ASOCIACIÓN ESCUELA ARGENTINA DE PSICOTERAPIA PARA GRADUADOS
Revista
"Psicoanálisis: ayer y hoy"- Nº4
Reportaje a la Dra. Emilce Dio de Bleichmar*
Betty Korsunsky
Ada Rosmaryn
Ezequiel A. Jaroslavsky
Betty Korsunsky:
En 1998, en el caso Bárbara vos realizás "una propuesta de continuidad
entre el trauma y la teoría traumática de las neurosis". Ahí planteabas
que trauma-fantasía era considerado en la teoría psicoanalítica como polaridad,
no admitiendo su coexistencia en tanto causalidad psíquica.
Cuando en el
seminario de la Especialización Niños, leímos este artículo, surgieron entre
otras preguntas las siguientes:
a) ¿Cómo se
complementa lo intrapsíquico/cualificado fantaseado con lo que describís como
interactividad como motivación psíquica? ¿Existe el riesgo de que lo
intrapsíquico quede opacado por este modelo de interactividad?
b) ¿Podría
pensarse que sostenés como supuesto teórico la idea de la sexualidad como
traumática. En ese caso, ¿todo síntoma sería traumático?
c) ¿Qué
indicadores te resultan relevantes para considerar/sindicar como traumático
algún "hecho" de la vida infantil (en niños)?
d) ¿En qué nivel o
niveles considerás que se inscribe lo traumático en el intrapsíquico,
intersubjetivo y/o social?
Emilce Dio de Bleichmar**:
El concepto de interactividad se refiere a la experiencia humana, a lo que
acontece en cualquier intercambio interpersonal, al fenómeno de estar-con
alguien. La interactividad no es una motivación, sino un hecho que sucede desde
que el niño nace y comienza su crianza, siempre se halla en interacción. Las
investigaciones empíricas en la relación temprana han cambiado la forma de
pensar en psicoanálisis, ya que muestran cómo el bebé se halla perceptivamente
maduro para entrar en contacto con el otro humano desde el nacimiento. Esto
quiere decir que el bebé reacciona a la acción del otro. Este nivel de
experiencia para el bebé se inscribe como memoria de acción e interacción -lo
que se llama memoria procedimental-, que no tiene registro simbólico pero
prepara la acción de acuerdo a la experiencia vivida. De modo que se van
creando patrones, esquemas de acción, que son expectativas, memoria de lo que
ha sucedido.
De modo que los
patrones tempranos de reacción del bebé se han construido a partir de la
interacción, son estructuras intrapsíquicas pero se hallan construidas a partir
de la experiencia vivida, no son productos fantasmáticos de origen endógeno
como punto de partida que se proyectan sobre el otro.
Una vez adquirido
el nivel de captación de la intencionalidad o deseo del otro, cuando el bebé
accede al nivel de poder comprender la subjetividad que se halla alojada en el
cuerpo materno, lo que en él se desarrollaba sólo como producto interactivo a
través de la sensorialidad, ahora se verá complejizado con los significados que
atribuya a la conducta materna. Pero estos significados o fantasmas,
nuevamente, no serían puras proyecciones, ni identificaciones proyectivas, sino
productos mixtos, construcciones de significado atribuidas a la conducta
materna, a la experiencia vivida.
La subjetividad siempre
es un capital intrapsíquico y jamás puede quedar opacada por la interacción, lo
que sí queda opacado es la sobrecarga de intencionalidad exclusivamente
intrapsíquica que se le ha otorgado a la conducta del niño. La diferencia
radica en la lectura causal del fenómeno. Si partimos de una causalidad lineal
intrapsíquica sólo podemos hablar de identificación proyectiva.
El recurso a la
evocación de la propuesta sobre la teoría traumática de las neurosis tenía que
ver con la necesidad de retomar un camino iniciado por Freud sobre los factores
externos. Pero el descubrimiento del fantasma y luego los desarrollos
kleinianos tan fuertemente endogenistas condujeron a un callejón sin salida
teórico en torno a la causalidad psíquica: la única categoría de factor causal
externo sólo tenía existencia como exceso, como trauma. El planteamiento no es
que todo síntoma es traumático, sino que todo síntoma se ha desarrollado como
consecuencia de un desencuentro o conflicto en la relación, y toda relación es
un producto de co-construcción (Para ampliar este punto se puede consultar Infant
Reserach and Adult Treatment. Co-constructing Interactions, de Beebe y
Lachman, The Analytic Press, 2002; "The Developmental Perspective in
Relational Psychoanalysis", de S. Seligman, en Contemporary
Psychoanalysis, 39, 2003, pp.477-508.)
El concepto de
trauma con el que me manejo es el clásico, y un trauma tiene un solo lugar de
inscripción que es la subjetividad, otra cosa es la naturaleza del trauma. Una
diferenciación posible es considerar los traumas del desarrollo, o sea, en el
seno de las relaciones afectivas -abandono, muerte, negligencia, abuso,
maltrato físico- y los traumas accidentales, ajenos a la relación -accidentes,
secuestros, guerras, etc.–. A su vez, entre los traumas del desarrollo podemos
llegar a determinar a qué sistema motivacional han afectado en forma dominante:
si al apego, al narcisismo, a la regulación de la ansiedad, al sentimiento de
seguridad personal, a la sexualidad.
Una aclaración
última con respecto a la sexualidad como traumática. Cuando Laplanche sostiene
la teoría de la seducción generalizada como propuesta de la implantación de la
sexualidad adulta inconsciente en la subjetividad infantil, en realidad está
refiriéndose a un aspecto de la complejidad y amplitud de la interacción del
adulto y el niño. Efectivamente, el adulto imprime sus modalidades erógenas
sobre el infante, pero no sólo lo sensual/sexual, sino que trasmite ansiedad
con sus movimientos o actitudes, o, por el contrario, contención, de modo que
la regulación emocional también es co-construida, puede ser traumática o no. La
relación siempre es la matriz (por lo tanto no es sólo pulsión endógena lo que
organiza el psiquismo, sino que la relación activará o inhibirá los aspectos
pulsionales o biológicos del infante), pero la relación no siempre es
traumática y la categoría de sexualidad traumática habría que reservarla para
describir o cualificar el abuso, no la implantación o activación vía externa de
la sexualidad infantil.
Betty Korsunsky:
Tanto para el diagnóstico como para el tratamiento vos estas pensando bajo el
paradigma de la intersubjetividad y la superación de la oposición
interno/externo. Un aspecto que destacás se refiere a las representaciones
relacionales actuadas [enactment]. Me pregunto lo siguiente: a) Este
modelo de inscripciones y manifestaciones en paralelo, ¿está relacionado con el
concepto bioniano de funcionamientos primitivos de la mente, cuya
manifestación, vía identificación proyectiva, en actos evacuativos del afecto,
acciones comunicativas, para ser transformados en la interacción madre hijo, y
en el tratamiento en la relación analista paciente? b) Como momentos
interactivos transferenciales ideales en la clínica contamos con la idea de la
identificación proyectiva a un objeto receptivo, con un interior continente,
para describir la interacción comunicativa. ¿La transferencia actuada está
relacionada con representaciones relacionales actuadas?
Emilce Dio de
Bleichmar: El funcionamiento temprano siempre ha sido un motivo de especulación
psicoanalítica. Actualmente, la investigación empírica en la relación temprana
va permitiendo afinar las hipótesis. El funcionamiento en paralelo de todos los
sistemas motivacionales es similar al funcionamiento en paralelo de los distintos
sistemas fisiológicos: mientras respiramos, la sangre circula, los músculos
reciben órdenes del cerebro para moverse y, a su vez, pensamos. El
funcionamiento en paralelo de los sistemas motivacionales no ocurre sólo a un
nivel temprano sino continuamente a lo largo de la vida.
La identificación
proyectiva no sería un mecanismo tan primitivo porque implica una
intencionalidad evacuativa defensiva. El concepto de representaciones
relacionales actuadas se refiere a que aquello que transcurre en la experiencia
de ser amamantado, tomado en brazos, acariciado, tiene una inscripción cerebral
que permite que el bebé vaya construyendo, en base a huellas mnémicas,
expectativas de cómo va a ser ese encuentro. Estas huellas son sensoriales, de
movimiento, como cuando aprendemos a andar en bicicleta, es una memoria motriz
que genera aprendizaje. Este nivel de interacción es comunicativo, pero no
implica mecanismos psíquicos. La comunicación es anterior a la simbolización y
a los procedimientos que el psicoanálisis ha descrito como mecanismos de
defensa.
¿Cómo se ponen en
juego las representaciones relacionadas actuadas? Cualquier encuentro humano es
una acción, y la acción del otro evoca aquello que está inscrito como
representaciones de acción. En la clínica, en la relación terapéutica, nuestra
conducta, acción, procedimientos, pueden evocar en los niños y en los pacientes
estas representaciones. Pero tanto nuestra acción como la reacción del otro no
han tenido una intencionalidad ni consciente ni inconsciente de evacuar nada,
sino que es un efecto de la interacción que puede tener consecuencias que habrá
que analizar, pero no han sido despertadas por acciones defensivas. Ésta es el
punto clave, el psicoanálisis siempre ha tenido en cuenta el nivel no verbal de
lo que ocurre en la interacción terapéutica pero siempre entendiéndolo como una
intencionalidad, con un propósito que el niño, el sujeto esconde, encubre,
enmascara. Al entenderlo como patrones de interacción, se está trabajando con
un inconsciente diferente ("Working Through and Procedural
Knowledge", JAPA, 52, 2004, pp.189-208).
Betty Korsunsky:
Pensando en patologías como el autismo. Destacaste el lugar de la sensorialidad
o sensualidad en los trastornos autistas, que, según planteaste en 1996,
constituiría lo traumático.
a) ¿En qué reside,
según tu punto de vista, este defecto de procesamiento? ¿Puede establecerse
alguna relación con la no introyección de una función mental parental,
vinculada, podríamos decir, a la barrera antiestímulo postulada por Freud?
b) Me pareció muy
rica tu idea, al lugar que le das a la sensorialidad en los trastornos
autistas, podrías ampliar esta visión. ¿Pensás que puede tener vinculación con
una sensorialidad del orden de la alucinación?
Emilce Dio de
Bleichmar: Con respecto al tema del autismo y del síndrome de Asperger nos
enfrentamos nuevamente con un problema en torno a la concepción del psiquismo
como siempre funcionando a un nivel simbólico y a la falta de diferenciación
entre cognición y subjetividad. Los niños autistas hablan, y pueden aprender a
leer, escribir, adquirir conocimientos. El déficit es en torno a la
subjetividad y a la comprensión de que tienen una mente y que los seres humanos
además de movernos por motivos instrumentales: comer, mover las ruedas de un
coche o alcanzar un plumero, tenemos sentimientos, deseos y vida mental. Esto
es lo verdaderamente singular de esta condición, para ellos los seres humanos
son seres físicos que se gobiernan por las leyes de los cuerpos físicos, una
superficie puede ser suave o áspera, como cuando a Dustin Hoffman, en la
película Ray Man, Tom Cruise le pregunta que sintió cuando la chica lo
besó, él contesta: ¡húmedo! Él puede percibir y preferir las sensaciones porque
éstas son captadas por el cuerpo y la sensorialidad, de modo que si se los toca
y acaricia, pueden recibirla bien y preferirla pero no van a considerar que
esto es una muestra de vínculo cariñoso que implica entender que la caricia es
un gesto, no, sólo es un fenómeno corporalmente agradable.
No hay ninguna
investigación que yo conozca que vincule la sensorialidad del autista con
alucinaciones. Actualmente no se sabe cuál es el trastorno pero no se duda que
es de carácter biológico, no tiene que ver con ninguna falla o defecto de los
padres.
Ada Rosmaryn: ¿Qué
podrías decirnos del modelo modular-transformacional y su aplicación en la
clínica?
Emilce Dio
Bleichmar: La aplicación clínica del enfoque modular-transformacional amplía
enormemente la psicopatología, ya que cualquier cuadro admite una pluralidad de
condiciones causales y de modalidades de mantenimiento.
A título de
ejemplo, en la mesa redonda vimos el caso de Ramiro, un niño muy verbal,
exhibicionista de su saber, que le gustaba ponerse en el lugar de los mayores.
Podríamos entenderlo como un niño que goza de una megalomanía sustentada en el
favoritismo de algún adulto significativo de su entorno, es decir un
funcionamiento omnipotente y soberbio por complicidad y encuentro con el
narcisismo del padre o de la madre que ven en ese niño "su majestad el
bebé", o sea, un producto de la sinergia de sistemas narcisistas. No era
el caso de este niño, quien tenía un concepto de sí mismo muy pobre, de modo
que no se trataba de soberbia alguna. ¿Se trataría entonces de verborrea en un
niño ansioso con padres que en lugar de poder contener ansiedades lo perturban
aún más con sus exigencias? Tampoco es el caso. Podríamos investigar entonces
en el vínculo, ¿para qué le sirve hablar tanto y hacerse el mayor, si para sus
padres no constituye un valor a partir del cual recibir más reconocimiento y/o
afecto? Una hipótesis es que le sirve para mantener el vínculo de apego con sus
abuelos que lo criaron hasta los 6 meses y con quienes pasa los fines de
semana, "hace cosas de la casa, ayuda con los arreglos y cuida los
pajaritos", es decir, se pone en el lugar de los mayores (véase "La
teoría de la bio-retroalimentación social como explicación de la regulación
afectiva del niño por parte de sus padres", reseña de Ariel Perea, en Aperturas
Psicoanalíticas, nº 17).
Ada Rosmaryn: Tus
propuestas acerca de la comprensión del vínculo parento-filial, ¿implican una
clínica en el psicoanálisis con niños sólo de sesiones vinculares?
Emilce Dio de
Bleichmar: El vínculo parento-filial puede considerarse tanto una unidad de
comprensión, de análisis, como de intervención, lo que no implica que siempre
se utilice el encuadre terapéutico vincular. Durante el proceso de evaluación
es imprescindible tener entrevistas vinculares para poder tener acceso a un
nivel de causalidad que ningún relato parental abarca. Luego, dependiendo del
caso puede trabajarse en sesiones vinculares o no, y pueden ser concomitantes
con el trabajo individual con el niño o con los padres por separado (para más
información sobre la técnica véase E. Dio Bleichmar, Manual de psicoterapia
de la relación padres e hijos, Buenos Aires, Paidós, 2005).
Ada Rosmaryn: ¿Qué
cosas tomaste de las escuelas clásicas para la construcción de tu postura
teórico-clínica?
Emilce Dio de
Bleichmar: Las escuelas clásicas forman parte del modelo, no como escuelas sino
como soluciones o explicaciones que cada una de ellas han aportado a los
problemas clínicos o psicopatológicos. ¿Cómo se ha explicado la depresión?
Siempre los fenómenos depresivos tienen que ver con la culpabilidad consciente
o inconsciente por el daño infligido al objeto, ¿o ésta es una de las tantas
dinámicas por las cuales el sí mismo se siente en falta? No obstante, la tesis
kleiniana es una causa de algunas depresiones culposas, pero un niño fóbico que
se limita en sus logros por la inhibición social que padece pero que ve sus
expectativas una y otra vez postergadas, puede comenzar a devaluar la
representación de sí mismo hasta llegar a la depresión. De modo que los
planteamientos de Kohut sobre el narcisismo herido, también tienen cabida. Y así
con cada uno de los autores para cada uno de los trastornos psíquicos.
Ada Rosmaryn: En
tu trabajo "Sexualidad y género: nuevas perspectivas en el psicoanálisis
contemporáneo", mencionás que las mujeres, "especializadas en los
temas del amor y los sentimientos, sin embargo sabemos poco de cómo regular
nuestras emociones". Y agregás que las investigaciones en neurociencia
hicieron importantes aportes en este tema. Agregás que afortunadamente el
psicoanálisis ha tomado en cuenta estos descubrimientos, y citás trabajos de
Hugo Bleichmar desde 1997 a 2002. ¿Podrías ampliar estos conceptos?
En el mismo trabajo sobre "Sexualidad y Género..." citás a Kohut,
quien considera que es la primacía del apoyo a la generación siguiente lo que
es normal y humano, y no el conflicto intergeneracional y los deseos de atacar
y destruir. Agrega que cuando estos deseos están presentes son producto de la
desintegración patológica del self y no una fase normal del desarrollo.
Sólo entonces, dice, a consecuencia de sus propias fallas, el padre (y supongo
que incluye a la madre también) reacciona con competitividad y seducción en vez
de hacerlo con orgullo y afecto. Recién entonces puede aparecer el complejo de
Edipo según lo describe Freud.
Estas ideas me
resultan sumamente atractivas porque se corroboran en mi práctica clínica. Y
mueven todo el cuerpo del psicoanálisis, al dejar de considerar al Edipo como
el complejo nodular de las neurosis. Es una postura audaz. ¿Qué podrías agregar
al respecto?
Emilce Dio de
Bleichmar: El aporte de Kohut sobre el mito de Ulises es central para entender
el desarrollo del niño desde un punto evolutivo normal y no patográfico como es
predominante en las teorías del desarrollo de todos los autores clásicos:
Abraham, Klein, Mahler, Melzer, Lacan, etc. En realidad el mito de Edipo se
formula sobre un niño que ha tenido un padre filicida y una madre que lo
abandona. No obstante, no sólo se recorta el mito en la figura de Edipo
desvinculándola de Layo y Yocasta, sino que se consideran la condición universal
evolutivamente normal. Los problemas de la infancia tienen diversas fuentes y
los trastornos del apego, del reconocimiento narcisista y de la regulación
emocional son dimensiones más poderosas y frecuentes que la culpa por el deseo
incestuoso y parricida de los niños. No obstante, la problemática edípica puede
llegar a ser dominante y/o articularse con trastornos de reconocimiento o de
regulación emocional, pero es necesario tener en cuenta la especificidad de
cada sistema, con sus ansiedades y mecanismos de defensa y autorregulación
específicos.
Las
investigaciones en neurociencia han demostrado que existen dos circuitos
cerebrales en el procesamiento de la información, uno de ellos llega a la
corteza prefrontal -donde se sostiene que se localizan los procesos conscientes
y de control de la conducta y de las emociones por el pensamiento, y otro
subcortical, a través del cual las emociones pueden descargarse por medio de la
motricidad -automatismos de comportamiento- y de los procesos fisiológicos, sin
control consciente. En realidad, las emociones son procesos fisiológicos que
adquieren reconocimiento psíquico. La ansiedad es una descarga de adrenalina en
el organismo con efectos variables en cada persona, que puede ser percibida o
no por el psiquismo.
La expresión
emocional es una de los valores por los cuales la feminidad se valora. Una
mujer "cariñosa y sonriente" es una excelente carta de presentación.
Siglos de caracterización dicotómica entre mujeres y hombres han desarrollado
un valor de control y racionalidad que parece ser privativo de la
"naturaleza masculina", ya que los "hombres no lloran". La
facilidad para la expresión emocional se cobra su precio y fácilmente se llega
al descontrol. Si a este factor le agregamos que el asunto principal de la vida
de las mujeres gira en torno a los sentimientos, la familia y la vida privada y
doméstica, el control emocional no es, ni una prioridad, ni un aprendizaje, ni
un valor. A lo que se agrega la diferencia sexual de la incidencia de las
hormonas en el eje hipotálamo-hipófisis-órganos periféricos. (Véase
"Nuevos conocimientos sobre la neurobiología de la adicción a las drogas
de Mariano de Iceta", Aperturas Psicoanalíticas, nº 19.)
Ezequiel A.
Jaroslavsky: ¿Me gustaría saber cuáles son los temas de tu interés e
investigación en la actualidad y cuáles son las problemáticas contemporáneas de
las que, como psicoanalista de vasta experiencia teórica y clínica, puedes
aportar?
Emilce Dio de
Bleichmar: Lo que me interesa fundamentalmente son los procesos de cambio,
cuáles son los procedimientos realmente terapéuticos con que contamos, si
siempre sirve el insight, si esto es lo que cambia especialmente a los
niños o son otros los procedimientos o las vías a través de las cuales se
producen las transformaciones.
Ezequiel A.
Jaroslavsky ¿Cómo piensas en la actualidad el tema de las fobias en la infancia
ya trabajado por vos en tu libro sobre temores y fobias hace algunos años y en
el cual ya planteabas una ampliación del campo clínico de las fobias con
respecto a lo planteado por Sigmund Freud con relación al caso Juanito y a la
histeria de angustia?
Emilce Dio de
Bleichmar: Con respecto a las fobias, el texto Temores y fobias. Condiciones
de génesis en la infancia efectivamente era una avanzada de lo que en la
actualidad hemos formulado en torno al enfoque modular-transformacional. Allí
ya planteaba una causalidad múltiple para un mismo fenómeno y trabajaba la
diferencia entre la fobia del pequeño Hans -problemática edípica- y las fobias
explicadas por Klein, que en realidad eran temores paranoides en el seno de la
relación temprana. A esto, hoy agregaría el carácter intersubjetivo de los
miedos, y que en esos casos es necesario investigar el componente del adulto en
la co-creación de estos temores, como parece también deducirse de los datos
obtenidos en torno a la Sra. Graf en el caso del pequeño Hans. (Véase el
capítulo sobre el sistema motivacional de la sensualidad/sexualidad, Manual
de psicoterapia de la relación entre padres e hijos, ob. cit.)
Ezequiel A.
Jaroslavsky: Como psicoanalista argentina residente en Madrid desde hace varios
años y habiendo vivido en Caracas anteriormente, ¿como pensás el desarrollo del
psicoanálisis en general y el psicoanálisis de niños en América Latina y en
Europa?
Emilce Dio de
Bleichmar: Con respecto al desarrollo del psicoanálisis de niños en general,
creo que el prefacio escrito en el Manual de psicoterapia de la relación
entre padres e hijos es una respuesta global en torno a esta inquietud:
"¿Está vivo
el psicoanálisis? Después de un siglo desde el descubrimiento del inconsciente,
el psicoanálisis ha experimentado un profundo cambio: principios mantenidos
como dogmas durante muchos años van siendo reemplazados. Lo central a remarcar
es que la transformación no resulta de la obra de un autor, no se trata ni de
Klein ni de los neokleinianos, ni de Lacan ni del psicoanálisis francés, ni de
los relacionistas de los Estados Unidos. Se trata de un cambio de paradigmas
que va generando una renovación de la forma de pensar y de procesar la información
clínica, y la teoría del desarrollo es uno de los pilares que viene siendo
conmovida desde los cimientos mismos.
El pensamiento que
ha prevalecido en las teorías sobre el desarrollo en psicoanálisis ha sido
guiado por principios patomórficos. Las fases de la líbido no se refieren sólo
a la progresión de la pulsión sino al origen de entidades psicopatológicas
definidas -lo anal y la neurosis obsesiva-, la progresión en la organización
psíquica durante el primer año de vida se concibe desde una óptica
psiquiátrica, Melanie Klein sostiene la etapa esquizo-paranoide y depresiva, y
Mahler, la autística y simbiótica. Y este tipo de pensamiento tiene una
explicación lógica, los psicoanalistas fueron los primeros que se animaron a
tratar a niños e infantes y que reconocían la depresión cuando la psiquiatría
desmentía su presencia en la infancia. Los psicoanalistas se veían acuciados
por problemas clínicos urgentes y leían el desarrollo desde la patología y la
reconstrucción de relatos de pacientes adultos, o sea desde una perspectiva
retrospectiva. Las investigaciones en psicología del desarrollo aportaron la
observación empírica y experimental del niño en contextos naturalistas de
interacción social, permitiendo en la actualidad poner en relación un infante
clínico con un infante observado, como subraya Daniel Stern, y asentar las
bases para una teoría evolutiva prospectiva, desde la normalidad de las
distintas dimensiones de la subjetividad.
Éste es uno de los
principios que guían este texto, partiendo de las propuestas clásicas del
psicoanálisis que provienen de contextos clínicos: poner a trabajar los
fundamentos en que descansan y confrontarlos con los hallazgos de los estudios
empíricos.
El estudio del
niño en desarrollo en contextos naturalistas condujo a no poder dejar de tener
en cuenta a los padres y adultos que hacen posible la vida humana, de modo que
las teorías fueron incorporando más y más una concepción relacional del
desarrollo humano poniendo de relieve a la intersubjetividad como la fuente y trama
básica de la subjetividad intrapsíquica. Por otra parte, los impresionantes
descubrimientos en neurociencia y la excitación creada por el avance en el
conocimiento del genoma humano parecieron en algún momento crear un potente
contrapeso a las corrientes constructivistas del desarrollo, lo que hizo
suponer que la parentalidad apenas importaba. No obstante, las investigaciones
actuales muestran al cerebro como operando de forma plástica y estando menos
constreñido por límites predeterminados de lo que se había pensado previamente.
La información en el cerebro es representada y procesada por sistemas
neurobiológicos que mantienen una interconexión funcional, basada más en las
exigencias de la experiencia que en estrictos esquemas genéticamente determinados.
La comprensión de
los fenómenos del desarrollo requiere conceptos relacionales o co-activos de la
causalidad en oposición a causas únicas que operan en un supuesto aislamiento.
El concepto llave es entender que lo que hace que el desarrollo suceda es la
relación entre dos componentes, y no la progresión de un componente en sí
mismo. Cuando se habla de co-acción como el corazón de la causalidad evolutiva,
lo que se quiere enfatizar es que necesitamos especificar alguna relación entre
al menos dos componentes del sistema en desarrollo (gen-gen, persona-persona,
organismo-organismo, organismo-ambiente, actividad-conducta motora). El
concepto usado más frecuentemente para designar la co-acción es el relativo a
la experiencia. De modo que los modelos de desarrollo se van complejizando, la
oposición natura-nurtura estalla en el campo mismo de la biología, y a
su vez, como ya lo planteaba Piaget, recurrir al concepto de vida social parece
inadmisible en psicología, 'la sociedad no es ni una cosa ni una causa, sino un
sistema de relaciones que el psicólogo debe analizar y distinguir separadamente
en sus efectos respectivos'.
Éste es otro
principio que guía nuestro trabajo, una reformulación del objeto de estudio:
del niño a la relación, de la búsqueda exclusiva de procesos de cambio en la
subjetividad del niño al intento de conseguir cambios en las capacidades de los
padres para la tarea de parentalización.
A su vez, el
principio de la modularidad ha dinamitado la idea de la existencia de un centro
integrador de la experiencia. El psiquismo humano depende de varios sistemas
que trabajan al unísono a través de muchos niveles de organización y no de un
único sistema, y a partir de este conocimiento se ha impuesto la necesidad en
el psicoanálisis de concebir sistemas dinámicos complejos, no lineales sino
paralelos en su desarrollo y operatividad. De modo que modelos que hacen su
centro en la líbido, la agresividad, el falo, el complejo de Edipo o la
separación/individuación, o sea en una sola línea de desarrollo, quedan
superados por sistemas más complejos y abarcativos de motivaciones y
estructuras múltiples que funcionan simultáneamente aunque con períodos de
dominancias y otros de desactivación.
El tercer
principio que guía nuestra concepción del desarrollo es una ampliación del
punto de vista económico en psicoanálisis, es decir, del campo dinámico de
fuerzas o motivos que organizan el psiquismo, para dar cabida a diversos
centros motivacionales -autoconservación, apego, sensual-sexual, narcisista,
regulación psicobiológica- que pueden entrar en conflicto y oposición entre
ellos o con los sistemas motivacionales del adulto, dando lugar a estructuras
psíquicas diversas y sufriendo una evolución y una transformación durante el
ciclo vital. La propuesta de que el psicoanálisis es la disciplina que estudia
las motivaciones estructuradas ha sido un impulsor de nuestro trabajo en el
diseño del enfoque modular-transformacional como cuerpo teórico-clínico.
Ante tal cambio de
paradigmas no podía ser que la técnica y la acción terapéutica no se vieran
profundamente conmovidas y transformadas. Técnica activa, participativa, que
hunde sus raíces en la escucha pero que propone formas múltiples de
intervención que no se reducen a la comprensión de un sentido oculto. Los
cuadros psicopatológicos agrupados en base a diagnósticos categoriales pasan a
ser deconstruidos para indagar en cada uno de ellos el estado del vínculo de
apego, el balance de la representación del sí mismo, los mecanismos de
regulación emocional, las formas de placer sensual/sexual, cuáles tienen
preeminencia, y porqué, han quedado desactivados. La acción transformadora
tiene que incorporar a los adultos, pieza clave en una concepción moderna del
desarrollo, en el punto específico de sus capacidades para tal función vital:
la parentalización. De modo que tendríamos que intentar abarcar, en algún
grado, el lugar que ocupa la maternidad y paternidad en sus vidas y diseñar
propuestas de trabajo para optimizar sus capacidades.
Nos guía un
profundo respeto por la tradición, por el conocimiento aquilatado, por lo que
el psicoanálisis ha permitido conocer de la mente humana, junto a la voluntad
de no ceder ni dejar de problematizarnos por las zonas oscuras, por propuestas
que se repiten sin demasiada reflexión ni interés en el diálogo y la
convergencia con disciplinas afines. Pensamos que esta dirección de la acción
teórico-clínica lejos de entrañar un peligro para el psicoanálisis es una forma
de mantenerlo vivo y al frente de la profundización del conocimiento. Y por
último y no menos importante, una vía de superación del eterno obstáculo que ha
regado de tinta la literatura psicoanalítica y dado argumentos para todo tipo
de cuestionamientos y críticas por antagonistas o desconocedores de la bondad
de nuestro instrumento, me refiero a la disociación entre teoría y práctica.
Disociación que la conozco no sólo por hacerme eco de las críticas sino por
haberla vivido en mi experiencia como psicoanalista. Una situación que siempre
viene a mi mente y que repito en mi enseñanza es que ya no me ocurre que tengo
un doble discurso, uno entre colegas y otro con los padres de los niños, que
subjetivamente me sienta distinta ejerciendo mi labor e interpretando que
hablando con los padres de lo que sienten con sus hijos, que no pueda compartir
con los colegas o con los padres lo que pienso y digo en el contexto de una
sesión, siempre que ello no lesione la confidencialidad del vínculo con el
niño.
Creo que la
escritura de este texto es un vívido ejemplo de un intento de pensar, trabajar
y enseñar con menor grado de disociación".
* Realizado el 6
de agosto de 2005 en el contexto de las XXIV Jornadas "Teoría y clínica
psicoanalítica. Vigencia y Transformaciones", organizadas por el Área de
Niños y Adolescentes de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para
Graduados.
bleichmar@aperturas.org
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