálisis nos provee de conceptos para pensar esa vivencia que, en tanto única, arroja siempre una falta que será preciso soportar.
La comunidad psicoanalítica enseña
En cierto tiempo inicial la transmisión del psicoanálisis estuvo signada por la necesidad de difundirlo e irlo instalando en la sociedad y la cultura. Más adelante, al institucionalizarse, esa transmisión adquirió un estatuto formal. La institución definía el contenido y el modo de la transmisión y velaba por su permanencia. Luego, esa institucionalidad tuvo un quiebre y los modos de la transmisión se abrieron y se diversificaron en otros formatos mas o menos institucionalizados. No esta demás observar que uno de los motivos de ruptura institucional ha girado en torno a la transmisión. Es que es a través de ella que se perpetúa una institución y mantiene su vigencia y poder.
Al mismo tiempo, si bien cada uno de los quiebres puede evaluarse según movimientos internos del mundo psicoanalítico, lo cierto es que los contextos sociales, económicos, políticos y geopolíticos, fueron marcando y produciendo miradas críticas, revisiones, cambios. A manera de ejemplo, el mandato de las 4 o 3 sesiones semanales al menos en nuestras latitudes, se modificó a partir no tanto de cambios teóricos sino de necesidades socio-económicas, que luego reclamaron su fundamento.
Quiero traer una referencia personal que surgió a partir de estas reflexiones. Buscando aprender psicoanálisis de modo más organizado y sistemático llegué por recomendaciones a esta Escuela. Digamos que en principio hice transferencia con la institución. Luego vinieron los docentes, pero todos formaban parte para mi de un bricolage que se iba armando, a veces con piezas que se fueron superponiendo, contraponiendo y otras en armonía. Pero entre ellas había ciertos hilos conductores en las diferentes transmisiones: el inconciente, la teoría pulsional, el Complejo de Edipo, la sexualidad infantil, la ética psicoanalítica.
De ahí que podríamos decir que hay un modo de transmisión que no es solo maestro discípulo, sino comunidad psicoanalítica-discípulos. Y no digo institución adrede porque comunidad le da un carácter más amplio y dinámico. Comprende no solo los propósitos formales y los instituidos, sino fundamentalmente los espacios y tiempos de construcción compartida con los pares, con los docentes, la ética de trabajo conjunto, la historia de los que estuvieron, el porvenir de lo que vendrá. La comunidad enseña que hay diversidad, que no hay un discurso único en torno al psicoanálisis, que hay debate, confrontación, enriquecimiento común en los conocimientos, preguntas no consideradas, incertidumbres y también algunos dogmas consagrados. Además, es la comunidad psicoanalítica la que puede cambiar la institución.
Por lo tanto, la transmisión no solo supone recibir un legado, asumir la posibilidad de actualizarlo y transformarlo, sino también darse una pertenencia y un objetivo común en un nosotros.
¿La transmisión, replica o supera una época?
La enseñanza del psicoanálisis es la de una praxis fuertemente interpelada por los acontecimientos contemporáneos en nuestro país.
Por caso, el psicoanálisis ha revelado y fundamentado lo traumático de la apropiación de bebes durante el terrorismo de Estado y por eso las cuestiones relativas a la historia y la genealogía en un sujeto resultan temáticas enfatizadas en su enseñanza. Así también ocurre con lo transgeneracional si tenemos en cuenta que somos una población con una gran proporción de inmigrantes o descendiente de ellos, que han transmitido en mayor o menor medida a su descendencia lo traumático de haber dejado sus lugares de origen y las razones por las que lo hicieron.
Esa transmisión acarrea a su vez o lleva consigo las marcas de lo vivido cuya repetición suele ser temida. ¿Cuánto resulta entonces transmisión de lo aprendido, de un saber inerte o bien aquel que puede funcionar como conjuro de lo temido? ¿Perdura una fantasmática en esas enseñanzas? Cuando por ejemplo se transmiten conceptos acerca de la identificación no puede soslayarse el tema de género. Pero justamente es una temática que trae consigo toda una historia de inequidades, discriminaciones, abusos, etc. Y no sería difícil que alguien del alumnado se encontrase implicado en ese listado.
Por eso cabe como psicoanalistas entender lo epocal no solo como lo meramente actual sino también como caja de resonancia de acontecimientos históricos que yacen en la memoria colectiva. Y por qué no, como repetición de los mismos.
En nuestro tiempo la transmisión del psicoanálisis se da en el contexto de ingentes y acuciantes procesos de desubjetivación en la cultura a consecuencia de un neoliberalismo rapaz que arrasa con el sujeto. Hablo de la compulsión al consumo que nos consume, del individualismo que incrementa la soberanía yoica en términos que como bien señala Elisabeth Roudinesco culminan en un narcisismo mortífero y configuran una sociedad perversa. Nunca como ahora se insiste en la ética del psicoanálisis que sustenta el valor de la palabra, de la vincularidad, de la singularidad, de los procesos psíquicos inconcientes, del propio deseo, en contraposición a ofertas pseudoterapéuticas sintónicas con el discurso capitalista abocadas a la resolución expeditiva de lo sintomático en desmedro de la pregunta genuina por el sufrimiento.
En la enseñanza del psicoanálisis los alumnos a veces replican las voces de un clima de época urgido por la eficacia y la premura. Estaríamos casi todos de acuerdo en el ámbito psicoanalítico, que nuestra praxis no se puede regir por esos parámetros, sin perjuicio de considerar que de hecho el psicoanálisis resulta muchas veces más eficaz y expeditivo que otras propuestas. [2]
Las enseñanzas de una psicoterapia de corte pragmático, con tips y protocolos aparentemente exitosos, para ganar la pulseada vende sus espejitos de colores. Y nuestra enseñanza corre el riesgo de convertirse en una prédica religiosa, una arenga político-ideológica o un spot publicitario si se deja amedrentar por la presión que provienen tanto de algunos alumnos como de la opinión pública.
Además, ciertas problemáticas ya vienen cargadas con el sello DSM con lo cual nos encontramos con enunciados o carátulas que condensan en sus siglas un sinnúmero de padecimientos. Así, por ejemplo, bajo el espectro autista se engloban sufrimientos absolutamente diversos que lo poco que tienen en común son las dificultades en la comunicación. “Te derivo un Asperger o algo así” “Te mando un paciente casi autista” “Creo que tuve autismo de chico” “Es un ADD con rasgos autistas”
Entonces, lo epocal en estos casos aparece a través de tendencias medicalizantes y patologizantes que pueden torcer el sentido de las premisas psicoanalíticas en la transmisión. Es decir, allí donde de lo que se trata es de priorizar una posición subjetivante, lejos de un trato objetalizado, se cuestionan esas propuestas por teoricistas e ineficaces.
Lo cierto es que, si bien ninguna praxis asistencial puede dar respuestas a todas las problemáticas actuales, estoy convencido de que la batería de conceptos psicoanalíticos provee de las herramientas necesarias para que se pueda plantear y poner a trabajar su potencialidad explicativa tanto en la clínica como en la enseñanza.
Borges tiene un cuento “La rosa de Paracelso” en donde narra el encuentro entre un maestro, Paracelso y un discípulo, quien va en busca de cómo llegar a la piedra capaz de convertir las cosas en oro. El discípulo luego de ofrecerle en pago monedas de oro recibe por respuesta:
– Me crees capaz de elaborar la piedra que trueca todos los elementos en oro y me ofreces oro. No es oro lo que busco, y si el oro te importa, no serás nunca mi discípulo.
– El oro no me importa- respondió el otro. – Estas monedas no son más que una parte de mi voluntad de trabajo. Quiero que me enseñes el Arte. Quiero recorrer el camino que conduce a la Piedra.
Paracelso dijo con lentitud:
– El camino es la Piedra. El punto de partida es la Piedra. Si no entiendes estas palabras, no has empezado aún a entender. Cada paso que darás es la meta.
Los analistas ansiamos hacer un camino hacia la verdad, que algún maestro por fin nos la revele. Pero los verdaderos maestros nos transmitieron un arte y nos han inspirado a caminar los senderos de una ética que sostiene nuestra práctica y un saber hacer en beneficio de la gente de nuestra época.
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