Cuando me invitaron a participar de esta mesa, surgieron en mí múltiples pensamientos y reflexiones, en relación con mi propia experiencia como psicoanalista y como investigadora y, también, como acompañante de colegas o alumnos en sus tareas de escritura de tesis.
Durante 16 años formé parte de la Cátedra de Psicopedagogía Clínica de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) como docente e investigadora. Allí pude acercarme a la metodología, a los procesos específicos de la investigación, pero, fundamentalmente, comprendí la lógica interna de todo proceso investigativo.
Es cierto que —en general— la tarea de escribir una tesis —y la tarea investigativa en general— genera muchas veces una especie de horror, la sensación de que se trata de una tarea ardua, dificultosa, casi imposible de afrontar.
Pero Freud nos enseña en «Sobre las teorías sexuales infantiles» que toda investigación es producto de la lucha del hombre por la vida, y nos dice que el pensamiento se viene planteando la función de prevenir la repetición y de provocar el esclarecimiento de los conflictos que atraviesa el hombre desde la más tierna infancia. Nos habla de un instinto espontáneo y temprano de investigación.
En Tres ensayos de teoría sexual nos dice que «hacia la misma época en que la vida sexual del niño alcanza su primer florecimiento, aparecen en él los primeros indicios de esta actividad denominada pulsión de saber o instinto de investigación» y agrega qué intereses prácticos y no sólo teóricos son los que ponen en marcha en el niño la obra de la actividad investigadora.
Juan Samaja, en el prefacio de su libro Epistemología y metodología afirma que se puede enseñar a investigar siempre que dicha enseñanza tenga como objeto fundamental no la trasmisión de preceptos metodológicos, sino la comprensión del proceso de investigación.
En mi experiencia como jurado de tesis pude comprobar cómo, en muchas ocasiones, no se alcanza dicha comprensión y se realizan trabajos que demandan mucho esfuerzo, vastas horas de lectura y arduas tareas de campo, pero que no llegan a resultados acordes con dicha dedicación. En general, por diversas razones, pero fundamentalmente por no guardar esos productos la lógica interna necesaria, es decir, por no haber comprendido los procesos y solo abocarse a la reproducción de métodos como receta.
Por otro lado, soy consciente de las dificultades que trae aparejada la escritura de una tesis, especialmente teniendo en cuenta la cantidad de gente que —en nuestra Institución y también en casi todos los ámbitos de formación— no obtiene su título por no concluir la elaboración de su tesis.
Pensando en eso, es que la Secretaría Académica me propuso realizar un taller de acompañamiento de escrituras que se viene realizando desde el mes de junio, con mucho éxito y entusiasmo por parte de sus participantes.
Hoy me gustaría poder compartir con ustedes algunas de mis reflexiones sobre esta temática. Temo no poder expresarlas de manera armoniosa, especialmente porque las mismas corresponden a distintos registros (aspectos personales —conscientes e inconscientes—, pertenencia o no a equipos de trabajo, aspectos metodológicos específicos, etc.). Trataré de ser lo más clara posible.
En primer lugar, me he referido tanto a la tesis como a la investigación. Es que una tesis es un documento en el que se expresan los resultados de un trabajo de investigación. Constituye la búsqueda de soluciones a un determinado problema.
Ahora bien, la investigación requiere de una tarea conjunta. Es el resultado de una labor de equipo. La imagen del científico loco, solo en su laboratorio y realizando descubrimientos impresionantes, solo corresponde a los dibujitos animados.
En las universidades o en los centros de investigación, se generan programas de investigación, que duran varios años, con distintas jerarquías de investigadores. Dentro del programa general, cada investigador realiza sus propias investigaciones que convergen y alimentan el tema central.
En nuestra Asociación, somos una comunidad de colegas que avanzamos en distintas temáticas, pero —creo que con la excepción del Centro Rascovsky y las investigaciones de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Psicotarpia Psicoanalítica y Psicoanálisis (FLAPPSIP)— no hay investigaciones en equipo. No obstante lo cual, es fundamental buscar espacios de intercambio y comunicación a colegas acerca de los avances de cada uno.
En el taller de escritura de tesis se fue viendo cómo cada uno no sólo profundizaba en su propio trabajo, sino también podían sugerir, marcar, proponer muchas cosas que fueran ayudando a todos a organizar mejor el trabajo.
Recuerdo una reunión en la que una de las participantes súbitamente le dijo a otra que estaba muy enredada en el planteo de la hipótesis: «¿Y si la planteas de esta otra manera?». Ese comentario permitió que se hiciera la luz y que continuara de manera más clara y organizada.
Estos intercambios también son un buen entrenamiento para no llegar al momento de la defensa sin haber compartido más que con el director.
Como les decía al principio, en las dificultades que se presentan al escribir una tesis, aparecen cuestiones personales. Una, tiene que ver con la elección del tema. Es necesario preguntarse porqué se elige determinado tema, si efectivamente nos convoca, si forma parte de una problemática que queremos resolver o sólo es una ocurrencia o una conveniencia. Si la temática nos interpela y toca aspectos no resueltos de nuestra propia subjetividad, será un escollo para la tarea. Pero si es totalmente ajena a nosotros no será movida por la pulsión de saber.
El objeto de nuestras investigaciones como psicoanalistas generalmente nos interpela. Se trata de un «adentro-afuera» ya que intervienen aspectos de nuestro propio inconsciente. Será necesario trabajar estos aspectos.
Uno de los problemas que se nos presentan a la hora de elegir el objeto de estudio es el deseo profesional de investigar sobre algo novedoso, sorprendente y que contribuya a aportar elementos interesantes a la teoría psicoanalítica.
Conversando con mi hija menor, licenciada en letras, y que ha acompañado algunos procesos de escritura de tesis, llamó a esta tendencia «síndrome del descubrimiento».
Nuestras exigencias, aspectos superyoicos y narcisistas, a veces, dificultan la elección del objeto. Queremos brillar, hacer algo muy importante o, por el contrario, nada nos parece suficiente, nos sentimos inhibidos y nos constituimos en inhibidores de nuestros productos.
Una tesis deberá tener un objeto de estudio, una temática acotada.
Podrá ser parte de una idea general, podremos escribir y profundizar a posteriori, quizás hasta sea el tema de muchos años de investigación, pero cada tesis debe tener un alcance posible.
Humildad y realidad.
Cuando la confección de la tesis es el resultado de un proceso de formación más bien teórico, como lo que sucede con las tesis de Especialización y Maestría de la AEAPG | UNLaM, a veces, la gran dificultad se centra precisamente en encontrar el tema. Esto no sucede en instituciones en las cuales, cuando se solicita la admisión, ya hay que presentar un plan de investigación, un anteproyecto. En esos casos, la tesis surge de un proceso natural que comienza en la clínica, con supervisiones frecuentes y trabajo en equipo.
Yo sugiero que cada uno se pregunte, durante el proceso de formación, qué temáticas lo interpelan (tanto desde la teoría como desde la experiencia clínica) y que vaya acotándolas y orientándose hacia ellas.
Quizás habría que tener esto en cuenta en los programas y realizar talleres o seminarios anticipadamente, y no esperar al final de la formación.
Además, hay un proceso de gestación interna cuando el trabajo se va haciendo correlativamente a la formación y a la experiencia clínica.
Recuerdo que, cuando estaba escribiendo mi tesis, le comenté a una de las adjuntas de la cátedra que la tenía ya casi toda en mi cabeza, que ya sabía qué iba a resultar, que faltaba escribirla. Lo hice medio como avergonzada, iba a concluir en lo que ya sabía, no había ¿¡eureka!? Me contestó que eso era lo natural. Nuestras tesis no son el eureka del descubrimiento, pocas veces hay eurekas. Generalmente, sabemos qué vamos a encontrar. Hace falta ordenarlo, sistematizarlo, fundamentarlo. Solo eso, si el proceso interno fue desarrollándose en forma adecuada.
La metodología que, a veces, por su rigurosidad se transforma en un escollo, debiera ser una hoja de ruta que orientara y diera forma al desarrollo de la tesis.
He observado que, en muchas tesis, los pasos metodológicos son cubiertos como se cubren los ítems de un cuestionario, sin tener en cuenta la unidad y la coherencia del proceso.
Entonces, la hipótesis, cuando la hay, no tiene nada que ver con el planteo del problema y se enuncian objetivos cuyo logro tampoco conducirá a dar respuesta al problema planteado.
En ocasiones se utilizan sofisticados instrumentos para recolectar datos que luego no se incluyen en el resto del trabajo.
Es fundamental prestar atención a la coherencia interna. Título, planteo del problema, objetivos y conclusión deben guardar coherencia entre sí. La conclusión deberá retomar los objetivos y explicitar si se llegó o no a una mayor aproximación al planteo del problema.
Umberto Eco, en su libro Cómo se hace una tesis, nos aconseja que una de las primeras cosas que se han de hacer para empezar a trabajar con una tesis es escribir el título, la introducción y el índice final. El índice constituye un verdadero plan de trabajo. Quizás en el trascurso de la escritura se vayan modificando, pero servirán como una hoja de ruta, un GPS para orientar el trabajo.
En general, muchas personas, enredándose en cuestiones metodológicas, comienzan y no saben cómo seguir. Tienen una idea mental, pero no les parece suficientemente científica. Si hay coherencia interna y el trabajo se orienta en la dirección esperada, va bien.
Finalmente, quiero enfatizar que la escritura de tesis no debe ser un tormento. Debe ser una experiencia placentera, estimulante y enriquecedora.
Termino con unas palabras de Umberto Eco: «Hacer una tesis significa divertirse y la tesis es como el cerdo, en ella todo tiene provecho».
Genial! me encantó este artículo. Gracias!