ASOCIACIÓN
ESCUELA ARGENTINA DE PSICOTERAPIA PARA GRADUADOS
Revista "Psicoanálisis: ayer y hoy"- Nº1
Entrevista
a la doctora Piera Aulagnier*
por María Cristina
Rother de Hornstein y Luis Córdoba
Con la participación de:
Hugo Bianchi
Ezequiel A. Jaroslavsky
Alfredo Maladesky
Susana Taszma
Graciela Bianchi
A lo
largo de toda su obra, usted privilegia la teoría sobre el yo y el pensamiento.
Sin duda existen diferencias entre su "je", el moi
freudiano, el yo de la Ego-Psycology y el yo (moi); concebido
como esa instancia imaginaria, un señuelo condenado al desconocimiento según lo
conceptualiza la teoría lacaniana.
Piera Aulagnier:
Es evidente que tengo que ser muy breve y no retomar las teorías de los
distintos autores que contribuirían a responder su pregunta. La teoría del
"moi" freudiano, sólo puede comprenderse partiendo de lo que
Freud toma como origen del moi; es decir el yo-ello
indiferenciado del cual poco a poco se diferencia el yo con las diferentes
funciones que le atribuye a la parte consciente del yo. Diría que, desde el
punto de vista "ontogenético", para Freud hay una matriz del yo que
existe desde el comienzo de la vida psíquica.
Lo que yo entiendo por "je"**,
habiendo elegido el término "je" en lugar de "moi",
es una instancia que tiene una relación directa con el discurso materno; a
través del cual la madre anticipa a ese niño que va a nacer. No sólo lo
anticipa, sino que lo preinviste durante la espera. De ahí que yo insista, pues
si no se comprendería muy mal lo que voy a decir, en que esta relación que
describo entre los primeros enunciados del discurso materno que tienen carácter
identificante, o sea que son promotores de identificación, y que promueven el
advenimiento del yo en la escena psíquica, no suponen en absoluto pasividad por
parte de ese sujeto que adviene. Por lo tanto, el yo no es una instancia que a
lo largo de su existencia, ni desde su primera infancia, sea pasivamente una
instancia hablada por el discurso del "Otro", para retomar una
expresión lacaniana.
La madre descubre que a partir de las referencias
identificatorias que ella da al niño y que le permiten al yo advenir ya no está
sola para decidir el lugar en donde la ubica el hijo en la relación que los
vincula. Esto es importante no olvidarlo para evitar pensar al yo como esa
instancia pasiva que resulta totalmente modelada por el discurso del
"Otro".
En cuanto al yo de la "Ego-Psychology",
se sostiene en relación con un modelo pragmático del funcionamiento del sujeto,
y con la idea de una energía neutra, de la que dispondría el yo, que pienso que
es insostenible.
Con relación al "moi" lacaniano, el
reproche que yo le haría a la teoría es el postulado según el cual "todo
discurso es señuelo" (leurre). ¿Dónde ubica al sujeto que enuncia
esta teoría? Si todo discurso es señuelo, la teoría que así lo enuncia es
también un señuelo. Por otra parte creo que existe un modo de usar los aportes
de Lacan que termina descalificando toda posibilidad de tener una cierta relación
con la verdad. Una cosa es decir que no habrá jamás una verdad definitiva y que
toda verdad no es más que un momento en una búsqueda; otra cosa es pretender
que toda verdad no es siempre más que un error, que será sustituida por otro
error, y así en una repetición sin fin. Un postulado tal, sólo se sostiene
paradójicamente, instituyendo primero la teoría que enuncia eso, con lo cual se
transforma la teoría en una serie de certezas constitutivas de un dogma que
permanecería eternamente igual, pudiendo llevar al sujeto a ese asesinato del
pensamiento perpetrado por su alienación al dogma inmutable e intocable. Para
mí, la base de todo pensamiento teórico valedero es pensar la teoría como un
momento del conocimiento, que permite ir hacia otro momento.
En relación con lo anterior, usted dice que el "je",
para poder sostenerse, requiere de un relato que le cuente ese antes de su
existencia, y hace referencia a un "yo-morfismo". ¿Nos podría aclarar
ese concepto?
Piera Aulagnier:
Me refiero al "yo-morfismo", en toda teoría que trate de lo humano.
Quiero decir que cuando pensamos el espacio fuera del "je", el
ello por ejemplo, no hacemos más que, como lo hizo Freud, tratar de pensar qué
afectos siente o sentiría el yo en cuanto a lo que se juega en el ello. Quiero
decir que el yo le sirve al ello como su único decodificador. No podemos
prescindir de él. "Yo-morfismo", puesto que el yo es el único que
puede pensar los conceptos de placer y sufrimiento, y sólo mediante esas
experiencias objetivas puede conocer y nombrar las consecuencias afectivas de
su encuentro consigo mismo, con su cuerpo, con el otro y con la realidad. Lo
mismo ocurre cuando pensamos el fenómeno humano, sólo podemos pensarlo a partir
parámetros relacionales.
Cuando pensamos al infans, tratamos de imaginar
los movimientos inconscientes, las representaciones pulsionales más primitivas,
más arcaicas de ese psiquismo; tratamos de decodificarlos interrogándonos
acerca de las reacciones que provocan en el entorno familiar y más específicamente
en la madre. Hubo un intento de pensarlo de otro modo, Lacan trató de
matematizarlo, sólo que hacer esto es salirse del campo clínico, es transformar
la teoría psicoanalítica en una especie de teoría metafísica, que se denominará
como tal o no, pero que de algún modo sale del campo del análisis, que es el
campo clínico, el campo de los afectos, el campo relacional. Con esto no quiero
decir que toda tentativa de matematización de la teoría psicoanalítica no pueda
tener algún valor, pero en ese caso no se trataría de una teoría acerca del
psiquismo, sería una teoría sobre una metafísica de la clínica.
A lo largo de toda su obra, usted desarrolla cada vez
con más profundidad el proceso identificatorio, proceso que se desarrolla en
tres tiempos: un primer tiempo hablado por la madre que va desde el infans
al niño, un segundo tiempo que concluye con la asunción por parte del "je"
de una posición simbólica, y un tercer tiempo que llama "efecto de
encuentro". En Freud, la conceptualización de la identificación hace
referencia a tres tipos de identificación: primaria, narcisista e histérica.
Lacan desarrolla los tres registros: imaginario, simbólico y real. ¿Cuál sería
para usted la articulación posible entre las tres teorías en lo que al proceso
identificatorio se refiere?
Piera Aulagnier:
Volver a hablar sobre las identificaciones histérica, primaria y narcisista,
implicaría retomar toda la teoría freudiana. Con relación a lo que podría ser
el registro de las identificaciones imaginarias y de las simbólicas, puedo
referirme primero a lo que escribí en La violencia de la interpretación,
tratando de separar lo que es del registro de lo imaginario y lo que es del
registro de lo simbólico en la identificación, y sobre todo a lo que escribí
después tratando de mostrar que en la neurosis el conflicto va a darse entre el
yo y sus ideales. Conflicto que no pone en peligro los referentes simbólicos,
lo que llamé "puntos de certeza", mientras que en el registro de la
psicosis es en el nivel de las dos caras del yo donde se ubica el conflicto.
Efectivamente, el psicótico sólo puede sostenerse en lo que llamé "puntos
de permanencia" en su registro identificatorio, solamente si alguien del
exterior le sirve de prótesis. Si ese alguien del exterior de repente le reenvía
a un enunciado identificatorio que no puede ocupar, seguramente se pondrán de
manifiesto trastornos psicóticos.
¿Se produciría lo que usted llama "efecto de
develamiento"?
Piera Aulagnier:
En El aprendiz de historiador y el maestro-brujo, me refería al develamiento,
no como el develamiento de una pulsión desconocida por el sujeto. En la
psicosis sería el develamiento de una catástrofe identificatoria que ya tuvo
lugar.
El efecto de develamiento es estar enfrentado a una
situación que le devela de manera desconocida y a veces traumática algo que no
conocía del propio deseo. Este fenómeno se encuentra con frecuencia en la
perversión. El sujeto se encuentra enfrentado a una situación que no provocó ni
es fruto de una búsqueda, pero que le devela lo que no sabía de su propio
deseo. Acercándonos un poco al campo clínico, recuerdo a un sujeto que había
sido hospitalizado, había tenido un momento depresivo, pero no está ahí la
cuestión. El sujeto era español, se había casado y tenía dos hijos; todo había
marchado sin el menor problema hasta los 30 años. Trabajaba como jardinero en
los jardines del Trocadero. Un día dos mujeres jóvenes le preguntaron dónde
estaban los baños; eran extranjeras. Él les explicó, y ellas se dirigieron
hacia el lugar. Él las siguió de buena fe, para asegurarse de que habían
comprendido la explicación. De hecho, ellas no habían entendido y se habían
puesto a orinar entre unos árboles. Él se encontró de repente con esas dos
mujeres que orinaban en público y se mataban de la risa. Se desencadenó de
manera absolutamente brusca e imprevista un comportamiento voyeurista que tuvo
repercusión desde el punto de vista legal, y es la razón por la cual yo lo
conocí. No es el único ejemplo. Freud, en "El hombre de las ratas",
habla del horror ante un goce desconocido por él. Pero creo que en ese caso se
trata de un efecto de fascinación, casi en el sentido de fijación de una
pulsión que hasta ahí había estado perfectamente gobernada por el sujeto.
En El aprendiz de historiador..., usted se
refiere a las entrevistas preliminares, diferenciando la actitud que el
analista debe tener con el paciente neurótico de la que debe tener en el
abordaje de los pacientes psicóticos. En la neurosis, el analista favorece en
el analizando la reactualización de sus conflictos infantiles. En la psicosis,
usted dice que la apertura se dirige a la exigencia inversa. Hacer sensible al
sujeto a lo que dentro de esta relación no se repite, lo diferente que ella
ofrece, lo no experimentado todavía. ¿Podría comentar esta propuesta?
Piera Aulagnier:
Creo que de manera caricaturesca se puede decir que el neurótico,
efectivamente, por medio de la transferencia y gracias a ella, va a establecer
con nosotros una relación que no es la repetición de lo que vivió en la
infancia pero sí está muy próxima al esquema de lo que vivió en la infancia,
gracias a lo cual podrá, si todo va bien, reencontrar un cierto número de
representaciones, de significaciones, de pensamientos que, en efecto, habían
formado parte de su funcionamiento infantil, pero que había reprimido y había
tratado de olvidar. Simplificando, en la neurosis se trata de hacer que el
sujeto reencuentre algo, un capital psíquico, que es el suyo.
En la psicosis se trata de permitir que el psicótico
encuentre un cierto número de afectos cuyas representaciones fueron prohibidas
en el mismo momento en que pudieron fugitivamente aparecer. Quiero decir que se
trata de hacerle revivir lo que no pudo vivir. Esto es lo que marcaría la
diferencia.
Yo diría que en el neurótico se trata de reencontrar
una historia que había construido en su infancia y permitirle modificarla. En
la psicosis se trata de construir por primera vez ciertos blancos que habían
existido en su historia.
En una de las conferencias que usted dio en 1982, se
refirió a situaciones que se viven fundamentalmente en el análisis de
psicóticos como momentos de soledad absoluta, de vacío, que muestran el efecto
de esa ausencia de representaciones que podrían llevar a un desinvestimiento
total, a una amputación que concierne al cuerpo, al pensamiento, al afecto;
momentos frente a los cuales más que una interpretación, es necesario
proponerle al paciente "figuraciones". ¿Tendría esto que ver con la
referencia que usted hacía anteriormente?
Piera Aulagnier:
En cierta forma, porque lo que yo llamo "lenguaje figurativo" es la
posibilidad que debe tener el analista de hablar sirviéndose de imágenes de
cosas corporales y poniéndolas en palabras, ya que lo que trato de subrayar es
que uno de los problemas con los que se encontró el psicótico siendo niño fue
no haber podido transformar en un fantasma ciertas representaciones acompañadas
de las primeras reacciones afectivas, transformación que le hubiera permitido
ligar esos afectos con el deseo del otro, es decir que le hubieran permitido apelar
a una causalidad de deseo, pudiendo así, por un lado, asumir el fantasma y, por
el otro, operar ese trabajo de elaboración necesario para el funcionamiento
psíquico. Entonces, cuando esta transición no es posible, el único recurso que
le queda al psicótico es recurrir a la única representación que puede
conservar, que es la más próxima al proceso originario. No es lo originario
porque nadie puede quedarse ahí, es lo que está más próximo, y por eso forma
parte de lo indecible, de lo que no puede ser puesto en palabras. Por eso creo
que, en estos casos, el papel del analista será el de permitirle al sujeto
poner en palabras lo que no fue dicho.
En El aprendiz de historiador..., usted nos
habla de sus "cuestiones fundamentales" como aquellas propias de cada
analista que singularizan la relación con la teoría y la clínica, y se refiere
a dos: 1) la del yo como constructor historiador que jamás descansa, y 2) la
búsqueda permanente del yo de causalidades de deseo o interpretadas y
causalidades demostradas o del conjunto. Usted agrega que, en la neurosis,
ambas se alternan permanentemente, dando movilidad al proceso identificatorio,
no siendo así en la psicosis.
Piera Aulagnier:
Sí, lo propio del neurótico es poder separar; es decir, el neurótico no sale de
la causalidad demostrada, la causalidad cultural, o la causalidad compartida
por el consenso. El problema sólo radica en ciertos sectores del registro del
afecto, y no entre la causalidad cultural y la suya propia; el problema estaría
entre la causalidad a la cual se refiere su deseo, la causalidad a la cual se
refiere el deseo de otro yo, y su imposibilidad de encontrar algún tipo de
compromiso, o la imposibilidad de aceptar el conflicto, la imposibilidad de
aceptar perder tal objeto para investir otro. Pero hay en el neurótico una
alianza entre estos dos principios y la posibilidad de recurrir
alternativamente a uno o a otro y de servirse de ellos casi como una especie de
defensa. Cuando una causalidad corre el riesgo de volverse muy conflictiva,
existe la posibilidad de contar con la otra. En la psicosis es diferente porque
hay, la mayoría de las veces, una especie de antinomia entre las dos
causalidades. Si se recurre a la causalidad demostrada, ésta se transforma en
una especie de causalidad fría, la causalidad del puro azar, en la cual el
deseo no ocupa ningún lugar; en tanto que en el registro de la causalidad
interpretada, la causalidad de deseo enfrenta al sujeto al lugar que ocupa en
él la interpretación fantasmática y, por eso mismo, a la imposibilidad de poder
compartir esa causalidad interpretada, que no debemos olvidar que en este caso
se trata de una construcción delirante, de ahí la imposibilidad de poder
compartirla con otros, de hacer de eso algo comunicable, compartible, que pueda
sostener una relación. Por el contrario, la referencia a esta causalidad va a
provocar una ruptura relacional.
Parafraseando a Freud, usted habla de los dos
principios del funcionamiento del proceso identificatorio, el de permanencia y
el de cambio, ambos necesarios para que los diferentes tiempos sean posibles.
Exigir al yo que nada cambie o que todo cambie, sea que esta exigencia provenga
del discurso parental o del social, ¿sería un exceso de violencia facilitador
de patología?
Piera Aulagnier:
Y de una patología grave. Sí, porque son dos mandatos que el yo, aunque
quisiera, no puede seguir. Hay mandatos violentos que, aunque sea el precio de
un cierto número de defensas neuróticas, perversas o psicóticas, el yo puede
asumir. Ningún sujeto puede hacer que nada cambie en las modificaciones que el
tiempo le impone a sí mismo y al objeto de su deseo. Y nada puede permitirle al
sujeto que todo cambie, es decir que haya un corte, que quede fuera del tiempo,
fuera de la historia, fuera de todo lo que es su capital mnésico. Ambos
mandatos son imposibles de asumir. No es lo difícil, no es el exceso, es lo
imposible.
En "Condenado a investir", usted dice que,
ante un exceso de sufrimiento, el yo tiene tres salidas posibles: 1) la huida; 2)
el desinvestimiento, que sería el triunfo de la pulsión de muerte, lo que
conduce a un sentimiento de vacío, a una nada, a un deseo de no deseo; o bien,
3) apelar al mecanismo de desinvestidura para encontrar una causalidad que le
permita al yo seguir invistiendo. ¿Podría aclararnos un poco más esta última
salida?
Piera Aulagnier:
Lo que trataba de decir es que la experiencia de sufrimiento es inevitable. Es
lo que obliga al sujeto a reconocer toda la distancia existente entre su
representación fantasmática de la realidad y lo que la realidad es.
Cuando hablamos de sufrimiento nos referimos al
componente psíquico del sufrimiento, ya sea que se trate del sufrimiento
somático o del psíquico.
Lo que hay que plantearse es que no hay que dejar que
el sufrimiento llegue a un límite tal que obligue al yo a una desinvestidura de
una función o de un objeto vital para su vida psíquica. Para tomar un ejemplo,
se puede sufrir porque un ser que amamos nos abandona. En la mayoría de los
casos tendrá lugar un trabajo de duelo, gracias al cual el sujeto tratará de
recuperar la libido a la espera de un nuevo objeto al cual poder investir. Pero
hay objetos que no son sustituibles, un niño no puede vivir si no conserva, de
alguna manera, una investidura con el objeto materno o con un sustituto del
mismo. Un sujeto no puede vivir si no conserva un mínimo de investidura en
relación con su cuerpo. Si se desinviste totalmente lo somático, sobrevendrá la
muerte tarde o temprano. Del mismo modo, en ciertas condiciones, todo sujeto
está obligado, para que el psiquismo pueda seguir funcionando, a conservar, a
poseer, a asegurarse un cierto número de investiduras externas y un cierto quantum
de investiduras en relación con su espacio somático. Entonces es necesario que,
fuera cual fuere el sufrimiento que provocan aquellos objetos externos
necesarios para la vida o el sufrimiento de origen somático, no puedan pasar el
umbral que llevarían al sujeto a un desinvestimiento que dejaría el camino
libre para la pulsión de muerte. Creo que cuando el yo está en esa situación
tratará de recuperarse, protegerse, mediante una búsqueda en el registro causal
que le permita oponerse a ese movimiento de desinvestidura. Esto es lo que
trataba de decir en "Condenado a investir".
En ese mismo artículo, usted retoma el registro
pulsional y enfatiza que, mientras el sufrimiento se mantenga dentro de ciertos
límites, su presencia es más predominio de Eros que de Tánatos. Especifica a
Tánatos como el deseo de no deseo y la muerte del pensamiento. Sabemos que éste
es un concepto muy controvertido, y aun aquellos psicoanalistas que lo aceptan
al utilizarlo en la clínica, lo hacen en sentido metafórico. Por el contrario,
es evidente que para usted el concepto de pulsión de muerte es algo clínico.
Piera Aulagnier:
¡Ah, sí! Yo no creo para nada que la pulsión de muerte pueda ser tratada como
una metáfora. Uno de los conceptos centrales de Freud es el de conflicto
psíquico y pienso que ese conflicto tiene su origen en las primeras antinomias
en las cuales las metas de Eros y de Tánatos se oponen.
La primera actividad del aparato psíquico será la de
tratar de encontrar una posibilidad para que estas dos pulsiones y estas dos
metas interjueguen; pero la antinomia perdurará siempre. No creo de ninguna
manera que se pueda tratar a la pulsión de muerte como una especulación, o como
una metáfora, o como un concepto metafísico.
En la conferencia que usted dio el otro día en la
Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), decía que todas las informaciones
que se dan en el registro del cuerpo tienen representación en la psique, siendo
estas representaciones que vuelven sobre el cuerpo visible las que van a ser
decodificadas por los otros.
Piera Aulagnier:
Sí, me refería a que toda excitación o exceso de excitación sobre el soma, va a
abrir una brecha en la psique, dando lugar a lo que Freud llamó
"representaciones pulsionales" y a lo que yo llamo
"pictograma", si nos ubicamos en el lugar del infans. Es ante
esta representación que va a reaccionar el afecto, ella es la causa del afecto,
dando lugar a determinado número de expresiones visibles: el grito, el
movimiento de un bebé que tiene una, dos, tres horas de vida, un día, una
semana... Estas expresiones corporales son las que la madre va a decodificar
según su propio código, y la consecuencia de esta decodificación será una
modificación en el entorno, en el espacio de la realidad. La hipótesis que
sostengo actualmente es que, en los primeros momentos de la vida, esta realidad
exterior, modificada, se vuelve, para la psique del infans, la primera
representación de su propio espacio. Es decir que, antes de que el infans
pueda percibir lo visible de su cuerpo, se refleja en este espacio de realidad
modificable.
Usted es una de las fundadoras del Cuarto Grupo. Al fundarse,
uno de sus objetivos era abordar de manera diferente la formación de los
analistas. ¿Qué podría decirnos de esa experiencia?
Piera Aulagnier:
Creo que la experiencia del Cuarto Grupo es como toda experiencia de una
sociedad, sea analítica o no. Quiero decir que no hay sociedades
"buenas", lo que se dice con relación al campo social vale también
para el campo analítico. Pienso que hasta ahora pudimos preservar algunas metas
que nos habíamos fijado y que sigo valorando, que tratan de separar al máximo
lo que puede ser el proceso analítico de cada sujeto, de toda postura
narcisista por parte de los analistas. En ese sentido, intentamos reducir al
mínimo, no digo excluir, un cierto tipo de conflicto narcisista que existió
siempre en el origen de las diferentes escisiones que hubieron en el mundo
analítico.
¿Cuál es su visión actual del psicoanálisis en
Francia?
Piera Aulagnier:
En Francia, actualmente, encontramos el mismo problema que –de manera más
acentuada– se vive en los Estados Unidos y, creo, en el resto de Europa. Hay
una especie de receso en la demanda analítica. En el campo terapéutico vemos la
importancia que ha adquirido lo sistémico y el conductismo. Entonces, ¿será que
lo lamento? No lo sé. Creo también que no es algo malo para el análisis
enfrentarse a menos demandas, si éstas son más auténticas. ¿Hasta qué punto el
análisis logrará o no imponerse como una vía terapéutica privilegiada? ¿Podrá
preservarse? ¿Habrá un momento de vacío? No lo sé.
Temo bastante a la idea –al menos en Francia– de
transformar al hombre en una especie de "máquina neuronal", que en
definitiva es una negación del aporte que ha hecho el psicoanálisis y, a mi
juicio, una regresión.
¿Qué piensa del psicoanálisis anglosajón?
Piera Aulagnier:
Los anglosajones son excelentes analistas en general. Por un lado, rindo
homenaje al interés que tienen por la clínica y a su pragmatismo, que son
indudablemente cualidades. Por otro lado, les reprocharía, y en esto soy muy
francesa, la muy poca importancia que le dan a la teoría y, sobre todo y muy
frecuentemente, el hecho de tener una especie de "concepto clave",
que se transformaría en una especie de clave universal; por ejemplo, la
identificación proyectiva del analizando.
Es en ese sentido que nos interesa fundamentalmente su
pensamiento, ya que nos muestra de una manera profunda y sistemática esa
permanente articulación entre la teoría y la clínica; de la cual su último
libro, El aprendiz de historiador..., es el mejor testimonio.
En Francia, ¿hay conocimiento de los autores
psicoanalíticos argentinos?
Piera Aulagnier:
Debo decirles que desde la primera vez que vine a este país fui sensible al
nivel de reflexión de los analistas argentinos, me quedé impactada por la pertinencia
y la reflexión que mostraron las preguntas que me hicieron en la APA, hablo del
grupo de analistas jóvenes. Quedé impactada por la apertura de pensamiento,
creo que supieron mantenerse al margen de un exceso de dogmatismo, pudieron
abrirse a la lectura y discusión de distintos autores -cada uno con sus
particularidades- sin por eso hacer una mezcla de cosas y sin afiliarse a una
determinada teoría.
Usted señala permanentemente la importancia del ámbito
cultural e ideológico donde se realiza el análisis. En este sentido, ¿qué
acontecimientos sociales favorecieron o perturbaron su difusión en Francia y
cómo ve la actual situación ideológico-institucional?
Piera Aulagnier:
Creo que en Francia, contrariamente a lo que pasó en la Argentina, el psicoanálisis
tuvo un desarrollo más tardío. Porque antes de la guerra en Francia había, por
supuesto, una sociedad psicoanalítica, pero en definitiva el gran empuje del
psicoanálisis tuvo lugar después de la guerra. Sobre todo entre los años
cincuenta y sesenta. En este sentido, no puede ignorarse el papel que desempeñó
Lacan en la expansión del psicoanálisis y, sobre todo, en el interés que
suscitó en otras disciplinas: ya sea en la lingüística, la filosofía, o la
sociología. Esto debemos reconocerlo.
Como ocurre siempre que se crea algo nuevo, hubo
primero una fascinación y luego un desencanto que fue provocado, a mi juicio,
por haber esperado demasiado del análisis, del poder del conocimiento, del
poder terapéutico, del poder de una superciencia, o de una metaciencia, y luego
hubo que reconocer las limitaciones que tenía, y en vez de aceptar esto se
enojaron con él. Actualmente asistimos a una nueva fascinación, que es la que
producen, desde hace diez años, las investigaciones en las llamadas
neurociencias, sea desde la biología o la genética, esperando una vez más que
puedan dar respuesta a todos los problemas. Por eso habrá que esperar que se
reconozcan también los límites de estos saberes. ¿Para ir hacia qué? No lo sé.
DESCRIPTORES:
IDENTIFICACIÓN / JE / NEUROSIS / PICTOGRAMA / PSICOANÁLISIS / PSICOSIS /
PULSIÓN DE MUERTE / TÉCNICA PSICOANALÍTICA / YO
Resumen
Los temas a los que Piera Aulagnier hace referencia en
esta entrevista son:
1) El valor
central que tiene el yo (je) y el pensamiento en su teoría. Lo propio
del yo es advenir a un espacio y a un mundo cuya preexistencia se le impone,
mediante una relación directa con el discurso materno, sin ser por eso una
instancia pasivamente hablada. El yo es el único que puede expresar los
conceptos de placer y sufrimiento, cuyas causas él ignora, y sólo mediante esas
experiencias objetivas puede conocer y nombrar las consecuencias afectivas de
su realidad.
2) El
proceso identificatorio resultado de esa función relacional, entre el infans,
el deseo materno, el cuerpo, la realidad y los sucesivos encuentros con los
otros; proceso que se realiza en tres tiempos. El yo requiere de ciertos
referentes simbólicos o puntos de certeza, a los cuales debe poder apelar para
ubicarse temporoespacialmente. Estos referentes quedan puestos en peligro en la
psicosis.
3) Las
"cuestiones fundamentales", el yo como historiador y la búsqueda de
causalidades. En el neurótico hay una alternancia entre causalidad demostrada e
interpretada; en el psicótico, en cambio, hay una especie de antinomia entre
ambas. En este ultimo caso, la causalidad interpretada es una construcción
delirante imposible de ser compartida, lo cual lleva al psicótico a una ruptura
relacional.
4) La
experiencia de sufrimiento. Ésta es inevitable, pero no debe sobrepasar un
límite que obligaría al yo a una desinvestidura de una función o de un objeto
vital para su vida psíquica, triunfo de Tánatos sobre Eros.
5) La
importancia de separar al máximo, en las instituciones psicoanalíticas, el
proceso analítico de cada sujeto de las exigencias institucionales.
6) La
importancia en la práctica de la articulación teórico-clínica para evitar los
excesos que llevarían al teoricismo dogmático o al pragmatismo a ultranza.
* Entrevista realizada el 20 de diciembre de 1986.
Desgrabada y traducida por Diana Liniado.
**
Traducimos "je" por "yo".
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