NÚMERO 26 | Octubre 2022

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Pegan a unas niñas | Verónica B. López

Trabajo presentado en la «Jornada de Alumnos y Alumnas AEAPG» organizada por la Secretaría Académica para los alumnos de los Posgrados de Especialización y Maestría en Psicoanálisis y del Curso Superior en Psicoanálisis con Niños y Adolescentes, el 6 octubre de 2021.  La autora presenta el desarrollo freudiano «Pegan a un niño» articulado con una viñeta clínica de una paciente que ilustra su posición respecto a los vínculos con los otros, y especialmente la posición erótica.

Freud, en su texto «Pegan a un niño», trae a colación dicha fantasía y plantea su universalidad e importancia pese al hecho de que no siempre se confiese en los análisis y, de hacerlo, sería después de transcurrido largo tiempo de tratamiento y no, sin resistencia. Llamo la atención sobre el término utilizado por Freud: confesión que, por un lado, nos remite a que se trata de algo privado, mantenido en secreto y sólo contado en la más estrecha confianza y, por otro, a que sería expresión de la existencia de la culpa, lo que evidencia su conexión con algo del orden de lo prohibido (reprimido), de lo que ocasiona vergüenza, de lo que está mal al extremo de no poder siquiera ser pensado. Lo llamativo para Freud es que, en el relato de la fantasía, no existen elementos significativos que permitan establecer de dónde provendría dicha culpa, la resistencia y el carácter de confesión. Su enunciado está en voz pasiva: pegan a un niño o un niño es pegado por… El sexo del niño pegado es indistinto y el grado de indeterminación es tal que, en un primer momento, no se puede discernir si se trata de una fantasía sádica o masoquista. Todos estos elementos le hacen pensar a Freud que esta fantasía es la manifestación, el resultado final de un trabajo represivo, es decir, que va a haber elementos «olvidados» y otros desfigurados.

Una vez que reconoce su importancia, comienza a investigar y a intervenir en los análisis en la dirección de discernir qué es lo que se encuentra reprimido y desfigurado.

Partiendo del enunciado indeterminado relatado tras el intento de vencer fuertes resistencias, con vergüenza y culpa, «Pegan a un niño» va a ir reconstruyendo el proceso que llevó a tal conformación de la fantasía.

Así, descubre que estas fantasías cambian más de una vez respecto del vínculo con la persona fantaseadora, su objeto, contenido y significado: «…las fantasías de paliza tienen una historia evolutiva nada simple, en cuyo trascurso su mayor parte cambia más de una vez: su vínculo con la persona fantaseadora, su objeto, contenido y significado»[1].

La primea fase de la fantasía sería: el niño es azotado por otro. Es una fantasía sádica, el sexo del azotado es indistinto. Nunca el niño fantaseador es el que pega, es un adulto que termina discerniéndose como el padre: el padre pega al niño que yo odio.

En la segunda fase, operando el mecanismo de vuelta contra la persona propia y otros mecanismos preedípicos, el que fantasea pasa a ser el azotado por el padre. A esta fantasía se le añade el placer de corte masoquista. Esta fase, según Freud, es la más importante y grávida en consecuencias, es el resultado de una construcción en análisis dado que permanece inconsciente. Cabe mencionar aquí que, como toda construcción en análisis, se verifica lo acertado de ella en sus efectos. Freud explica en «Construcciones en análisis» que el analista procede extrayendo «sus conclusiones a partir de unos jirones de recuerdo, unas asociaciones y unas exteriorizaciones activas del analizado»[2]. Se construye insertando piezas, elementos en las lagunas de lo que ha caído bajo represión en épocas primordiales olvidadas. Freud plantea que estas piezas no se insertan desde la arbitrariedad, sino que se trata de una necesidad lógica en virtud del material con el que sí se cuenta.

La tercera fase se aproxima a la primera: el que pega es alguien indeterminado o un subrogado del padre. Suelen aparecer varios niños, el fantaseador no aparece en el relato y, si se le pregunta, dice que puede ser que esté mirando. El nexo con la fantasía intermediaria, y que la distingue de la primera fase de la fantasía, es que es portadora de excitación sexual y deriva en onanismo. Se trata de la forma sádica de la fantasía, pero la satisfacción ganada es masoquista. Es decir, que los niños que son pegados son sustitutos del yo.

A partir de toda su investigación respecto de esta fantasía, persiguiendo sus transformaciones, llega a la conclusión de que funciona como una huella, como una cicatriz del complejo de Edipo-castración, «la fantasía de paliza y otras fijaciones perversas análogas sólo serían unos precipitados del complejo de Edipo, por así decir las cicatrices que el proceso deja tras su expiración»[3]. Además, expresa las aspiraciones hacia los objetos primarios (padres) antes de que el complejo de castración interviniera y luego de que sí lo hiciese. Muestra la ambivalencia en el vínculo con ambos padres y la rivalidad con los hermanos. Todo esto es lo que establece su importancia para la formación del psiquismo y justifica su represión.

En la primera fase de la fantasía, Freud discierne la primera elección de objeto, incestuosa, y cómo alcanza respecto de este aspiraciones pertenecientes a la fase de organización (fálico) genital. Con relación a los hermanos, el planteo, en el que predomina el sentimiento de rivalidad, es la visión de que ellos sean pegados por una figura que hace las veces de padre que implica que no son queridos, que se los rechaza. De esto se deduce que el amado es el fantaseador que recupera en la fantasía la omnipotencia infantil y vuelve a ocupar el lugar de «su majestad el bebé». Al hacer su aparición el complejo de castración, deben reprimirse los deseos incestuosos con la consiguiente culpa. Por este motivo, permanecen en lo inconsciente y, como todo aquello que sufre ese destino, prolifera allí y exige una expresión. La fantasía, entonces, se transforma en dos sentidos y resulta ser una formación de compromiso que a la vez expresa lo incompatible con la consciencia y lo reprimido. En el primer sentido, como fruto de la represión y el sentimiento de culpa por los deseos incestuosos, ahora el que es pegado por el padre es el fantaseador —insusceptible de consciencia para el analizante— que se merece un castigo por lo que ha deseado En el segundo sentido, como fruto de la represión, se produce una regresión a una fase previa de la evolución psicosexual, punto de fijación de la libido, fase sádico anal. Es decir que, según la lógica propia de esta fase libidinosa, el ser pegado, el ser dominado por el objeto amado resulta ser un acto erótico. En este sentido, a través de la fantasía, se expresa el sentimiento de culpa y el castigo que se merecería por los deseos incestuosos y, a la vez, siguiendo la lógica de una fase de desarrollo de la libido previa a la alcanzada hasta entonces, se expresarían deformados deseos incestuosos.

Además de lo antedicho respecto de cómo Freud conceptualizó la fantasía «Pegan a un niño», se desprende que esta, como cicatriz del complejo de Edipo, muestra al sujeto en determinada posición con relación a los vínculos con los otros, especialmente, la posición erótica. 

Traigo a colación, para reflexionar sobre algunas de las coordenadas desarrolladas, el caso de una paciente que llamaré Paula. Después de seis años de análisis, Paula relata en sesión la siguiente escena que, según ella, es crucial en su vida:

Ella es una niña pequeña y sus hermanas adolescentes discuten acaloradamente con su padre.

Este tipo de discusiones eran habituales «desde siempre, desde que tengo recuerdo» y aclara que también se continuaron en el tiempo. Paula es la menor de tres hermanas que tienen diez y ocho años más que ella. Lo que marca como «desde que tengo recuerdo» remite al comienzo de la adolescencia de sus hermanas. Sin embargo, este recuerdo en particular fue un antes y un después para Paula. El padre enfrenta a sus hijas adolescentes recriminándolas con fuertes gritos por una salida, por una llegada tarde. Se dirige hacia la hermana mayor con una conducta física y verbal agresiva. La otra hermana adolescente (la del medio) sale en defensa de la mayor. El padre se dirige entonces hacia ella —quien se vuelve activa ante el incremento de la agresión a la hermana mayor— la agarra del cuello y la pone contra la pared. Ante este exceso de violencia, Paula primeramente se queda paralizada hasta que puede reaccionar y corre a los gritos pidiéndole ayuda a su tío, que vive en la casa lindera. Él acude a la casa de su hermano, lo detiene y todos se van a dormir. Al día siguiente, las hermanas dejan la casa paterna. Este es el recuerdo de violencia familiar de su padre a sus hermanas sobre el que Paula llama la atención.

Sin embargo, este relato no queda como un recuerdo traumático aislado, sino que empieza a entramarse con otros que trae la paciente. Se hace productivo y da cuenta de que, como todo recuerdo, es un recuerdo encubridor. Y tiene una importancia central por lo que se puede hipotetizar que se trataría de la fantasía «Pegan a un niño», en este caso, «Pegan a unas niñas».

Un ejemplo de esos otros relatos que se entramaron con este, es el de un sueño llevado al análisis tiempo después:

Ella estaba en la casa paterna, salía de su cuarto y se encontraba en el hall central con su padre y una mujer joven como ella, conocida del trabajo, y con la que el padre discutía, no sabía por qué. «Como de costumbre», dice. Medió, trató de explicar y aplacar la violencia. Intervino para que el conflicto terminara y, cuando finalmente parece haber surtido efecto, el padre lleva en su auto a esta joven y la dejan a ella sola. El padre parece enojado. Está lloviendo y ella (Paula) tiene que viajar de provincia a Capital en transporte público con ese clima adverso.

En este período de análisis, empieza a desarrollar cómo las constantes discusiones, las idas y las vueltas de sus hermanas a la casa —que ocurrieron en distintas ocasiones— tenían que ver con la salida exogámica de ellas. También cuenta cómo el padre exigía que los vínculos afectivos se restringieran al hogar y a otros grupos de características endogámicas, por ejemplo, el de la iglesia, a cuyas actividades las hijas podían ir sin problemas ni recriminaciones.

Paula se presenta como una persona con logros a nivel intelectual y laboral, con amistades dentro del grupo permitido por la familia, con inhibición para desarrollar lazos afectivos- eróticos por fuera de los vínculos familiares y de amistad permitidos, tal como se desprende de la escena que relata. Le cuesta mucho mostrarse, se queda siempre en el lugar de la que media en los conflictos, aunque cuando se presentan generalmente se paraliza en un primer momento y luego puede reaccionar de un modo muy eficiente. Cabe destacar que su profesión implica mediar en los conflictos de otros. Sin embargo, cuando son muy fuertes, pese a que puede reaccionar, al rato o al día siguiente sufre fuertes contracturas que la llevan a descomponerse y/o a constiparse. También es importante señalar que, al comienzo del análisis, padecía estos síntomas y ella los atribuía meramente a la alimentación y a problemas posturales. Luego de un tiempo de análisis, pudo ir asociando que esos episodios coincidían generalmente con su presencia y/o participación en situaciones de un alto grado de conflictividad. Por su parte, en sus propias relaciones, ni siquiera era pensable que los conflictos fueran algo propio de los vínculos. Para ella, cualquier problema significaba algo absolutamente destructivo en los hechos, más allá de lo que pudiera intelectualizar y afirmar conscientemente. A partir del trabajo de análisis, logró realizar asociaciones con estos temas y pensar en las contracturas y constipaciones desde otro lugar, así como también, su postura en la dinámica de los vínculos, en su vida profesional y personal.

En esas escenas, las traídas mediante el sueño y aquella que llamé la fantasía «Pegan a unas niñas», se puede ver su posición respecto de los vínculos primarios y sus consecuencias.

Cuando piensa ambas escenas en relación, entre otras asociaciones, Paula pudo encontrarse a sí misma siendo obediente: una adolescente sin salidas, con amistades dentro del grupo religioso aceptado por su padre, siempre acompañando a la familia y nunca llegando tarde, asumiendo la moral familiar a pesar de sus propias posiciones que en muchas ocasiones entraron en contradicción con esa moral. Se encontró inhibida y aniñada en el plano afectivo erótico y con una fuerte dificultad para mostrarse. Una actitud de evitación de los conflictos a cualquier precio que llega a influirle físicamente en el padecimiento de grandes contracturas y episodios de constipación que la descomponen. Le hacen mal los conflictos, sin embargo, se la encuentra ahí donde hay conflictos.

Pese a todo su sacrificio, su padecer, su sumisión, queda siempre en un segundo plano respecto del amor de su papá, según dice la propia Paula. Siempre se habla de los otros, ella siempre queda en un segundo plano.

En la escucha logré reflexionar que, en el hecho del sacrificio, sumisión, en «estar ahí donde no quiere estar» (situaciones de conflicto), puede encontrarse la satisfacción masoquista a la vez que el castigo por los deseos incestuosos. Sus síntomas, como formaciones de compromiso, y su posición en las distintas situaciones relatadas, por un lado, expresan su adaptación a los mandatos paternos y, a la vez, resultan ser su vida sexual íntegra, dado que nunca tuvo ningún encuentro amoroso de otra índole. Según Freud: «Discernimos que los síntomas patológicos contienen un fragmento del quehacer sexual de la persona o su vida sexual íntegra»[4].  De este modo, podemos leer en los relatos de la paciente que obtendría una satisfacción masoquista con inhibición de la vida erótica genital. Su vida erótica se desarrolla mediando entre conflictos de otros. Le hacen mal, sin embargo, se la encuentra ahí donde los hay y como resultado manifiesta constipaciones, expresión del erotismo anal y contracturas.

Su posición la dejó atrapada con un alto costo en su vida afectiva y repercutió en su vida laboral, por lo cual demandó análisis. En el espacio analítico encontró un lugar donde pudo ser escuchada y a hacer pensables ciertos impensables hasta ese momento y, con ello, empezar a modificar su posición.

Notas al pie

[1] Freud, Sigmund (1994). Pág. 181.

[2] Freud, Sigmund (1993), pág. 261.

[3] Freud, Sigmund (1994) pág. 190.

[4] Freud, Sigmund (1994), pág. 45.

Bibliografía

Freud, Sigmund (1994): Cinco conferencias sobre psicoanálisis. Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci y otras obras, Buenos Aires, Amorrortu

Freud, Sigmund (1994): Pegan a un niño en La historia de una neurosis infantil (El “Hombre de los lobos”) y otras obras, Buenos Aires, Amorrortu

Freud, Sigmund (1993): Construcciones en análisis, en Moisés y la religión monoteísta. Esquema del psicoanálisis y otras obras, Buenos Aires, Amorrortu.

Acerca del autor

Verónica B. López

Verónica B. López

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