«¿Fue o no verdad que golpeé la puerta cerrada antes de romper los vidrios? ¿Y fue o no verdad que pediste y te negaron? ¿Y fue o no verdad que te ultimaron a gritos y te despreciaron y te negaron para siempre?».
Alejandra Pizarnik, Diarios.
Introducción
Este trabajo se propone desplegar algunas cuestiones relativas a las violencias en lo familiar que interfieren en la constitución subjetiva adolescente y sus posibles abordajes en el marco de la universidad abierta a la comunidad.
El entrecruzamiento entre la clínica y lo académico tiene lugar a través del Programa “Modelo de Intervención Psicoterapéutico en Niños, Niñas y Adolescentes en situación familiar difícil” perteneciente a la Secretaría de Extensión Universitaria (Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, UBA). Programa de Extensión conformado por una directora, tres supervisoras y l@s terapeutas a cargo de los tratamientos[1]. El dispositivo se organiza a través de sesiones (individuales o eventualmente vinculares) y de una reunión de familiares. Las sesiones, la reunión mensual del grupo de familiares y las semanales de l@s profesionales transcurren en las aulas de la facultad.
Sostenemos un funcionamiento en red al interior del Programa a través de las supervisiones, los encuentros de lecturas, los ateneos con psicoanalistas invitad@s y el co-pensar permanente. Y al exterior, en el intercambio con escuelas, hospitales, defensorías, juzgados y otros programas de atención dentro de la facultad.
Cabe señalar que la denominación de lo familiar es tomada de Moscona y Matus quienes aluden, a través de este término, a distintas configuraciones vinculares en las que coexisten de manera peculiar las funciones parentales, filiales y fraternas, así como diferentes formas de paridad y pertenencia. Configuraciones vinculares que representan lazos de reciprocidad, mutualidad y continuidad en el tiempo.
Si bien las conflictivas explicitadas en la admisión son diversas, una característica recurrente, que va surgiendo a medida que avanzan los tratamientos, es la violencia en lo familiar. Es esencial subrayar el sufrimiento y el dolor que provoca dicha violencia. El abuso sexual no ha aparecido en los motivos de consulta, pero emerge en la narrativa de las historias familiares.
En numerosas ocasiones la vulnerabilidad social se suma al desamparo psíquico. Generaciones atravesadas por las heridas abiertas de lo no tramitado que retorna sin posibilidades de ligadura. Como equipo nos encontramos entonces a NNA (niños, niñas y adolescentes) quienes, además de afrontar la especificidad de sus trabajos psíquicos, han de lidiar con aquello no elaborado que circula a lo largo de pesadas cadenas genealógicas.
Violencias y sobresufrimiento
El término violencia tiene numerosos recorridos conceptuales, acepciones y precisiones dentro del territorio psicoanalítico.
Para la caracterización de dicha noción en este escrito, partimos del Diccionario de configuraciones vinculares en donde se define como violencia
… al ejercicio absoluto del poder de uno o más sujetos sobre otro, que queda ubicado en un lugar de desconocimiento; esto es, no reconocido como sujeto de deseo y reducido, en su forma extrema, a un puro objeto. Dicho de otro modo, consideramos a la violencia por su eficacia, la de anular al otro como sujeto diferenciado, sumiéndolo en una pérdida de identidad y singularidad que señala el lugar de la angustia. (Pachuk, Friedler, comps., 1999)
En esta definición resuena el concepto de violencia secundaria de P. Aulagnier que remite a un arrasamiento de la alteridad y de la instancia yoica (en su capacidad de pensamiento autónomo, en su derecho al secreto y al diseño del proyecto identificatorio).
Por su parte, C. Rojas particulariza las violencias contextuadas en lo epocal y el impacto en el sufrimiento familiar. La autora distingue formas ineludibles de sufrimiento que hacen al malestar en la cultura, trabajado por Freud, de aquellas enlazadas a los excesos vinculares. Estas últimas provocan lo que la psicoanalista denomina «sobresufrimiento». Un sobresufrimiento relacionado con el dolor psíquico, despojado de palabras y sentidos. (Rojas, 2017)
Familias, violencias y adolescencia
Coincidimos con S. Flechner quien sostiene que pensar la agresividad y la violencia en la adolescencia supone un espectro que abarca desde la afirmación saludable del propio espacio hasta la repetición de vivencias traumáticas. En los procesos adolescentes, construcción subjetiva con firma propia, la violencia puede ser leída como un impedimento para volverse un@ mism@ oponiendo acto a representación.
¿Qué ocurre entonces cuando la violencia instalada en el medio familiar obtura tramitaciones saludables de la adolescencia?
A través de dos fragmentos de materiales de adolescentes atendid@s en nuestro Programa abramos este interrogante.
Durante la mañana de un domingo del pasado año, una de las terapeutas recibe un whatsapp de Luciano. Hacía dos años que no tenía noticias de él. El adolescente debió cerrar su tratamiento cuando se fue a vivir a zona sur. Luciano había sido paciente en el Programa entre sus 14 y sus 16 años. El Equipo de Orientación Escolar (EOE) había sugerido la consulta ya que lo veía decaído y triste. En la admisión la madre relata que Alberto, el padre de Luciano, está en prisión. Había abusado de dos sus primas. Bety, la mamá, ponía suma atención en que su marido no ejerciera violencia sexual contra su hijo. No obstante, nunca pudo percibir que este hombre abusaba de sus sobrinas en su propia casa.
La de Bety es una larga historia de violencias padecidas. Nacida en el interior de nuestro país, su padre fallece cuando ella tenía 5 años. La madre vuelve a casarse y se traslada de provincia y deja a Bety y a sus nueve hermanos con la abuela. Al cabo de unos años regresa a buscarl@s. Se mudan con ella y el padrastro, quien tenía severos problemas con el alcohol. Este hombre abusaba de Bety y de tres de sus hermanas. Era tanto el maltrato que el grupo de hermanos se va del lugar y ocupan una casa abandonada, casi derruida. Bety manifiesta no llevarse bien con su hermano mayor porque abusó de ella cuando tenía 13. Con relación a estos sucesos de su vida, la mamá de Luciano manifiesta: “Traté de olvidarme”.
El equipo evalúa como fundamental, en este caso, acoger a esta madre dentro del dispositivo, por lo cual se habilitan entrevistas con una terapeuta. Bety asiste, pero se encuentra sometida nuevamente a una relación de pareja en la que prima la opresión sobre ella y su hijo. Finalmente, no renueva la vacante de Luciano en su colegio de Capital, se mudan al Gran Buenos Aires y el adolescente deja el tratamiento.
En aquella fría mañana del invierno de 2020, Luciano contacta a su analista porque la relación con su novia ha terminado. Se siente deprimido. A partir de una entrevista que mantiene por videollamada, vuelve a ingresar al dispositivo. Esta vez Luciano realiza un movimiento a partir de su búsqueda singular de una contención que cobije sus estados de angustia. Quizás este nuevo trayecto de análisis se torne una oportunidad para el adolescente para trabajar una violencia que atraviesa las generaciones al modo, como diría Kaës, de un objeto no transformable.
El segundo material que quiero compartir con Uds. es el de Nieves, adolescente de 18 años quien convive con su madre y su hermana de 3 con diagnóstico de autismo, hija de una segunda pareja de la madre. El padre ha formado una nueva familia en la que tiene dos hijos y casi no ve a la adolescente.
La madre de la paciente es una mujer con frecuentes desbordes. En entrevistas Mariela refirió que con Nieves solían tener peleas en las que terminaban “agarradas de los pelos”. Relata que desde que era pequeña exigió mucho a su hija, quien respondía bien, ya que siempre fue responsable y estudiosa. Agrega que al presente la encuentra “muy adolescente” y que no sabe cómo manejarla.
En 2019 se inicia un proceso terapéutico con Nieves que continúa durante los tiempos de pandemia en los que la paciente ha comenzado el CBC (Ciclo Básico Común). Se siente perdida en la cursada virtual y expresa además que la exigencia de su madre “le saca las ganas de todo”.
En una entrevista de Mariela con la analista de la adolescente, asegura que le produce mucho odio verla como un vegetal. Esta madre reconoce que estalla de manera constante y es muy hiriente con Nieves.
Debido a esta situación, el equipo indica un tratamiento individual para Mariela. Al dificultarse la derivación para la atención presencial durante el aislamiento, se decide que la terapeuta que coordina el grupo de familiares mantenga algunas entrevistas con esta madre.
En otro fin de semana del 2020, la terapeuta del grupo nos comunica que Mariela no pudo localizar a la analista de Nieves y le envió una captura de pantalla en la que la paciente decía que se iba a cortar los brazos con un sacapuntas y, así, dejaba de ser un problema. Luego de una fuerte discusión, la adolescente se había encerrado en su cuarto y no le respondía. Podemos contactar a la analista, quien llama tanto a Mariela como a Nieves. Se organiza para que el padre se acerque inmediatamente y la lleve a Nieves a su casa, en principio, por unos días.
Más tarde, con referencia a los cortes, Nieves afirmará que ya lo había hecho otras veces, pero que la madre no se había percatado porque nunca la mira.
Asegura A. Aryan que el adolescente se siente violentado cuando se percibe in-existente como sujeto. La amenaza narcisista es clave para entender por qué, sin poder pensar, recurre a acciones de violencia contra el objeto externo o contra sí mismo. En el caso de Nieves, hallamos a una adolescente que vuelca contra sí misma el odio y la intrusión provenientes de una madre desbordada. Adolescente que tampoco encuentra contención en un padre cuyo interés en esta hija es prácticamente nulo. Las heridas que Nieves se autoinflige denotan la imposibilidad de una manifestación psíquica de su sufrimiento. La angustia, por instantes inenarrable, se revela a través de la descarga en su propia corporeidad.
Abordajes y herramientas
Inevitable es, por supuesto, advertir que las viñetas a las que hice referencia transcurren en pandemia y aislamiento. En ese sentido deviene esencial considerar a M. Zelcer quien señala que la superposición de tiempos, espacios, relaciones laborales y familiares incrementaron las tensiones y el nivel del conflicto y hostilidad en el interior de algunas familias.
Asimismo, los movimientos de l@s adolescentes se encontraron ceñidos principalmente al recinto del hogar. Situación complicada en una encrucijada en la que se requiere tanto el fortalecimiento de los lazos exogámicos como el des-asimiento de lo parental.
Incluidas las particularidades que nos atraviesan en la clínica durante la covid-19, es importante, desde el Programa, seguir haciendo uso de nuestra caja de herramientas. Caja de herramientas con una combinatoria de recursos que nos remite al pensamiento de S. Gomel quien asegura que la propuesta de un trabajo familiar frente a la consulta por un niño o adolescente ─acompañada en ocasiones de la indicación paralela de análisis individual para el mismo─ intenta mantener alejadas dos ideas:
- La problemática infantil o adolescente como mero reflejo de la conflictiva parental
- La suposición de un psiquismo acabado que, a partir de cierto momento, deja de encontrar parte de su apoyatura en lo vincular
La intervención en lo familiar, que actúa en relación al sufrimiento ligado a los vínculos, puede tornarse una oportunidad para habilitar transformaciones del psiquismo singular. Sabemos que l@s adolescentes necesitan puntos de anclaje tanto para afianzar su proyección hacia el futuro como para el neo-armado de su edificio identificatorio. En ocasiones se sostiene que en la clínica con adolescentes incluir estrategias terapéuticas en el ámbito de lo familiar podría desfavorecer la construcción de la intimidad y la independencia. En ese sentido deviene valioso el concepto de autonomía vinculada, noción que refiere al crecer y discriminarse “solo con otro” (Rojas, 2006), operación en intersubjetividad.
Para concluir
F. Ulloa nos explica que la salida de una encerrona trágica está dada por la posibilidad de convocar a una terceridad que medie.
En esta línea se encuentra la labor que realizamos como equipo en circunstancias en las que las violencias en lo familiar ocupan el primer plano. Labor que tiene por objetivo alojar, contener para propiciar que los afectos descualificados puedan hallar anclajes en lo representacional enlazado a la palabra. Procuramos crear así condiciones para una tramitación que atempere el (sobre)sufrimiento que interfiere en la constitución de la subjetividad de NNA.
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