ASOCIACIÓN ESCUELA ARGENTINA DE PSICOTERAPIA PARA GRADUADOS

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Revista "Psicoanálisis: ayer y hoy"- Nº2

 

13 VARIACIONES SOBRE CLÍNICA PSICOANALÍTICA

Ana Berezin (Coord.) Prólogo y Autores: Eduardo Müller, Ana Berezin, Gloria 
Abadi, Delly Beller, Irene Chelger, Mercedes Cicalesi, Fabio Cohen, Lila Feldman, Diego González Castañón, Daniel Slucki, Irene Spivacow, Graciela Szyber, Susana Toporosi, Mariana Wikinski.
Buenos Aires, Siglo XXI Editores Argentina, 2003

 

Elsa Susana Cartolano de Mandet

 

La lectura de este libro me llevó a pensar en sucesos: sucesos de la vida profesional, de la vida hospitalaria o de las instituciones, sucesos de la vida del país. El libro no sólo recorre sucesos, como un fondo común que los argentinos hemos atravesado en las últimas décadas, sino también filiaciones, una genealogía de las ideas que ya se anticipa en la dedicatoria de la primera página:  "A aquellos con quienes hemos aprendido...", y así se tiende una red de nombres entrañables al texto y que reconocemos cercanos y singulares en el pensamiento psicoanalítico argentino: Silvia Bleichmar, Luis Hornstein, Luis Kancyper, Marilú Pelento, quienes, como otros, junto a diversas pertenencias institucionales mantienen viva una independencia de pensamiento. El libro constituye también un documento de la historia de las transmisiones. "A aquellos con quienes hemos aprendido..." nos indica a nosotros, los lectores, el itinerario de una deuda a una generación de pensadores que con su producción teórica marcaron una posición con relación al psicoanálisis y su práctica clínica. Aulagnier, Dolto, Kaës, Masud Khan, Laplanche, Nasio, Mannoni, Pontalis. Se advierte también en el libro la presencia de analistas y autores argentinos citados en las bibliografías, todos ellos trabajadores del campo psicoanalítico de hoy y provenientes de diversas instituciones y corrientes teóricas del psicoanálisis. Es una presencia generosa, multidisciplinaria, pluralista, que permite recorrer el libro en un estado de libertad. Solo quiero señalar una de estas presencias que, en mi opinión, subtiende todos los recorridos. Me refiero al pensamiento de Piera Aulagnier, que adquiere en este libro una fuerza y vitalidad renovada. Con escasas citas –las suficientes– los autores nos permiten llevar a cabo un trabajo de lectura donde en cada texto es posible descubrir las derivaciones teóricas y clínicas a las que la potencialidad creativa del pensamiento de Piera Aulagnier hace posible desarrollar.

Finalmente, la dedicatoria constituye también un reconocimiento a los protagonistas de estas 13 variaciones, los pacientes, con sus nombres ficticios y sus historias de "ficción" -como señala Eduardo Müller al comienzo-, ficción que no retacea el impacto de una realidad que nos permite reconocer rápidamente las huellas de nuestra historia. "A mis pacientes –decía Winnicott en la primera página de uno de sus libros-, de quienes tanto he aprendido". 

 

No sólo de analistas está tejida la urdimbre de este libro. También novelistas, poetas, filósofos, historiadores y sociólogos "se citan" en estas páginas. Cualidad que otorga al texto una interesante textura a la vez que elude tecnicismos y recupera singularidad. Este atravesamiento disciplinario produce un efecto, un modo de pensar el padecimiento psíquico en un sujeto que forma parte de una red social, cultural e histórica. Sin embargo, los fundamentos de nuestra disciplina están aquí presentes, es más, son sometidos a un profundo análisis de parte de cada uno de los autores en relación con la temática tratada. El libro parece ser entonces una puesta en acto de resistencia al dogma y a límites impuestos al conocimiento.

Podríamos agregar que el "escribir compartido" agrega un plus, poniendo de manifiesto el efecto que la operación psicoanálisis-escritura agrega al ejercicio de pensar. 

Tenemos aquí un conjunto de autores con algo en común, como señala Ana Berezin en la Introducción. Muchos de ellos, casi todos, son miembros de alguna institución pública, de modo que en su escritura se advierte una marca particular: saben de márgenes y fronteras. Se evidencia entonces un modo de escuchar, de mirar, de acompañar. No se trata sólo de la búsqueda del deseo inconsciente o del significante, sino también de una experiencia en su conjunto, histórica y vivencial.

 

Reseñaré algunos de los temas presentes en este libro agrupándolos bajo los siguientes títulos: 

 

Duelo y herencia 

Gloria Abadi relata cómo una tragedia familiar devendrá en duelo y se pregunta si la tramitación de ese duelo arrasará o no con la pareja que debe cargar con el peso y el trabajo de la memoria. Pero Gloria Abadi comunica qué escucha, qué piensa, con qué asocia, conjetura acerca de lo perdido, se deja impactar por el progresivo distanciamiento de la pareja. Está allí, qué duda cabe, violentada y participante de la escena. Está allí con su contratransferencia; sin embargo, el término no viene a suplir la descripción de su experiencia. Se pregunta si su mirada pertenece a "lo exterior" o si, por el contrario, la construcción de un relato conjunto diluye esa diferencia permitiendo un saber hasta el momento ignorado.

 

De algún modo, el texto de Delly Beller parece continuar las preguntas de Gloria, pero ahora los interrogantes recaen sobre el tema de la herencia que, como sabemos, bastante tiene que ver con el duelo. ¿Qué se recibe con lo que se hereda?, se pregunta la autora, bordeando la idea de la herencia y el nombre. "Solo no eres nadie -cita a Brecht-. Es preciso que otro te nombre". Y con esta pregunta instala la idea que ella toma de Kreszes acerca de la paradoja en el lazo filiatorio (continuidad-discontinuidad) y la apuesta subjetiva que la tensión entre ambos implica.

 

Otro grupo bajo un título imaginado: Terror político-Políticas del terror (trauma psíquico y duelo). A partir de su trabajo con sobrevivientes del Holocausto, Ana Berezin remarca: "No [voy a] redundar sobre saberes que ustedes seguramente ya poseen. Les voy a hablar de algunas cosas que yo aprendí en todas estas tareas que fui realizando. Lo primero es que un terapeuta tiene que ocupar el lugar del oteador o vigía", aludiendo a aquellos que en los vagones de transporte, camino al campo de exterminio, sabían relatar con acierto la existencia de un mundo verdadero, abriendo puentes –como ella dice- "entre quien sufrió el trauma y otros mundos posibles". La figura del "buen vigía" es una buena propuesta para figurarse una intervención clínica de esta naturaleza.

Implicación en el modo de transmitir, implicación en la experiencia terapéutica. 

Implicación, quiero decir, en la convicción de la existencia de "otros mundos posibles".

 

"Una clínica de la externación". "¿Usted anota para salir del hospital? Porque yo quiero vivir afuera", ésta es la pregunta aparentemente "desafectada" que un interno le "dispara" a la psicóloga.

Bajo este título se despliega un trabajo de investigación acerca de un programa de externación asistida. Mercedes Cicalesi conjuga aquí una rigurosidad metodológica con aquellos interrogantes que recuerdan la condición desubjetivante de los internados en instituciones manicomiales. Nuevamente la figura del "buen vigía" parece posible.

 

Violencia de la ausencia y violencias diagnósticas

En su texto, Fabio Cohen se detiene en un punto: allí donde la violencia se manifiesta de un modo brutal en un joven de 15 años, el analista encuentra un adolescente desprotegido y aterrorizado, con varios tratamientos a cuestas y un diagnóstico neurológico. Comienza su trabajo casi en forma paralela a un fino desciframiento de las sensaciones y los afectos que también iban sucediendo en él, a la vez que compartía estas impresiones con su paciente. La apuesta tuvo que ver con ligaduras y representaciones. Al final del texto Fabio Cohen dice que Andrés, su paciente, "no [...] quiere contar lo que piensa, queda en silencio. Vos me ayudás, pero tengo miedo, miedo de no permitirme la salida de mi propia cárcel". Silencio, no ausencia. Silencio de a dos. Silencio estructurante.

 

"El trabajo con esta paciente se ha caracterizado por estar en disponibilidad permanente, incluido un intenso trabajo interpretativo como parte importante de ese estar disponible", así se presenta Irene Chelger como analista de una adolescente a quien llama Judy, en homenaje a Masud Khan y su paciente. 

Disponibilidad para la transferencia y la producción de sueños en la pareja analítica, relatando una experiencia clínica cuyos momentos de apertura y cierre, podríamos decir, transcurre en la mente de ambas en un "espacio onírico" y en la disponibilidad de la analista para soñar sueños para su paciente. "Es una verdad –aclara Irene Chelger, refiriéndose a la reconstrucción de la historia de Judy–,no es la verdad definitiva". Seguramente no. No hay verdad definitiva porque los deseos y los sueños crean sus propias verdades. Y me parece que esta idea se refleja en la cita que la autora toma de Masud Khan, quien a la vez la toma de "Ítaca", de Cavally. Transcribo la cita: "Lestrigonianos, cíclopes / el salvaje Poseidón, jamás te encontrarás con ellos / a menos que los traigas en tu alma / a menos que tu alma los ponga ante ti".

 

"¿Vos vas a hacerme un hijo?", pregunta Mauro, de 15 años, en los inicios de su internación y en su primer encuentro con la terapeuta. Casi podríamos tomar esta pregunta que Lila Feldman transcribe, como indicador del penoso trayecto identificatorio que su paciente ha tenido que atravesar, en consonancia con una realidad impuesta por el deseo materno. Lila Feldman describe con minuciosa precisión los avatares impuestos tempranamente a Mauro cuando éste era aún un niño y la deconstrucción que ella realiza como analista sobre el discurso materno materializado en la construcción de su delirio. 

Lila Feldman relata su apuesta a un cambio de posición en Mauro, convocando al padre a ejercer una función hasta el momento ausente. La autora toma fuertemente en consideración las teorías de Aulagnier para dar cuenta de las vicisitudes de este análisis y encontrar en sus formulaciones distintos niveles explicativos de la dinámica psíquica de esta familia. 

 

Horacio es un niño con discapacidad mental. Diego González Castañón presenta el caso con el mito de Narciso y Eco. Y también, con una bellísima estrofa inicial donde se pondera el valor del silencio. A lo cual sigue un breve "decálogo" de mandatos silenciados que supuestamente todo niño con discapacidad mental debe conocer. Como en otros autores, la interrogación de Diego González comienza por sí mismo: ¿En qué serie los padres pretendían incluirlo? ¿Cómo digirir un tratamiento y, a la vez, sortear todo tipo de imposición o coerción que pudiera acentuar en el paciente el sentimiento de sentirse sojuzgado? En la búsqueda de estilos de intervenciones, él construye un vínculo, y aquí señala algo interesante. Diego González dice:"Al hablar de lo que siento, hago con palabras que seamos dos, no uno; las posibilidades de alineación disminuyen, sin desaparecer". En su relato se revelan sus detenimientos, aquello que para el autor constituyen indicadores, por ejemplo, de la construcción de algún proceso de pensamiento, en este caso algo relativo a lo público y lo privado. Es muy sutil el modo en que Diego González detecta y favorece el desarrollo de estos procesos. 

 

Graciela Szyber trae dos relatos clínicos que bordean la temática del padre en su relación con la violencia y el maltrato infantil. 

Del texto de Graciela Szyber y sus citas se puede inferir el trabajo de la memoria que se ha puesto en juego en el espacio terapéutico, un trabajo destinado a recuperar algo propio de la niñez que ha sido arrebatado por la violencia parental.

 

De orígenes y de exilios 

A la búsqueda de "un lugar en el mundo", Daniel Slucki trabaja con una adolescente que ha sufrido duelos, pérdidas, migraciones, separaciones. Alguna "tibia escena" en medio de diluidos recuerdos, desarraigada ella de sus orígenes y de su cuerpo. Nuevamente tiene relevancia en este texto la apuesta al trabajo de la transferencia. 

 

En este tema se inscribe también el trabajo analítico que Irene Spivacow realiza entre un niño y su madre, y el padecimiento de ambos a partir de los efectos de una de esas migraciones tan frecuentes entre países vecinos, motivadas en general por la búsqueda de trabajo o de mejores condiciones de vida. La autora relata la vivencia de extrañeza que madre e hijo transmiten a la analista; extrañeza que ella misma padece al verse enfrentada a la dificultad de armar una "trama simbólica de sostén" cuando la pérdida de los lugares, los orígenes y los afectos alteran las referencias identificatorias y los lazos de las genealogías.

 

Ser o enloquecer en los estados de catástrofes

La catástrofe social también está presente en este libro a través de las reflexiones que suscitan en la autora la represión de Estado, la guerra de Malvinas y el atentado a la AMIA. Susana Toporosi se pregunta por la especificidad de estos duelos. Vincula aquí la idea de un "discurso social amordazado" que tuvo vigencia en el contexto de la guerra de Malvinas donde muchos adolescentes se suicidaron ante la inexistencia de Otro que pudiera recubrir los efectos del sin sentido del ideal tanático de la guerra. "¿Por qué nadie nos preguntó por nosotros?", se plantean los ex combatientes. "Las preguntas son siempre las mismas: ¿Les llegaron los chocolates y los cigarrillos; ¿hacía frío?; ¿mataste a alguien?" Situaciones que dejan en evidencia una sociedad que fracasa en la formulación de sus interrogantes. 

Finaliza con la advertencia de que "el peso de las representaciones ligadas a las circunstancias de catástrofes sociales constituye un polo de atracción constante que podrá saturar rápidamente de sentido el material clínico [...]". 

 

Mariana Wikinski coloca el acento en una "catástrofe" que, finalmente, ya no es sólo social sino que también alude a aquellas vivencias de derrumbe psíquico que amenazan desde silenciosas situaciones familiares ligadas a pretéritos mandatos, fragmentos de la historia infantil, activados por alguna situación de la realidad actual. Pero aquí la autora nos advierte sobre un factor esencial, y es el posicionamiento de su paciente, en el caso que ella relata, frente al sufrimiento que le traía la convivencia familiar y el desafío que, de forma general, trae para el analista la consideración de la "realidad" del paciente.

 

Finalmente podríamos afirmar que en este libro cada autor acerca al lector su singular tramitación de una experiencia clínica, inmersa también en los sucesos que como argentinos nos acontecen.

 

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