En el presente trabajo, intentaremos analizar y plantear preguntas relacionadas con el papel del deseo y otros elementos de la teoría psicoanalítica en un sueño contado por un joven miembro del pueblo originario zápara. Esta comunidad se encuentra ubicada en la selva del Ecuador, específicamente, en la provincia de Pastaza. La narración del sueño y su interpretación, a partir de los saberes de su pueblo, la podemos encontrar en una charla TED (Tecnología, Entretenimiento, Diseño), cuyo link dejamos en las referencias. Antes de empezar, queremos aclarar que el intento de darle una mirada psicoanalítica a este sueño no pretende en lo absoluto desacreditar los saberes ancestrales del pueblo zápara, por el contrario, encontramos apasionante su integración con el conocimiento occidental.
El joven, antes de contar su sueño, introduce: «Nosotros (los záparas) sabemos hablar con la naturaleza a través de los sueños, con el mundo espiritual invisible y con los seres que no están con nosotros; los sueños nos ayudan a mejorar nuestra vida». Luego, comienza a relatarlo: «Yo también empecé a soñar y a comunicarme con estos seres espirituales. En mis sueños me entregaban muchas lanzas. Me decían que debía llevarlas por todos los lugares a los que yo fuera y tirar». En otro sueño: «Nuevamente soñé lanzas, soñé con una mujer muy grande y un jaguar. Estos dos seres me las entregaban y me decían que tirara donde estaban sentados muchos animales. Yo las arrojaba a todas». Los sueños del joven zápara se dieron previos a una reunión muy grande que su pueblo estaba organizando. Aquí, los líderes y miembros mayores iban a discutir temas relevantes para el porvenir del pueblo. El joven zápara estaba invitado a la reunión, pero no podía opinar, solo escuchar. Sin embargo, el mismo día del evento, una lideresa le anotició que sí podía opinar y lo incitó a hacerlo. Ese día contó su sueño a los asistentes a la reunión.
Para entender mejor el contexto y gracias a los estudios antropológicos, nos parece pertinente mostrar a grandes rasgos el pensamiento zápara y el de algunos otros pueblos amazónicos con relación a los sueños, pues muchos de estos le otorgan un gran valor al fenómeno del soñar. Por ejemplo, los shuar creen que sólo en los sueños se revela la verdadera realidad de las personas y la verdadera esencia de las cosas, mientras que, en la vigilia, se encuentran ilusiones y falsedades (Harner, 1978; Taylor, 1996). Para los shipibo-konibo, el sueño es considerado por los médicos tradicionales, «onanya», una herramienta epistemológicamente válida para acceder al conocimiento. Permite, también, vincularse con sus antepasados y recibir fuerza espiritual (Favaron y Bensho, 2020). Asimismo, influye en conjunto con el uso de plantas como la ayahuasca o el piripiri, en la elaboración del arte femenino «kené» (Belaunde, 2012). Para los záparas, por su parte, los sueños son parte de su identidad como pueblo. Un buen zápara es capaz de comunicarse a través de ellos con sujetos humanos y no humanos. El sueño es, ante todo, un medio de comunicación. Constituye una herramienta cotidiana para manejar lo aleatorio y resolver situaciones complejas gracias a la relación establecida con los espíritus (Bilhaut, 2016). Por ejemplo, pueden ayudar a resolver un conflicto en la organización de la comunidad, curar una enfermedad, descubrir un territorio, adquirir un conocimiento o encontrar una respuesta a una pregunta específica. Asimismo, el sueño necesita del aprendizaje de técnicas que faciliten un soñar bien, es decir, que este ofrezca un punto de vista sobre una situación dada y muestre solución. En ese sentido, algunas técnicas permitirían incorporar el sueño, mantenerlo, estimularlo y hacerlo evolucionar. También se los instruye en el uso de plantas y en las dietas que fomentan este buen soñar (Bilhaut, 2011).
Entendiendo el papel fundamental del deseo en la formación sueño, nos preguntamos cuál sería el del joven zápara. Freud separa los sueños, según el cumplimiento de deseo en dos grupos: 1) los sueños que se presentan de manera franca como cumplimiento de deseo, y 2) los sueños en que este deseo es irreconocible y ocultado por todos los medios. En estos últimos, actuarían las operaciones de la censura onírica (Freud, 1900). En ese sentido, el sueño del zápara encajaría en el segundo grupo, es decir, que en su sueño ha obrado la censura onírica y ha desfigurado el deseo. De esta manera, los elementos que componen su sueño ameritarían una interpretación.
Asimismo, Freud (1900) halla tres posibilidades para la génesis de un deseo. La primera es que este puede haberse excitado durante el día sin obtener satisfacción debido a circunstancias externas y, así, queda pendiente para el momento de dormir. O sea, es un deseo admitido o reconocido, pero insatisfecho. La segunda posibilidad da cuenta de deseos que emergieron durante el día, pero que se encontraron con una desestimación o rechazo y quedan pendientes. Se trataría de un deseo insatisfecho y, a la vez, reprimido. La tercera posibilidad se trata de un deseo que carece de relación con la vida diurna y solo de noche se pone en movimiento emergiendo desde lo reprimido. A partir de la información que tenemos sobre el joven zápara, encontramos una escena de la vida diurna en donde podríamos distinguir un deseo insatisfecho: cuando le dicen que puede asistir a la importante reunión de su pueblo, pero que le prohíben hablar. Podemos pensar o no que el joven tenía el deseo manifiesto de hacerlo, pero ¿qué otros deseos inconscientes podríamos encontrar que hagan posible la deformación onírica?
Podríamos concluir, entonces, que ciertos deseos del sueño del joven zápara se ubicarían en el grupo de deseos que emergieron durante el día, pero topándose con una desestimación o represión y no pudieron ser satisfechos. Estos deseos habrían sido esforzados hacia atrás, del sistema preconsciente al inconsciente. Asimismo, este sueño no se engendraría si el o los deseos preconscientes no se hubieran ganado el esfuerzo de otra parte, es decir, del inconsciente. En ese sentido, habría un deseo paralelo, inconsciente, mediante el cual se refuerza. Freud (1900) considera estos deseos como alertas, en todo momento, dispuestos a procurarse expresión cuando se les ofrece la oportunidad de aliarse con una moción de lo consciente y, así, trasfiere su mayor intensidad a la menor intensidad de esta moción consciente. ¿Cuál sería ese deseo inconsciente? Pues, lo desconocemos, pero podemos hacernos algunas preguntas sobre él que aportarían el «capital»: ¿Tendrá que ver con sus impulsos agresivos y destructivos? ¿Tal vez dirigidos hacia los propios líderes de su comunidad que le prohíben hablar, hacia los que invaden las tierras záparas, hacia las autoridades estatales ecuatorianas que no le dan voz a su pueblo, a sus padres? ¿O a una condensación de todos ellos figurados en los animales a los que les tira las lanzas? ¿Sus deseos inconscientes podrían tener que ver con una búsqueda de reconocimiento, respeto o amor? ¿Desearía ser mayor o tener un rango jerárquico en su pueblo? ¿Desearía poder? ¿Podríamos pensar en deseos de penetración?
Asimismo, estos deseos, en estado de represión, serían de procedencia infantil. ¿Qué asociación encontraríamos, por ejemplo, entre el deseo infantil y la mujer grande que da las lanzas? ¿Qué interpretación merecería esta mujer? ¿Podríamos pensar en su madre? ¿En la lideresa que le permite hablar? En el relato de la charla TED, el joven menciona a su madre y da a entender que ella siempre le manifestó la importancia de los sueños y de la naturaleza. Le enseñó lo que un buen zápara debe hacer. En el sueño y en el mismo acto de soñar ¿intentaría com-placer a su madre? Resulta interesante que las figuras que le otorgan las lanzas son de alta estima y valoración: seres espirituales, mujer grande (respecto al jaguar, desconocemos el valor y la significación que obtendríamos de este elemento). Para los záparas, la experiencia onírica, en la cual el soñador aprende o recibe algo, supone que este se acuerde y actúe en función del sueño; en el caso contrario, significaría que el zápara aún necesitaría de aprendizaje (Bilhaut, 2011). Nos preguntamos, entonces, si el joven podría desear ocupar el papel del buen zápara que sueña, que encuentra respuestas en su sueño y cumple con su misión.
No queremos dejar de mencionar el elemento de las lanzas como símbolo fálico. Convengamos que el joven es impedido de hacer algo que desea. Otros, más grandes y poderosos, pueden y él no. Este hecho acontece en una etapa del desarrollo en la que se suele ser crítico con el entorno, cuestionándolo, para luego lograr ser un agente de cambio (que de hecho lo fue). No sería casualidad, entonces, que busque tener la autoridad que los otros mayores tienen, matándolos. En su desfiguración, la lanza daría cuenta del poder que desea. Sin embargo, su ideal del yo no le permite ser esa persona que irrespeta las costumbres de su pueblo, sus normas y jerarquías. Aspira a actuar de forma respetable y, por lo tanto, debe respetar las disposiciones de sus líderes. Culturalmente, es un joven de comunidad, ama a su madre, ama a su tierra, él respeta. Eso no quiere decir que inconscientemente no desee poder y/o, entre otras cosas, tener la palabra. Palabras que precisamente desea «lanzar» como si fueran lanzas.
Ya, tiempo después, el joven pudo tener la palabra y, en su crítica extendida, evidenció que la información que su pueblo quería dar sobre las exigencias de reconocimiento de los territorios ancestrales, educación bilingüe y otras demandas no eran escuchadas adecuadamente, no estaban siendo difundidas en los medios y no eran conocidas por el resto del país. Lo que le pasaba al joven en su pueblo, su «no voz» en las reuniones, era lo que les ocurría también a los líderes en las reuniones del gobierno ecuatoriano en donde no tenían voz, escuchaban, pero no se les permitía hablar. El joven, justamente, interpreta su sueño diciendo que él debía «lanzar» información sobre su comunidad, debía hablar y darle voz a su pueblo. Como manda la cultura zápara, a su interpretación le correspondió una acción. Esta fue lanzar su voz en distintos medios de comunicación ecuatorianos, fundamentalmente, en radio y en Internet. En ese contexto, él, junto con otros jóvenes záparas, se convirtieron en «lanceros digitales» y «lanzaron» información sobre las marchas y sus demandas. La posibilidad de criticar y tirar las lanzas a sus líderes y miembros mayores contribuyó a su propia comunidad y fuera de ella. Para el joven, estas son sus palabras que trasmiten poder de vida. Y nosotros llegamos a una conclusión similar.
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