El concepto de acting out entra en el contexto de la teoría psicoanalítica en el año 1905, introducido por la afirmación de Freud en el «Epílogo» del Caso Dora cuando, al referirse al abandono del tratamiento por parte de la paciente, dice: «La paciente actuó un fragmento esencial de sus recuerdos y fantasías, en lugar de reproducirlo en la cura».
Este punto de vista que considera al acting out articulado con la transferencia y la resistencia, como el conjunto de acciones realizadas por el paciente en sustitución de los recuerdos que el analista esperaba que surgieran en el tratamiento, es enfatizado y desarrollado por Freud en 1914.
Esta sería la variante resistencial del acting, donde debería haber advenido la palabra y el recuerdo concomitante, emerge el acting como una forma particular de expresión de la transferencia.
Este enfoque surge del concepto freudiano de la transferencia, entendida como una repetición del pasado. En este sentido, tal repetición puede llevarse a cabo de dos maneras: que el paciente experimente impulsos, deseos y fantasías pretéritas tomando como objeto la persona del médico, o que la repetición del pasado vaya más allá y tome la forma de un intento de realización concreta a través de la acción. Esta segunda forma de repetición transferencial constituía la característica definitoria del acting out para Freud, cuya emergencia se vinculaba con una desmedida intensificación de los sentimientos transferenciales.
En el concepto freudiano de acting out, intervienen dos vertientes aparentemente antagónicas en su relación con el recuerdo. En la primera, el acting out es una forma de no recordar, en la que el analizado no recuerda nada de lo olvidado o reprimido y lo reproduce como acción en la cura.
Esta vertiente ha tenido severas consecuencias en la comprensión clínica cuando se la extendió a un vasto conjunto de conductas impulsivas, peligrosas, antisociales y delictivas, manifestación fenoménica de la pulsión de muerte, que otorgaron al término acting una connotación peyorativa, indeseable en los tratamientos analíticos, porque daba cuenta de actuaciones destructivas, tendientes a entorpecer la tarea analítica y a atacar al encuadre y al analista.
Esto da cuenta de ideales terapéuticos basados en la táctica freudiana que proponía la meta terapéutica de librar una permanente lucha con el paciente a fin de retener, en el ámbito psíquico, todos los impulsos que quería guiar hacia el plano motor.
Freud consideraba un triunfo de la cura procurar la tramitación psíquica mediante el trabajo del recuerdo de aquello que pretendía descargarse a través de una acción. Tal es así, que proponía a los pacientes que se comprometieran a no adoptar ninguna decisión de importancia vital durante la cura, propuesta sostenida en el modelo de salvar al paciente de los perjuicios que le causaría la ejecución de sus «pulsiones silvestres».
La temporalidad vertiginosa de la actualidad, que va al ritmo de la búsqueda de la descarga inmediata, de soluciones rápidas y mágicas, del rechazo de la dimensión castratoria, de la ilusión de lo ilimitado, nos invita a pensar que si nosotros procurásemos sostener tales metas terapéuticas como paladines de la renuncia pulsional, nos quedaríamos hablando solos en nuestros consultorios.
La segunda vertiente adopta una visión más totalizadora de la situación y considera al acting out como un modo de recordar, una forma especial de emergencia del recuerdo en la transferencia.
Esta segunda concepción del acting, no tan recordada en el ámbito psicoanalítico, es de una riqueza clínica imprescindible porque permite pensar la acción como la expresión de un material que no puede acceder al recuerdo por sus características intrínsecas. Según Freud, se trataría de sucesos psíquicos, fantasías, sentimientos y sucesos reales que nunca llegaron a ser concientes y que corresponden a épocas muy tempranas de la infancia.
Freud hace referencia a experiencias emocionales que nunca tuvieron la oportunidad, por la época de la vida en que ocurrieron, de llegar a la esfera del pensamiento verbal. Quedaron por fuera de la posibilidad del recuerdo y la verbalización y se expresan de un modo diferente, con la acción. Esta concepción vincula al acting out como una forma especial de recordar y que sería necesaria e inevitable para analizar los niveles más tempranos y primarios del funcionamiento psíquico. Más todavía, sería la única forma posible en la que pueden actualizarse, en la transferencia, las vivencias y fantasías correspondientes a los períodos preverbales y presimbólicos del sujeto.
En «Recordar, repetir y reelaborar» (1914), Freud hace referencia de un tipo particular de importantísimas vivencias, sobrevenidas en épocas muy tempranas de la infancia y que, en su tiempo, no fueron entendidas, pero que hallaron inteligencia e interpretación con efecto retardado (nachtraglich) y que la mayoría de las veces es imposible despertar en forma de recuerdos.
Explica la imposibilidad del recuerdo por ser vivencias muy tempranas, pero entiendo que allí inaugura otra dimensión que no alude a razones temporales en el funcionamiento psíquico, sino al orden de aquello que sólo puede presentarse porque excede a la representación.
En «Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad», Freud investiga el ataque histérico y establece una diferencia interesante: un sueño puede sustituir un ataque histérico, pero un ataque histérico aparece cuando el sueño no puede producirse. Es decir, el sueño responde a la representación reprimida, y el ataque histérico se origina cuando hay una falla en lo simbólico.
Carta de ciudadanía de los pacientes que no llegan porque un síntoma los interroga. Adictos, anoréxicos, psicosomáticos, incómodos por su padecimiento, pero que no cargan con la interrogación propia del síntoma neurótico.
En el caso del ataque histérico, más cercano al acting out, Freud no pone a la paciente a asociar, no la recuesta en el diván, sino que lee lo que se produce en la escena, lo que el ataque muestra.
La paciente no se hace representar por el síntoma, se muestra con el cuerpo.
En pocas palabras, el material psíquico se presenta como puede. Esto no requiere, necesariamente, pensar en nuevos cuadros clínicos, sino que puede tratarse de diversos modos de funcionamiento coexistentes en las neurosis.
El fantasma que sostiene el deseo es posible que se manifieste como formación del inconciente, como acto fallido, como síntoma si una estructura significante lo facilita; y, también, puede darse a conocer al modo del ataque histérico, mostrándose y subiendo a escena, puesta en evidencia de una dificultad para hablar y asociar.
En este sentido, algunos pacientes hablan asociando con formaciones del inconciente, chistes, lapsus; otros se expresan en actings, y saberlo escuchar permite situarlo como una eficacia del inconciente. Es decir, el inconciente no tiene otro modo de expresarse que hacerlo a través del acting, no implica necesariamente que los pacientes no quieran hablar, sino que no tienen otra manera de traernos «eso» que quiere decirse que no sea por medio del acting.
¿Qué dice Lacan en relación con el acting out? En estos casos, plantea que encontramos ciertas coordenadas, una acción inmotivada, enmarcada en cierta escenificación, que es relatada como situación repetida y que se comete antes o después de la sesión. El acting es una acción dirigida al analista, es mostrada y pide interpretación, se ofrece a la interpretación. Hay algo en el acting que excede la forma en que se expresa lo pulsional en el síntoma neurótico, donde siempre aparece disfrazado y desplazado.
Lacan considera que la condición para que se produzca el acting es que tiene que haber caído el acto del analista, que consiste en sostenerse como causa para el inconciente del analizante.
Considera que el acting tiene un valor correctivo cuando es llamado a la presencia del analista, cuando esta presencia se ha desvanecido, por ejemplo, por efecto de intervenciones donde predomina la dimensión especular e imaginaria que produce un aplastamiento del espacio del deseo.
Entiendo que la caída del acto del analista puede inducir al acting out o, por lo menos, favorecer su emergencia, pero explicar al acting out exclusivamente relacionado con alguna falla del analista puede resultar insuficiente. A veces, tal vez el analista no haya escuchado algo, pero también es posible que el inconciente no tenga otro modo de expresarse que a través del acting.
Viñeta clínica
Pablo consulta porque no se anima a separarse de su mujer.
Dice no sentir deseos sexuales ni amor, que se desgastaron estos últimos años.
Fantasea con los guiones que argumentan su deseo de terminar la relación, pero todos quedan en su cabeza, ella no sabe nada del malestar de su marido.
«¿Cómo no se da cuenta de que estoy mal? ¿Hace falta que se lo diga? ¿No se da cuenta de que estoy desganado, con cara de orto? ¡Ella sigue con sus planes de hijos y no registra que yo estoy en otra cosa!».
Despliega su miedo de quedarse solo, en una soledad de raíces infantiles donde nadie prestaba atención a sus necesidades singulares. Un padre violento que los abandona y una madre que exhibe su angustia y soledad induciendo al hijo a ocuparse de ella.
Pablo se siente valioso cuando cumple la función de satisfacer las demandas de su madre, posición que actualiza en el vínculo con su mujer. Él está para dejarlas contentas.
Y, en ese lugar de súbdito incondicional, Pablo se pierde y es un extranjero de sí mismo. Dice disfrutar mucho la serie Los simuladores. De eso se trataba su vida: de simular, de ocultar sus deseos y sus sentimientos en una parodia, tan epocal, de «todo bien».
Se emociona cuando cuenta que, en la cancha de su equipo de fútbol, siente una vivencia de pertenencia, que algo une a los hinchas en una fusión indestructible. Allí no se siente solo, aunque vaya solo.
En las entrevistas, relata un sentimiento que lo acompañó siempre: que no tiene que traer problemas a nadie y, además, que sus problemas no le interesan a nadie.
Después de varias entrevistas, se repite el pedido de ir al baño. Pablo caga, paga y se va.
En una lógica narcisista, surgen las clásicas preguntas en la mente del analista:
- ¿Es un regalo transferencial en clave anal: ecuación caca=regalo?
- ¿Es un ataque hostil al encuadre/analista? ¿Se caga en pagar?
- ¿Caga en vez de decir qué cosa? ¿Qué oculta su accionar?
- ¿Qué no estoy interpretando para que esta conducta insista?
He aprendido que las cuestiones narcisistas del analista suelen ensordecer la escucha analítica. A su vez, entendía que era un material para ser integrado en las sesiones.
Cierto día, al termiinar su sesión, pide ir al baño. Finaliza su práctica defecatoria y, cuando va a pagarme, le digo en clave humorística: «Por ir al baño, tiene otro precio».
A la sesión siguiente, Pablo me dice que no sabe qué relación puede haber entre lo que le dije del baño y lo que me quiere sincerar, pero avanza y agrega que le resulta incómodo, lo angustia e inquieta cuando al final de cada sesión le digo: «Bueno, dejamos acá», «seguimos la próxima» o esas frases que marcan el final, poco originales, por cierto.
Pablo dice en su primera entrevista que no se anima a separarse de su mujer.
Y en el análisis «se caga» en el momento de la separación del analista.
Pudo comenzar a hablar de sus miedos, sus «cagazos», el significado violento de la separación de sus padres y el temor a su propia violencia contenida.
Lecturas clínicas que permiten reflexionar que hay «cagazos» que pueden recordarse y, así, posibilitar elaboraciones, pero también hay «cagazos actuados» —como en el caso clínico presentado— que sólo pueden escenificarse y mostrarse para poder ser leídos por el analista.
El concepto de acting out ha pasado por una revisión similar a la que tuvieron los conceptos de transferencia y contratransferencia: desde haber sido considerados exclusivamente como un obstáculo en la cura analítica, hasta que fueron adquiriendo también el carácter de un elemento necesario y útil para la comprensión del funcionamiento psíquico.
Esta revisión del concepto de acting out da cuenta de los principios metodológicos básicos de Freud: poder convertir los obstáculos epistemológicos en factores de evolución teórica y eficacia clínica.
Reitero a mis felicitaciones a Osvaldo. Un tema muy complejo transmitido muy claramente. Gracias