Ana Laura Koderer: ¿Qué cambios identificás entre la forma en que se interpretaban antes los sueños y cómo se interpretan hoy?
Enrique Ascaso: Las preguntas que proponen implican pensar la totalidad del campo psicoanalítico. Yo puedo hablar desde mi propia experiencia de la cual una parte importante es la supervisión de casos clínicos.
Los cambios que se han producido y se siguen produciendo, tanto a nivel social como subjetivo, son de tal magnitud que es inobjetable que el abordaje desde el psicoanálisis también se vea modificado.
Desde mi perspectiva, el uso de la interpretación de los sueños sigue siendo una vía privilegiada en el proceso de análisis, ya que suele reproducir vivencias y recuerdos que han sido olvidados. También puede sacar a la luz contenidos influenciados por experiencias de los antepasados empleando símbolos cuyo significado el soñante desconoce.
Lo más significativo para los analistas es que el lenguaje en los sueños es diferente para cada sujeto que posee un repertorio singular de símbolos proveniente de su experiencia libidinal y vital. De esta manera, los símbolos no significan lo mismo para todos los sujetos, si bien se apoyan en una superficie compartida. Por lo tanto, el trabajo fundamental del analista, más que interpretar, es crear las condiciones de posibilidad para el despliegue de las asociaciones que aporta el analizando y de las cuales se desprende la interpretación. Entiendo que el cambio más significativo es que el analista ya no se coloca en la posición de un onirocrítico, especialmente hábil, que puede interpretar los sueños sin la participación del analizando.
Por otra parte, pienso que el uso de la interpretación de los sueños ha variado en su extensión y se ha priorizado la idea de que en el proceso analítico siempre se encuentra material con qué continuar, aun cuando no se aporten producciones oníricas. La disminución de la frecuencia de sesiones semanales también ha modificado el tiempo que se dedica a la interpretación de los sueños.
ALK: ¿Qué peso le otorgás a las redes sociales con relación a la práctica actual?
EA: La primera experiencia que me hizo modificar mis prejuicios respecto al uso de medios de comunicación complementando o sustituyendo la presencialidad fue una actividad como supervisor con un grupo de colegas en formación que residían en Tierra del Fuego. Teníamos algunos encuentros presenciales al año y continuábamos las supervisiones vía email.
Para esa época comencé a analizar a una paciente que vivía en el extranjero y que consultó durante un mes cuando estuvo de vacaciones en la Argentina visitando a su familia. El proceso duró varios años. Nos comunicábamos vía Skype.
Luego comenzaron a consultar otras personas que se radicaban en el exterior, pero siempre fueron experiencias limitadas por la cantidad de sesiones y, en el año, sólo algunas fueron presenciales.
Pero llegó la pandemia y, como dice Enrique Carpintero, el psicoanálisis se globalizó y pasó de la clínica a distancia al teletrabajo.
Todavía no podemos imaginar el alcance y la transformación que producirá la sociedad digital. Pero, para continuar siendo seres humanos, parlantes, necesitamos del encuentro deseante con un otro diferente, distinto. Y si seguimos sosteniendo la hipótesis que nacemos desarraigados instintivamente, será indispensable la transmisión libidinal en el contacto cuerpo a cuerpo. La comunicación digital no es una comunicación de cuerpos, sino de palabras o escritos a distancia que dificulta la captación del «gesto íntimo», ese movimiento u acción que une a dos cuerpos a partir de que lo inexpresable se apodera de la gestualidad. El lenguaje corporal, la expresión facial y las más pequeñas reacciones verbales se vuelven invisibles. En las plataformas virtuales, el cuerpo aparece en su dimensión más imaginaria. De ahí la necesidad de proyectar una imagen idealizada que produce completamientos o descompletamientos de acuerdo a la respuesta de los «me gusta» o su ausencia.
ALK: ¿Qué cambios notás en el encuadre y con el manejo del dinero en la actualidad?
EA: Hay elementos del encuadre que permanecen inalterados y otros han variado significativamente. La mayor parte de los que hoy se analizan concurren a una o, a lo sumo, a dos sesiones por semana, aunque sean colegas en análisis. El otro cambio tiene que ver con el uso del diván. Una importante cantidad de pacientes prefieren realizar terapias cara a cara y no por tener contraindicado su uso.
Considero que lo que se mantiene vigente es la construcción de un espacio destinado a crear las condiciones para expresar, con el mayor grado de libertad posible, todo lo que se le pase por la mente: fantasías, miedos, síntomas, sueños, recuerdos, etcétera, por más vergonzosos o irrelevantes que le parezcan. La idea de no responder a la demanda tiene que ver con el dejar hablar y hacer hablar para poder llegar a lo que cada quien silencia. Que el sujeto tenga la oportunidad de escuchar lo más íntimo de sí mismo.
El otro elemento fundamental que hace posible el dispositivo psicoanalítico es la transferencia: la relación particular que se pone en juego con el analista en la que aparecen elementos característicos del funcionamiento del sujeto que se despliega en sus vínculos significativos.
El encuadre —es decir, las reglas sobre el horario, honorario, frecuencia, etcétera— siempre estará influenciado por el inconsciente del paciente.
Respecto al dinero, más allá del deseo de ganancia que se juegue en cada analista, habrá que evaluar, en el caso por caso, el precio que está dispuesto a pagar por la cura. Hay personas que pagan altos honorarios, pero no les resulta un gran esfuerzo, mientras que otros, con bajos honorarios, valoran con mucho esfuerzo el trabajo analítico. Un apartado especial serían los pacientes con prepagas u obras sociales.
ALK: ¿Cuál sería tu foco de interés en los tratamientos actuales?
EA: Mi clínica, fundamentalmente, se nutre del análisis de adolescentes y adultos que en general son sujetos triangulados, con inscripción del Padre como función, y atravesados por la castración que los hace entrar en la lógica fálica, pero que, ante determinadas situaciones, atraviesan momentos de insolvencia psíquica para enfrentar el sentimiento de desamparo. Portadores de un dolor y una soledad para la que aún no se ha encontrado la huella en lo simbólico, y que repiten compulsivamente un exceso pulsional que sangra imparablemente sin domeñarse.
Para dar cuenta de estas situaciones clínicas, estoy investigando las distintas fallas que se pueden producir en la Inscripción de la Falta, distintas a la psicosis. En algunos casos, podría ser la respuesta ante un fragmento de historia que les fue sustraído por la generación anterior y de la que resultaron excluidos por efecto de la desmentida de quienes cumplían la función materna y paterna.
Espero que pueda publicar los avances de esta investigación en el transcurso del año 2022 y por este motivo decidí no participar en el dictado de seminarios en los posgrados de formación de la AEAPG durante el año.
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