En esta ópera, encontramos a la protagonista central, Carmen, como una seductora por antonomasia, una especie de personaje atrapante, que atrae a los otros, los hombres en este caso o a nosotros como espectadores de la obra, con una clara intención, solo que a sus amantes los despoja de todo, hasta de su vida, tal como sucede en el texto escrito por Prospero Merimée despertando sentimientos y poniendo en escenas los deseos de los otros, para servirse de ellos, pero sobre todo «sin experimentar dichos sentimientos y deseos en carne propia».
Pero qué es este tipo de seducción que se acercaría a lo que comúnmente llamamos «seducción histérica». Es alguien que atrae a otro individuo, pero su intencionalidad no es tomar contacto con el mismo, sino que es para dejar frustrado al otro, a la manera como solemos encontrar en los casos de histeria y cobrarse así su revancha, por su castración femenina o por venganza Edípica.
Pero a Carmen, considero, la encontramos más cercana a otra patología, es un cuadro más grave, la psicopatía, es decir, alguien que atrae a otro individuo, pero con una clara intención, manifiesta o no, de ataque y daño hacia su objeto al que, por otra parte, no considera ni tiene en cuenta como una persona valiosa, importante y diferente a sí mismo. Es decir, una patología más cercana al narcisismo que a una relación de objeto.
En dicha ópera podemos ver su accionar y, con relación a su cuadro de psicopatía que planteo, quiero resaltar, entre otros, solamente un signo característico de dicha afección: el aburrimiento, sentimiento que aparece permanentemente en su texto-canto. Considero que esta sensación, el aburrimiento, surge como consecuencia de una ansiedad de muerte, de su propia destrucción, imposible de percibir y contener, la que es actuada y puesta en el otro, a quien conduce y maneja, como si fuese algo propio. Allí al colocar y actuar dicho sentimiento es donde se «apodera» del otro y lo hace víctima de sus propios temores y ansiedades por medio de un mecanismo que los analistas llamamos de identificación proyectiva. Un caso bastante prototípico de esta patología la encontramos en una vieja película italiana El sorpasso, con el fallecido Vittorio Gassman. En Carmen lo comenzamos a ver y escuchar en el momento de «tirarle la flor» y, a partir de allí, a través de esa intrusión, proyectiva comienza invadirlo y poseerlo, apoderándose así del yo de su objeto, pero no estableciendo un vínculo con el mismo, sino a invadir su yo. Dice en ese momento su partenaire, José: «Esa flor me hiere como una bala». Es interesante resaltar en esta escena, no la relación de objeto que puede establecer donde se respetarían limites y diferencias, sino cómo en esa intrusión-invasión del yo, el otro queda sometido y no es reconocido como objeto diferenciado del sujeto, Carmen en este caso.
La palabra Carmen en latín quiere decir poesía, encantamiento, fórmula mágica, cualidades justamente del personaje de esta ópera.
También deseo resaltar que su autor musical, George Bizet repitió en su vida la situación pasada por su personaje masculino, José.
Bizet quedó hacia el final de su vida y luego de estrenada esta ópera, enredado en un triangulo amoroso, que en realidad fue un doble triángulo.
El mismo vivió un apasionado y tempestuoso romance con la cantante de su ópera, Galli-Marie, muriendo 3 meses luego de su estreno de un edema de glotis ¿o de un carcinoma?, o también se especula con un suicidio. Queda la duda, enfermedad o suicidio, pero si podemos pensar como una identificación con su personaje masculino.
Mientras tanto, su mujer Geneviève mantenía otro apasionado romance con su pianista Henri Delaborde.
Si uno se ubica en el estreno de esta obra, mediados del 1800, puede pensar el salto social que representó el tema y el personaje protagónico en su momento.
Carmen es verdaderamente diabólica, salvajemente animal, pasional, heredera en su gitanería de ancestrales prácticas ocultistas. En dicha ópera ella lee las cartas del destino y cree firmemente en ellas. Todo esto no podía sino despertar la repulsa de los burgueses señores de la Tercera Republica y de sus mujeres.
Carmen encarna la ruptura del orden social, las pasiones desenfrenadas, reprimidas en esa moral victoriana, y el desafío de Bizet al sellar su pacto diabólico con esa criatura, si se quiere amoral, sella y signa el resto de sus días.
Recién en el siglo xx con la obra Lulú de Alban Berg, podemos decir que se retoma en la ópera, en general, el tema de la mujer pasional, la mujer fatal, pero destructora del orden establecido.
En esta obra, dice Carmen sobre el amor: «El amor es un pájaro que vuela» y su transgresión esta señalada al decir: «Es un gitanillo que no conoció ley alguna» y advierte a su vez: «Si yo te amo, ten cuidado» Claramente resalta lo volátil del vínculo objetal y la transgresión misma que se somete a sus objetos, a los que coloca bajo el orden de sus deseos y leyes propias.
Por todo ello, Carmen fue rechazada de inicio como personaje y Bizet fue atacado. Esto fue a causa de la elección del personaje protagónico, considerado algo así como la primera mujer libre de la escena lírica francesa, más digna entonces de un estudio psicopatológico que del bell canto o de la moral victoriana de dicha época.
Nietzsche planteó el signo trágico que la recorre. En la obra el amor es el fatum, es decir, la fatalidad, amor cínico, cruel y fatal que Bizet inmortaliza.
A pesar del cambio que se da entre el escrito del libretista Próspero Merimée y el libreto final de la ópera, en donde la han civilizado, en parte, pienso que Carmen muestra una línea de parentesco con el Don Giovanni de Mozart y cuál es este parentesco; considero que el elemento en común es el narcisismo. Es decir, el amor a sí mismo y la satisfacción personal por sobre el vínculo con el otro, quien solo pasa a ser un objeto de uso y/o de capricho. En otras palabras, de no reconocimiento del otro como alguien diferente de sí mismo. En ese sentido es destructivo dicho supuesto «amor», y por ello no escapará de un destino trágico.
No solo no es el personaje histérico que seduce y atrapa, como antes señalé, sino que es a la vez la acción del narcisismo destructivo sobre el otro, a quien no considera como sujeto u objeto y solo lo hace actuar bajo sus propios deseos y que, por su carácter demoníaco, la acerca más a una psicopatía que a una histeria, como ya mencioné.
Dice Carmen al final de la obra que «nació libre y morirá libre», es decir, sin ninguna atadura a un objeto, solo a ella misma y a sus deseos e intenciones.
Carmen ha sido libérrima para vivir y para morir. Por todo ello es que los libretistas incluyen en la ópera a Micaela, otro sujeto femenino, representante este del amor tierno y puro, derivado del vínculo materno, de quien es su mensajera. José le dice solamente a ella: «Háblame de mi madre», rasgo derivado de su conflictiva edípica.
En esta ópera debemos prestar atención a la música que refleja más este espíritu que en ocasiones al libreto mismo.
Más de una vez han dicho diversos críticos musicales que esta obra es una de esas óperas que se nos meten en la sangre y son difíciles de mirar críticamente.
Considero que la lucha entre la pasión amorosa y sensual, representada por Carmen y el amor tierno, afectuoso y casi materno, representado por Micaela, es el eje del conflicto presente en José y muchas veces también en el público actual.
Este tipo de conflicto lo encontramos posteriormente reflejado en el Tannhäuser de Wagner. La lucha entre la pasión y la ternura o el amor pasional y el tierno, como ejes de un conflicto amoroso.
Con Carmen se introduce una nueva moral, de alguna manera, próxima a la ética existencialista.
Por ello es que Carmen hace sus cuentas únicamente con el destino de sus deseos narcisísticos, más allá de los hombres, de sus leyes y su moral, es decir, del tipo de vinculo objetal.
Esta gitana, mujer libre por antonomasia, deriva de otras mujeres famosas en la literatura universal, como «la Preciosa» de Cervantes o «la Esmeralda» de Víctor Hugo, que hemos leído en otros textos. Pasaría a ser actualmente el modelo de la llamada femme fatal.
En esta obra, son dos los personajes femeninos y dos los estilos de vida propuestos que se atraen y rechazan, de allí surge la tragedia. Uno de ellos representa el amor objetal y el otro, el vínculo narcisista confrontado con el objetal, casi podríamos decir, representantes uno y otro del instinto de vida o de muerte.
Por ello es que el personaje masculino central, José, dice sobre Carmen: «Ella que es un diablo», es decir, la encuentra desprovista de escrúpulos religiosos o sociales.
Don José, hombre del norte vasco y, además militar, está en las antípodas de las concepciones vitales y libidinales de Carmen; allí es que termina como termina, al ser «atrapado» en esa relación narcisista.
¿Qué hubiese hecho José con Carmen? En el mejor de los casos, era convertirla en su esposa y llevársela a Navarra a freír torrejas, es decir, hacerla una ama de casa, puedo suponer.
En realidad le hubiese «convenido» irse al norte bajo el manto protector de mamá y huir del sur sangriento, tanático, pero que sucumbe al «atrapamiento» psicopático de Carmen.
La fantasía de José es recuperar su dignidad, es decir, su funcionamiento yoico en el acto de matar a Carmen, de recuperar su self encerrado en tan diabólica mujer-objeto, o sea, recuperar su dignidad perdida, que al abandonarlo lo enloquece con sus celos y despoja de todo su ser, de su yo, como ya lo hizo con su identidad. En esta ópera, él cambia en dos ocasiones su ropa de militar por la de contrabandista; es la transformación de su fragilidad yoica, al quedar atrapado en los deseos de su objeto, perdiendo su propia identidad. Finaliza la obra como la realización de un crimen pasional en un intento, por parte de José, de volver a reconstituir su integridad yoica atrapada en el narcisismo de su objeto-Carmen. .
Finalmente, quiero señalar, que tres temas son los ejes musicales de esta tragedia y estos ya aparecen en el preludio de la obra: el de la corrida, el del toreador y, por último, el del destino implacable y fatal.
Por otra parte, Don José fue tres veces asesino, ladrón y contrabandista y pierde su identidad, el que aparece representado en la obra por el ropaje que utilizan los régisseur, al pasar de sargento a contrabandista.
Por otro lado, en la ópera Carmen solo tiene dos amantes, Don José y Escamillo, el torero, mientras que en la obra literaria ella esta casada con otro contrabandista llamado García, de allí que ella realiza múltiples «favores amorosos» a diversos hombres a quienes siempre «utiliza» psicopáticamente para robar o contrabandear.
En el texto literario, Don José mata a su lugarteniente y a García, esposo de Carmen, mientras que aparece como un ingenuo que se emociona ante la presencia de Micaela.
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