NÚMERO 24 | Octubre 2021

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Humor, inteligencia, ternura. Palabras para recordar a Miguel Spivacow | Bettina Kamelhar

En este relato sentido y amoroso, Betina Kamelhar nos describe la experiencia con uno de sus maestros, Miguel Spivacow, y de qué manera influyó en su formación como psicoanalista.

En primer lugar, quiero agradecer al Comité Editorial de la Revista Digital de la AEAPG su invitación para transmitir en palabras el afecto y la importancia que Miguel tuvo para mí.

Miguel fue uno de mis Maestros. Su modo de pensar, de hacer en su clínica y de poder compartir permanentemente con otros su generosa disposición fue muy significativo a lo largo de mi formación como analista. Solidario con sus aportes y conceptualizaciones, siempre abierto a escuchar al otro en su diferencia con una mirada crítica, pero no desubjetivizante, dio lugar al aporte de cada uno, sin temor a perder el suyo. Sólo alguien tan bien formado y con un trabajo propio tan profundo pudo ocupar esa posición en la docencia compartiendo su praxis.

El azar hizo que me tocara como docente en una materia de la Maestría en un momento personal muy particular. Por un lado, venía de un recorrido de varios años de formación en instituciones lacanianas, que había elegido cuando terminé la carrera de Psicología en la UBA. Por otro, me encontraba en el sexto mes de embarazo de mi segundo hijo. En ese contexto conocí a Miguel. Descubrir su estilo clínico y su forma de transmitir el psicoanálisis me inspiraron el deseo de seguir formándome con él en algunos espacios dentro y fuera de la institución.

Fue un referente que me acompañó y alentó a aparecer con mi propia voz. Durante varios años tuve un espacio de supervisión en el que fui pensando mi clínica. Siempre interesado en escucharme, me hacía reflexionar sobre mis intervenciones y en los efectos que producían. El concepto de eficacia clínica fue uno de sus aportes esenciales para pensar los materiales. Trabajábamos de forma artesanal, uno por uno, a cada paciente que llevaba a la supervisión. Otro concepto muy importante en este ámbito era el de cambio de posición subjetiva. Tenía un modo de pensar al sujeto con una lucidez que incluía el cuerpo teórico del psicoanálisis, la experiencia clínica, su propio análisis y la calidez tierna de una persona muy sensible y humana.

El grupo de “Los malditos lunes” en la institución fue otro de los lugares que compartí con él y con otros colegas donde disfrutábamos del encuentro. Pudimos contar con sus reflexiones en la lectura de nuestra clínica, articulándolo con lecturas teóricas que iba pensando a partir de nuestras preguntas e intereses teóricos y generar así marcos clínicos diferentes de un modo inteligente. Trabajábamos los procesos que organizan la intervención para construir caminos y trayectos diferenciados de los tratamientos. Surgían cuestiones que hacen a la técnica a partir del estilo de cada analista. Con sus intervenciones en el trabajo de la transferencia y la contratransferencia, sin a prioris cerrados que obstaculizaran la escucha, hacía posible soportar la incertidumbre que nuestra clínica tenía por momentos, sin el apuro de llenar con sentido aquello que aún no se sabía sólo por la necesidad de apaciguar nuestras angustias. Poder hacer un diagnóstico lleva un recorrido y se va construyendo con el trabajo en el vínculo transferencial y en el saber hacer con eso. En este sentido, Miguel transmitía la idea de que un paciente se curaba primero en la cabeza del analista.

Otro tema fundamental en su pensamiento era la ética del psicoanálisis entendida como la capacidad de dejar afuera por un rato la Moral y los ideales de uno para poder escuchar a otro lo más despojado de prejuicios que pudieran interferir en el decir de un analizante con relación a su deseo. En otras palabras, escuchar a un otro.

Supo transmitir la importancia del no-todo como la posibilidad de pensarnos castrados, y también que existe un límite para el hacer del analista sosteniendo una posición humilde, pero no ingenua.

Fue un gran Maestro para mí y una referencia muy importante que voy a extrañar.

Agradezco profundamente estos años compartidos, su trabajo, su humor y la ternura con que supo escucharme.

 

Acerca del autor

Bettina Kamelhar

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