COMENTARIO
En noviembre 2021 tuvo lugar el Congreso de FLAPPSIP: «La sexualidad revisitada. Nuevos escenarios en la teoría, la clínica y la época actual». Fue una alegría y una gran responsabilidad haber sido designado como representante de la Asociación para la mesa: «Nuevas expresiones de las sexualidades, los géneros y las sexuaciones». Este artículo que se está publicando fue el que presenté en el panel que compartí con Silvia Alonso del Departamento de Psicanálise, Sedes Sapientiae (SEDES) de Brasil, con Mauricio Clavero de la Asociación Uruguaya de Psicoterapia Psicoanalítica (AUDEPP) y con Marcela Ramírez de la Sociedad Chilena de Psicoanálisis (ICHPA).
El encuentro con colegas de Latinoamérica siempre es estimulante y también muy interesante no sólo en lo teórico, sino en lo personal y cultural. A la posibilidad de conocer cómo se vienen estudiando las cuestiones de género y los cambios sociales que acompañan, se sumó el meduloso intercambio entre los panelistas y el público. El deseo por multiplicar las perspectivas de género y diversidad abre la puerta a la revisión de la teoría y de nuestro quehacer como psicoanalistas.
En lo personal, intenté transmitir mis observaciones acerca de la clínica actual que trae abordar cuestionamientos de conceptos arraigados desde los comienzos de la formación. Esto da lugar a nuevas preguntas e invita a transitar el duelo que nos lleva a transformaciones conceptuales. Las distintas variables culturales que atraviesan a los países miembros de FLAPPSIP, así como la producción teórica de cada institución constituyeron un aporte muy valioso para estas distintas formas de mirar la teoría, deconstruirla y hacerla crecer.
El potencial de las producciones del psicoanálisis latinoamericano promete, sin lugar a dudas, la vigencia de una teoría viva, presente en los desafíos de la sociedad contemporánea.
TRABAJO PRESENTADO
El título «Nuevas expresiones de las sexualidades, los géneros y las sexuaciones» me despertó un gran interés, ya que desde hace tiempo me viene llamando la atención cómo se percibe una nueva forma de pensar el psicoanálisis a través de una perspectiva de género, más amplia, en donde también se conjugan la sexualidad y las sexuaciones. Este entrelazamiento puede verse en distintos ámbitos, en el trabajo clínico del consultorio como también en los grandes movimientos sociales que se están gestando actualmente. Considero que siempre se van planteando nuevas cuestiones para repensar y deconstruir por la realidad que nos rodea: cuestiones sobre algunos conceptos psicoanalíticos y también sobre la percepción de algunos temas como las minorías, las nuevas modalidades familiares, entre otras.
En este trabajo me interesa centrarme en dos conceptos, género y sexualidad, y cómo estos se ven a la luz de las nuevas perspectivas de género. Es muy vasto el campo para explorar, pero quiero dedicarme a investigar dos ámbitos, por un lado, el cuestionamiento de las teorías psicoanalíticas clásicas del siglo pasado y, por otro, el ámbito social y legal.
Comenzaré dando una breve definición, sólo a modo orientativo, de dos conceptos que voy a abordar. En su escrito «Diferencias de sexo, género y diferencia sexual», Marta Lamas define género como «el conjunto de prácticas, creencias, representaciones y prescripciones sociales que surgen entre los integrantes de un grupo humano en función de una simbolización de la diferencia anatómica entre hombres y mujeres» (2000, p. 3). Se destaca aquí el rol fundamental de la cultura, la importancia del lenguaje y, en consecuencia, la transmisión de una generación a otra, el modo de concebir el género en general anclado al sexo biológico.
El lenguaje inclusivo, los cuestionamientos a la heteronormatividad, las nuevas leyes argentinas sobre identidad de género nos interpelan como psicoanalistas: ¿Qué lugar le damos a estos cambios que suceden? ¿Con qué nos interpela como analista? ¿Es posible un psicoanálisis actual?
Las nuevas generaciones de alumnxs y colegas en formación plantean una mirada cuestionadora de algunos escritos de Freud y de otros autores psicoanalíticos: la binariedad de las teorías, los abusos convertidos en histerias, el rol pasivo de la mujer. Si esas teorías se justifican en una época determinada, hoy nos toca a nosotros construir teoría en la nuestra. La actualidad se hace escuchar reclamando un lugar a la diversidad, revisando un binarismo masculino-femenino como el complejo de Edipo, la castración, etc.
Graciela Cohan en su trabajo «Complejo de Edipo y construcción de femineidades» dice que «se ha mantenido en la literatura psicoanalítica las expresiones de Edipo invertido, Edipo positivo y Edipo negativo. Mi punto de vista es que inevitablemente aluden a ciertos parámetros de salud que son claramente culturales e históricos y no psicoanalíticos. Podemos afirmar que lo que llamamos Edipo positivo se refiere al aceptado socialmente y, por ende, construye los ideales del Superyó. En cambio, lo que llamamos Edipo invertido o negativo alude a lo que es reprimido y penalizado desde el Superyó, en consonancia con las costumbres epocales». (2020, p. 6)
Apartarse de esta clasificación, en tanto cualidad definitoria, nos abriría a la diferencia como novedad y a algunas preguntas: ¿Por qué una mujer debe asumirse castrada? ¿Le falta algo? ¿O un varón, atravesar el miedo a la castración?
La teoría funciona como ordenador, pero también al modo de un proceso. Debe ser modificada en tanto hay algo que ya no es como antes, algo que ya no está.
Esto me hizo pensar en «Duelo y melancolía». Dice Freud: «El duelo es, por regla general, la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc.» (1917 [1915], p. 241). ¿Será esto parte del atravesamiento de las nuevas sexualidades (o teorías de género)? ¿El trabajo del analista requiere de un trabajo de duelo en este sentido, teniendo que elaborar aquella «pérdida»? Heteronormalidad, binariedad, modelo patriarcal, falocentrismo y tantos otros, y dar lugar a nuevas realidades. Surge lo incuestionable sobre el orden social masculino tan arraigado que no requiere justificación, al modo de un hábito. Como dice Freud más adelante en el mismo texto: «A ello se opone una comprensible renuencia; universalmente se observa que el hombre no abandona de buen grado una posición libidinal, ni aun cuando su sustituto ya asoma». (1917 [1915], p. 242)
Marta Lamas, en el artículo que mencioné anteriormente, cita las palabras de Bourdieu que plantea que «todas las personas tienen cierto interés en no comprender, o en desconocer, los significados de la cultura en que viven. Esa forma de ignorancia voluntaria, distinta al proceso de represión inconsciente, hace que las personas no puedan entender cuestiones de su vida cotidiana. Esta forma de desconocimiento ‘involuntario’ es una parte sistemática del proceso de mantenimiento y reproducción del orden social. Por eso, explorar la determinación situacional y relacional de los seres humanos lleva a cuestionar los procesos de representación y de producción de conocimiento, cruzados tanto por el género como por la estructuración psíquica de los seres humanos». (2000, p. 20)
En estos últimos tiempos, han surgido nuevos movimientos como el LGBTQ+ y los movimientos feministas, por nombrar algunos. Estos han logrado visibilizar algo de lo que las minorías padecían silenciosamente (pasivamente). Todo aquel que pertenece a una minoría tiene una mirada distinta de la realidad. Jorge Reitter, en su libro Edipo Gay, plantea algo muy interesante hablándole a analistas: «Ustedes tal vez creen que un gay vive en el mismo mundo que ustedes (refiriéndome, obviamente, a los analistas que son heterosexuales, pero con la salvedad que en el ambiente psicoanalítico, salvo enorme trabajo personal, incluso de analistas homosexuales piensan “heterosexualmente”), pero están equivocados, un homosexual no vive exactamente en el mismo mundo que ustedes, como tampoco un pobre vive en el mismo mundo que ustedes, ni un discapacitado, ni un inmigrante». (2019, p. 60).
En Argentina, afortunadamente, se fueron tratando estos temas y ejemplos de ello son la ley de matrimonio igualitario, la ley de identidad de género, la ESI (Educación Sexual Integral) como la reciente ley de cupo laboral trans. Además del amparo que genera estar dentro de este marco legal, estas leyes describen esas minorías, a las personas que las conforman y ayudan a la desestigmatización. Esto no significa que se deba abandonar la posibilidad de encontrar patología, pero es necesario no patologizar anticipadamente.
Esto lo podemos ver en nuestros consultorios cuando los pacientes no heterosexuales, generalmente en la primera entrevista, suelen presentarse diciendo su orientación sexual como si a la persona la antepusiera una sexualidad que se “debe” aclarar y que la define.
Recuerdo un paciente que, en la primera entrevista, lo primero que dijo fue «soy gay». Luego hizo silencio esperando que pasara algo y, como no sucedió nada, respiró aliviado. Recién ahí pudo contar qué lo traía a la consulta. Cuando alguien tiene que presentarse como «diferente» marca que no pertenece o no se siente parte de algo, de una norma, y esa es la norma del mundo social heterosexual. No es lo mismo para una pareja heterosexual andar de la mano en la calle que para una pareja gay, y así podría enumerar muchos ejemplos.
En la elección del género de un hije, son los padres los que deben abordar —y a veces duelar— aquellos procesos identificatorios (si nació con pene, género masculino o si nació con vagina, género femenino) que daban por hecho, ya que «así funciona» y que tranquilizaba por no tener que cuestionárselo, heredado de la heteronormatividad patriarcal. Con relación a esto, me resulta interesante lo que Facundo Blestcher plantea en «Las nuevas parentalidades y el temblor de las creencias» (2013): «Las categorías función materna y función paterna han contribuido a distinguir las operaciones subjetivantes de las personas reales que las encarnan –sin lograr impedir su plegamiento permanente–, pero resultan insuficientes, ya que duplican la división del sistema sexo/género».
Para ir concluyendo, creo que estamos viviendo tiempos de grandes cambios, cambios que además se dan vertiginosamente. Habitar un mundo más diverso nos insta a habilitar la posibilidad de escuchar más a las minorías, saber qué es lo que nos cuentan.
Me parece importante poder revisar estos conceptos:
- Mujer pasiva-castrada
- Organización alrededor de lo masculino
- Edipo positivo y negativo
Continuar el proceso psicoanalítico implica poder desarraigarse de algunos conceptos o transformarlos en función de los tiempos que vivimos, pero no implica dejar de lado a Freud, ya que hoy nada de esto podría pensarse novedosamente si no lo hiciéramos desde su teoría.
Es un momento importante el que estamos viviendo. Se trata de abandonar el arraigo a viejos deseos y dejarnos interpelar, no sólo teóricamente, sino como individuos.
Comentarios